El poder liberador del deporte y el yoga para los refugiados en Grecia
Hubo un d¨ªa en que corrieron huyendo de la violencia en sus pa¨ªses y llegaron a Lesbos. Hoy lo hacen para escapar del encierro, la soledad y la desesperaci¨®n de vivir refugiados en una tierra a menudo hostil. Practican atletismo y otras disciplinas para avanzar
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El suelo es blando, el aire huele a goma y a desinfectante. ¡°Es seguro, por fin el lunes podremos volver a abrir el gimnasio aqu¨ª, en Atenas¡±, exclama Estelle, y una sonrisa ilumina la cara de Al¨ª. ¡°Estupendo. Entonces tenemos que darnos prisa, todo tiene que estar listo¡±. Inventarios, registros, carnets, hay que conseguir unos armarios y hacer algunos trabajos. Los ojos de Al¨ª parecen decir a los dem¨¢s ¡°ya est¨¢ todo hecho, no os preocup¨¦is¡±, mientras resuelven juntos algunos detalles.
Es la reuni¨®n de coordinaci¨®n de la ONG Yoga y Deporte con Refugiados, cuya actividad es exactamente lo que su nombre indica. El proyecto empez¨® en Lesbos a finales de 2017 y estuvo activo hasta septiembre de 2020 tambi¨¦n en Atenas. Al¨ª, Sohaila y Aref, refugiados de origen afgano, son los encargados de las actividades en la capital griega. Nina, una joven holandesa de 26 a?os, lleg¨® como entrenadora de corredores y ahora est¨¢ al frente de la asociaci¨®n junto con su fundadora, Estelle, de 29 y natural de Francia. Las dos j¨®venes viven en Lesbos y solo van a Atenas para las reuniones peri¨®dicas de coordinaci¨®n. Con el tiempo, miles de personas que llegaron a Europa en busca de una vida mejor a trav¨¦s de la tr¨¢gicamente famosa ruta de Lesbos, han participado en los cursos gratuitos de m¨¢s de 25 disciplinas diferentes.
Al¨ª, de 25 a?os, es el coordinador log¨ªstico en Atenas, y reorganiz¨® el gimnasio en la ciudad. ¡°Me encanta el deporte¡±, dice mirando al frente con expresi¨®n serena. ¡°Empec¨¦ a hacer culturismo cuando ten¨ªa 15 a?os, en Ir¨¢n. A pesar de las dificultades en Turqu¨ªa y en Lesbos, siempre continu¨¦¡±. El joven refugiado consigui¨® volver a poner en funcionamiento el equipo y las m¨¢quinas de entrenamiento sin coste alguno, e incluso durante el confinamiento sigui¨® entrenando con un grupo de amigos entusiastas del culturismo.
Las grandes avenidas del c¨¦ntrico parque Pedion Areos est¨¢n llenas de gente. En ellas ha sido donde han seguido los entrenamientos de K1/kickboxing, yoga, taekwondo, parkour, kung-fu y zumba incluso en el periodo de restricciones. Aref lo combina todo, y adem¨¢s de la delicada tarea de buscar y elegir instructores, tambi¨¦n es el coordinador de programaci¨®n. Tiene 19 a?os, lleg¨® de Afganist¨¢n y es entrenador de taekwondo. Durante el entrenamiento, las patadas de sus alumnos impactan en el blanco con precisi¨®n a pocos cent¨ªmetros de su cara. A algunos no se les da tan bien, pero Aref explica cada ejercicio con paciencia y sigue a todos con atenci¨®n. Dice que ahora las competiciones se han interrumpido, ¡°pero con la reapertura, podremos competir con otros equipos griegos¡±.
