La polarizaci¨®n del movimiento feminista empa?a la protesta del D¨ªa de la Mujer
La brecha abierta en el Gobierno de coalici¨®n por la ¡®ley trans¡¯ y el malestar por las rebajas de penas a delincuentes sexuales se filtran a la calle y miles de mujeres se sienten obligadas a elegir este mi¨¦rcoles, 8-M, entre dos marchas diferentes
Ada Santana coge un vuelo este mi¨¦rcoles: Madrid-Las Palmas de Gran Canaria. Quiere llegar a la manifestaci¨®n del 8-M all¨ª. Una ¨²nica convocatoria. La de la Red Feminista de Gran Canaria, a las 19.00, desde el parque San Telmo. Santana, presidenta de la Federaci¨®n de Mujeres J¨®venes, explica que si se queda en Madrid tendr¨¢ que decidir a cu¨¢l de las dos marchas acudir. Y no quiere: ¡°Al final, estar en una u otra es tomar una posici¨®n muy definida, como marcarse¡±. En apenas un a?o, salir a la calle este mi¨¦rcoles ¡ªen Madrid como en otras muchas ciudades de Espa?a, donde tambi¨¦n habr¨¢ dos recorridos¡ª parece haberse convertido m¨¢s en una suerte de posici¨®n en torno a la ley trans, el Ministerio de Igualdad e Irene Montero, que en una reivindicaci¨®n de las decenas de cuestiones que todav¨ªa lastran a las mujeres: feminicidios, violencia sexual, brecha salarial o en las pensiones, la falta de derechos de las migrantes, desigualdad en los cuidados, trata y explotaci¨®n sexual o techos de cristal.
El contexto, sin embargo, es m¨¢s complejo que un a favor o en contra de una norma o de una ministra. Se cruzan multitud de elementos sociales y pol¨ªticos para que en unas horas la imagen del feminismo en Espa?a sea la de un movimiento resquebrajado, como ya ocurri¨® el a?o pasado. Para Julia, por ejemplo, que ya dej¨® de ir a la manifestaci¨®n con algunas de las amigas con las que hab¨ªa acudido siempre: ¡°Ya ni siquiera hablamos de eso, aunque hablamos todos los d¨ªas por WhatsApp. El tema del 8-M ya no se toca¡±.
La ruptura no es nueva. En 2022, por primera vez en la historia, el feminismo march¨® separado. Volvi¨® a suceder el D¨ªa Internacional contra la Violencia de G¨¦nero, el 25 de noviembre, y ocurrir¨¢ de nuevo esta tarde. Y aunque se hable de divisi¨®n, no es a partes iguales. La realidad responde m¨¢s a la escisi¨®n de una parte del movimiento, por ahora minoritaria, que a una separaci¨®n. Aunque se escenifique en la capital como tal con dos marchas convocadas con media hora de diferencia y recorridos distintos.
Una es la del Movimiento Feminista de Madrid, abolicionistas y con una marcada posici¨®n contraria a la llamada ley trans, porque, arguyen, supone ¡°el borrado de las mujeres¡±; son el grupo que se ha desvinculado de la convocatoria habitual por esos motivos, a los que este a?o suman las consecuencias de la ley del solo s¨ª es s¨ª ¡ªlas rebajas de penas y excarcelaciones a reos de delitos sexuales¡ª, y piden para este D¨ªa de la Mujer el cese o la dimisi¨®n de Irene Montero y la reprobaci¨®n de Pedro S¨¢nchez como ¨²ltimo responsable de las pol¨ªticas de Igualdad.
La otra es la de la Comisi¨®n 8-M, la organizadora desde hace d¨¦cadas del recorrido de este mi¨¦rcoles, integrada por decenas de colectivos y con un apoyo visible a la norma y a la incorporaci¨®n de la agenda LGTBIQ a la feminista. Su logo este a?o va rodeado por los colores de la bandera trans: azul, blanco y rosa. Vicky Garc¨ªa, una de las portavoces, recuerda que ¡°solo hay que ver la genealog¨ªa [del movimiento feminista] para ver que la cuesti¨®n trans que ahora se usa de forma partidista estaba sobre la mesa desde hace tiempo, y los discursos contrarios generan odio y violencia y se ponen en cuesti¨®n sus derechos¡±.
