La entrada de las disidencias enciende la pol¨¦mica sobre la paz total
Los acercamientos del Gobierno de Gustavo Petro con facciones guerrilleras que se apartaron del proceso de paz despiertan resistencias

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Los acercamientos del Gobierno de Gustavo Petro con las disidencias de la extinta guerrilla de las FARC, como parte de su ambiciosa b¨²squeda de la paz total, ha abierto un espinoso debate en Colombia. El comisionado de paz, Danilo Rueda, se reuni¨® el s¨¢bado en Caquet¨¢ con una facci¨®n que comanda alias Calarc¨¢, una suerte de heredero de algunas de las estructuras que encabezaba Gentil Duarte. Acompa?adas de observadores internacionales, las dos partes expresaron su disposici¨®n a un ¡°cese al fuego bilateral¡± en un comunicado que habla del ¡°Estado Mayor Central¡± de las FARC-EP, el antiguo nombre de la que fue la mayor guerrilla de Am¨¦rica Latina. Tanto la noticia como el lenguaje escogido encendieron la discusi¨®n sobre el dif¨ªcil encaje de las disidencias en las nuevas pol¨ªticas de paz.
La guerra que el acuerdo de paz buscaba extinguir todav¨ªa arde en distintos rincones de Colombia. En el pa¨ªs persisten seis conflictos armados internos, y la mitad de ellos involucran facciones disidentes, de acuerdo con el balance del Comit¨¦ Internacional de la Cruz Roja (CICR), que ha advertido que en el primer semestre de 2022 se vio un aumento significativo de la violencia. A pesar del desarme de las FARC, diversos grupos han copado el vac¨ªo que dejaron. Entre ellos, las disidencias que se apartaron de los di¨¢logos de La Habana, a las que, entre otras, se atribuye la masacre de siete polic¨ªas cerca de la ciudad de Neiva a comienzos de mes. ¡°Estos hechos expresan un claro saboteo a la paz total¡±, se?al¨® en su momento el propio presidente Petro.
El mandatario sostiene desde antes de llegar al poder la tesis de la paz peque?a y la paz grande. ¡°La grande siempre la conceb¨ª como el gran acuerdo entre toda la sociedad, no exclusivamente entre el Estado y un grupo guerrillero¡±, escribi¨® en su libro Una vida, muchas vidas (Planeta, 2021). Su naciente mandato se propone no solo darle un nuevo impulso a la implementaci¨®n del acuerdo con las FARC, tambi¨¦n retomar los di¨¢logos con el ELN, as¨ª como avanzar en una pol¨ªtica de sometimiento para otros grupos criminales. Entre ellos, el Clan del Golfo, la mayor banda narcotraficante del pa¨ªs, heredera de los paramilitares. A¨²n no es claro el lugar que ocupar¨ªan las disidencias en la paz total, un asunto problem¨¢tico por varias razones.
El grueso de los excombatientes de las FARC ha transitado hacia la legalidad. M¨¢s del 90% de los firmantes del acuerdo, unos 13.000 exguerrilleros, han cumplido con sus compromisos. Pero las disidencias, en plural, son estructuras armadas que han logrado en muchas regiones desestabilizar las condiciones de seguridad, adem¨¢s de sabotear los esfuerzos de construcci¨®n de paz y amenazar las garant¨ªas de seguridad para los exguerrilleros y sus familiares contempladas en los acuerdos. El Gobierno de Iv¨¢n Duque sol¨ªa vincularlas principalmente al narcotr¨¢fico y la miner¨ªa ilegal, aunque sus motivaciones no siempre han estado asociadas ¨²nicamente a las econom¨ªas ilegales. Son m¨¢s de una veintena de grupos.
El fen¨®meno comenz¨® cuando en la recta final de las negociaciones de La Habana una de las estructuras m¨¢s representativas de las FARC, el Frente 1, que operaba en el sureste del pa¨ªs, public¨® a mediados de 2016 un comunicado en el que se apartaba del proceso, al que tild¨® como una ¡°traici¨®n¡±. Ese anunci¨® provoc¨® que la dirigencia de las FARC expulsara a cinco mandos que desafiaron la verticalidad de la insurgencia, entre ellos Gentil Duarte, al que antes hab¨ªan enviado a la zona para intentar poner orden. Desde entonces surgieron otras facciones en distintas regiones.
El tema de las disidencias adquiri¨® otra dimensi¨®n cuando Iv¨¢n M¨¢rquez, quien fuera jefe negociador en los di¨¢logos con el Gobierno, anunci¨® en agosto de 2019 que retomaba las armas junto a otros jefes de las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia que se hab¨ªan apartado de sus compromisos con la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP), el sistema de justicia transicional. Sus intentos para unirse con Gentil Duarte y sus socios se estrellaron con la resistencia de esas estructuras, que ya ten¨ªan una importante influencia en el suroriente de Colombia y al otro lado de la frontera con Venezuela. Aunque no hubo ninguna desbandada, como se temi¨® en un primer momento, el fuego de las disidencias ha estado alimentado por nuevas din¨¢micas de reclutamiento forzado, a menudo de menores de edad.
