Los nuevos pobres de S?o Paulo: la pandemia lleva a familias enteras a vivir en la calle
El crecimiento del PIB es desigual y deja atr¨¢s a los m¨¢s vulnerables. La falta de trabajo y los desahucios en la ciudad m¨¢s rica de Brasil cambia el perfil de los sin techo
S?o Paulo vive una contradicci¨®n. En la ciudad m¨¢s rica de Brasil, capital del estado m¨¢s rico del pa¨ªs, m¨¢s de 20.000 personas viven en la calle. Es una crisis que se ha agravado durante la pandemia de coronavirus y que ha llevado a familias enteras a la calle, como atestigua la pareja formada por Maxwell Oliveira, de 36 a?os, y Ver?nica Aparecida Medeiros, de 33. Junto con sus hijos Pablo, de 10 a?os, y Brenei, de 8, ellos tuvieron que abandonar su casa a finales del a?o pasado.
¡°A causa de esa pandemia, perd¨ª mi trabajo el 7 de diciembre. Llevaba tres a?os trabajando como empleado en Burger King¡±, dijo el hombre. Su mujer era empleada de limpieza y se qued¨® en paro al mismo tiempo. Lo que ocurri¨® con ambos es un retrato de lo que muestran las cifras del Producto Interno Bruto (PIB) brasile?o publicadas este martes: aunque creci¨® un 1,2% en el primer trimestre, por encima de las expectativas del mercado, la recuperaci¨®n es desigual ¡ªel sector de los servicios creci¨® un 0,4%, anclado en la ca¨ªda del consumo de los hogares, mientras que el desempleo en el mismo periodo aument¨® y ha alcanzado los 14,8 millones de personas. Para los economistas, la falta de acciones efectivas contra la pandemia, como la vacunaci¨®n masiva, conlleva la posibilidad de un futuro a¨²n m¨¢s oscuro.
Es el mediod¨ªa del 4 de mayo, un martes, y la familia hace fila junto a otras 500 personas que esperan una donaci¨®n de alimentos. Todos los d¨ªas, a la misma hora, van a la ONG Movimento Estadual da Popula??o em Situa??o de Rua, a pocas manzanas del Ayuntamiento, para comer algo. Cuando trabajaban, Maxwell y Ver?nica recib¨ªan juntos unos 2.500 reales al mes. No es mucho para una ciudad tan cara como S?o Paulo, pero suficientes para pagar 800 reales en el alquiler de una casa de dos habitaciones en el barrio de Bel¨¦m, en la zona este de la capital. ¡°Ten¨ªamos de todo, pero cuando perdimos el trabajo ya no pudimos pagar el alquiler y nos fuimos a la calle. Afortunadamente nos acogieron en un refugio¡±, dice el hombre.
La rutina de la familia ha cambiado completamente desde que se qued¨® sin hogar. Durante el d¨ªa, los adultos, casi siempre acompa?ados por los dos ni?os, reparten curr¨ªculos en negocios y tiendas con la esperanza de conseguir un trabajo. ¡°Estoy acostumbrado a trabajar. Siempre he trabajado y esta situaci¨®n es muy dif¨ªcil para nosotros... es muy dif¨ªcil¡±, cuenta Maxwell. El desayuno se sirve en el refugio del Ayuntamiento, pero siempre est¨¢n buscando donaciones para las otras comidas. Sus hijos estudian en escuelas municipales de los barrios de Santa Cecilia y Bela Vista, pero los vaivenes de las restricciones han afectado a sus rutinas escolares, su tiempo de ocio y su tiempo con otros ni?os, as¨ª como la flexibilidad laboral de sus padres. Incluso pueden permanecer en el refugio todo el d¨ªa, pero a partir de cierta hora ya no pueden salir.
¡°Sigo pensando en los ni?os, que tienen esa energ¨ªa extra, y no pueden estudiar...¡±, dice el padre. La madre cuenta que la familia siempre est¨¢ en contacto con los profesores. El tel¨¦fono m¨®vil es la herramienta que permite a los ni?os seguir los contenidos de forma virtual. ¡°Pero no siempre tenemos cr¨¦dito, as¨ª que se hace dif¨ªcil¡±, aclara.
