Los refugiados que huyeron de los yihadistas en Mozambique se enfrentan al regresar a sus tierras a los estragos del clima extremo
En 2024 volvieron a Cabo Delgado unos 16.000 civiles, pero la sequ¨ªa de 2024 y el tif¨®n Chido del pasado diciembre han arruinado sus cultivos y se han visto obligados a desplazarse de nuevo
Rosa Souza, de 60 a?os, ha estado en constante movimiento durante los ¨²ltimos cuatro a?os, huyendo de la insurgencia islamista que ha matado a miles de personas y desplazado a millones m¨¢s en su tierra natal, Cabo Delgado, una provincia del norte de Mozambique. Sin embargo, desde 2022, cuando los soldados de las cercanas Sud¨¢frica, Ruanda y Botsuana ayudaron al Ej¨¦rcito mozambique?o a derrotar a los insurrectos, decenas de miles de refugiados, entre ellos, Souza, pudieron regresar para rehacer sus vidas en esta provincia mozambique?a rica en gas y situada junto al oc¨¦ano ?ndico. Pero lo que encontraron, no les permiti¨® retomar su modo de vida anterior al conflicto.
¡°O hay inundaciones extremas, o calor extremo, y no podemos cosechar nada en nuestras antiguas tierras¡±, se lamentaba a principios de diciembre Souza, mientras contemplaba sus marchitos cultivos de ma¨ªz por la falta de lluvias. Tan solo unos d¨ªas despu¨¦s de que esta mujer relatara a este diario como la sequ¨ªa hab¨ªa destruido su cosecha, golpe¨® el norte del pa¨ªs, incluida la provincia de Cabo Delgado, el cicl¨®n Chido, que seg¨²n M¨¦dicos Sin Fronteras provoc¨® 120 muertos y afect¨® a 687.000 personas. Las fuertes tormentas confirmaron los presagios de Souza: los refugiados que regresan se ven doblemente castigados por la dureza del clima y el hambre.
O hay inundaciones extremas, o calor extremo, y no podemos cosechar nada en nuestras antiguas tierrasRosa Souza, agricultora mozambique?a
El conflicto de Cabo Delgado es una guerra en curso que estall¨® en el norte de Mozambique en 2017, en una provincia donde el descubrimiento de unos yacimientos de gas natural valorados en 60.000 millones de d¨®lares (58.232 millones de euros) en 2006 atrajo a perforadores de empresas europeas y estadounidenses como la italiana Eni, la francesa Total, las estadounidenses ExxonMobil y Chevron y la brit¨¢nica BP. Los yihadistas locales autodenominados, Ansar al Sunna, establecieron v¨ªnculos con el movimiento yihadista Al Shabab y han liderado un levantamiento contra el Estado mozambique?o, seg¨²n la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional. Hasta la fecha, el conflicto ha causado 4.600 muertos, en su mayor¨ªa civiles, seg¨²n Patrao Mussa, subdirector de estad¨ªsticas del Ministerio de Sanidad de Mozambique. Otros 600.000 civiles viven en campamentos de refugiados internos tras huir de la violencia, a?ade Mussa durante una entrevista con este diario. Adem¨¢s, aproximadamente 4,8 millones de personas necesitan ayuda humanitaria, incluidos 3,4 millones de ni?os, seg¨²n Unicef.
En el ¨²ltimo a?o, los avances de las fuerzas multinacionales financiadas por la UE han acorralado a los yihadistas en los bosques, lo que ha permitido a miles de civiles como Souza regresar gradualmente a sus campos de ma¨ªz y frutales. Aunque la relativa normalidad puede volver a estallar en guerra abierta, solo en 2024 retornaron 16.000 civiles, se?ala Barnabas Gare, director adjunto de la Unidad de Protecci¨®n Civil de Mozambique.
