Malaui y Ruanda prueban que la pobreza no impide disparar la esperanza de vida
En dos d¨¦cadas, estos dos pa¨ªses del este de ?frica, ambos con un PIB ¡®per capita¡¯ inferior a 1.000 euros, han conseguido que sus habitantes vivan de media 20 a?os m¨¢s. Frenar la mortalidad infantil y aprovechar los fondos extranjeros han sido claves
A comienzos de este siglo, la esperanza de vida en Malaui y Ruanda rondaba los 45 a?os. En 2020, se situaba alrededor de los 65 a?os. La espectacular mejora ¡ªsin parang¨®n en el continente africano¡ª fue de 19,6 a?os en Malaui y de 19,3 a?os en Ruanda, seg¨²n datos de la ONU. En esas dos d¨¦cadas, los dos pa¨ªses ganaron, cada a?o, un a?o de tiempo de vida promedio para sus habitantes. Desde entonces, el indicador ha ca¨ªdo ligeramente en Malaui (en buena medida por el efecto de la covid-19 sobre la asistencia sanitaria general) y ha aumentado algunas d¨¦cimas en Ruanda.
El ¨¦xito de estos dos pa¨ªses del este de ?frica comparte ¡ªteniendo cada uno su propia receta¡ª algunos ingredientes. Focos prioritarios y medidas de probada eficacia, como, por ejemplo, el ¨¦nfasis en la salud materno-infantil, orquestados por un denominador com¨²n: la firme voluntad de Estado para atajar un reguero de muertes evitables pese a que los dos pa¨ªses se sit¨²an en la parte baja de la lista regional de PIB per capita y tampoco cuentan a su favor con grandes recursos naturales.
Los expertos consultados para este reportaje coinciden en que Malaui y Ruanda han lanzado un potente mensaje al resto de ?frica: con un certero c¨®ctel de planificaci¨®n, anhelo pol¨ªtico y aprovechamiento de la ayuda internacional, se pueden cosechar resultados incre¨ªbles. ¡°Est¨¢n haciendo un trabajo excelente desde una perspectiva de desarrollo humano, no exclusivamente centrada en el crecimiento econ¨®mico¡±, apunta Yohannes Dibaba, investigador del African Population and Health Research Center (APHRC), con sede en Naironi (Kenia).
Nigeria, rica en petr¨®leo, tiene una esperanza de vida ligeramente por debajo de los 54 a?os, una subida de apenas siete a?os en lo que va de siglo. Es tambi¨¦n, seg¨²n Oxfam, uno de los pa¨ªses del mundo menos comprometidos en la lucha contra la desigualdad
A modo de comparaci¨®n, Kenia, con m¨¢s de 2.000 euros de PIB per capita (ni Ruanda ni Malaui superan los 1.000 euros), cuenta con una esperanza de vida menor (63.3 a?os), que ha aumentado menos de 10 a?os desde el a?o 2000. M¨¢s flagrante a¨²n resulta el ejemplo de Nigeria. Rica en petr¨®leo, con un PIB per capita similar a Kenia, su esperanza de vida se sit¨²a ligeramente por debajo de los 54 a?os, una subida de apenas siete a?os en lo que va de siglo. No en vano, Nigeria es, seg¨²n Oxfam, uno de los pa¨ªses del mundo menos comprometidos en la lucha contra la desigualdad. Otro caso llama tambi¨¦n especialmente la atenci¨®n: Guinea Ecuatorial, con m¨¢s de 7.000 euros de PIB per capita, tiene una esperanza de vida media de 62 a?os.
Reducir la mortalidad infantil
No es casualidad que Ruanda y Malaui sean tambi¨¦n los dos Estados africanos que m¨¢s han logrado reducir su tasa de mortalidad infantil: a principios de siglo, por cada 1.000 nacidos en Ruanda y Malaui, unos 180 no llegaban a los cinco a?os. Actualmente, esa tasa se ha reducido a menos de 40. Como explica Thomas Spoorenberg, analista de la Divisi¨®n de Poblaci¨®n de Naciones Unidas, el tramo 0-5 a?os es el que m¨¢s peso tiene al calcular la esperanza de vida. ¡°Si se sobrevive a esas edades, la probabilidad de morir se reduce considerablemente¡±, apunta.
A este aspecto tambi¨¦n ha contribuido el descenso notable del n¨²mero de hijos que se trae al mundo. En Ruanda ha bajado de siete a tres hijos por madre, subraya Dibaba. ¡°Si se tienen hijos muy seguidos, estos compiten por la lactancia, lo que aumenta el riesgo de malnutrici¨®n¡±, a?ade Joel Mubiligi, director ejecutivo en Ruanda de Partners in Health, una ONG con sede en EE UU y divisiones en 11 pa¨ªses de todo el mundo. Paralelamente, la inversi¨®n p¨²blica ha ido construyendo una red de asistencia m¨¢s accesible. En Malaui, m¨¢s del 90% de las madres dan a luz en una infraestructura sanitaria con personal cualificado, se?ala Adamson Muula, profesor de Salud P¨²blica en la Kamuzu University of Health Sciences en Blantyre, la segunda ciudad m¨¢s importante del pa¨ªs. Y en Ruanda, asegura Mubiligi, el tiempo medio para llegar a un centro sanitario donde tener un parto con garant¨ªas ha pasado de m¨¢s de dos horas a media hora.
