La recuperaci¨®n de la huella ind¨ªgena borrada de Cuba
La creencia de que los primeros pobladores de la isla se extinguieron totalmente poco despu¨¦s de la llegada de los espa?oles, queda en tela de juicio, seg¨²n la investigaci¨®n que demuestra con pruebas de ADN que la herencia india sigue viva en sus habitantes
Que el cubano es pura mezcla, nadie lo discute. Los estudios realizados en la isla sobre la herencia espa?ola, africana y china son cuantiosos y abarcan todo tipo de facetas y ¨¢ngulos, desde el mestizaje puramente biol¨®gico al cultural o religioso, pasando por un sinf¨ªn de recovecos e influencias cruzadas. Se asume que por muy blanco de piel que uno sea, en Cuba ¡°qui¨¦n no tiene de congo tiene de carabal¨ª¡±, dicho que viene a significar que, aunque te apellides P¨¦rez o Rodr¨ªguez, en alg¨²n momento hubo un cruce en tu familia y lo parezca o no, tienes influencia africana. Los chinos, que llegaron en oleada a partir de 1847 para sustituir a los esclavos africanos ¡ªal prohibirse la trata, en solo 40 a?os entraron al pa¨ªs 150.000 cul¨ªs (emigrantes chinos), el 10% de la poblaci¨®n cubana de entonces¡ª, adem¨¢s de huellas como los ojos rasgados y el pelo lacio en muchos mulatos y blancos, dejaron tambi¨¦n en la isla la sabidur¨ªa de c¨®mo curar con hierbas y el gusto por la apuesta y la loter¨ªa clandestina, adem¨¢s de su est¨¦tica de dragones de fuego y mariposas incendiadas. Sobradamente estudiado est¨¢ tambi¨¦n el papel de la ¡°madre patria¡± y los gallegos. En Cuba, todos los espa?oles y sus descendientes son ¡°gallegos¡± por definici¨®n.
Pero mucho menos ha sido investigada la pervivencia y herencia legada por los habitantes originarios de estas tierras, los indios ta¨ªnos, siboneyes y guanajatabeyes, de quienes apenas se comentan t¨®picos como que dejaron alimentos como la malanga y la yuca, numerosas voces y topon¨ªmicos y el humo hechicero del tabaco para comunicarse con sus dioses. Poco m¨¢s. El etn¨®logo cubano Fernando Ortiz, la mayor autoridad en estos temas, escribi¨® en 1945 un ensayo titulado Los factores humanos de la cubanidad, en el que explic¨® del modo siguiente lo ocurrido tras la llegada a la isla de los espa?oles a principios del siglo XVI. ¡°Fueron dos mundos que rec¨ªprocamente se descubrieron y entrechocaron. El impacto de las dos culturas fue terrible. Una de ellas pereci¨®, como fulminada. Los indios se extinguieron. Se dec¨ªa hace poco que a¨²n quedaban algunos, aunque mestizados, por las sierras de Santiago y de Pinar del R¨ªo; pero nada cient¨ªficamente puede asegurarse¡¡±.
Uno se da cuenta de que la huella ind¨ªgena en Cuba nunca desapareci¨®. Pero no se trata solo del fenotipo. Quiz¨¢s lo m¨¢s sorprendente y emocionante del proyecto Cuba Ind¨ªgena son sus resultados cient¨ªficos
Por investigaciones arqueol¨®gicas y fuentes hist¨®ricas se ha estimado que en 1510, cuando desembarc¨® en Baracoa Diego de Vel¨¢zquez para comenzar la conquista-colonizaci¨®n, el n¨²mero total de ind¨ªgenas cubanos era de 112.000, y m¨¢s de la mitad resid¨ªan en la zona oriental del pa¨ªs. Las enfermedades tra¨ªdas por los europeos, las matanzas indiscriminadas en los primeros a?os, la p¨¦sima alimentaci¨®n y los rudos trabajos a los que fueron sometidos, o incluso los suicidios, entre otras causas, hicieron que en 1570 quedaran solo 3.000 de aquellos pobladores originarios, la mayor¨ªa mujeres ind¨ªgenas, que ¡°debieron ser acaparadas por los inmigrantes espa?oles, hombres en su absoluta mayor¨ªa¡±, seg¨²n el gran historiador y arque¨®logo cubano Manuel Rivero de la Calle.
Cuba es como un ajiaco
Dice Fernando Ortiz en su ensayo que Cuba es como un ajiaco, el guiso criollo por excelencia. Este plato primitivo de la cocina cavernaria consist¨ªa ¡°en una cazuela con agua hirviendo sobre el hogar, a la cual se le echaban las hortalizas, hierbas y ra¨ªces que la mujer cultivaba y ten¨ªa en su conuco seg¨²n las estaciones, as¨ª como las carnes de toda clase de alima?as, cuadr¨²pedos, aves, reptiles, peces y mariscos que el hombre consegu¨ªa en sus correr¨ªas predatorias por los montes y la costa¡±, explicaba. Todo se cocinaba junto ¡°y todo se sazonaba con fuertes dosis de aj¨ª, las cuales encubr¨ªan todos los sinsabores bajo el excitante supremo de su picor¡±, y ¡°de esa olla¡±, dec¨ªa Ortiz, ¡°se sacaba cada vez lo que entonces se quer¨ªa comer; lo sobrante all¨ª quedaba para la comida venidera. Al d¨ªa siguiente el ajiaco despertaba a una nueva cocci¨®n; se le a?ad¨ªa agua, se le echaban otras viandas y animaluchos y se herv¨ªa de nuevo con m¨¢s aj¨ª. Y as¨ª, d¨ªa tras d¨ªa, la cazuela sin limpiar, con su fondo lleno de sustancias¡±.
