Africanas y l¨ªderes: ellas construyen el futuro de su continente
Las mujeres son quienes m¨¢s est¨¢n contribuyendo al desarrollo y progreso de ?frica, pero no se suele reconocer la importancia de su labor. Pol¨ªticas, juristas, periodistas y cineastas, entre otras, cuentan qu¨¦ est¨¢n haciendo las profesionales de su sector para levantar su continente
Aquello de que la antig¨¹edad es un grado no se puede aplicar cuando se habla de africanas de rompe y rasga. La cineasta Mach¨¦rie Ekwa, congole?a orgullosa, recurre a su lengua natal, el lingala, para escribir el mensaje que elige lanzar al mundo durante la sesi¨®n de fotos para este especial. ¡°Nabomoko toza makasi¡±: ¡°Juntas somos fuertes¡±, rubrica. Sin haber llegado a la treintena, Ekwa ya cuenta con premios internacionales y pases en festivales de prestigio con un trabajo que retrata con realismo descarnado algunas de las peores atrocidades que es capaz de cometer el hombre. Igual de premiada y reconocida es Verashni Pillai, periodista sudafricana, quien elogia c¨®mo las mujeres han ido conquistando las redacciones en los ¨²ltimos a?os, pero advierte de que queda un paso grande: conquistar los puestos de mando. Seguro que llega tan lejos como Silvia Blyden, que fue ministra en Sierra Leona y es la ¨²nica mujer de su pa¨ªs que posee un medio escrito de su propiedad.
Aunque la juventud venga pisando fuerte, tampoco hay por qu¨¦ descartar a las m¨¢s veteranas. Como Sophia A. N. Wambura, ya jubilada, que no inactiva. Fue magistrada pionera en Tanzania y hoy relata c¨®mo ha sido la feminizaci¨®n de la justicia a lo largo de sus 35 a?os de carrera, y c¨®mo ha visto que eso ha sido clave para que muchas mujeres dejaran de temer acudir a los tribunales y reclamaran sus habitualmente ignorados derechos.
De la misma quinta es Obiageli K. Ezekwesili, la dama de hierro nigeriana, para la que har¨ªan falta varios p¨¢rrafos solo para presentarla. Dej¨¦moslo en que, adem¨¢s de minstra por partida doble, esta mujer es de las que m¨¢s se ha batido el cobre para lograr la liberaci¨®n de las ni?as secuestradas de Chibok. S¨ª, ella es la que hizo famosa aquella campa?a viral que se llam¨® Bring Back Our Girls. Solo de ella podr¨ªa venir semejante mensaje, que escribe en igbo: ¡°Agu nwanyi gaa azo obodo!¡±. La tigresa vuelve al pueblo.
Tenemos que presentaros a m¨¢s mujeres incre¨ªbles. En este reportaje son una docena, pero sumaron m¨¢s de 50, todas con una carrera a sus espaldas de quitarse el sombrero, las que acudieron a Madrid a mediados de mayo para participar en una cumbre organizada por la Fundaci¨®n Mujeres por ?frica. Bautizada como Los puentes de las mujeres, versaba precisamente, de eso, de crear lazos entre verdaderas l¨ªderes para, entre todas, lograr un mundo m¨¢s habitable y menos feo para los millones de f¨¦minas que sufren las consecuencias de la desigualdad y la discriminaci¨®n por raz¨®n de g¨¦nero.
En ?frica, las mujeres son muy activas como agentes econ¨®micos. Ellas realizan la mayor parte de las actividades agr¨ªcolas, son propietarias de un tercio de las empresas y, en algunos pa¨ªses, representan alrededor del 70% de los empleados, seg¨²n el Banco Africano para el Desarrollo. Pero, adem¨¢s, son fundamentales para la econom¨ªa dom¨¦stica y el bienestar de sus familias, y desempe?an un papel vital ¨Caunque no reconocido¨C de liderazgo en sus comunidades y naciones.
Sin embargo, las africanas se enfrentan a una serie de obst¨¢culos que les impiden desarrollar todo su potencial, desde pr¨¢cticas culturales restrictivas hasta leyes discriminatorias y mercados laborales muy segmentados. El ?ndice Global de la Brecha de G¨¦nero, un indicador que mide la evoluci¨®n de esta en cuatro dimensiones (Participaci¨®n y Oportunidades Econ¨®micas, logros educativos, salud y supervivencia, y empoderamiento Pol¨ªtico), concluy¨® en 2021 que ?frica subsahariana tardar¨¢ 121,7 a?os en cerrar la brecha de g¨¦nero.
Sin las mujeres, esa desigualdad nunca desaparecer¨¢. Y ya son muchas las que han decidido dar un paso adelante y participar activamente en la conquista de sus derechos.
J¨®venes y mayores, incluso ya retiradas, aqu¨ª os presentamos a algunas de esas l¨ªderes. Unas mujeres que aportan, que suman, que impulsan y que construyen. Este es el mensaje que lanzan al mundo.
Gra?a Machel: ¡°El colonialismo no muri¨® de muerte natural. Lo matamos¡±
Oumou Sall-Seck
Experta maliense en resoluci¨®n de conflictos
Por RODRIGO SANTODOMINGO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°En Mal¨ª no hay una guerra civil abierta gracias a las mujeres¡±
En el a?o 2015, Oumou Sall Seck abandon¨® el comit¨¦ de seguimiento encargado de hacer realidad el Acuerdo de Paz y Reconciliaci¨®n de Mal¨ª. Un texto de m¨ªnimos firmado en la vecina Argelia para tratar de contener la violencia sectaria que estaba asolando a este pa¨ªs del Sahel. Ella se neg¨® a seguir siendo la ¨²nica mujer entre m¨¢s de 50 hombres y su plante propici¨® una honda reflexi¨®n. Cambi¨® el signo de los tiempos. ¡°Hoy somos 15 mujeres en el comit¨¦¡±, afirma orgullosa con su voz c¨¢lida y firme. Sall Seck conserva una sonrisa franca que no ha perturbado una d¨¦cada especialmente fat¨ªdica en la turbulenta historia de Mal¨ª. Diez a?os de rebeliones secesionistas, yihadismo y matanzas ¨¦tnicas, desgarros rematados por dos recientes golpes de Estado.
