Serpientes cl¨¢sicas y de hoy en las vacaciones
Los ofidios fascinaron a griegos y romanos y ahora han vuelto a Formentera, que ha estado muchos siglos libre de ellos
Las referencias a las serpientes en la antig¨¹edad cl¨¢sica son variadas y muy interesantes. Al parecer fascinaban y horripilaban entonces tanto como ahora. Est¨¢n presentes en numerosos mitos, desde el fundacional del or¨¢culo de Delfos -donde Apolo mat¨® a la serpiente Pit¨®n-, hasta el de Medusa, de sibilante melena ardua de peinar. Se dec¨ªa que Zeus hab¨ªa tomado forma de gran serpiente para mont¨¢rselo con Olimpia, la madre de Alejandro Magno. Desde luego parece un formato m¨¢s apropiado que como cisne o lluvia de oro. Bueno, no s¨¦.
Mi historia cl¨¢sica de serpientes favorita, porque he vivido algo parecido, es la de Tiresias, el adivino de las tetas, expresi¨®n disculpable porque la us¨® Apollinaire, y era poeta. Tiresias molest¨® a dos serpientes que copulaban y de resultas se convirti¨®, sin que exista una explicaci¨®n cient¨ªfica para el fen¨®meno, en mujer. Un a?o despu¨¦s, volvi¨® a hacer lo mismo y recuper¨® su condici¨®n masculina, todo incluido. Yo una vez sorprend¨ª a dos culebras bastardas (Malpolon monspessulanus) cerca del r¨ªo en pleno acto, pero me cuid¨¦ mucho de no interrumpir; es lo que tiene disponer de una cultura cl¨¢sica.
Y mira que ha de ser curioso y educativo cambiar de sexo una temporada, todo el mundo deber¨ªa hacerlo. Intento decir algo gracioso al respecto pero, tal y como est¨¢ el patio, tendr¨ªa que cambiar de sexo antes. Sin embargo, el asunto le cost¨® caro a Tiresias porque los dioses solicitaron su acreditada opini¨®n para resolver la disputa sobre qu¨¦ sexo disfrutaba m¨¢s en el acto amoroso. Era una cuesti¨®n envenenada (!) ya que le ten¨ªas que dar la raz¨®n a Zeus o a Hera y enemistarte con uno de los dos.
Tiresias se la dio al padre de los dioses y testimoni¨® que seg¨²n hab¨ªa podido experimentar (el muy pillastre) si el goce del amor se compone de diez partes, la mujer se queda con nueve y el hombre solo con una. Hera se encoleriz¨® al ver descubierto el gran secreto femenino (no lo digo yo, lo dicen los mit¨®grafos) y ceg¨® a Tiresias. En compensaci¨®n, Zeus le otorg¨® el poder de la profec¨ªa y una vida larga, a ver si encontraba m¨¢s serpientes y enlazaba ya con Masters y Johnson . En la Il¨ªada salen varias, como la ¡°de dorso sanguinolento, terror¨ªfica¡± que se zampa a ocho pollos de gorri¨®n y a su madre en presagio de los a?os que tardar¨¢ en caer Troya, o la que suelta de su pico un ¨¢guila y Polidamante interpreta como que los troyanos deben detener el ataque.
En relaci¨®n con la guerra de Troya est¨¢, claro, aunque no aparece en el poema de Homero, el luctuoso y tan pl¨¢stico episodio de Laocoonte y sus hijos aplastados en los anillos de dos grandes serpientes (me he enterado de que ten¨ªan nombre: Porce y Caribea) por recelar el sacerdote de las verdaderas intenciones del caballo de madera dejado por los aqueos y que lleva truco dentro. En la Odisea, curiosamente, no he encontrado ni una serpiente y eso que ser¨¢ por bichos... Aparece sin embargo Tiresias, al que consulta Ulises en el Hades (despu¨¦s de muerto sigui¨® profetizando) y se menciona a Filoctetes, aunque no se explica lo de su mal encuentro con una v¨ªbora en la isla de T¨¦nedos en una escala hacia Troya.