Sin embargo, Mozambique, que tiene la costa m¨¢s larga de ?frica, es el pa¨ªs africano que se enfrenta al mayor riesgo clim¨¢tico, seg¨²n Guilhermina Amurane, directora de mitigaci¨®n clim¨¢tica del Ministerio de Tierra y Medio Ambiente del pa¨ªs. Mientras que miles de personas han muerto en inundaciones costeras extremas en los ¨²ltimos cuatro a?os, millones m¨¢s sufren el peor calor que ha azotado Mozambique en los ¨²ltimos dos a?os, explica Amurane, como consecuencia del fen¨®meno clim¨¢tico El Ni?o, que desencaden¨® una de las peores sequ¨ªas en Mozambique y otros pa¨ªses como Malaui, Zimbabue y Zambia. ¡°Presas, ganado, el cultivo b¨¢sico de ma¨ªz, la vida salvaje... Nada se salv¨® del calor devastador¡±, a?ade Gare.
¡°Cuando llueve, las inundaciones extremas arrasan la cosecha de grano y el ganado. Cuando hay sequ¨ªa, el calor tambi¨¦n mata los cultivos y el ganado¡±, se lamenta el padre Ad Ribeiro, p¨¢rroco cat¨®lico de Pemba, la capital de la provincia.
Para Silas Anotida, de 50 a?os, que cultivaba un campo de arroz de una hect¨¢rea en el distrito de Macomia, su regreso en mayo tras a?os de huida ha supuesto una gran angustia. ¡°Las presas de agua que alimentan nuestros arrozales casi se han secado, y plantar la cosecha es tirar el dinero¡±, dice refiri¨¦ndose a la sequ¨ªa extrema que azot¨® en 2024 a Mozambique.
Desplazamientos y luchas tribales
¡°Volv¨ª y encontr¨¦ mi campo de cebollas y tomates inutilizable debido a la ausencia de lluvias y a un tiempo muy seco¡±, confirma Souza. Ante la perspectiva de pasar hambre, ella y su familia se trasladaron en junio para cultivar las tierras relativamente h¨²medas de un agricultor ausente que hab¨ªa huido de la guerra, pero cuyas terrenos eran el ¨²nico lugar situado cerca de un r¨ªo del que todav¨ªa brotaba algo de agua. Pero Souza no pudo permanecer en ellas durante mucho tiempo porque su vecino regres¨®, empu?ando una pistola y amenaz¨¢ndola con matarla a menos que ella abandonara su cultivo de tomates antes de la cosecha, narra.
Los nuevos conflictos locales por la tierra y las tierras f¨¦rtiles se resuelven tambi¨¦n a tiroAd Ribeiro, p¨¢rroco cat¨®lico de Pemba
Frustradas, miles de personas que huyeron de la violencia yihadista y que han retornado a sus hogares, se ven obligadas a abandonar de nuevo Cabo Delgado, ¡°esta vez por el hambre causada por las cat¨¢strofes clim¨¢ticas¡±, relata el padre Ribeiro. ¡°Cuando se desplazan, acaparan las pocas tierras aprovechables, pero abandonadas cerca de los humedales o de los r¨ªos que se secan. Los nuevos conflictos locales por la tierra y las tierras f¨¦rtiles se resuelven tambi¨¦n a tiros¡±, afirma.
El capit¨¢n Jani Siwela, subcomandante de la polic¨ªa mozambique?a en la provincia de Cabo Delgado, afirma que este a?o han realizado 77 detenciones durante los enfrentamientos entre refugiados por la apropiaci¨®n de tierras. ¡°Los agricultores hambrientos que regresan se disputan las pocas tierras f¨¦rtiles que a¨²n quedan cerca de los humedales. Los lugare?os han esgrimido a veces pistolas peque?as durante las peleas por las peque?as parcelas de tierras f¨¦rtiles¡±, explica.
Es un quebradero de cabeza que no deja dormir a Silas Anotida, agricultor y refugiado retornado. Su antigua parcela es una de las pocas situadas cerca de una corriente fluvial y un poderoso refugiado que regres¨® de los campamentos antes que ¨¦l se apoder¨® de ella para su reba?o de cabras y ganado. ¡°Es un jefe tribal local y me amenaz¨® con acusarme de ser un simpatizante de los terroristas si me opon¨ªa a que se apoderara de mi peque?a tierra¡±, cuenta Anotida. Asustado, ha abandonado la esperanza de recuperar su parcela y se ha trasladado corriente arriba para hacerse con la tierra de otro refugiado ausente y cultivarla, para no morir de hambre.
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