Que las mujeres se sientan verdaderas compa?eras de los hombres en la b¨²squeda de la paz y de la estabilidadFragmento del mensaje de Oumou Sall-Seck, en franc¨¦s
Hoy embajadora de su pa¨ªs en Alemania, antes alcaldesa en la peque?a ciudad de Goudam (cerca de Tombuct¨²), Sall Seck tiene claro por qu¨¦ Mal¨ª ha logrado evitar un ba?o de sangre a¨²n mayor: ¡°Si hoy no hay una guerra civil abierta, es gracias a las mujeres¡±. La diplom¨¢tica lamenta el ¡°terrible impacto de los conflictos intercomunitarios¡± que impiden una paz estable en el Estado saheliano. Luchas interminables, sostiene, azuzadas y protagonizadas por hombres, con las madres, esposas o hermanas tratando de calmar el ardor guerrero en la retaguardia. Sall Seck otorga un protagonismo esencial al papel femenino en la ¡°cohesi¨®n social¡± de las comunidades y en la ¡°mediaci¨®n informal¡±. Escuchas y palabras en el ¨¢mbito privado que ayudan a contemporizar y, con frecuencia, evitan que prenda una nueva chispa en el polvor¨ªn maliense.
Gracias a pioneras como ella, Mal¨ª ha ido dando mayor peso formal a la voz de la mujer en la resoluci¨®n de conflictos. ¡°Tenemos m¨¢s predisposici¨®n para la paz. En el comit¨¦ de seguimiento, a pesar de nuestro origen diverso, las mujeres mostramos siempre mejor voluntad para llegar a puntos de entendimiento¡±, considera. En conversaciones p¨²blicas o en la vida familiar. En el hogar, en los mercados, en los puestos callejeros o en las zonas de labranza. Para Sall Seck, la mujer procura normalmente apaciguar y llamar a la concordia, a la preservaci¨®n ¡°del tejido social¡± al abordar aquellas cuestiones que sit¨²a en el origen de todos los males que acechan a Mal¨ª: ¡°La gesti¨®n de la tierra, el acceso al agua, las disputas entre agricultores y ganaderos¡±.
Sophia A. N. Wambura
Exmagistrada en el Tribunal Supremo de Tanzania
Por LOLA HIERRO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Los hombres nos dec¨ªan que est¨¢bamos ense?ando a sus esposas a divorciarse¡±
Cuando Wambura (Bukoba Tanzania, 1960) ten¨ªa 13 a?os, acompa?¨® a su padre a visitar a un juez. Maravillada con la hermosa casa donde el magistrado viv¨ªa, no se dio cuenta de que este la miraba hasta que la sac¨® de su enso?aci¨®n con unas pocas palabras: ¡°Veo potencial en ti. Alg¨²n d¨ªa tendr¨¢s un hogar como este¡±. Poco pod¨ªa imaginar entonces la peque?a lo acertado del comentario. Ahora, en 2022, Wambura ya es una mujer retirada, pero puede presumir de haber sido una de las primeras magistradas de su pa¨ªs, Tanzania. Tiene a sus espaldas 35 a?os de carrera judicial y lleg¨® a jueza en el Tribunal Supremo, no sin antes atravesar un camino de pocas rosas y muchas espinas. ¡°En mi primer d¨ªa de trabajo ¨¦ramos ocho hombres y dos mujeres. Y la persona que nos recib¨ªa en el juzgado cuestion¨® qu¨¦ hac¨ªamos all¨ª nosotras. Ah¨ª supe que me iba a enfrentar a una dura tarea en la judicatura¡±, recuerda.
Durante los primeros a?os como licenciada en Derecho, vio a muchas personas tirar la toalla, pero ella no solo se empe?¨® en aguantar en la instituci¨®n, sino que adem¨¢s contribuy¨® a que m¨¢s mujeres se unieran. ¡°Me asegur¨¦ de que muchas entraran en tareas administrativas, y ahora tenemos incluso m¨¢s que hombres: de los ¨²ltimos 80 reemplazos que han llegado, hay 40 o 50 mujeres¡±, se enorgullece.
Luchemos contra el acoso sexual, por el desarrollo del pa¨ªsMensaje de Sophia N. A. Wambura, en suajili
La presencia femenina en la carrera judicial ha facilitado que m¨¢s mujeres se acerquen a los tribunales, algo que antes, cuando solo hab¨ªa magistrados, impon¨ªa mucho m¨¢s. ¡°Imagina: una mujer est¨¢ testificando y puede llegar a un punto en el que se ponga a llorar. Una jueza puede entender por lo que est¨¢ pasando, as¨ª que, tal vez, autorice un descanso de 10 minutos para que pueda recomponerse. Pero ning¨²n hombre har¨ªa esto¡±, afirma la exmagistrada.
Una de las dificultades que observ¨® cuando lleg¨® a magistrada es que, en los casos de violencia de g¨¦nero, muchos hombres evad¨ªan un castigo porque ellas no se atrev¨ªan a denunciar y, si lo hac¨ªan, durante la vista posterior retiraban los cargos. O que se echaban atr¨¢s porque era complicado para ellas acudir al tribunal, o porque se sent¨ªan ignoradas. ¡°Ahora nos aseguramos de que cuando se establece un caso de violencia de g¨¦nero, ese caso sea escuchado. Y les damos prioridad, quiz¨¢ lo ponemos a primera hora de la ma?ana, para que la mujer pueda volver a su casa¡±, afirma. Cuestiones que les afectan muy expl¨ªcitamente a ellas como el matrimonio, el divorcio, los derechos de propiedad, la custodia de los hijos, la violencia dom¨¦stica y las herencias se manejan con especial cuidado.