Fueron dos mundos [el espa?ol y el ind¨ªgena] que rec¨ªprocamente se descubrieron y entrechocaron. El impacto de las dos culturas fue terrible. Una de ellas pereci¨®, como fulminada. Los indios se extinguieronFernando Ortiz, etn¨®logo
El ajiaco no es otra cosa que el mestizaje, sin duda el rasgo que mejor define la nacionalidad cubana y el car¨¢cter de sus gentes, pero en ese guiso heterodoxo lo ind¨ªgena siempre qued¨® relegado en la mayor¨ªa de los estudios, pues se consideraba una verdad establecida que lo indio fue barrido absolutamente del mapa. As¨ª se explica hasta ahora en las escuelas.
Hace 12 a?os aproximadamente, Alejandro Hartmann, el historiador de Baracoa (la primera villa oriental fundada en Cuba por Diego de Vel¨¢zquez en el verano de 1511) comentaba apasionadamente que la ¡°extinci¨®n absoluta¡± de lo ind¨ªgena era un mito falso y que en las monta?as de Guant¨¢namo y otros lugares hab¨ªa comunidades ind¨ªgenas que se hab¨ªan preservado y mantenido vivas sus tradiciones y su cultura. Hartmann no solo lo aseguraba, sino que iba por la ciudad y en cada esquina paraba a algunos de sus habitantes. ¡°Mira, este es un Rojas, observa los rasgos indios que tiene¡±, dec¨ªa al visitante. Cada vez que llegaba a Baracoa una delegaci¨®n o un viajero importante, Hartmann defend¨ªa con vehemencia sus argumentos e hip¨®tesis, como si le fuera la vida en ello, y desde mucho antes comenz¨® a aunar voluntades y recabar esfuerzos para hacer una investigaci¨®n ¡°como Dios manda¡± sobre el tema.
La huella ind¨ªgena en Cuba nunca desapareci¨®
¡°Mi padre me llevaba de ni?o por el r¨ªo Toa y recuerdo que me impresion¨® conocer a aquellas personas de piel cobriza, ojos achinados, p¨®mulos salientes, que despu¨¦s supe que eran de las familias Ram¨ªrez, Rojas, Romero¡ A partir de aquellas primeras experiencias que despertaron en m¨ª la curiosidad, tuve el privilegio de conocer y poder trabajar a?os despu¨¦s con el gran etn¨®logo Rivero de la Calle, que hab¨ªa hecho importantes estudios en algunas de esas comunidades ind¨ªgenas¡±, cuenta Hartmann, que, junto al antrop¨®logo e investigador cubanoamericano Jos¨¦ Barreiro, se dio a la tarea de reunir informaci¨®n sobre el mito de la extinci¨®n de los indios cubanos durante dos d¨¦cadas.
Hace seis o siete a?os, despu¨¦s de inocular el bichito de la curiosidad a otro grupo de investigadores, cient¨ªficos y fot¨®grafos, Hartmann apadrin¨® ¡°Cuba Ind¨ªgena¡±,?un proyecto a medio camino entre el arte y la ciencia que se plasmar¨¢ en dos libros, una gran exposici¨®n y un documental, cuyo objetivo es arrojar algo de luz sobre este controvertido asunto y responder preguntas como: ?Qu¨¦ de cada cubano procede de su pasado ind¨ªgena? ?Cu¨¢nta informaci¨®n gen¨¦tica logr¨® preservarse de guanajatabeyes, siboneyes y ta¨ªnos, pese a su r¨¢pida desaparici¨®n? ?Es cierto que el rastro es m¨ªnimo, pr¨¢cticamente inexistente?
Luego de seis expediciones al oriente de Cuba, del an¨¢lisis de cerca de 1.100 pruebas de ADN y miles de fotograf¨ªas y de cinco a?os de de trabajo de campo e indagaciones en comunidades aisladas, y de b¨²squedas en m¨²ltiples archivos de Espa?a y Cuba, el primer libro acaba de salir publicado bajo el t¨ªtulo Cuba ind¨ªgena hoy: sus rostros y ADN. Solamente con ver las im¨¢genes capturadas por el fot¨®grafo espa?ol H¨¦ctor Garrido y el cubano Julio Larramendi en localidades como La Rancher¨ªa, Bella Pluma, La Escondida o Caridad de los Indios, lugares donde se supone que se refugiaron peque?os reductos de indios cubanos que sobrevivieron a la barbarie de la colonizaci¨®n, uno se da cuenta de que la huella ind¨ªgena en Cuba nunca desapareci¨®. Pero no se trata s¨®lo del fenotipo. Quiz¨¢s lo m¨¢s sorprendente y emocionante del proyecto Cuba Ind¨ªgena son sus resultados cient¨ªficos.
