Una cooperaci¨®n con gafas verdes
Tenemos que volver a preguntarnos: ?nos dedicamos a solucionar las consecuencias o, por contra, nos enfocamos en erradicar las causas de los problemas clim¨¢ticos?
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Unos meses despu¨¦s de que se aprobara la Ley de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo en 1998, el hurac¨¢n Mitch asol¨® Centroam¨¦rica. Vientos de m¨¢s de 290 kil¨®metros por hora e intensas lluvias durante casi dos semanas dejaron un rastro de casi 30.000 personas muertas o desaparecidas. En Nicaragua, adem¨¢s, las precipitaciones causaron el deslave del volc¨¢n Casita, una avalancha de lodo y rocas de m¨¢s de 30 metros de altura que sepult¨® dos comunidades. Los pobladores aseguraban que, si no se hubieran deforestado las laderas del volc¨¢n, el impacto no hubiera sido tan brutal.
Mi organizaci¨®n, Amycos.org, con poco m¨¢s de tres a?os de existencia, estaba trabajando en la zona y nos pusimos manos a la obra para reubicar a las personas desplazadas por ambas cat¨¢strofes. Compramos tierras cerca de Posoltega y con ayuda de distintas administraciones espa?olas se levantaron viviendas con huertas para autoabastecimiento. La Comunidad de Betania se fue desarrollando junto al antiguo ferrocarril bananero, en una gran llanura sin ¨¢rboles. Un territorio que durante la segunda mitad del siglo XX acogi¨® plantaciones de banana y algod¨®n.
Siete a?os despu¨¦s nos encontramos con pobladores de Betania acampados frente a la Asamblea Nacional en Managua. Muchos de ellos hab¨ªan trabajado anteriormente para empresas de la agroindustria que hab¨ªan explotado intensamente las tierras donde se ubicaba la comunidad. Los cultivos hab¨ªan sido fumigados con el letal pesticida dibromocloropropano, conocido como Nemag¨®n (si era comercializado por la Shell Oil Company) o Fumazone (si lo produc¨ªa Dow Chemical). Este compuesto qu¨ªmico se sigui¨® utilizando en muchos pa¨ªses latinoamericanos durante la d¨¦cada de los 80, despu¨¦s de haber sido prohibido en Estado Unidos por la Agencia de Protecci¨®n Ambiental en 1979.
Solamente en Nicaragua las personas muertas por este pesticida superan las 2.000, mientras que las afectadas son m¨¢s de 17.000. Muchas de ellas sufren deformaciones y tumores en diversas partes del cuerpo. Las tierras quedaron bald¨ªas y las aguas subterr¨¢neas contaminadas, como pudimos comprobar por el alto n¨²mero de patolog¨ªas renales y cancer¨ªgenas registradas en la zona.
Para entender lo que ha pasado en la zona a lo largo de los a?os, recurrimos al ge¨®logo David Harvey cuando explica que el sistema econ¨®mico imperante ¡°se esfuerza en crear un paisaje social y f¨ªsico de su propia imagen, requisito para sus propias necesidades en un instante espec¨ªfico del tiempo, solo para solapar, despedazar e inclusive destruir este paisaje en un instante posterior del tiempo¡±. Esta din¨¢mica deja tras de s¨ª una serie de problemas sociales y ambientales. Es lo que el Papa Francisco denomina ¡°cultura del descarte¡± o la soci¨®loga Saskia Sassen ¡°tierras muertas¡±.
