Una historia que nunca debi¨® ocurrir
La banda deja como legado el ¡°sufrimiento desmedido¡± causado a sus v¨ªctimas y a la democracia, pero a¨²n pugna por escribir para la posteridad su propio relato
¡°General, ?crees que esta es la ¨²ltima?¡±, le pregunt¨® Alfredo P¨¦rez-Rubalcaba al general Pablo Mart¨ªn Alonso, un hombre clave de la Guardia Civil en la derrota de ETA, cuando ambos cruzaban la calle de Amador de los R¨ªos (Madrid) tras informar de la detenci¨®n de Mikel Kabikoitz, Ata, jefe militar de la banda, el 21 de mayo de 2010. ¡°S¨ª ministro, creo que esta es la ¨²ltima gran operaci¨®n contra ETA¡±, contest¨® Mart¨ªn Alonso. Ocho a?os despu¨¦s de esa escena, cuando la historia de Euskadi Ta Askatasuna termina, toca contar los 60 a?os de ¡°sufrimiento desmedido¡± que caus¨® la organizaci¨®n terrorista y averiguar qu¨¦ contar¨¢ la historia de esta historia que jam¨¢s debi¨® ocurrir. Un recorrido criminal que se cobr¨® 853 muertos ¡ªcifra oficial del Ministerio del Interior, a la que hay que sumar al polic¨ªa franc¨¦s Jean-Serge Ner¨ªn ¡ª y no ha servido para nada.
ETA no quiere pasar a la posteridad como la banda asesina que ensangrent¨® la democracia espa?ola y que no supo leer tantos avisos que la historia le dio para desaparecer. Quiere ser recordada como aquel movimiento de liberaci¨®n nacional que surgi¨® de la mano del colectivo EGI-EKIN ¡ªmedia docena de j¨®venes nacionalistas y antifranquistas germinados en la Escuela de Ingenieros de Bilbao¡ª ¡°all¨¢ por 1958¡±, como escribi¨® en su libro Giari zor (En deuda con la verdad) Julen Madariaga, uno de sus fundadores.
El nacimiento oficial ha quedado marcado en el 31 de julio de 1959 por el matasellos de la carta enviada al PNV por la reci¨¦n nacida organizaci¨®n (casi se llam¨® ATA, que en euskera significa pato) donde se menciona el manifiesto fundacional de ETA. Esta opt¨® desde el principio por la v¨ªa cubana de lucha armada frente a la v¨ªa india y pac¨ªfica de Gandhi. ¡°F¨ªjate la importancia que tuvo luego eso¡±, rememoraba la semana pasada un miembro de la c¨²pula pol¨ªtica etarra que dej¨® la organizaci¨®n en los 70.
La banda fue vista en esos primeros a?os como ¡°la personificaci¨®n de la lucha contra Franco¡±, escribe Manuel S¨¢nchez ¡ªcoronel de la Guardia Civil embarcado durante a?os en la lucha antiterrorista¡ª, autor de Historia de un desaf¨ªo (Pen¨ªnsula, 2017), gu¨ªa para conocer la historia de la banda y de su combate por el instituto armado.
Esa visi¨®n casi rom¨¢ntica empez¨® a cambiar el d¨ªa en que la organizaci¨®n perpetr¨® su primer asesinato. A las 17.30 del 7 de junio de 1968, el terrorista Txabi Etxebarrieta mat¨® por iniciativa propia al cabo de la Guardia Civil Jos¨¦ Pardines en un control de carreteras en Aduna, en lo que se grab¨® como el primer asesinato oficial de ETA. Otros historiadores consideran que la primera v¨ªctima fue Bego?a Urroz, de 22 meses, abrasada en la estaci¨®n de Amara el 27 de junio de 1960. Pero no hay consenso. El primer asesinato planificado fue el de Melit¨®n Manzanas, jefe de la Brigada Pol¨ªtico Social de San Sebasti¨¢n, torturador y colaborador de los nazis.
Todav¨ªa hoy Ferm¨ªn Garc¨¦s Hualde, con 86 a?os, recuerda el d¨ªa en que se enfrent¨® desarmado al terrorista que acababa de matar a Pardines cuando era un simple camionero. ¡°Vi caer al guardia muerto y c¨®mo le met¨ªan tres o cuatro tiros m¨¢s y les grit¨¦: ¡®?Quietos asesinos, quietos!¡±, rememoraba hace unos d¨ªas desde su casa de Madrid, junto a su hija Carmen: ¡°Es como si lo viera, como si fuera ahora mismo¡±. Poco despu¨¦s pereci¨® Etxebarrieta en un enfrentamiento con la Guardia Civil, lo que lo convirti¨® en el primer etarra muerto.