Wambura no solo ha tenido que ense?ar a sus colegas de profesi¨®n a respetarla a ella y a sus compa?eras; tambi¨¦n le ha costado imponer su criterio ante los acusados a los que ella juzgaba, a quienes no les parec¨ªa bien que una mujer pudiera imponerles una condena de c¨¢rcel o una multa. ¡°Dec¨ªan que una mujer les hab¨ªa mandado a la c¨¢rcel, como si hubiera sido sin m¨¢s¡±, protesta Wambura. Tuvo que ser muy did¨¢ctica para que se entendiera que, si alguien hac¨ªa algo malo, se le castigar¨ªa por ello. Y si era inocente, ser¨ªa liberado. ¡°Ahora lo est¨¢n aceptando¡±, desliza.
De forma parecida, ha tenido que bregar con el rechazo a que las juristas ense?aran a otras mujeres cu¨¢les son sus derechos. ¡°Los hombres nos dec¨ªan que est¨¢bamos ense?ando a sus esposas a divorciarse¡±, exclama.
Hoy en d¨ªa, las mujeres de la carrera judicial en Tanzania est¨¢n marcando la diferencia hasta el punto de que casi han alcanzado la paridad en los altos tribunales del pa¨ªs, tal y como revelan los datos del ¨²ltimo informe de la Asociaci¨®n de Mujeres Juezas de Tanzania (TWJA), un organismo que hoy existe gracias a la lucha de pioneras como Wambura para feminizar la justicia.
Adrienne Diop
Excomisaria de Asuntos Sociales y de G¨¦nero de la?CEDEAO, de Senegal
Por RODRIGO SANTODOMINGO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
Sylvia Blyden
Exministra de Asuntos Sociales, G¨¦nero e Infancia de Sierra Leona
Por ALEJANDRA AGUDO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Las ni?as necesitan referentes positivos como yo¡±
Desde que fue elegida la primera mujer l¨ªder de los estudiantes universitarios en Sierra Leona, Sylvia Blyden (1971, Freetown) tiene un plan: llegar a ser presidenta de su pa¨ªs. Tal cual lo repite en su ¨²ltima visita a Madrid para participar en un evento sobre liderazgo femenino organizado por Mujeres por ?frica. ¡°Tengo muchas posibilidades¡±. Pero no tiene prisa. ¡°Antes de eso, quiero que haya m¨¢s mujeres poderosas en mi pa¨ªs¡±. Para ello, opina, es indispensable educar a las ni?as y que tengan referentes positivos como ella. Lo es, explica, porque es m¨¢s que una mujer que, desde aquel nombramiento, ha roto otros muchos techos de cristal en un pa¨ªs con las tasas m¨¢s altas de mutilaci¨®n genital femenina, donde la mitad sufre violencia de g¨¦nero y donde ellas son relegadas del trabajo formal. ¡°Estoy limpia¡±, muestra sus manos. Es incorruptible, afirma. ¡°No vale cualquiera como modelo, tiene que ser ¨ªntegra y honesta¡±, recalca.
¡°Se piensa que el lugar de las chicas es la casa, en la cocina, que no deben intervenir cuando hablan los hombres. Pero les ayudo a creer en su potencial. Les digo que, si yo he superado muchos desaf¨ªos, ellas tambi¨¦n pueden. Nada puede pararlas¡±. Las mujeres, se?ala, ¡°son m¨¢s diligentes, inteligentes y cuidadoras¡±, por eso ¡°no se deben sentir amenazadas por el tama?o de los m¨²sculos de sus hermanos o amigos¡±. Por contra, ella se ha acostumbrado a que sean sus colegas varones, incluso sus compa?eros de partido, quienes se muestren intimidados por su perfil: una mujer con poder, ambici¨®n y segura de sus posibilidades.
Licenciada en Medicina, Blyden conoce en carne propia el poder de la educaci¨®n y la pol¨ªtica para mejorar las vidas de las mujeres. Alumna aplicada, su trayectoria educativa est¨¢ plagada de honores por sus resultados. ¡°Era buena estudiante, la mejor¡±. Una etapa de formaci¨®n en la que ya despuntaba la lideresa que es. En 1995, represent¨® a la juventud sierraleonesa en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer de Pek¨ªn. Su carrera pol¨ªtica no hab¨ªa hecho m¨¢s que despegar. Entre 2013 y 2015 fue asistente del presidente Ernest Bai Koroma, cargo que dej¨® para pilotar el Ministerio de Asuntos Sociales, de G¨¦nero e Infancia.
¡°Yo llegar¨¦ donde mis ancestros no pudieron¡±. Blyden es descendiente de Edward Wilmot Blyden, considerado el padre del panafricanismo. ¡°M¨ªralo en Wikipedia, fue la persona negra m¨¢s famosa del siglo XIX. Su popularidad era enorme, pero perdi¨® las elecciones en Libia. Yo, sin embargo, podr¨¦ conseguirlo en mi pa¨ªs. Est¨¢ en mi gen¨¦tica¡±.
Sin falsa humildad, Blyden no solo destaca su fama. Su legado pol¨ªtico la avala, se?ala. ¡°Solo estuve 20 meses como ministra y, a pesar de que fue un per¨ªodo corto, sacamos leyes sobre herencias, abusos sexuales¡ en favor de las mujeres¡±. Y no solo eso, sino que se recorri¨® el pa¨ªs para que las habitantes de la Sierra Leona rural conocieran sus derechos. Recuerda que, en una aldea, el l¨ªder le cuestion¨® que no pudiera golpear a su esposa; tal ley, en su opini¨®n, no pod¨ªa existir. ¡°No puedes pegar a tu mujer¡±, le contest¨® Blyden tajante.