Las corrientes de Gentil Duarte e Iv¨¢n M¨¢rquez, que se hizo llamar la Segunda Marquetalia (por el lugar donde nacieron las FARC hace m¨¢s de medio siglo), se consolidaron pronto como las m¨¢s notorias. Ambas fueron designadas por el Gobierno de Estados Unidos hace cerca de un a?o como organizaciones terroristas, cuando Washington retir¨® de esa lista negra a las FARC, ya desarmadas y convertidas en un partido pol¨ªtico con representaci¨®n en el Congreso. Las disidencias de Duarte y M¨¢rquez tambi¨¦n entablaron una guerra a muerte, principalmente del otro lado de la frontera. As¨ª fueron cayendo en confusos enfrentamientos los principales l¨ªderes de ambas facciones, incluido Duarte. M¨¢rquez, por su parte, sufri¨® un atentado pero sigue vivo, seg¨²n ha confirmado el propio comisionado de paz.
Con esos antecedentes, varias voces han ventilado sus reparos, entre ellas los de los arquitectos del hist¨®rico pacto con las FARC. ¡°No estoy de acuerdo con reabrir negociaciones con Iv¨¢n M¨¢rquez, ellos tuvieron su oportunidad¡±, ha dicho el senador Humberto de la Calle, quien fuera jefe negociador del gobierno en La Habana, al indicar que el ¨²nico camino que les queda es el sometimiento. En el mismo sentido se expres¨® el excomisionado de paz Sergio Jaramillo, quien ha advertido sobre los riesgos de acabar por politizar el crimen organizado. ¡°Tratarlos como una insurgencia en t¨¦rminos de una negociaci¨®n pol¨ªtica es un enorme error estrat¨¦gico¡±, le dijo Jaramillo a W Radio.
El actual gobierno ¡°en ninguna circunstancia¡± va a negociar o renegociar el acuerdo con las FARC, que es ¡°inalterable¡±, ha reiterado el senador Iv¨¢n Cepeda, que impulsa desde el Congreso la paz total, en un intento por calmar las aguas. ¡°En el futuro lo ¨²nico que corresponde es implementarlo al pie de la letra de manera ¨ªntegra e integral¡±, y ese es el compromiso del presidente Petro, afirm¨® Cepeda en una respuesta p¨²blica a De la Calle.
Sin embargo, varios observadores coinciden en que concederles a las disidencias una vocer¨ªa a nombre de las FARC es cuando menos inconveniente. Adem¨¢s de que referirse a ellas como Estado Mayor Central desconoce el acuerdo firmado con las antiguas FARC, ¡°a¨²n no es cierto hasta qu¨¦ punto este grupo tenga esa unidad de mando y esa capacidad de coordinar una negociaci¨®n a nivel nacional de todas las disidencias con el Estado¡±, advierte Jorge Mantilla, de la Fundaci¨®n Ideas para la Paz (FIP).
¡°Las FARC se desmovilizaron como parte del acuerdo de paz y no existen m¨¢s en Colombia. Cumplir con el acuerdo, y cumplirle a la enorme mayor¨ªa de los excombatientes que cumplieron con lo acordado, exige tambi¨¦n ser firme y contundente con las disidencias. Est¨¢ muy bien que el gobierno busque implementar una pol¨ªtica de ¡®paz total¡¯, pero para que esta pol¨ªtica sea exitosa hay que pensar con cuidado con qui¨¦nes se negocia y de qu¨¦ forma¡±, se?ala Juan Pappier, investigador senior de Human Rights Watch. ¡°Cuando se negoci¨® el acuerdo era claro que aquellos que no cumpl¨ªan iban a estar sujetos a todo el peso de la ley. Hoy, como mucho, les podemos abrir las puertas para que se sometan a la justicia con ciertos beneficios, pero Colombia no puede abrir las puertas a una nueva negociaci¨®n pol¨ªtica con los que traicionaron el acuerdo de paz¡±, subraya.
¡°Lo de la paz total es, por ahora, una propuesta que suena muy bien, pero requiere estrategias distintas para cada organizaci¨®n y mucha coordinaci¨®n. Al ELN no le gusta ni cinco que lo metan en el mismo costal con el Clan del Golfo¡±, dice Angelika Rettberg, profesora de la Universidad de Los Andes experta en resoluci¨®n de conflictos armados que no vislumbra caminos para hacer encajar a las disidencias. La nueva pol¨ªtica de paz, de la que todav¨ªa quedan muchos detalles por conocer, se topa con sus primeros escollos.
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