Un cucurucho de helado en Beirut
De nada sirve la memoria de las guerras que destruyeron L¨ªbano durante a?os; la barbarie de los bombardeos del ej¨¦rcito de Israel vuelve a repetirse
Aunque el ej¨¦rcito israel¨ª ha atacado sobre todo Dahiye, el feudo de Hezbol¨¢ en la zona sur de Beirut, las bombas han empezado ya a llegar al centro de la ciudad. Las cr¨®nicas empiezan a referirse al aspecto fantasmal que adoptan las calles que antes estaban llenas de gente, de coches y motos, del barullo de los comercios, del ruido de la vida. Las incursiones de los aviones, el estallido de las bombas, las sirenas de las ambulancias y los gritos de horror y desesperaci¨®n e impotencia de las personas a las que les ha tocado el mazazo de ver c¨®mo sus vidas se derrumban y mueren sus familiares, amigos y vecinos van poco a poco callando y llegar¨¢ un momento en que el silencio lo cubra todo. Quedar¨¢n los cascotes, las ramas met¨¢licas que sosten¨ªan los techos de las viviendas, un poco de polvo suspendido en la atm¨®sfera. Y el silencio.
Pocos meses despu¨¦s de que se diera por terminada la larga guerra que se inici¨® en 1975 y que destruy¨® L¨ªbano provocando entre 120.000 y 150.000 muertos, los responsables de ?ditions du Cypr¨¨s de Burdeos decidieron enviar a seis fot¨®grafos al centro de Beirut para que recogieran en sus im¨¢genes lo que all¨ª hab¨ªa sucedido. En distintos momentos de noviembre y diciembre de 1991 fueron aterrizando en el coraz¨®n de la ciudad, cada uno con su estilo y su particular mirada, Gabriele Basilico, Raymond Depardon, Fouad Elkoury, Ren¨¦ Burri, Josef Koudelka y Robert Frank.
Beyrouth Centre Ville es un libro que produce desde el primer momento ese ¨ªntimo desgarro que no es muy diferente del que se padece todos los d¨ªas y desde hace meses al ver las im¨¢genes que llegan de Ucrania o de Gaza, ahora tambi¨¦n de L¨ªbano. La diferencia es que todas las del libro est¨¢n concentradas en el centro de una capital importante de un pa¨ªs de Oriente Pr¨®ximo, y que procuran construir un relato al final de una cat¨¢strofe; quiz¨¢ por eso resultan todav¨ªa m¨¢s dolorosas. Los editores recuerdan que el centro de Beirut hab¨ªa ido adoptando sus rasgos distintivos sobre todo desde la segunda mitad del siglo XIX, durante el imperio otomano, y durante la primera parte del siglo XX, durante el mandato franc¨¦s. El coraz¨®n de la ciudad estaba lleno de vida y en las fotograf¨ªas de aquellos seis grandes maestros sus calles est¨¢n vac¨ªas ¡ªen solo un pu?ado de ellas aparecen personas¡ª y sus casas y edificios, totalmente destruidos. Y se respira ese silencio abrumador.
Cuenta Edward W. Said, uno de los m¨¢s l¨²cidos analistas de la cuesti¨®n palestina ¡ªas¨ª se titula uno de sus libros¡ª, en Fuera de lugar (Debate), sus memorias, que durante los a?os en los que vivi¨® de ni?o con su familia en un pueblo de la monta?a de L¨ªbano, su padre lo llevaba de vez en cuando a Beirut para hacer algunas compras y sacar dinero del banco. ¡°Normalmente hac¨ªamos una parada en el caf¨¦ Automatique¡±, recuerda, ¡°para que yo me comiera apresuradamente un cucurucho de helado antes de seguir nuestro camino¡±.
Memoria de destrucci¨®n, escribe Robert Frank sobre una de sus im¨¢genes de 1991 y apunta que encontr¨® ruinas, el vac¨ªo de lo que un d¨ªa tuvo su grandeur, postales que recordaban los viejos tiempos. Todo fue devastado, hecho a?icos, qued¨® el silencio. Como si la memoria de aquello no sirviera para nada, Israel bombardea de nuevo Beirut, y ante semejante barbarie solo queda levantar hacia las alturas y las bombas el cucurucho de helado que se com¨ªa un ni?o hace a?os como un grito que contiene la fragilidad y el enorme poder de la vida.
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