Si educamos a nuestras ni?as y les damos modelos a seguir, el mundo estar¨¢ a salvoMensaje de Sylvia Blyden, en ingl¨¦s
Pero de lo que m¨¢s orgullosa est¨¢ es de su lucha contra la mutilaci¨®n genital femenina. ¡°Llegu¨¦ a presentar mi propuesta en Ginebra porque fue un ¨¦xito¡±, remarca. ¡°Primero, paramos de atacar a las que la practicaban, porque se pon¨ªan a la defensiva. Empezamos a llamarlo circuncisi¨®n en vez de mutilaci¨®n, y les explicamos, pueblo por pueblo, que solo se pod¨ªa practicar con consentimiento de la joven una vez fuera mayor de edad, a partir de los 18 a?os. Y aunque yo no estoy mutilada, me respetaban y empezaron a ayudarme a detectar casos entre menores. Se redujo el n¨²mero de ni?as cortadas¡±, afirma. Su partido perdi¨® las elecciones de 2017 y el nuevo Ejecutivo no ha continuado esa labor, lamenta.
Blyden ha sido la primera en muchas de sus posiciones y en recibir ciertos reconocimientos nacionales que hasta entonces estaban reservados a los hombres. En esa avanzadilla sigue abriendo caminos. Ella es la ¨²nica editora mujer de un peri¨®dico en Sierra Leona, el Awareness Times, medio que fund¨® en 2005 y que es conocido por ser cr¨ªtico con los excesos de los pol¨ªticos y las instituciones.
Sus denuncias, de hecho, no le han granjeado precisamente amigos. En mayo de 2020 fue detenida, acusada de difamaci¨®n por sus publicaciones cr¨ªticas con el entonces presidente, Julious Maada Bio, en sus redes sociales. Muy conocida en su pa¨ªs, Blyden tiene m¨¢s de 100.000 seguidores en Facebook y m¨¢s de 40.000 en Twitter. Sin embargo, ella tiene tan claro como los cristales de sus gafas, que limpia con esmero, que aquel episodio fue una persecuci¨®n para frenar sus aspiraciones pol¨ªticas, para minar su imagen y su carrera, y no por su actividad period¨ªstica. ¡°Estuve 22 d¨ªas en una celda, me sent¨ª torturada. Y se inventaron lo de las redes para salvar la cara porque, despu¨¦s de revisar mis m¨®viles y computadoras, no pudieron encontrar nada turbio en mis 20 a?os de correos electr¨®nicos¡±, r¨ªe.
Obiageli K. Ezekwesili
Pol¨ªtica nigeriana, cofundadora de Human Capital Africa
Por LOLA HIERRO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Tenemos el deber de usar nuestro privilegio en favor de los que no lo tienen¡±
Todo en Obiageli K. Ezekwesili (Anambra, Nigeria, 1963) es grandioso. Su figura, erguida, rotunda, poderosa. Sus manos; grandes y expresivas; su vestido de volantes estampado en tonos llamativos; su sonrisa c¨¢lida; su voz grave y hablar pausado, propia de una mujer acostumbrada a instruir, a aconsejar, a ordenar y a no callarse nunca. Hasta su nombre tiene personalidad.
No hay manera de describir en unas l¨ªneas todo lo que ha hecho esta mujer de 59 a?os, todos los palos que ha tocado, todas las puertas a las que ha llamado. Se presenta como exministra de Educaci¨®n primero y de Recursos Mineros despu¨¦s en su pa¨ªs, Nigeria. Como exvicepresidenta de la divisi¨®n africana del Banco Mundial, tambi¨¦n. Ahora dirige Human Capital ?frica, una organizaci¨®n que cofund¨® con otros veteranos como ella para ver de qu¨¦ manera se puede exprimir el potencial de los j¨®venes africanos a trav¨¦s de la educaci¨®n, y formar as¨ª a los l¨ªderes del ma?ana.
Llegar tan alto como esta mujer no es sencillo para nadie, menos para una mujer y menos para una africana. Ezekwesili lleva toda su vida batallando desde distintos frentes para que otras tengan las oportunidades que tuvo ella. ¡°Creo en lo que mi padre me ense?¨® a m¨ª y a mis hermanos. Que ¨¦ramos privilegiados y que ten¨ªamos el deber de usar ese privilegio en favor de los que no lo tienen. He crecido con esa mentalidad¡±.
La hembra tigresa vuelve al puebloMensaje de Obiageli K. Ezekwesili, en igbo
Desde las alturas del ¨¦xito, Ezekwesili ha sido implacable. No en vano es conocida en Nigeria como Madame Due Process (Se?ora del debido proceso) por su ah¨ªnco para erradicar todas las formas de corrupci¨®n en su pa¨ªs, donde casi la mitad de los usuarios de servicios p¨²blicos afirmaron haber pagado un soborno en el ¨²ltimo a?o.
Y desde all¨ª arriba ha observado las barreras a las que sus cong¨¦neres han de enfrentarse. La primera es la sociedad patriarcal: ¡°Una ni?a ya desde peque?a queda autom¨¢ticamente relegada a una perspectiva en la que ella es menos que su hom¨®logo masculino, salvo que alguien intervenga y rompa esa percepci¨®n¡±.
Otra barrera es la econ¨®mica. ¡°Si las condiciones econ¨®micas no son favorables, las mujeres tendr¨¢n menos oportunidades. En las comunidades m¨¢s pobres, cuando hay que decidir a qui¨¦n recibir¨¢ educaci¨®n, se propone a los ni?os¡±, denuncia.
Oby no se olvida de otros obst¨¢culos menos visibles, pero que igualmente impiden que las mujeres no aprovechen las oportunidades que se les presentan. ¡°Es como si la sociedad quisiera que compensaran el hecho de ser profesional, esposa, madre y todo lo dem¨¢s. Es una elecci¨®n muy dura¡±.