Filoctetes, al que abandonan en otra isla, la deshabitada Lemnos, es un personaje que me encanta. Ulises lo considera un arquero superior a ¨¦l mismo y mira que el rey de ?taca es bueno con el arco (yo a mi manera tambi¨¦n, porque practico mucho y durante a?os he llevado el m¨ªo de vacaciones a Formentera, hasta que mi campo de tiro habitual ha devenido el huerto de hortalizas sostenibles de Mart¨ª Mayans y ambas actividades se han revelado incompatibles). El arco y las flechas de Filoctetes eran los del mism¨ªsimo H¨¦rcules, y los aqueos, tras dejar cruelmente atr¨¢s al pobre individuo a causa de la herida en el pie causada por la mordedura de serpiente, y que seg¨²n unos emanaba un hedor espantoso y seg¨²n otros le hac¨ªa dar al arquero gritos insoportables (lo que adem¨¢s de ser enervante imped¨ªa, imagino, atacar por sorpresa a los troyanos), descubren que, vaya por Dios (dioses), seg¨²n una profec¨ªa sin esas armas no podr¨¢n tomar Troya, ante la que llevan nueve a?os. As¨ª que env¨ªan a Ulises a buscarlo. Lo encuentra l¨®gicamente cabreado, pero lo convence, pues bueno es Ulises. Entonces lo curan someti¨¦ndolo a una operaci¨®n que est¨¢ acreditada como la primera con anestesia.
Cobras para el emperador
Aparte de en los mitos y poemas, las serpientes eran habituales en el mundo cl¨¢sico real. Griegos y romanos tuvieron conocimiento de especies ex¨®ticas, que parecen haber sido frecuentes en el circo y como mascotas. En el indispensable, para lo que nos ocupa, Animals for show and pleasure in Ancient Rome (Penn, 2005), George Jennison recuerda que embajadores de la India obsequiaron al emperador Augusto con varias serpientes venenosas muy grandes, probablemente cobras reales, y lo que parece haber sido una gigantesca pit¨®n molurus.
Es posible que fuera ese bicho, que habr¨ªa escapado de su confinamiento como hace a veces, a otra escala, la culebra del ma¨ªz que vive en casa, el que, seg¨²n Plinio, devor¨® a un ni?o en ¨¦poca de Claudio. Suetonio menciona una gran serpiente de m¨¢s de veinte metros (una exageraci¨®n) exhibida en Roma junto a un tigre. A Gladiator le soltaron el tigre, que sin duda era m¨¢s manejable. El propio Suetonio, y tambi¨¦n Marcial y S¨¦neca refieren el uso de serpientes como mascotas y que alguna dama se colgaba la suya del cuello. A m¨ª me gusta imaginar as¨ª a Mesalina.
Tiberio ten¨ªa una a la que le daba de comer con su propia mano. Heliog¨¢balo guardaba varias como agathodaemones, buenos esp¨ªritus. La serpiente de Esculapio se ten¨ªa como animal saludable. Plinio y otras fuentes hablan de una serpiente gigantesca que se encontr¨® el ej¨¦rcito romano en Sicilia durante la Primera Guerra P¨²nica y a la que hubo que matar con catapultas y balistas; las fauces y la piel se conservaban en un templo de Roma. Pero Plinio tambi¨¦n explica que si te pones grasa de culebra de agua los cocodrilos no te atacan y que un coraz¨®n de serpiente envuelto en piel de gacela y atado al brazo con el tend¨®n de un ciervo proporciona prosperidad jur¨ªdica...
La isla de los ofidios
Con las serpientes, es f¨¢cil vincular la antig¨¹edad cl¨¢sica y las vacaciones en Formentera pues tras muchos siglos de no habitar esos animales la isla, han regresado casi en tropel. Hay cierto l¨ªo sobre cu¨¢ndo se marcharon las serpientes. Parece que Formentera era famosa por tener muchas y por eso los griegos la habr¨ªan llamado Ophiusa, Ofidiosa, isla de los ofidios, de las serpientes, y los romanos Colubraria. En cambio, la vecina Ibiza ser¨ªa famosa por estar libre de ellas, posiblemente por la intervenci¨®n del dios protector egipcio-fenicio-p¨²nico Bes (de donde Ebusus, Ibiza).