Este doble bautismo de sangre fue disyuntivo para la sociedad vasca. ¡°La muerte de Etxebarrieta puso a todos los que privadamente se ten¨ªan por nacionalistas ante la disyuntiva de aprobar o condenar el asesinato de Pardines (¡) La comunidad vasco-nacionalista se reconstruy¨® sobre un pacto de sangre (caiga sobre nosotros la sangre de Pardines y sobre ellos la de Etxebarrieta)¡±, escribi¨® Jon Juaristi en Sacra N¨¦mesis (Espasa, 1999). Son esos a?os en los que la frase ¡°algo habr¨¢ hecho¡± aliviaba conciencias. A partir de ese asesinato, la de ETA es solo la historia de asesinatos, miedo, complicidades y mal rollo que describe Fernando Aramburu en Patria. Cuando las adolescentes llevaban en sus carpetas unos versos del Ch¨¦ Guevara (Ma?ana cuando yo muera...) dedicado a ?ngel Otaegi y Jon Paredes, Txiki, fusilados por la dictadura en septiembre de 1975.
Pero la represi¨®n torpe y brutal del franquismo, que llev¨® al proceso de Burgos de 1970 (seis etarras fueron condenados a muerte; las penas fueron conmutadas), a¨²n fortaleci¨® a los terroristas como ¡°unos h¨¦roes de la lucha antifranquista¡±. Un perfil que se acentu¨® con el asesinato del almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno de Franco, en el c¨¦lebre atentado de la calle de Claudio Coello de Madrid del 20 de diciembre de 1973. ¡°Y eso es lo que se recordar¨¢ de ella: que se enfrent¨® a Franco y mat¨® a Carrero. Y punto¡±, sentencia un mando antiterrorista de la Guardia Civil.
Con el advenimiento de la democracia, ETA se afin¨® como una m¨¢quina de matar y dej¨® de ver los avisos para echar la persiana. ¡°Perdieron todas las oportunidades para dejar de matar. Y todo para nada, porque no han conseguido nada. Su fracaso es de proporciones inmensas, a pesar de tantos muertos¡±, asegura Gaizka Fern¨¢ndez Soldevilla, historiador y responsable de investigaci¨®n del Centro Memorial de V¨ªctimas del Terrorismo.
La primera oportunidad fue la ley de Amnist¨ªa. ¡°En octubre del 77 fueron amnistiados 60 asesinatos y se le perdonaron todos los cr¨ªmenes¡ pero ETA perdi¨® esa oportunidad¡±, asegura el historiador. A partir de 1978 comienza la etapa m¨¢s letal: 234 personas asesinadas entre ese a?o y 1980. ¡°Ese 1980 llegamos a tener casi 100 muertos, ?casi uno cada tres d¨ªas! No s¨¦ c¨®mo aguantamos eso¡±, evoca Rubalcaba. La organizaci¨®n no supo leer ni la Constituci¨®n ni el Estatuto de Autonom¨ªa. Ni interpret¨® la disoluci¨®n de ETA pol¨ªtico-militar, en septiembre de 1982, para incorporarse a las v¨ªas exclusivamente pol¨ªticas y cuyos miembros fueron salieron de la c¨¢rcel en una amnist¨ªa encubierta. Algunos acabaron siendo amenazados por los terroristas.
En ese periodo penetran en la historia colectiva los atentados m¨¢s salvajes de ETA y, sobre todo, uno que mostrar¨ªa que cualquiera ¡ªy no solo polic¨ªas o guardias civiles: ¡°uniformados¡± o ¡°txakurras¡± (perros), como los defin¨ªa la banda¡ª pod¨ªa ser objetivo de muerte para ETA: la matanza de Hipercor, un popular supermercado de Barcelona donde una bomba mat¨® a 21 personas y dej¨® otras 45 heridas, el 19 de junio de 1987. Son tambi¨¦n los a?os de la excrecencia del terrorismo de Estado de los Grupos Antiterroristas de Liberaci¨®n (GAL), que da?aron la democracia, dieron razones a la propia ETA para justificarse y generaron m¨¢s dolor: 27 muertos.
Cambios que no supo ver
La banda volvi¨® a pasar por alto otros tres avisos que la historia le dio en los 80 de que matar no servir¨ªa para nada. El primero fue el final del santuario franc¨¦s ¡ªdesde donde atacaba y donde se escond¨ªa¡ª durante la presidencia de Fran?ois Mitterrand, que iniciaba el fin de las complicidades europeas. El segundo fue el Pacto de Ajuria Enea, en el que los partidos vascos, los compatriotas de ETA, se conjuraban para negar y combatirla policial y socialmente. El tercero fueron las negociaciones y la tregua de Argel, cuya ruptura no calibr¨®: sigui¨® pensando que pod¨ªa derrotar al Estado.