La educaci¨®n de las ni?as es, quiz¨¢, su punto fuerte. O d¨¦bil. De hecho, uno de los momentos m¨¢s estelares de su carrera se produjo cuando logr¨® que el secuestro de las m¨¢s de 200 ni?as de Chibok por parte de Boko Haram se convirtiera en asunto internacional a trav¨¦s de la etiqueta #BringBackOurGirls, y fue declarada enemiga del Estado por sacar los colores al Gobierno de Buhari, a quien acus¨® de no hacer lo suficiente por ellas. ¡°Ten¨ªan derecho a ser rescatadas. Ese es el deber constitucional del Gobierno¡±, sentencia. Tambi¨¦n menciona que dado que su reforma educativa como ministra del ramo se centr¨® en la inclusi¨®n de las ni?as en las escuelas, y que las estudiantes fueron captadas cuando all¨ª se dirig¨ªan, no pod¨ªa mirar hacia otro lado. ¡°Si no hac¨ªa todo lo posible por salvarlas, entonces mi mensaje no tendr¨ªa credibilidad¡±, asume.
Ahora, Ezekwesili est¨¢ m¨¢s activa que nunca en la tarea de multiplicar el n¨²mero de mujeres l¨ªderes. Algo para lo que, insiste, la educaci¨®n es la llave maestra. ¡°Cuantas m¨¢s ni?as en la escuela, mejor¡±.
Vit¨®ria Dias Diogo
Secretaria de Estado de la provincia de Maputo, Mozambique
Por ALEJANDRA AGUDO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°No tenemos que ser barreras para otras mujeres, sino puentes¡±
Vit¨®ria Dias Diogo naci¨® un 31 de enero 1964 en Fingo¨¦, en la provincia mozambique?a de Tete, hija de un enfermero y una empleada dom¨¦stica. Ling¨¹ista de formaci¨®n, asegura que la pol¨ªtica la encontr¨®. ¡°Era una vocaci¨®n¡±. Un sue?o que ha cumplido durante tres d¨¦cadas de trabajo en el Estado y la gobernanza. De su nutrido curr¨ªculo, ella destaca su etapa como ministra, primero de Funci¨®n P¨²blica (2007-2014) y de Trabajo (2015-2019) despu¨¦s; pero sobre todo subraya su participaci¨®n en la Comisi¨®n de Log¨ªstica de los Acuerdos Generales de Paz en 1992, que pon¨ªan fin a 15 a?os de guerra civil en Mozambique. ¡°Fui de las pocas mujeres¡±, anota con una amplia sonrisa.
Actualmente, Dias Diogo es Secretaria de Estado de la provincia de Maputo (2,2 millones de habitantes). ¡°Cuando una mujer es designada en un cargo, en una posici¨®n de poder, es por sus capacidades y cualidades¡±, reivindica. Ella tambi¨¦n. ¡°Quer¨ªa ser la mejor. Cada desaf¨ªo lo resolv¨ªa y fui ascendiendo¡±. Pero no fue f¨¢cil. ¡°Las mujeres tienen que demostrar dos veces que son competentes¡±, razona.
Su obsesi¨®n, insiste, es ¡°contribuir a cambiar el sistema desde dentro¡±.
¨D?Las mujeres hacen pol¨ªtica de forma distinta?
¨DS¨ª, la hacemos.
Con la perspectiva de g¨¦nero como objetivo, Dias Diogo explica que desde la Secretar¨ªa de Estado de Maputo ha impulsado los cursos de materias que se consideran masculinizadas, como la ciencia, las matem¨¢ticas, la arquitectura, para chicas. ¡°Tambi¨¦n para que aprendan oficios como electricistas¡±.
Soy mujer en el Gobierno, tomo decisiones para mejorar el mundo: ?soy una agente del cambio!Mensaje de Vitorias Dias, en portugu¨¦s
La pol¨ªtica gesticula con sus manos, acompa?a sus palabras con sonrisas, habla en portugu¨¦s y escucha en espa?ol, pues es uno de los cinco idiomas que domina. ¡°La mujer es emprendedora por naturaleza, pero no de una manera formal. Lo que hacemos es, con ayuda de organizaciones, financiar programas de empoderamiento econ¨®mico para que creen sus negocios formalmente. Y el 50% de los beneficiarios tienen que ser chicas, y la otra mitad, chicos¡±, prosigue.
¡°El simple hecho de que haya mujeres en pol¨ªtica las convierte en referencia para las j¨®venes¡±, reflexiona. Una vez al a?o se re¨²ne con chicas en Maputo, la capital, en unos encuentros en los que les presenta a otras prominentes f¨¦minas de distintos ¨¢mbitos: la cultura, el arte, la pol¨ªtica¡ para que charlen con ellas. ¡°Las ni?as tiene que ver la luz, y esa es la que irradian las que ya brillan desde posiciones de poder. Son sus ejemplos¡±. De nuevo, ella tambi¨¦n.
En un evento familiar, recuerda, fue consciente de la huella de sus discursos, incluso aquellos sin aparente importancia. Estuvo conversando con una joven profesora a la que no conoc¨ªa. ¡°Pero me dijo que ella a m¨ª s¨ª. Me hab¨ªa escuchado en una charla sugerir a los docentes que, ante el salario m¨ªnimo que tienen, no se quedaran paralizados, que quiz¨¢ no ten¨ªan dinero, pero s¨ª ten¨ªan tierra; que la cultivasen en su tiempo libre. Esta maestra lo hizo, empez¨® con una hect¨¢rea de su propiedad, y ya tiene 10. Ese es el impacto que tienen nuestras palabras¡±.