Un nuevo perfil
Formada mayoritariamente por hombres no acompa?ados, la poblaci¨®n de la calle de S?o Paulo ha experimentado un cambio de perfil que se aceler¨® durante la crisis sanitaria. Ahora, familias enteras, incluidas mujeres que son madres solteras, engrosan ese contingente. Este es el caso de Monica da Silva, de 33 a?os. Tras separarse, volver a casa de su madre y enfrentarse a los conflictos familiares, hace casi un a?o decidi¨® dejarlo todo y salir a la calle en plena pandemia con sus hijos: Mar¨ªa Eduarda, de 12 a?os, Julia, de 8, y Alana, de 2. Se fueron a vivir a la Pra?a da S¨¦, en pleno centro de S?o Paulo, con otras decenas de personas. ¡°Ser madre soltera es ser padre y madre al mismo tiempo. Incluso puedes ganar un salario m¨ªnimo, pero luego tienes que pagar el alquiler, la comida, la ropa, los zapatos... Y tambi¨¦n tienes que pagar a alguien para que cuide a tus hijos mientras trabajas, porque nadie lo hace gratis¡±, explica. Su flexibilidad es a¨²n menor con las clases presenciales interrumpidas, dice. Aun as¨ª, las ni?as mayores est¨¢n matriculadas en una escuela municipal de Bela Vista, aunque apenas pueden seguir el ritmo de las clases virtuales.
En su ¨²ltimo matrimonio, M¨®nica y su marido ganaban unos 3.000 reales al mes. Sol¨ªa hacer servicios de limpieza e incluso ten¨ªa un trabajo con contrato. Viv¨ªa en una casa de tres habitaciones en el barrio Bel¨¦n. Ahora, separada y alejada del resto de su familia, ve c¨®mo los trabajos son cada vez m¨¢s escasos a causa de la pandemia. Tiene que recoger y vender botellas de pl¨¢stico y latas a un centro de reciclaje, y gana hasta 400 reales (aproximadamente 78 d¨®lares) al mes, pero sus exmaridos no le han pagado la pensi¨®n alimenticia en mucho tiempo, desde antes de la pandemia.
¡°En tiempos normales hay m¨¢s formas de ganar dinero. Haces un poco de limpieza aqu¨ª, vendes dulces all¨ª. Pero ahora las formas de ganar dinero han disminuido¡±, explica, mientras amamanta a su hija peque?a. ¡°Tengo el deseo de montar una chatarrer¨ªa, pero mis limitaciones econ¨®micas no me lo permiten. Tampoco termin¨¦ la escuela, as¨ª que eso disminuye a¨²n m¨¢s las posibilidades¡±, se lamenta.
Los datos son escasos y no hay estad¨ªsticas recientes sobre la poblaci¨®n que vive en las calles de S?o Paulo. El ¨²ltimo censo es de 2019, cuando se contabilizaron 24.344 personas. La Secretar¨ªa Municipal de Asistencia y Desarrollo Social confirm¨® a EL PA?S que adelantar¨¢ el pr¨®ximo recuento, que deb¨ªa realizarse en 2023, para el segundo semestre de este a?o.
El aumento de este contingente de poblaci¨®n es visible a los ojos de quienes pasean por la ciudad. ¡°La posibilidad de registrar a m¨¢s de 30.000 personas es muy alta. La pandemia lo ha acentuado, pero incluso sin ella esta poblaci¨®n ya estaba aumentando¡±, explica Juliana Reimberg, experta en pol¨ªticas p¨²blicas dirigidas a la poblaci¨®n de la calle. La ¨²nica encuesta nacional, realizada por el Instituto de Investigaci¨®n Econ¨®mica Aplicada (IPEA), estima que en septiembre de 2012 hab¨ªa m¨¢s de 92.000 personas viviendo en la calle en todo el pa¨ªs. En marzo de 2020, cuando la pandemia apenas comenzaba, ya hab¨ªa m¨¢s de 221.000.
Casi la mitad de las personas sin hogar de S?o Paulo est¨¢n alojadas en albergues del Ayuntamiento, como la familia de Maxwell y Ver?nica. En otros casos, como Vanessa Ferreira y sus tres hijas, la soluci¨®n es vivir dentro de una tienda de campa?a bajo un paso elevado, en la avenida Cruzeiro do Sul, cerca de la estaci¨®n de metro de Santana, en la zona norte. Dejaron de vivir bajo un techo en 2019, cuando se incendi¨® la favela donde viv¨ªan, Zaki Narchi, en el barrio de Carandiru. Desde entonces est¨¢n en la calle. ¡°Todav¨ªa no he conseguido el dinero para comprar los materiales y montar mi barraco¡±, cuenta Vanessa, que hace trabajos espor¨¢dicos como vendedora. Pero la crisis econ¨®mica de la pandemia tambi¨¦n le hizo la vida m¨¢s dif¨ªcil y retras¨® su regreso a la favela. ¡°Si hab¨ªa un evento futbol¨ªstico, me llevaba agua y la vend¨ªa toda. Era imposible no ganar dinero¡±, dice. ¡°En un mes pod¨ªa ganar unos 3.000 reales. Como no pag¨¢bamos alquiler, viv¨ªamos bien, de verdad. Ahora no hay nada que puedas hacer¡±.
