Am¨¦rica Latina tambi¨¦n vota en Estados Unidos
El pron¨®stico de que el voto latino favorecer¨¢ a Trump no se aleja de la tendencia del electorado hacia la derecha en varios pa¨ªses de nuestro continente
Las elecciones presidenciales en Estados Unidos se viven en los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina como si fueran propias, y las actuales, en medio del clima de polarizaci¨®n feroz que abarca el mundo, alinean tambi¨¦n a la gente en bandos irreconciliables. El pron¨®stico de que el voto latinoamericano favorecer¨ªa a Donald Trump no se aleja de la creciente tendencia que el electorado muestra hacia la derecha en pa¨ªses como Argentina, con el presidente Milei como entusiasta trumpiano, o en Chile y Brasil, seg¨²n el resultado de las ¨²ltimas elecciones municipales; o en otros pa¨ªses bajo dictaduras, como Cuba, Venezuela y Nicaragua, con la esperanza ilusoria de que los superh¨¦roes de la MAGA, de Steve Bannon a Elon Musk, se llevar¨ªan a los opresores atados de pies y manos mediante operaciones comando apenas pusieran pie en la Casa Blanca. Cuando bien podr¨ªa ser todo lo contrario, que Vlad¨ªmir Putin, a quien Trump tanto admira, interceda con ¨¦xito en favor de sus socios, y terminen m¨¢s bien consolidados.
La historia de las relaciones entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina es m¨¢s compleja de lo que convienen a los clich¨¦s ret¨®ricos que proclaman el dominio inamovible del imperialismo yanqui; una relaci¨®n que ha pasado por diferentes etapas, y la presente no es la m¨¢s ¨¢lgida de todas. La guerra hispanoamericana de 1898, que se resolvi¨® en pocas meses con la derrota de Espa?a en Cuba, y le arrebat¨® tambi¨¦n Puerto Rico y Filipinas, dio paso poco despu¨¦s, en 1903, a la toma de Panam¨¢ para llevar adelante la construcci¨®n del canal interoce¨¢nico. Es cuando Jos¨¦ Enrique Rod¨® proclama la tesis de Ariel y Calib¨¢n, civilizaci¨®n contra barbarie, y Dar¨ªo escribe la Oda a Roosevelt, una doble proclama que busca dar identidad a una Hispanoam¨¦rica agredida por los ¡°b¨²falos de dientes de plata¡±, como los llama el mismo Dar¨ªo en El triunfo de Calib¨¢n.
A partir de entonces, y por toda la primera mitad del siglo XX, la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos de cara a Am¨¦rica Latina se regir¨¢ por la defensa de sus intereses financieros. No es caricaturesco recordar que los abogados de Wall Street, que protegen a las compa?¨ªas bananeras o mineras, llegan a ser secretarios de estado, y a dirigir, por tanto, la diplomacia del d¨®lar. Las intervenciones militares se suceden, florecen las dictaduras, y el advenimiento de la guerra fr¨ªa no hace sino consolidar esta pol¨ªtica, que lleva al derrocamiento del presidente ?rbenz en Guatemala en 1954. Despu¨¦s se impondr¨¢ el apoyo irrestricto a los reg¨ªmenes militares que, en medio de la lucha insurgente de los movimientos guerrilleros, proclaman la doctrina de la seguridad nacional, que se extiende al cono sur, con toda su cauda de desaparecidos.
Hay un motivo oficial que nunca falta en los documentos diplom¨¢ticos del Departamento de Estado, y es la ¡°b¨²squeda de la estabilidad¡±. No otra justificaci¨®n hay en las ¨²ltimas tres intervenciones militares del siglo veinte: la de la ¨ªnfima Granada en 1983, ordenada por Ronald Reagan, despu¨¦s que una facci¨®n radical del partido de gobierno asesin¨® al primer ministro Maurice Bishop; la de Panam¨¢ en 1989, ordenada por George Bush padre, para remover a Manuel Antonio Noriega, un narcotraficante que hab¨ªa actuado como agente de la CIA; y la m¨¢s peculiar de todas, la de Hait¨ª en 1994, ordenada por Bill Clinton, la operaci¨®n ¡°Defender la democracia¡±, que depuso a la c¨²pula militar corrupta encabezada por el general Raoul Cedras, para restablecer en la presidencia a Jean Bertrand Aristide, un cura de izquierdas, leg¨ªtimamente electo.
Ahora las intervenciones militares no parecen sino fantasmagor¨ªas lejanas. En tiempos del big stick habr¨ªa sido impensable que Estados Unidos pudiera convivir con reg¨ªmenes que desaf¨ªan los alineamientos tradicionales, o buscan alianzas pol¨ªticas y econ¨®micas fuera del hemisferio, cuando la vieja doctrina Monroe parece disolverse en el tiempo. Quiz¨¢s la respuesta est¨¢ en un discurso acad¨¦mico de Clinton, despu¨¦s de dejar la presidencia, donde dijo que Estados Unidos deber¨ªa hacerse la idea de que un d¨ªa ya no ser¨ªan la primera potencia mundial.
El comercio de Am¨¦rica Latina con China se ha multiplicado por 35 desde el comienzo de este siglo. Rusia expande sus mecanismos de inteligencia militar en Centroam¨¦rica y el Caribe, el viejo traspatio imperial. Y a quienes Washington juzga culpables de conductas antidemocr¨¢ticas, o de corrupci¨®n, los castiga suprimiendo sus visados y cerr¨¢ndoles las cuentas bancarias, con lo que los sancionados se han acostumbrado a convivir.
El primer tema de esta campa?a electoral ha sido la migraci¨®n, y las bater¨ªas est¨¢n dirigidas contra los migrantes latinoamericanos, que secuestran perros y gatos en los vecindarios para com¨¦rselos, y viven contentos entre la basura; pero si en t¨¦rminos geopol¨ªticos Am¨¦rica Latina no es ya el traspatio imperial, mientras la econom¨ªa de Estados Unidos crezca, muros de contenci¨®n o no, la gente misma seguir¨¢ siendo el primer producto de exportaci¨®n, miles de millones de d¨®lares en remesas que afianzan a reg¨ªmenes que cada d¨ªa se proclaman antimperialistas.
Este es el voto verdadero, el voto con los pies.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.