Ambas posiciones comparten demandas como la defensa de la sanidad p¨²blica, acabar con el empobrecimiento de las mujeres o los asesinatos machistas. Pero las separan dos cuestiones. Una de forma tajante: la normativa para el colectivo LGTBIQ. Y otra no tan definida: la prostituci¨®n. Mientras que la Comisi¨®n 8-M hace una distinci¨®n entre prostitutas ¡ªque tambi¨¦n forman parte de sus filas¡ª y v¨ªctimas de trata y explotaci¨®n sexual, el Movimiento Feminista de Madrid no recoge esa opci¨®n y se declara abolicionista de la prostituci¨®n, como explica Ana de Blas, una de sus portavoces, al tel¨¦fono: ¡°No hay discusi¨®n en la negativa a comercializar con el cuerpo de las mujeres, para eso naci¨® el feminismo, para dejar de ser propiedad de los hombres¡±.
En ambas, sin embargo, ir¨¢n mujeres abolicionistas y algunas no perciben diferencia entre las dos marchas en esta cuesti¨®n. Muchas de ellas creen que este a?o las protestas est¨¢n politizadas. ¡°Politizada¡± es una palabra que se repite. Marta Fraile, cient¨ªfica titular del CSIC, menciona una encuesta online, representativa ¡ªcon poblaci¨®n entre los 16 y los 75 a?os¡ª, que hicieron en diciembre dentro del proyecto GenderedPsyche, que ella dirige en el Instituto de Pol¨ªticas y Bienes P¨²blicos. El objetivo era analizar los estereotipos de g¨¦nero en la sociedad, sobre todo entre la gente joven. Encontraron que un 57% ¡°opina que el feminismo se ha politizado de forma excesiva¡±, un 41% est¨¢ de acuerdo con que ¡°el feminismo actual ha dividido a la sociedad¡± y, lo que ella define lo m¨¢s preocupante, un 29,5% piensa que ¡°el feminismo promueve el odio hacia los hombres¡±.
Todo ello en un momento en el que Espa?a tiene un Gobierno de coalici¨®n que ha venido a calificarse como el m¨¢s feminista de la historia. Y que tambi¨¦n llega a este 8-M m¨¢s dividido que en ning¨²n otro momento de la legislatura, primero por la ley trans, que provoc¨® un cisma no solo entre los socios, sino tambi¨¦n interno en el propio PSOE; ahora por la reforma de la Ley de Libertad Sexual, que el martes en el Congreso tuvo la escenificaci¨®n con la votaci¨®n de la toma en consideraci¨®n de la propuesta socialista sin consenso con Unidas Podemos y sin el aval de Montero, de cuyo ministerio sali¨® el primer texto de esta norma. Con los votos a favor del Partido Popular y algunos socios minoritarios y la abstenci¨®n de Vox. La herida fue patente. Un d¨ªa antes de este 8 de marzo. ¡°Lo han roto todo¡±, espet¨® Pilar Vallugera, de Esquerra Republicana de Catalu?a, uno de los socios parlamentarios del Gobierno, dirigi¨¦ndose a la bancada del Ejecutivo. ¡°Las mujeres no se merecen la ruptura¡±, a?adi¨®.
¡°Es la primera vez que el feminismo institucional est¨¢ dividido¡±, apunta la polit¨®loga Silvia Claver¨ªa, que asegura: ¡°Siempre hab¨ªa primado un partido con esta visi¨®n [el PSOE] y ahora, cuando tiene que compartir el poder, surgen pugnas, y a veces pugnas artificiales, como la que ahora los socialistas tienen con Unidas Podemos, pero que son recientes, porque a la ley trans el PSOE le hab¨ªa dado su apoyo¡±.
?Es parad¨®jico? Fraile cree que quiz¨¢s ha habido una ¡°idealizaci¨®n¡± de 2018, ese momento en el que Espa?a se convirti¨® en epicentro del feminismo con una manifestaci¨®n y una huelga hist¨®ricas, y la idea de que Espa?a, de repente, era feminista, de forma transversal. Tan transversal que incluso la derecha se sum¨®, aunque no de lleno, al movimiento. ¡°Pero si se estudia la historia, siempre ha habido debates y grupos, aunque era algo m¨¢s de nicho y no se conoc¨ªa. Cuando de repente algo se mueve como ocurri¨® aquel a?o y tiene un apoyo tan grande, cuando se habla de ello en las redes sociales y en los medios, tambi¨¦n en los tradicionales, cuando adem¨¢s llega al poder un Ejecutivo que incorpora a la agenda pol¨ªtica parte de las demandas feministas y las pone en el centro, y se habla, mucho, en el Parlamento de ello, la cosa cambia. Y cambia m¨¢s cuando se tiene a un partido como Vox al lado¡±, explica Fraile.