Mientras Ruanda vislumbra al fin el objetivo de sanidad universal, en Kenia la cobertura no supera el 20%
Adem¨¢s, en estos pa¨ªses los ni?os son inmunizados r¨¢pidamente. Aunque todav¨ªa no llega a todos los rincones del pa¨ªs, la vacuna pentavalente (protege contra cinco enfermedades) se ha ido generalizando en Malaui. El profesor Muula comenta que, gracias a ella, las temidas infecciones provocadas por la bacteria haemophilus influenzae tienen actualmente una escasa prevalencia. ¡°Antes era una de las principales causas de mortalidad infantil, al derivar con frecuencia en neumon¨ªa o meningitis¡±, dice.
Muula menciona adem¨¢s otro frente que ha salvado miles de vidas malau¨ªes: la batalla contra el sida. Este profesor evoca los tiempos en que ¡°la incidencia era de un 15% entre la poblaci¨®n adulta, con un tercio de las mujeres embarazadas¡± contagiadas. Y guarda un impactante recuerdo que simboliza hasta qu¨¦ punto la epidemia estaba extendida en el pa¨ªs: ¡°En un a?o, llegaron a morir tres ministros que hab¨ªan desarrollado la enfermedad¡±. Desde aquella ¨¦poca fat¨ªdica, entre finales de los noventa y los primeros a?os de este siglo, ha bajado notablemente la cifra de contagiados, que hoy se sit¨²a en menos de un 8% de la poblaci¨®n. Y a¨²n m¨¢s importante, han ca¨ªdo en picado las muertes. Muula sit¨²a el punto de inflexi¨®n en 2004, ¡°cuando se empez¨® a distribuir el tratamiento con antirretrovirales¡±.
Universalidad y descentralizaci¨®n
La ayuda exterior tambi¨¦n ha jugado un papel esencial en el aumento de la esperanza de vida en los dos pa¨ªses. Muula cifra en un 60% la contribuci¨®n extranjera (casi toda procedente de EE UU y la Uni¨®n Europea) en el presupuesto de sanidad en Malaui, donde el dinero que viene del exterior financia totalmente los programas contra el VIH y la malaria. En Ruanda, los fondos externos constituyen, seg¨²n Unicef, casi un 50% del total destinado al sector p¨²blico de salud. Mubiligi sostiene que el dinero for¨¢neo no aterriza en Ruanda con fines ya asignados y sin margen de decisi¨®n para los propios ruandeses. ¡°Explicamos a los donantes que quiz¨¢ en otros lugares se haga de otra forma, pero que aqu¨ª las ayudas deben integrarse en nuestra estrategia nacional¡±, aclara.
Dos pilares sostienen la estructura sanitaria que Ruanda ha ido construyendo tras la infausta ¨¦poca del genocidio: universalidad y descentralizaci¨®n. La cobertura real ya alcanza al 90% de su poblaci¨®n, mientras que en un pa¨ªs como Kenia, la cobertura no supera el 20%. Las autoridades de Kigali han fijado metas nacionales y locales bajo un estricto modelo de rendici¨®n de cuentas. ¡°Si los pol¨ªticos no cumplen, no duran mucho en su puesto¡±, destaca Mubiligi.
Tanto en Ruanda como en Malaui, hay que subrayar tambi¨¦n el papel que desempe?an los trabajadores sanitarios comunitarios. Se trata de una figura muy presente en el ?frica subsahariana, tan habitual que el acr¨®nimo CHW (Community Health Workers, en ingl¨¦s) ya es de uso com¨²n. Sin formaci¨®n superior, ejercen con la cercan¨ªa y la polivalencia por bandera. Viven en el mismo entorno rural que los beneficiarios de sus servicios, informan y recaban informaci¨®n, act¨²an como enlace en campa?as preventivas y emergencias, ponen vacunas y detectan casos graves de malnutrici¨®n.
Su val¨ªa esencial radica en el coste-beneficio. ¡°Se trata de sacar el m¨¢ximo provecho a los recursos disponibles¡±, afirma Mubiligi. Y los servicios de salud de Ruanda y Malaui llevan tiempo apostando fuerte por los CHW. En Ruanda, comenta el investigador Dibaba, cada pueblo o aldea tiene su centro de salud comunitario con tres o cuatro trabajadores. Malaui, por su parte, ha creado una red de 11.000 trabajadores comunitarios disponible para su poblaci¨®n rural, abrumadoramente mayoritaria en el pa¨ªs. En la guerra contra las muertes prematuras que vienen librando estos dos pa¨ªses, ellos constituyen la vanguardia de sus ej¨¦rcitos.
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