Todos los valientes
Un paso m¨¢s all¨¢ de reverenciar el valor presunto o verdadero de otros est¨¢ la convicci¨®n de que uno mismo habr¨ªa sido un valiente. Pero lo que no deber¨ªa hacerse, por prudencia, es afirmar que uno tampoco se habr¨ªa escondido
En esta ¨¦poca de permanente exhibici¨®n p¨²blica del verbo follar, incluso en medios antes tan comedidos como este, y de celebraci¨®n de los ¨®rganos genitales de uno y otro sexo, o g¨¦nero, o como haya que decirlo ahora, estoy esperando el momento en que alguien d¨¦ un paso al frente y alabe sin eufemismos el tama?o y la potencia de los atributos del rey Felipe VI. Cabe suponerlos muy superiores a los del presidente del Gobierno, que en virtud sin duda de la pobre dotaci¨®n de los suyos sali¨® huyendo protegido por los paraguas de los escoltas ¡ª¡±como una rata¡±, dicen algunos estilistas del columnismo¡ª, mientras el Rey, ¡°el rubio alto¡±, en palabras de mi colega Arturo P¨¦rez-Reverte, aguantaba a cuerpo limpio la furia de los ciudadanos todav¨ªa envueltos en barro y azotados por la desgracia. He observado que de la valent¨ªa de la reina Letizia se habla mucho menos, quiz¨¢s porque, careciendo de la prestigiosa anatom¨ªa masculina, su coraje no llega a esas alturas ¨¦picas exclusivas de quien est¨¦ marcado ¡°por var¨®n en la ingle con un fruto¡±, como en el soneto taurino y ya tristemente rancio de Miguel Hern¨¢ndez.
Todo indica que ¡°vuelve el hombre¡±, como dec¨ªa el anuncio de colonia. En el mismo programa de televisi¨®n en el que glosaba la estatura y el pelo rubio de Felipe VI, Arturo P¨¦rez-Reverte asegur¨® saber c¨®mo es la ¡°herramienta¡± del ya ca¨ªdo ??igo Errej¨®n. Eso me hizo recordar una observaci¨®n c¨¦lebre de Donald Trump sobre los comentarios de quienes acababan de compartir la ducha con un campe¨®n de golf, y hab¨ªan tenido as¨ª la oportunidad de calibrar sus varoniles frutos: ¡°Oh Boy!¡±. La testosterona es como aquel brandi Soberano que ve¨ªamos anunciado en los televisores del paleol¨ªtico franquista: ¡°Cosa de hombres¡±. No han debido de ser muy eficaces d¨¦cadas enteras de pedagog¨ªa dedicadas a desmontar los estereotipos de lo masculino y de lo femenino cuando los h¨¦roes de la m¨²sica urbana posan al filo de sus piscinas bien despatarrados para mostrar el volumen de sus atributos, y las chicas j¨®venes se someten al quir¨®fano para adquirir culos neum¨¢ticos, pectorales y labios de favoritas en los harenes de los narcotraficantes.
La valent¨ªa, como el antifranquismo, brilla incluso m¨¢s cuando es retrospectiva. Hay grandes luchadores antifascistas que ni siquiera hab¨ªan nacido cuando muri¨® Franco, lo cual no les impide afear la cobard¨ªa de quienes en vez de derribar por la fuerza el franquismo, traer la Tercera Rep¨²blica y culminar la revoluci¨®n bolchevique, se conformaron con armar una democracia, ganar derechos civiles y sindicales e integrar al pa¨ªs en Europa, apoltron¨¢ndose en otro r¨¦gimen no mucho menos lamentable, el R¨¦gimen del 78. Hace a?os tuve una de esas discusiones extenuadoras y superfluas, en las que uno se pregunta m¨¢s tarde c¨®mo se dej¨® enredar. Un valiente retrospectivo o virtual se empe?aba en convencerme de que los jud¨ªos europeos eran responsables de su propio exterminio por no haberse rebelado a mano armada y en masa contra los matarifes alemanes. El levantamiento del gueto de Varsovia, o la muy bien documentada participaci¨®n de luchadores jud¨ªos en la Resistencia, no le parec¨ªan pruebas suficientes de valor; ni era capaz de imaginar la infinita vulnerabilidad de las personas comunes, d¨¦biles o no, ante la maquinaria de la fuerza bruta, el aturdimiento que congela a casi cualquiera que se ve sometido de golpe a la violencia extrema y en un rel¨¢mpago de horror se sabe una v¨ªctima inerme.