Quiz¨¢ haya habido un error de las fuentes y confundieran Formentera con las islas Columbretes en las que s¨ª hay atestiguada una infestaci¨®n de v¨ªboras, con tendencia al gigantismo, exterminadas en el siglo XIX. Lo que s¨ª sabemos es c¨®mo y cu¨¢ndo han vuelto a Formentera las serpientes. Lo han hecho en brumaci¨®n, hibernaci¨®n reptiliana, en los cepellones de olivos ornamentales, y en 2006, en mayo se captur¨® la primera, una serpiente de escalera (Rhinechis scalaris), especie a la que se ha a?adido desde 2011 la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis). Ninguna de las dos es venenosa.
Desde entonces se est¨¢ tratando de erradicarlas de nuevo dado que resultan una amenaza a las especies aut¨®ctonas como la lagartija Podarcis pityusensis, que deben estar asustadas porque a m¨ª se me meten hasta en la cama. Se utilizan trampas, algunas con cebo vivo, un ratoncito al que el dispositivo, se recalca, preserva piadosamente de que la serpiente se lo coma (pero no del susto), y se van a introducir jabal¨ªes, que las depredan. Que suelten jabal¨ªes puede suponer un trauma para los neohippies que te encuentras a veces durmiendo desnudos entrelazados bajo las sabinas.
Yo no he visto a¨²n ninguna serpiente en Formentera y mira que me fijo. Este verano me he empe?ado y he recorrido los campos de la Mola, el lugar a desmano en que se han instalado principalmente (con lo bien que se est¨¢ en la playa), y donde Jos¨¦ Miguel L. Romero yendo en bici hacia el faro encontr¨® hace poco una, muy grande, aunque estaba muerta. No he conseguido dar con ninguna, dec¨ªa, pero es que buscar serpientes en la Mola en pleno mediod¨ªa de agosto, sin gorra, sin agua y calzado con sandalias es una odisea, oigan. Parece que, adem¨¢s, como por otra parte ha sucedido con los turistas, se ha producido una disminuci¨®n de ejemplares este a?o (hasta del 10 %), sin que parezca que, en el caso de las serpientes, haya relaci¨®n con la covid.
Mordedura de v¨ªbora en ?frica
Tras una nueva batida infructuosa en el crep¨²sculo, acud¨ª, frustrad¨ªsimo, el otro d¨ªa a una cena en casa de unos amigos italianos de Roser y Tito cerca de La Fragata. Cual no ser¨ªa mi sorpresa cuando, al explicar mi fracasada expedici¨®n, un joven presente, Leo, hijo de la conocida periodista y cineasta Sabina Fedeli, coment¨® que recientemente le hab¨ªa mordido una serpiente venenosa en ?frica. As¨ª es la vida, cuando piensas que te has perdido las culebras de Formentera te topas con una v¨ªbora de Malawi. Leo, de 21 a?os, estaba de voluntariado en ese pa¨ªs cuando al recoger un cigarrillo de entre la hierba le mordi¨® la serpiente. En Malawi las hay tremendamente peligrosas, incluyendo las mambas verde y negra, las v¨ªboras del Gab¨®n, sopladora y de los pantanos, y el temido boomslang. La que le atac¨® era negra, sin duda una serpiente estilete o v¨ªbora topo (Atractaspis bibronii), que no es afortunadamente de las peores. ¡°Fue muy doloroso, me dijeron que hab¨ªa tenido suerte porque era un ejemplar peque?o, pero que me pod¨ªa haber matado¡±, explic¨® mientras tom¨¢bamos helados en la terraza bajo las estrellas y ¨¦l mostraba en el m¨®vil la espectacular tumefacci¨®n que le produjo el veneno en la mano.
Sorprendentemente, hay una conexi¨®n estupenda entre la serpiente de Malawi y la antig¨¹edad cl¨¢sica: su nombre cient¨ªfico procede del gran herpet¨®logo Gabriel Bibron, que fue uno de los sabios integrados en la expedici¨®n francesa al Peloponeso (1828-1833) durante la guerra de independencia griega. Bibron, que curiosamente, vista su profesi¨®n, muri¨® de tuberculosis, se encontraba entre los cient¨ªficos que se sumaron a esa misi¨®n militar del general Maison como antes lo hab¨ªan hecho otros compatriotas suyos a la famosa Expedici¨®n a Egipto de Bonaparte. En el Peloponeso, el grupo fue el primero en excavar en Olimpia y descubrir el gran templo de Zeus¡
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