Jueces fraudulentos y falsarios

Son minoritarios, pero subversivos. Enfangan el prestigio de la justicia y emponzo?an la convivencia c¨ªvica y el orden democr¨¢tico. Un juez fraudulento aqu¨ª, otro falsario all¨¢, algunos incompatibles acull¨¢, violando su obligada independencia. Sin que el renovado Consejo General del Poder Judicial emita una alerta o abra un expediente.

Pr¨¢ctica fraudulenta es la del juez Joaqu¨ªn Aguirre. La califica as¨ª su superior jer¨¢rquico, la Audiencia de Barcelona. Le acusa de actuar ¡°en fraude de ley¡± y de fundamentar sus escritos en ¡°opiniones personales sobre el proc¨¦s¡±. Fraude de ley, seg¨²n el C¨®digo Civil (art¨ªculo 6.4) es toda maniobra que vulnere una norma legal al amparo de otra para conseguir un resultado contrario al prescrito: la deshonra de un togado. Por eso, le ordena cerrar la causa contra Carles Puigdemont abierta por su presunta participaci¨®n en la ¡°trama rusa¡± del separatismo.

Otro foco caliente de contaminaci¨®n pol¨ªtica de la justicia contra este sector se activa en el Tribunal Supremo. El juez Pablo Llarena se tienta la ropa antes de reiterar su siempre fracasada euroorden de detenci¨®n contra el personaje, hasta que adquiera firmeza su propia negativa a acatar la ley de amnist¨ªa en cuanto al delito de malversaci¨®n. Eso depender¨¢ de la sala de recursos que encabeza Vicente Magro, casualmente antiguo senador del Partido Popular, quien no ha renunciado a intervenir, como debiera, ante su evidente conflicto de inter¨¦s. Igual de recusable que su colega Jos¨¦ Luis Requero, quien siendo ponente en la posible anulaci¨®n del nombramiento del fiscal general, ?lvaro Garc¨ªa Ortiz, es sospechoso de parcialidad por haber escrito que el Tribunal Constitucional y la Fiscal¨ªa est¨¢n ¡°apesebrados¡± (La Raz¨®n, 21/11/2023).

Como juez falsario por antonomasia se ha consagrado Juan Carlos Peinado. No solo porque la Audiencia de Madrid le sobreseyera en noviembre un caso iniciado a instancia del partido ultra Vox contra la editorial Sanoma, a la que proces¨® por presuntas injurias y calumnias por ¡ªsupuestamente, ?y tanto!¡ª calificarle como ¡°un partido de herencia nazi¡±. Fue indolente y/o sectario, ya que en el texto editorial incriminado se demostr¨® que ni siquiera hab¨ªa una menci¨®n al nazismo. Ni tampoco por haberse desacreditado como un veleta, tras abrir una causa contra 12 periodistas por supuesta revelaci¨®n de secretos en la Operaci¨®n Judas, la de los cdr acusados de terrorismo: tuvo que desdecirse sin m¨¢s. Sino por perseguir a Bego?a G¨®mez ¡ªla pareja de un tal Pedro S¨¢nchez, el inquilino de La Moncloa¡ª tergiversando y falseando la declaraci¨®n de una testigo, Sonsoles Blanca Gil de Antu?ano: le atribuy¨® que la hab¨ªa contratado en el Instituto de Empresa ¡°por ser la esposa del presidente del Gobierno¡±, lo que nunca dijo. El ministro ?scar L¨®pez le ha acusado de ¡°prevaricar¡±, el delito m¨¢s grave en un juez, y curiosamente el locuaz Peinado ha encajado la acusaci¨®n sin replicarla: ser¨¢ que lo asume.