Tiempo despu¨¦s, un querido amigo ya muerto, el escritor Aharon Appelfeld, que a los ocho a?os se hab¨ªa visto hu¨¦rfano y perdido en esas zonas del este de Europa que Timothy Snyder ha llamado las ¡°tierras de sangre¡±, me cont¨® que los supervivientes de los campos, cuando llegaban al Israel reci¨¦n fundado, eran vistos con desprecio por los pioneros sionistas que lideraban el nuevo pa¨ªs: machos guerreros, fortalecidos por la intemperie, la disciplina espartana, reacios al intelectualismo afeminado de los jud¨ªos cosmopolitas, p¨¢lidos habitantes cobardes de los caf¨¦s europeos. Con m¨¢s de 80 a?os, peque?o, con una cara redonda y afable, con los ojos claros y miopes tras las gafas, Appelfeld recordaba al ni?o asustado y hambriento que hab¨ªa sido, cuando solo pudo salvarse porque lo acogi¨® una banda de forajidos en los bosques de Ucrania.
Un paso m¨¢s all¨¢ de reverenciar la valent¨ªa presunta o verdadera de otros est¨¢ la convicci¨®n de que uno mismo habr¨ªa sido un valiente. Es como cuando alguien dice que es poeta, con el mismo aplomo con que dir¨ªa que es funcionario de Hacienda. A m¨ª me dan ganas de preguntar: ¡°?Y c¨®mo lo sabes?¡±. El novelista, y poeta, Manuel Vilas se ha sumado en estos d¨ªas a la glorificaci¨®n del coraje f¨ªsico, recordando la foto en la que se ve a Santiago Carrillo y Adolfo Su¨¢rez sentados en sus esca?os del Congreso, mirando sin se?ales de inmutarse el espect¨¢culo de los guardias civiles con bigotazos, tricornios y exabruptos de bebedores de co?ac, que bland¨ªan sus pistolas con una rigidez de marionetas de esperpento, aunque tambi¨¦n con una determinaci¨®n de ejecutores. Es sin duda admirable el coraje personal y civil de esos dos hombres: pero no creo que deba ser usado para rebajar la dignidad o poner en duda la entereza de quienes s¨ª se escondieron bajo sus esca?os, hombres y mujeres, diputados, taqu¨ªgrafos, ujieres, periodistas. A nadie se le puede reprochar que act¨²e seg¨²n el instinto primario de supervivencia, m¨¢s a¨²n si est¨¢ desarmado y tiene delante un arma de fuego, uno de aquellos pistolones cascados y subfusiles inestables de entonces.
Pero lo que no deber¨ªa hacerse, por prudencia, es afirmar que uno tampoco se habr¨ªa escondido. ?C¨®mo lo sabes? ?Con qu¨¦ derecho te sientes superior a quien estuvo all¨ª, a quien humanamente tuvo miedo? En la red X, cuyo due?o s¨¢trapa y lun¨¢tico es cada d¨ªa m¨¢s poderoso gracias a los muchos millones de personas que contribuyen a su enriquecimiento y a su propagaci¨®n de la mentira, Manuel Vilas dice que ¨¦l, a diferencia de Pedro S¨¢nchez, se habr¨ªa quedado delante de los amotinados en Paiporta: ¡°Yo me habr¨ªa quedado, aunque me hubieran abierto la cabeza. No soporto la cobard¨ªa, es lo m¨¢s feo del mundo. Aunque me hubieran abierto la frente a pedradas, yo me habr¨ªa quedado¡±. Dan ganas de decir, como don Latino de Hispalis ante las exclamaciones de Max Estrella en Luces de Bohemia: ¡°?Admirable, Max!¡± Admirable, Manuel. Pero perm¨ªteme una pregunta: ?C¨®mo lo sabes, Manuel? ?Te has visto en esa misma situaci¨®n? ?Te han gritado ¡°perro¡± y ¡°asesino¡± y han destrozado a golpes los cristales blindados del coche en que viajabas?
Tuve hace bastantes a?os la suerte de conversar despacio y a fondo con el psic¨®logo Jos¨¦ Luis Pinillos, conocedor agudo del cerebro y de la mente humana, y adem¨¢s veterano de la Divisi¨®n Azul, en la que se hab¨ªa alistado con insensato fervor falangista cuando era poco m¨¢s que un adolescente. Aquel hombre erudito y apacible y siempre algo pesaroso con el que era tan grato conversar, hab¨ªa participado con el uniforme de la Wehrmacht en el sitio de Leningrado, y recibido una Cruz de Hierro. Fue a Rusia con la ilusi¨®n de convertirse en un h¨¦roe fascista y al ver lo que los alemanes hac¨ªan a los jud¨ªos y a los rusos se convirti¨® por asco y verg¨¹enza en un dem¨®crata. Me dijo que cuando se llega al frente, cuando suenan las bombas y los disparos y la gente empieza a caer fulminada, nadie sabe si va a ser valiente o cobarde, si va a dar media vuelta, o a sentarse llorando en el suelo. Algo s¨ª es seguro: los que m¨¢s se jactaban de su valent¨ªa antes de entrar en batalla suelen ser los que m¨¢s r¨¢pidamente se derrumban. Dec¨ªa Pinillos: ¡°Los m¨¢s chulos son los que antes se cagan de miedo¡±. ?l los hab¨ªa visto, y los hab¨ªa olido.
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