¡°Yo llevo 30 a?os en la gobernanza. Cada gesto que hago y cada palabra que pronuncio es absorbida por las j¨®venes, que son como esponjas secas. Pero tenemos que ser activas en luchar desde el sistema, no basta con estar¡±. Por eso, cuando lider¨® el Ministerio de Funci¨®n P¨²blica, Dias Diogo encarg¨® el primer registro del n¨²mero de mujeres en cargos gubernamentales. ¡°Cuando hay una vacante, hay que dar oportunidades a las mujeres para que opten en igualdad de oportunidades¡±. En su equipo directivo, la mayor¨ªa lo son. ¡°Por su competencia¡±, anota. ¡°No tenemos que ser barreras para otras, sino puentes¡±.
Verashni Pillay
Periodista sudafricana, fundadora de ¡®Explain¡¯
Por LOLA HIERRO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Tenemos un poder incre¨ªble para hacer cambios cuando estamos informadas¡±
Ni siquiera cuando ella es la invitada deja de trabajar. Mientras aguarda para comenzar esta conversaci¨®n con EL PA?S, Verashni Pillay (Pretoria, Sud¨¢frica, 1984) revisa, escribe y planifica su trabajo en su peque?o ordenador port¨¢til. Su misi¨®n es comunicar, pero con la vista puesta en las mujeres. ¡°Quiero que m¨¢s mujeres sepan del mundo en el que vivimos, porque s¨¦ que tenemos un poder incre¨ªble para hacer cambios una vez que estamos informadas¡±, asegura.
Ha cumplido 38 a?os y ya tiene en su haber el m¨¦rito de haber ganado el premio de Periodismo de la CNN ?frica y figurar en la lista de la 100 mujeres de la BBC en 2015. Fue redactora jefa del Huffington Post en Sud¨¢frica y del Mail & Guardian, uno de los diarios de mayor tirada de su pa¨ªs, en unos tiempos en los que las mujeres empezaban a conquistar las redacciones, no sin dificultades. ¡°Es una lucha para salir adelante porque, aunque cada vez somos m¨¢s, hay una alta tasa de desgaste antes de que una mujer pueda convertirse en editora o propietaria de medios de comunicaci¨®n¡±, afirma.
Ella no ha querido dejar pasar ese tren y por ello ahora vive en cuerpo y alma para su reto?o, Explain, una revista digital que presenta de manera sencilla la actualidad. ¡°A menudo, las noticias se escriben de una manera muy alienante, confusa, deprimente. Y por eso empezamos desde el principio. Te hablamos como si fu¨¦ramos tu amiga. Te explicamos lo que pasa como te lo explicar¨ªa tu amigo periodista¡±, describe.
Sud¨¢frica es un pa¨ªs donde la paridad en los medios lleva buen ritmo, con un 49% de personal femenino en las redacciones, seg¨²n un estudio de la organizaci¨®n African Women in Media. Pillay, pese a su juventud, ve el cambio que se ha producido desde los d¨ªas en que estas sol¨ªan ser un club de hombres y las mujeres, simplemente, ten¨ªan que encajar. ¡°Nuestra llegada ha tenido un efecto suavizador. Ha ayudado a otras mujeres a pensar en c¨®mo hacer noticias que sean realmente para las mujeres¡±. La reportera recuerda que el p¨²blico al que tradicionalmente se dirig¨ªan los medios hace 20, 30 o 40 a?os era esencialmente masculino, de clase media y mayor. Y que las mujeres no se sent¨ªan atra¨ªdas por la actualidad, algo que, para la periodista, era falso. ¡°Es solo que las noticias no estaban escritas pensando en ellas. La entrada de las mujeres en las redacciones ha empezado a cambiar eso. Las que est¨¢n en la c¨²spide del periodismo est¨¢n tratando de escribir historias con coraz¨®n. Y creo que eso es realmente importante: Poner caras a las estad¨ªsticas y a las historias; as¨ª es como est¨¢n sirviendo a otras mujeres¡±, sostiene.
Un mundo igualitario es un mundo pr¨®speroMensaje de Verashni Pillay, en ingl¨¦s
Dar espacio en los medios a temas como el derecho al aborto, la erradicaci¨®n de la mutilaci¨®n genital femenina, la infertilidad o la menstruaci¨®n est¨¢ ayudando a mejorar la vida de muchas mujeres, asegura. ¡°En las zonas muy pobres de mi pa¨ªs, hay ni?as que no pueden ir a la escuela cuando tienen la regla porque no pueden pagar los productos sanitarios¡±, relata sobre una dificultad a la que en buena parte del mundo se enfrentan millones de adolescentes. ¡°Las periodistas hicieron un gran trabajo para dar a conocer el problema y esto llev¨® a que se legislara y se hicieran cambios para empoderar a estas j¨®venes y proporcionarles productos sanitarios gratuitos. No creo que una redacci¨®n masculina hubiera escrito sobre esa historia. Esas editoras han sido capaces de poner sobre la mesa preocupaciones e historias que no han estado en el radar de los hombres¡±.
Gertrude Mongela
Profesora, pol¨ªtica y diplom¨¢tica tanzana
Por ALEJANDRA AGUDO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
Mach¨¦rie Ekwa
Directora de cine congole?a
Por RODRIGO SANTODOMINGO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Muchas pel¨ªculas europeas ambientadas en ?frica tienen un toque pretencioso y artificial¡±
Sin haber llegado a la treintena, Mach¨¦rie Ekwa ya cuenta con premios internacionales y pases en festivales de prestigio. Su cine retrata con realismo descarnado algunas de las peores atrocidades que es capaz de cometer el hombre
Apenas puede tenerse en pie. Acierta a dar la mano, a esbozar una sonrisa y a escuchar con preocupaci¨®n la secuencia foto-v¨ªdeo-entrevista que le espera para la pr¨®xima media hora. Mach¨¦rie Ekwa, joven directora congole?a, se siente indispuesta, pero aguanta estoica la sesi¨®n audiovisual, que la deja en reserva. Mejor posponer la entrevista. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, en la cafeter¨ªa de su hotel, reaparece radiante. Su mirada ya no se pierde en el vac¨ªo. Su pose mezcla pausa y alegr¨ªa en un c¨®ctel de pura elegancia.