Aumento de la pobreza
Los datos sobre esta reciente movilidad social tambi¨¦n son limitados, pero muestran que el hambre y la pobreza han vuelto a acechar a millones de familias en Brasil. Seg¨²n FGV Social, la desaceleraci¨®n econ¨®mica, unida a la interrupci¨®n en diciembre del primer paquete de ayuda de emergencia de 600 reales (117 d¨®lares), ha sumido a millones de brasile?os en la pobreza. En 2019, Brasil ten¨ªa unos 24 millones de personas, el 11% de la poblaci¨®n, que viv¨ªan con menos de 246 reales al mes, en situaci¨®n de extrema pobreza. La cifra ascendi¨® a 35 millones, el 16% de la poblaci¨®n, seg¨²n FGV, que utiliz¨® datos de la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (PNAD).
La clase C (con ingresos familiares a partir de 2.004 reales, 390 d¨®lares, seg¨²n FGV Social) est¨¢ siendo desplazada a las clases D y E. Estas, a su vez, suelen ser empujadas a la calle. ¡°Cuando se produce ese gran cambio, es porque los v¨ªnculos familiares ya estaban debilitados o por factores como el consumo de drogas. En el caso de las mujeres, muchas son v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica¡±, explica Reimberg.
¡°Muchos de los nuevos residentes estaban a punto de perder su vivienda, pero la ayuda de emergencia lleg¨® y pudieron mantenerse un poco m¨¢s¡±, explica Robson Mendon?a, fundador del Movimiento Estatal de la Poblaci¨®n sin Hogar. ¡°Muchos residentes comenzaron a quejarse de que no hab¨ªan comido durante dos d¨ªas. El primer d¨ªa distribuimos 20 comidas. El segundo, 150. En el tercero, 400¡å, dice. Calcula que se distribuyen entre 500 y 700 fiambreras diarias durante el almuerzo, de domingo a domingo. Desde el 27 de febrero de 2020 hasta el 3 de mayo de 2021 hubo 15.000 comidas y 460 cestas de alimentos.
¡°El perfil de los que llegan ahora a la calle es totalmente diferente. En cuanto a la educaci¨®n, en cuanto a la postura y la forma de hablarnos¡±, dice Kak¨¢ Ferreira, fundadora de la ONG Anjos da Noite, que tambi¨¦n distribuye alimentos los s¨¢bados. ¡°Cuando el personal da ropa o comida, incluso la forma de guardarla es diferente. Son personas muy tristes, desmotivadas, que no est¨¢n acostumbradas a vivir en la calle¡±.
Sin lugar para las familias
Para Reimberg, el perfil cambiante de la poblaci¨®n de la calle tambi¨¦n representa un reto en t¨¦rminos de pol¨ªticas p¨²blicas. El modelo tradicional es el de un centro de acogida, orientado sobre todo a los hombres no acompa?ados. ¡°Son servicios con m¨¢s de 100 personas, con literas una al lado de la otra, a veces en cobertizos¡±, explica. El reto, contin¨²a, es hacer que las personas que ten¨ªan cierta autonom¨ªa y se ven obligadas a ir a la calle por el contexto econ¨®mico, a causa de los desahucios, tambi¨¦n sean acogidas. ¡°Estos centros est¨¢n pensados para personas que ya han roto los lazos familiares y pernoctaban en la calle¡±, explica.
Hay pocos refugios que acojan a familias enteras. En el de hombres, el horario es m¨¢s restringido y no se permite la entrada con ni?os. En el de mujeres, los ni?os pueden entrar, pero no pueden quedarse solos. ¡°?C¨®mo una mujer va a conseguir un trabajo as¨ª?¡±, se pregunta Reimberg. ¡°Tenemos una asistencia que est¨¢ reproduciendo l¨®gicas patriarcales, donde la mujer tiene que quedarse con los hijos y el hombre tiene que buscar trabajo¡±.
Ver?nica vive estas dificultades a diario, a pesar de estar en uno de los pocos centros de acogida para familias. ¡°A las 8 de la tarde tenemos que estar all¨ª. Tiene una lavander¨ªa com¨²n y muchas reglas. Necesito recuperar mi autonom¨ªa, pero es muy dif¨ªcil debido a esta pandemia¡±, se lamenta. Su marido, Maxwell, da detalles sobre el d¨ªa a d¨ªa en este centro de acogida. ¡°Hay muchos consumidores de drogas, siempre hay peleas, confusi¨®n... El otro d¨ªa un chico quiso agarrar a la chica en el ascensor ?C¨®mo hago, con dos ni?os y sin poder cerrar la puerta?¡±, se pregunta. Su familia es muy reservada y trata de mantenerse al margen de esta vida cotidiana. ¡°Sigo pensando en mi esposa. Para cuando la persona va a cambiarse de ropa, es una situaci¨®n embarazosa. Pero gracias a Dios tenemos al menos eso¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.