En un momento en el que estamos pensando como debiera ser la pol¨ªtica de cooperaci¨®n para el desarrollo que queremos para el siglo XXI tenemos que tener en cuenta aprendizajes como el adquirido a lo largo de los a?os en esa zona de la costa pac¨ªfica nicarag¨¹ense. Tenemos que volver a preguntarnos ?nos dedicamos a solucionar las consecuencias o, por contra, nos enfocamos en erradicar las causas? ?construimos viviendas para personas desplazadas por cat¨¢strofes naturales o promovemos una cultura de uso sostenible de las masas forestales y cuidado de la biodiversidad? ?facilitamos atenci¨®n m¨¦dica a los afectados por el Nemag¨®n o trabajamos para que, por ejemplo, haya una regulaci¨®n internacional sobre el uso de pesticidas basada en el principio de precauci¨®n? En realidad se trata de una falsa dicotom¨ªa porque siempre tendremos que responder ante las necesidades derivadas de este mal desarrollo, pero es imperativo y urgente que reforcemos la capacidad para hacer frente a las causas.
Siempre tendremos que responder ante las necesidades derivadas de este mal desarrollo, pero es imperativo y urgente que reforcemos la capacidad para hacer frente a las causas
Tenemos que ser capaces de analizar cada situaci¨®n llegando a sus causas ¨²ltimas para denunciarlas y proponer alternativas para que no vuelvan a producirse. Dicho con otras palabras: tenemos que pasar de la evaluaci¨®n de impacto medioambiental a mirar la realidad con gafas verdes y pensar la cooperaci¨®n con un enfoque de ecologismo social. Y para darnos una pista sobre que enfocarnos resuenan las palabras de Achim Steiner, administrador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que hace unos d¨ªas afirmaba que ¡°ning¨²n pa¨ªs del mundo ha logrado un desarrollo humano muy alto sin ejercer una gran presi¨®n sobre el planeta¡±.
El ecologismo social entiende que los problemas ambientales tienen su origen en un modelo de producci¨®n y consumo cada vez m¨¢s globalizado e insostenible, del que se derivan otros problemas sociales, por lo tanto es necesario transformar este modelo para evitar la crisis medioambiental. Sobre c¨®mo dar pasos hacia una cooperaci¨®n ecologista estuvimos debatiendo varias organizaciones sociales y algunas administraciones p¨²blicas. Algunas entidades ya han dado pasos para dise?ar planes e integrar estas consideraciones en sus proyectos. De momento son pr¨¢cticas inconexas, pero que, desde la cooperaci¨®n internacional, tratan de atajar las causas que generan la emergencia clim¨¢tica, la p¨¦rdida de biodiversidad, la deforestaci¨®n, los desplazamientos por causas medioambientales... Urge apostar por la restauraci¨®n, regeneraci¨®n y reconstrucci¨®n de los ecosistemas y de nuestra relaci¨®n con la Tierra. La propia Coordinadora de ONG para el Desarrollo apuesta por una cooperaci¨®n ecologista que afronte la conexi¨®n entre los desaf¨ªos ambientales y el bienestar de las personas.
Ning¨²n pa¨ªs del mundo ha logrado un desarrollo humano muy alto sin ejercer una gran presi¨®n sobre el planeta¡±, afirmaba Achim Steiner, administrador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
Para dise?ar una cooperaci¨®n eficaz ante las responsabilidades globales y situarla como una pol¨ªtica palanca eficiente en el ¨¢mbito de la Agenda 2030, no basta con reformar la Ley de Cooperaci¨®n y toda la arquitectura institucional de la cooperaci¨®n espa?ola. Hay que dotarla de nuevas perspectivas y ambiciones. Y parece que los responsables pol¨ªticos tambi¨¦n lo entienden, ya que la ministra de Exteriores, Arancha Gonzalez Laya, en su ¨²ltima comparecencia en el Senado apuntaba que, adem¨¢s de pensar en una cooperaci¨®n feminista y defensora de los derechos humanos, hab¨ªa que dise?ar una cooperaci¨®n para la transici¨®n ecol¨®gica y la justicia clim¨¢tica global, la conservaci¨®n y el uso sostenible de los ecosistemas y de la biodiversidad.
Andr¨¦s R. Amayuelas es el presidente de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo y secretario de Amycos, una ONG que aboga por la justicia clim¨¢tica y social.
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