Con menos de 30 a?os, Ekwa ya ha proyectado en la Berlinale y ha ganado premios como el de mejor pel¨ªcula extranjera en el DC Independent Film Festival de Washington. Su corta filmograf¨ªa hace zoom sobre la miseria moral, personalizando grandes tragedias colectivas. Es un pu?etazo realista contra el olvido. La congole?a da voz a los m¨¢s vulnerables: los ni?os y ni?as de la calle en Kinshasa (capital de su pa¨ªs), las mujeres que han sufrido violencia sexual en el largo historial de conflictos de la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo. ¡°Yo misma y mi familia somos v¨ªctimas de la guerra. Mi madre tuvo que pelear para salvarnos la vida a m¨ª y a mis hermanos¡±, recalca.
En Sema (2020), Ekwa fue un paso m¨¢s all¨¢ en su af¨¢n de utilizar la c¨¢mara como instrumento de fieles retratos. Chicas que hab¨ªan sido violadas se transformaron, durante unas semanas, en actrices representando el infausto origen de sus propios traumas. ¡°Cuando me dieron la oportunidad de acompa?arlas, de contar su lucha como supervivientes, no dud¨¦ un instante de que esa era mi misi¨®n como directora¡±, dice. Ekwa piensa que el cine hecho por mujeres suele abordar los dramas con enfoques m¨¢s cercanos, no solo cuando la capacidad de empatizar ¨Cviolencias de g¨¦nero y sexual¨C se antoja evidente: ¡°La mirada femenina tiende, por lo general, hacia una mayor sensibilidad humana¡±.
Unidas, somos m¨¢s fuertesMensaje de M¨¢cherie Ekwa, en lingala
La congole?a no identifica trazos comunes en el cine africano, sino una ¡°enorme diversidad¡± que, no obstante, s¨ª transpira ¡°una acusada querencia por lo aut¨¦ntico¡±. Apego a la verdad que acent¨²a el contraste con las miradas for¨¢neas. ¡°Me vienen a la mente muchas pel¨ªculas europeas ambientadas en ?frica que no parecen ?frica, con un toque artificial y pretencioso muy obvio en las formas de comportamiento que intentan retratar¡±. Ekwa detecta incluso un regusto neocolonial en ciertas producciones extranjeras. ¡°Intentan ma?triser [en castellano, dominar o controlar, aunque en la traducci¨®n se pierde la ra¨ªz ma?tre, que significa maestro] nuestra historia, tratando de imponer una idea de verdad como la ¨²nica posible¡±, lamenta.
En su trayectoria como cineasta, Ekwa narra piedras en el camino por el hecho de ser mujer. ¡°Al principio muchos quisieron desanimarme; me dec¨ªan, con una cierta condescendencia, que ten¨ªa sue?os de ni?a, que ya se me pasar¨ªan. Y s¨ª, ten¨ªa un sue?o: expresarme¡±. M¨¢s que pelearse con aquellos que entorpec¨ªan la senda de su ambici¨®n, Ekwa ha optado siempre por esquivarlos. ¡°Si alguien no ha querido trabajar conmigo, me las he apa?ado para encontrar otra v¨ªa, para imponerme y seguir avanzando¡±.
Rasmat¨¢ Compaor¨¦
Exalcaldesa del distrito 12 de Uadagud¨² (capital de Burkina Faso)
Por RODRIGO SANTODOMINGO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Mis rivales dec¨ªan que no ser¨ªa una buena alcaldesa porque tendr¨ªa que ocuparme del hogar¡±
Apartada del cargo por la junta militar que hoy gobierna en Burkina Faso, Rasmata Compaor¨¦ centr¨® su mandato en las prioridades sociales. El desprecio machista no impidi¨® su ascenso al poder, propulsado por la rebeli¨®n pasiva de sus simpatizantes
¡°Parece usted una reina¡±, comenta la fot¨®grafa, Isabel Mu?oz, y Rasmata Compaor¨¦ sonr¨ªe complacida y gira con levedad, dando vuelo a un largo vestido de estampados blancos y naranjas. Camino a la sala de entrevistas, la burkinesa desplaza, casi desliza con ademanes levitativos su m¨¢s de metro ochenta de poderosa musculatura. Un golpe militar destron¨® el pasado enero a Compaor¨¦ en su peque?o reino: el distrito 12 de Uadagud¨², la capital de Burkina Faso. Pero la exalcaldesa se sabe monarca leg¨ªtima por aclamaci¨®n popular. ¡°Mi llegada al poder no fue un camino de rosas¡±, recuerda. Aunque hoy reparte tarjetas como project manager, conf¨ªa en que los militares pronto se den cuenta del sinsentido que supone descabezar abruptamente de liderazgo a un pa¨ªs entero. Desde las m¨¢s altas esferas hasta el poder local de alguna localidad remota.
Compaor¨¦ desglosa los muchos escollos patriarcales que tuvo que sortear antes de acceder a la alcald¨ªa. En 2016 gan¨® las primarias de su partido, el Movimiento del Pueblo para el Progreso (MPP), en uno de los cuatro sectores que componen el distrito 12. Los jefes del MPP desoyeron a la militancia. Pensaron que una mujer joven (32 a?os por aquel entonces) pintaba poco en un ecosistema de varones maduros. ¡°Colocaron a dedo a un hombre m¨¢s mayor y mucho m¨¢s rico que yo¡±, explica. No esperaban la explosi¨®n de resistencia pasiva que vino a continuaci¨®n. ¡°Militantes, simpatizantes y vecinos, sobre todo mujeres, les advirtieron de que, si no era yo la candidata, no votar¨ªan¡±, prosigue. Ante la perspectiva de una derrota segura, su partido no tuvo otra que recular.