Cuatro veces por semana, Hamid re¨²ne a unas 30 chicas y chicos. Como entrenador, es duro y estricto, pero transmite una gran energ¨ªa. Tiene 30 a?os y lleg¨® desde Afganist¨¢n, aunque naci¨® y creci¨® en Ir¨¢n, donde empez¨® a practicar kickboxing a los 10 a?os. Desde entonces no ha dejado de combatir y participar en algunas competiciones internacionales. ¡°Incluso con las dificultades de los ¨²ltimos dos a?os, siempre he seguido entrenando y ense?ando. Entre Lesbos y Atenas creamos un equipo de kickboxing llamado Team Energy que se entrena a la vez en dos lugares diferentes. Vine a Europa para combatir a nivel profesional¡±. Y remacha: ¡°El deporte es mi vida¡±.
Gracias al apoyo econ¨®mico que recibe de Yoga y Deportes con Refugiados por sus actividades en la asociaci¨®n, Sohaila puede pagar una habitaci¨®n en Atenas. Normalmente, su familia tambi¨¦n vive all¨ª, pero como tienen que volver a solicitar sus documentos, ahora se ven obligados a vivir en el campamento de Malsaka, situado en una zona aislada, a 40 kil¨®metros de la capital. Sohaila los visita a menudo. El viaje en tren dura casi una hora. Actualmente, el Gobierno griego est¨¢ construyendo un gran muro de hormig¨®n alrededor del campamento. ¡°Es una situaci¨®n terrible¡±, afirma la madre de Sohaila mientras vierte agua en la tetera para preparar el t¨¦ para los invitados. Su tienda est¨¢ instalada dentro de lo que antes era el gimnasio del campamento. Ahora hay muchas docenas de tiendas y ya no queda sitio.
En un remoto rinc¨®n del parque Pedion Areos, Ehsan da clases de kung-fu. Entre sus alumnos se encuentra Aresh, un afgano de 17 a?os que lleva cinco en Grecia esperando para reunirse con su familia en Alemania. ¡°Cuando tengo tiempo libre, hago kung-fu. Ehsan es un profesor estupendo y, sobre todo, un gran amigo¡±. Aresh se venda las manos y se pone los guantes amarillos. ¡°No existen ¡®los refugiados y los otros¡¯. Todos somos personas¡±, dice mientras ajusta el cierre de su guante izquierdo. Le toca combatir con el entrenador y en el centro del cuadril¨¢tero esquiva y golpea con fuerza y precisi¨®n.
En el estadio de atletismo Zografon, los corredores se entrenan. El preparador es Morteza, un joven de 19 a?os procedente de Afganist¨¢n que empez¨® a correr en Lesbos. ¡°Ya he ganado competiciones en Grecia¡±, afirma. Morteza apunta alto y sus sesiones de entrenamiento son exigentes, pero equilibradas. Tras 20 kil¨®metros en la pista, vuelve corriendo a casa con Nina por la avenida Alexandros mientras se pone el sol.
Los 8,9 kil¨®metros que separan Turqu¨ªa de Skala Skimaneas, en el norte de la isla, pueden durar una vida
En Lesbos, todos est¨¢n pendientes de la pantalla para seguir los combates de Majid y Hamid en el Gran Premio de Muay Thai de Atenas. Durante el descanso entre encuentros se sirve pasta y vegetales al horno. La tensi¨®n es m¨¢xima. Ambos dan los mejor de s¨ª mismos, pero los dos pierden. En medio del des¨¢nimo general, Nasrullah intenta levantar la moral: ¡°Es parte del combate: se gana o se pierde. La pr¨®xima vez ganaremos¡±. Mahdi arranca un sonoro aplauso. Es el Team Energy de Lesbos, que entrena cada d¨ªa bajo el carism¨¢tico liderazgo de Mahdi, un joven de 28 a?os procedente de Afganist¨¢n. Aparte de los entrenamientos, los miembros del equipo pasan mucho tiempo juntos. Ahora se acerca el verano y a ¨²ltima hora de la tarde van todos a la playa.