Cuando algo deja de ser secundario y pasa a ser una prioridad, todo lo que conlleva tambi¨¦n adquiere relevancia. Tambi¨¦n los disensos. Esas claves las comparte Bego?a Leyra, doctora en Antropolog¨ªa especializada en g¨¦nero. Cree que esos ¡°disensos¡± han crecido hasta provocar la ruptura ¡°visible¡± en el momento el que el movimiento deja de ser solo pol¨ªtico ¡ª¡±como siempre lo ha sido, el feminismo es pol¨ªtico¡±¡ª, y pasa a ser partidista y a estar politizado, a dividir; ¡°ese es el punto de inflexi¨®n¡±.
Desde diferencias irreconciliables hasta tristeza
Dos bandos, no igual de masivos, que han provocado discusiones furibundas por la ley trans en madres e hijas, entre amigas, entre compa?eras de trabajo. A Isabel, que andaba con un pie en Espa?a y el otro en el Reino Unido por cuestiones de trabajo, acab¨® haci¨¦ndole poner ambos pies en este ¨²ltimo. ¡°Signific¨® romper con mucha gente. Mujeres que primero fueron maestras, luego amigas, luego compa?eras de trabajo y que luego se posicionaron en din¨¢micas de: ¡®Est¨¢s conmigo o contra m¨ª y, si est¨¢s contra m¨ª, te cancelamos¡¯. Y me cancelaron. El feminismo tiene que construir desde todas las perspectivas y no utilizar las herramientas del patriarcado, porque se deslegitima¡±, dice en una nota de voz desde Londres.
En otros lugares, la ¡°voluntad de la uni¨®n para este 8-M¡± fue mayor que las discrepancias, cuenta al tel¨¦fono Lola Rodr¨ªguez desde Ja¨¦n, donde los distintos colectivos se reunieron a mediados de febrero para acordar una ¨²nica manifestaci¨®n ¡°a pesar de las diferencias¡±. Y tambi¨¦n existen otros lugares donde hay mujeres a las que no les toca tan de cerca esta divisi¨®n, aunque s¨ª la pelea que se ha dado en torno a ella.
Entre aquellas que no ven el feminismo desde una ¨®ptica te¨®rica o no est¨¢ tan inmersas en ¨¦l, hay algunas a las que los debates de los ¨²ltimos a?os no les han afectado, como Gema, que se manifestar¨¢ en su pueblo de Toledo, de la misma manera que lleva haciendo 10 a?os, porque para ella ¡°nada ha cambiado¡±. Y tambi¨¦n hay otras en las que m¨¢s que forjar posiciones o inter¨¦s, las ha desalentado y prefieren distanciarse. Nuria, de 67 a?os, no ir¨¢ por primera vez desde hace dos d¨¦cadas a la manifestaci¨®n. Marta, de 23, tampoco: est¨¢ ¡°cabreada¡± y le ¡°cuesta¡± entender qu¨¦ est¨¢ pasando, porque no ve ¡°el problema, por ning¨²n sitio, en dar derechos al colectivo trans¡±. Y Eva cree que este a?o se va a saltar la movilizaci¨®n: ¡°He lanzado un par de globos sonda a diferentes amigas y noto un desapego brutal con el tema. Creo que la divisi¨®n y la doble manifestaci¨®n, y que encima una sea contra la ley trans, nos echa para atr¨¢s¡±.
Lo que s¨ª ha provocado en todas, en las expertas y entre la sociedad, es tristeza. Leyra, la antrop¨®loga, lo ejemplifica as¨ª: ¡°Cada a?o, cuando empiezo mis clases, me presento como feminista. El a?o que viene, ?qu¨¦ tengo que decir?, ?qu¨¦ tipo de feminista soy?, ?radical, marxista, de la diferencia? Parece que hay que dar ya todas estas explicaciones. Es de un reduccionismo asombroso. Y la manifestaci¨®n se ha convertido en una especie de imposici¨®n para que te posiciones, a veces de forma m¨¢s directa; otras, m¨¢s sutil. A m¨ª no me importa decir mi posici¨®n, soy transinclusiva. Pero esto ha generado incomodidad incluso para verbalizar nuestras convicciones y nuestras dudas. Nos ha costado a?os poder decir fuera del movimiento: ¡®Soy feminista¡¯. Y ahora, dentro, hay que ver qu¨¦ dices para no dejar de serlo¡±.
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