El mundo no se puede desarrollar sin la inclusi¨®n de las mujeres en las esferas de decisi¨®nMensaje de Rasmata Compaor¨¦, en franc¨¦s
Compaore gan¨® por amplia mayor¨ªa. A continuaci¨®n, 15 consejeros municipales elegir¨ªan alcaldesa o alcalde entre ella y los ganadores de los otros tres sectores, todos hombres. Compaor¨¦ tuvo que escuchar mil versiones de un mismo argumento. Una cantinela encaminada a demostrar su supuesta invalidez de g¨¦nero. ¡°Todos los comentarios en mi contra ven¨ªan a decir lo mismo: que no estar¨ªa al 100% porque tambi¨¦n tendr¨ªa que ocuparme del hogar¡±, apunta. Ella jug¨® sus cartas con maestr¨ªa. ¡°Dej¨¦ bien claro qui¨¦n de los cuatro pose¨ªa mayor bagaje intelectual¡±.
Su primera medida fue ¡°dignificar¡± la maternidad del distrito. ¡°No ten¨ªa cerramientos, ninguna discreci¨®n, los curiosos se acercaban para ver parir a las mujeres¡±. Cuenta que esa primera acci¨®n marc¨® su mandato: ¡°La gente vio a una alcaldesa que tambi¨¦n era madre [en franc¨¦s, ambos t¨¦rminos, maire y m¨¨re, se pronuncian igual]. Me empezaron a respetar los ancianos, los vecinos m¨¢s religiosos¡±.
Entonces puso el foco en los colegios, cuyos fr¨¢giles edificios se situaban en mitad de la v¨ªa p¨²blica. ¡°Pasaban al lado motos y coches, hab¨ªa multitud de accidentes, a algunos ni?os hubo que amputarles brazos y piernas¡±. Cercar las escuelas se convirti¨® en su ¡°caballo de batalla¡±. Luego volc¨® sus energ¨ªas en ¡°dotar de equipamiento decente a los centros de salud¡±. Vocaci¨®n social que, seg¨²n Compaor¨¦, contrast¨® fuertemente con las prioridades de sus antecesores. ¡°Hab¨ªan estado m¨¢s preocupados por la venta de suelo p¨²blico, por ver qu¨¦ pod¨ªan sacar...¡±. A pesar de su popularidad, una sombra acompa?¨® sus seis a?os como alcaldesa. ¡°El tener que demostrar, cada d¨ªa, que merec¨ªa estar all¨ª¡±.
Hibaaq Osman
Fundadora y directora de la organizaci¨®n El-Karama
Por ALEJANDRA AGUDO | Fotograf¨ªa: ISABEL MU?OZ
¡°Si las mujeres participan de la paz, esta ser¨¢ sostenible¡±
Despu¨¦s de un d¨ªa de conferencias, reuniones y calor en Madrid, adonde Hibaaq Osman ha venido a participar en un encuentro de lideresas africanas, la somal¨ª est¨¢ cansada, despeinada, con la camisa revuelta debajo de su chaqueta y ha perdido un pendiente. Afuera anochece, pero no mira ni una sola vez un reloj mientras cuenta c¨®mo contribuye a construir una ?frica en la que las mujeres no sufran violencia, porque es ¡°lo inteligente¡±.
Nacida en Somalia, Hibaaq Osman conoci¨® mundo pronto. Estudi¨® en Etiop¨ªa, Sud¨¢n y Estados Unidos. All¨¢ donde ha vivido, se ha convencido de que ¡°las mujeres son la columna vertebral de las sociedades¡±. Sin embargo, las violencias y discriminaciones que sufren por nacer ni?as no solo marcan de dolor sus vidas y lastra sus oportunidades, sino tambi¨¦n las de sus comunidades, sus pa¨ªses, el continente.
¡°Si las mujeres participan en la econom¨ªa, el pa¨ªs gozar¨¢ de una mejor econom¨ªa. Si las mujeres participan de la paz, esta ser¨¢ sostenible¡±, afirma Osman. No se trata de que haya m¨¢s poderosas, en opini¨®n de la somal¨ª, sino de que cualquier mujer pueda tener una vida libre de violencia, pueda estudiar, emprender, aportar. Lo que ella quiera. Como ella pudo.
Democracia + justicia = pazMensaje de Hibaaq Osman, en ingl¨¦s
¡°Para conseguirlo, todos los estudios nos dicen que lo m¨¢s importante es apoyar a las mujeres comunes, de base, a las que ya luchan por la preservaci¨®n del medio ambiente porque son las que m¨¢s sufren el cambio clim¨¢tico, a las afectadas por las malas pol¨ªticas, la corrupci¨®n o las guerras¡±. Por eso, Osman fund¨® El-Karama en 2005, despu¨¦s de haber trabajado en otras organizaciones y contar ya con una dilatada carrera en el activismo. ¡°Significa dignidad en ¨¢rabe, ponerse en pie por la igualdad¡±, explica sobre el centro de pensamiento que a¨²n dirige.
Con sede en El Cairo, desde su creaci¨®n, El-Karama ha expandido su actividad y trabaja en 13 pa¨ªses de ?frica y Oriente Medio, apoyando a movimientos de base para acabar con la violencia contra las ni?as y mujeres, y aumentar su participaci¨®n en la sociedad, la econom¨ªa y la pol¨ªtica. ¡°El enfoque de derechos est¨¢ bien, pero al final se trata de reconocer la contribuci¨®n que hacen en estos ¨¢mbitos¡±, recalca.
Su trabajo y aportaciones le valieron en 2009 ser reconocida como una de las 500 personas musulmanas m¨¢s influyentes. Ella utiliza su altavoz all¨¢ donde vaya, ya sea la sede de la ONU o una aldea en Somalia, para recordar que ¡°una sociedad que eduque a sus ni?as y ofrezca trabajo a sus mujeres tendr¨¢ ¨¦xito¡±.
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