El olvido ya ha empezado
La maquinaria del olvido colectivo de ETA se puso en marcha en cuanto la banda dej¨® de matar. La ¨²ltima encuesta del Euskobar¨®metro sobre el final del terrorismo y sobre sus v¨ªctimas muestra c¨®mo la sociedad vasca se otorga un papel protagonista en el final del terror, apuesta por ¡°pasar p¨¢gina¡± sobre el pasado violento, quiere que sean eliminadas de las calles las pintadas a favor de ETA y sus presos y cree ¡°innecesarios¡± los homenajes a etarras que regresan a sus pueblos desde la prisi¨®n.
La encuesta, de julio pasado, revela que los vascos consideran que la movilizaci¨®n de la sociedad civil y ¡°la evoluci¨®n interna de ETA y la izquierda abertzale¡± han sido los dos elementos clave en el final del terrorismo. Mucho m¨¢s que la pol¨ªtica antiterrorista o la eficacia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
Pero sobre todo muestra la divisi¨®n sobre la forma ¡°m¨¢s adecuada¡± de tratar el pasado violento: el 43% cree que hay que cultivar la memoria de las v¨ªctimas y el 44% opina que se debe ¡°pasar p¨¢gina¡±. Esta segunda opci¨®n sube al 46% entre los votantes nacionalistas y la primera baja al 41% entre estos.
En esos a?os, la banda y su entorno ya eran mucho m¨¢s que una amenaza. Algunos libros de texto de Geograf¨ªa e Historia de 4? de la ESO para el Pa¨ªs Vasco rezan: ¡°La principal amenaza terrorista contra la naciente democracia fue ETA, la organizaci¨®n m¨¢s mort¨ªfera y la que cont¨® con un mayor respaldo, centrado alrededor de la coalici¨®n electoral HB, Herri Batasuna¡±. Esta se asent¨® en el Parlamento vasco y gobern¨® Ayuntamientos al tiempo que exhib¨ªa el evidente respaldo de los pistoleros a la altaner¨ªa de los pol¨ªticos de la izquierda abertzale. Ese poder y esa intimidaci¨®n se mantuvieron hasta la ley de Partidos Pol¨ªticos, que en 2003 supuso la ilegalizaci¨®n de HB por parte del Tribunal Supremo.
Pero antes la banda demostr¨® que a¨²n le quedaba m¨¢s da?o que infligir. Se llam¨® ¡°la socializaci¨®n del sufrimiento¡±, el asesinato del adversario pol¨ªtico elegido en las urnas. Tras la ca¨ªda de la c¨²pula de ETA en Bidart en 1992 (otro aviso: las fuerzas de seguridad se rearmaban y la hac¨ªan vulnerable), la banda abri¨® este ignominioso periodo matando el 24 de enero de 1995 a Gregorio Ord¨®?ez, concejal del PP. As¨ª extend¨ªa el asesinato de quienes pensaban diferente mientras se envalentonaba la kale borroka (vandalismo terrorismo) y los jarraitxus implantaban su ley callejera.
Entonces el paisaje de Euskadi (y de media Espa?a) se llen¨® de pol¨ªticos, periodistas, empresarios o jueces escoltados. De m¨¢s gente viviendo con miedo a la muerte de un balazo o un coche bomba. Una socializaci¨®n del terror que tuvo su n¨¦mesis con el secuestro y asesinato el 13 de julio de 1997 del joven y desconocido concejal del PP en Ermua Miguel ?ngel Blanco, cuando la sociedad vasca se rebel¨® masiva e irreversiblemente contra los asesinos. ¡°?No son vascos, son asesinos!¡±, gritaban sus compatriotas ante las herriko tabernas.
La sociedad vasca se instalaba en el ¡°?Basta ya!¡±, e incluso la izquierda abertzale empezaba a cuestionar a sus mentores de las pistolas. Ese cambio progresivo de la percepci¨®n social del terrorismo corri¨® en paralelo al acorralamiento de ETA en todos los frentes (judicial, policial, internacional...) y a la extraordinaria velocidad con las que las fuerzas de seguridad desmantelaban las c¨²pulas terroristas. Y s¨ª: el ¨²ltimo gran golpe fue el de Ata, considerado ¡°el ¨²ltimo gran general¡± etarra.