Resultados cient¨ªficos que obligan a reinterpretar la historia
La responsable de llevar a cabo el estudio fue Beatriz Marcheco, directora del Instituto de Gen¨¦tica M¨¦dica de Cuba, un peso pesado en la materia. Su equipo realiz¨® mil pruebas de ADN en todas las provincias del pa¨ªs para caracterizar las proporciones de la mezcla ¨¦tnica de genoma a nivel nacional. Se tomaron cerca de 100 muestras en peque?as comunidades del oriente cubano donde residen 27 familias a las que ten¨ªa identificadas Hartmann, en su mayor¨ªa de apellidos Rojas y Ram¨ªrez. De estas pruebas, 74 resultaron v¨¢lidas. El ADN revel¨® que mientras a nivel nacional el porcentaje de genes de origen amerindio era del 8% (frente al 71% europeo), en este grupo era cercano al 20% (45,7% de su informaci¨®n gen¨¦tica proced¨ªa de ancestros europeos, 25,4% de africanos y 8,6% de origen asi¨¢tico). En un caso, el del cacique Francisco Ram¨ªrez Rojas, de La Rancher¨ªa, el rastro amerindio era del 37,7%, (35,5% europeo, 15,9% africano y 11% asi¨¢tico).A sus 87 a?os, Panchito, que as¨ª le llama todo el mundo en su comunidad, rompe a llorar cuando al presentarse el libro recibe el certificado gen¨¦tico que acredita su ascendencia. ¡°Estoy muy emocionado. Se confirma lo que siempre me contaba mi abuelo: que pese a lo todo el mundo dec¨ªa, somos descendientes de indios ta¨ªnos. Todos nosotros estamos muy orgullosos de serlo¡±.
Junto a estos resultados, que a juicio de Hartmann obligan a reinterpretar la historia, indigenistas como Barreiro y el soci¨®logo Enrique G¨®mez, recogieron testimonios de c¨®mo en estos lugares se conservaron tradiciones ind¨ªgenas aut¨®ctonas, como las curas del rastro, del sapo y el sobado y otros ritos de sanaci¨®n, el cultivo utilizando la coa (un palo al que se saca punta por un extremo y se utiliza para horadar la tierra en la siembra) o la ceremonia del tabaco para adorar al sol y a la Madre Tierra (¡°el humo es el encargado de llevar el mensaje de la plegaria al mundo espiritual y, al mismo tiempo, alejar todo lo malo del lugar¡±, explica Hartmann). Como parte de la investigaci¨®n, todo el equipo que particip¨® en el estudio se someti¨® tambi¨¦n a la prueba del ADN, y hubo sorpresas.
Se confirma lo que siempre me contaba mi abuelo: que pese a lo todo el mundo dec¨ªa, somos descendientes de indios ta¨ªnosFrancisco Ram¨ªrez Rojas, cacique cubano
Garrido, andaluz de nacimiento, cuenta que durante los cinco a?os que trabaj¨® en el proyecto en estas comunidades del oriente cubano siempre escuch¨® una frase que le fascinaba: el indio llama al indio. ¡°Es esa capacidad o ese comportamiento grupal de siempre encontrarse, buscarse, reunirse y ayudarse. Una de las grandes ense?anzas de convivir con ellos es darse cuenta de la importancia de la vida en comunidad, todos se ayudan los unos a los otros. En la monta?a cuando se mata un puerco se mata para toda la comunidad, nadie tiene la propiedad absoluta y ¨²nica del alimento, de la comida, y no puede ser de otra manera, porque al no haber electricidad constante en muchos de los sitios no hay forma de congelar y dejar esa carne para otro momento, tiene que ser consumida de inmediato¡±, asegura este fot¨®grafo, que durante a?os trabaj¨® en la Estaci¨®n Biol¨®gica de Do?ana, adscrita al Centro Superior de Investigaciones Cient¨ªficas (CSIC).
Cuando Garrido empez¨® en la investigaci¨®n se preguntaba qu¨¦ hac¨ªa ¨¦l, ¡°el ¨²nico extranjero, liderando un proyecto de este tipo, de cubanos y para cubanos¡±. Todo cobr¨® sentido cuando Marcheco le entreg¨® los resultados de su prueba de ADN. ¡°La sorpresa fue que tengo en mi ADN un ancestro indio arahuaco cubano, concretamente una mujer que hace unas 12 generaciones tuvo descendencia con un espa?ol, y de esa descendencia procedo yo¡±. Garrido lo cuenta y se emociona. ¡°El indio llama al indio¡±, dice, orgulloso de haber contribuido a demostrar que ¡°la huella de aquellos habitantes de la Cuba anterior a Col¨®n nunca desapareci¨®¡±.
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