El agua es transparente como el cristal y en el muelle los j¨®venes bromean, se r¨ªen y hacen competiciones de buceo, aunque muchos no saben nadar. Su relaci¨®n con el mar es tormentosa. Llegaron a la isla de noche, en embarcaciones precarias y bajo la constante amenaza de las patrulleras griegas y de Frontex. Los 8,9 kil¨®metros que separan Turqu¨ªa de Skala Skimaneas, en el norte de la isla, pueden durar una vida. El mar tambi¨¦n bordea en parte el ¨²nico campamento ocupado actualmente en Lesbos, llamado Mavrovouni, pero conocido como Moria 2.0 debido a las condiciones inhumanas en las que viven sus habitantes. En ese sector no hay alambre de espino; solamente el mar y Turqu¨ªa, de donde llegaron todos los ocupantes de las instalaciones, atrapados al borde del abismo.
Las clases de yoga tienen lugar al final de la jornada y est¨¢n abiertas a todos
En un callej¨®n entre otras barracas y cerca del campo se encuentra el gimnasio Yoga y Deporte. ¡°A menudo hay que insistir para poder salir del campamento unas cuantas horas y cuando llegas al centro de Mitilene, la polic¨ªa siempre te registra¡±, se queja Nabiullah, que ha trabajado unas cuantas semanas como voluntario y resalta lo importante que es reunirse con otras personas ¡°para no volverse loco¡±. Nabiullah pasa la mayor parte del tiempo en el gimnasio. A este joven afgano le gusta escalar, boxear de vez en cuando y, sobre todo, correr con otros al mismo tiempo que se ocupa de mantener el gimnasio en orden. ¡°Decidimos no trabajar en el campamento porque hacer actividades fuera permite a la gente salir de ese lugar y de sus din¨¢micas¡±, argumenta Nina. ¡°Al principio solo ten¨ªamos una tienda¡±, a?ade Estelle. ¡°Luego encontramos este almac¨¦n. Las paredes estaban totalmente negras por el humo. Trabajamos mucho para convertirlo en un gimnasio¡±.
A las 8.30 de la ma?ana, el centro deportivo ya est¨¢ abierto. Aziz, de 24 a?os y natural de Congo, es el entrenador de culturismo. Veteranos afganos y j¨®venes congole?os se alternan en las barras, los bancos y las m¨¢quinas de entrenamiento. Cada uno realiza su propio programa de ejercicios. Aziz observa tranquilamente la sala, da consejos y comprueba que todo funcione bien.
Las clases de yoga tienen lugar al final de la jornada y est¨¢n abiertas a todos. ¡°El yoga no est¨¢ muy extendido en Afganist¨¢n¡±, dice Zakhi. ¡°Cuando llegu¨¦ al campamento, estaba enfermo y hab¨ªa perdido las ganas de todo. Entonces fui a una clase y encontr¨¦ la serenidad. Por eso ense?o yoga, porque creo que puede ser bueno para cualquiera, especialmente aqu¨ª¡±. Zakhi, de 20 a?os, y Yadullah, de 23, ambos afganos, se turnan en el gimnasio como profesores de yoga con certificado. Los dos comparten la casa en la que viven en Mitilene con Aziz y otros entrenadores.
Zahkhi y Yadullah tambi¨¦n participan junto con Masume, Abbas y Mohammad, todos afganos, en el grupo de teatro que han montado en Lesbos. Cada d¨ªa, el equipo de corredores ofrece sesiones de entrenamiento y rutas diferentes a trav¨¦s de las monta?as y los pueblos, cerca del campamento de Moria, junto al mar, y de vuelta al gimnasio. Cubiertas por el perfil del monte, las tiendas de campo de Mavrovouni ya no son visibles y, por un momento, el campamento parece quedar lejos.
En el aire seco lleno de los aromas de la vegetaci¨®n y bajo el sol que cae con fuerza, correr sobre las piedras de las laderas se vuelve m¨¢s dif¨ªcil. Pero se corre en grupo y no se deja a nadie atr¨¢s; los m¨¢s r¨¢pidos retroceden para animar a los que se cansan. Corriendo juntos se puede pensar que es posible alejarse de los problemas, todas las metas parecen alcanzables, incluso la de un mundo sin fronteras.
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