La banda a¨²n obvi¨® otro aviso: el de la tregua que mantuvo en 2006 con el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. La rompi¨® con el atentado contra la T-4 del Aeropuerto de Barajas, donde us¨® el coche bomba m¨¢s potente de toda su historia. Se quebraba as¨ª una negociaci¨®n que se pensaba definitiva. ¡°Y que nadie se enga?e: todos los gobiernos negociaron con ETA, todos¡±, explica un veterano de la Comisar¨ªa General de Informaci¨®n que incluso dio cobertura a algunos encuentros. Rubalcaba contaba hace unos d¨ªas cuando, en una fecha imprecisa de 2009, siendo ministro del Interior, le dijo en La Moncloa a Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, presidente del Gobierno: ¡°Presidente, esto de ETA lo acabamos¡±. Y se acab¨®, aunque hubo que esperar a que el 20 de octubre de 2011 tres encapuchados anunciaran que la banda no volver¨ªa a matar, tras 43 a?os de dolor.
El dolor ha sido tanto que ni siquiera hay consenso sobre cu¨¢ntas personas mat¨® ETA (955, seg¨²n la Asociaci¨®n de V¨ªctimas del Terrorismo, la mayor cifra al incluir las del incendio del hotel Corona de Arag¨®n; 854 para el Ministerio del Interior, la oficial) ni est¨¢n aclarados todos los cr¨ªmenes (hay 350 cr¨ªmenes sin autor condenado). ¡°No hay consenso y creo que va a ser imposible¡±, asegura Fern¨¢ndez Soldevilla.
El legado de la banda
S¨ª hay consenso en qui¨¦n fue la ¨²ltima v¨ªctima mortal: el polic¨ªa franc¨¦s Jean-Serge Ner¨ªn (Dammarie-l¨¨s-Lys, 16 de marzo de 2010). Y en el dolor, el ¡°desmedido¡± padecido por sus v¨ªctimas, pero tambi¨¦n el propio. ¡°Ser familiar no se elige¡±, sentencia Etxerat, la organizaci¨®n que re¨²ne a las familias de etarras presos. ¡°De la c¨¢rcel se sale: de la muerte o la silla de ruedas, no¡±, replican las v¨ªctimas de ETA.
Ferm¨ªn era camionero en 1968. Se enfrent¨® ¨¦l solo y desarmado a los etarras que asesinaron al 1er guardia civil. M¨¢s tarde ingresar¨ªa en el Cuerpo.
— Ministerio Interior (@interiorgob) April 21, 2018
A los 86 a?os es ejemplo de vitalidad,lealtad,valor y alegr¨ªa
Que ning¨²n terrorismo consiga nunca cambiar qui¨¦nes somos#FelizS¨¢bado pic.twitter.com/Ac4MgXwRxx
Ahora, la pregunta que solo el paso de la historia resolver¨¢ es: ?cu¨¢l es el legado de ETA? ¡°Sin duda es el dolor causado, porque ETA ha fracasado en todo: 60 a?os de sufrimiento no han servido para nada. Pero hay una fort¨ªsima batalla por el relato, por la historia: de un lado est¨¢n los propagandistas de la izquierda abertzale y del otro, los historiadores rigurosos¡¡±, asegura Fern¨¢ndez Soldevilla. Porque hay un intento de ¡°blanquear la historia negra de ETA¡±, como sostiene Andoni Ortuzar (PNV), o de ¡°poner el contador a cero y de que se les perdone todo¡±, como dec¨ªa el mi¨¦rcoles en un acto Consuelo Ord¨®?ez. ¡°Se recordar¨¢ que fue derrotada por la democracia y que no consigui¨® m¨¢s que matar¡±, sentencia Rubalcaba, un fan¨¢tico del relato.
El relato es la nueva batalla, antes de que la conciencia colectiva archive el terror. El olvido ha comenzado: solo el 1,2% de los vascos recordaba en una encuesta reciente qui¨¦n fue la primera v¨ªctima. ¡°Es acuciante investigar todo en serio y divulgarlo, porque los chavales, a los que ETA les suena a pleistoceno, a¨²n no est¨¢n totalmente vacunados contra el odio mediante el conocimiento de la historia¡±, a?ade Fern¨¢ndez Soldevilla.
¡ªY usted, don Ferm¨ªn, ?pens¨® que ver¨ªa el final de ETA?
¡ªSiempre tuve la esperanza que alg¨²n d¨ªa se acabar¨ªa, porque no pod¨ªan seguir toda la vida matando. Y he podido verlo.
Ferm¨ªn Garc¨¦s, que era camionero, se hizo guardia civil. Como su nieta.
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