Mujeres que trasnochan y se manchan los dedos con tinta
La acad¨¦mica Sandra S¨¢nchez desanda la historia sepultada de un grupo de periodistas colombianas que se adelant¨® en los a?os 40, 50 y 60 en las luchas contra la exclusi¨®n
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Hay frases e individuos capaces de resumir con facilidad las limitaciones o taras de cada tiempo. Es posible que Jaime San¨ªn Echeverri (1922-2008), periodista y columnista del diario conservador El Colombiano de Medell¨ªn, fuera uno de ellos. En su opini¨®n, el periodismo no era un oficio apto para las mujeres porque pensaba que las largas jornadas de trasnocho, las cargas de adrenalina que supone llevar a cuestas los errores de impresi¨®n y erratas, o el simple hecho de tener que untarse los dedos con tinta las inhabilitaba para entrar en las redacciones de la ¨¦poca. Sagredo, como firmaba sus columnas, insist¨ªa en que el mundo femenino deb¨ªa ser, por el contrario, ¡°delicado, pulcro y dom¨¦stico¡±.
La an¨¦cdota se desarrolla a principios de los 40 del siglo pasado en una ciudad celosa de sus tradiciones como Medell¨ªn, y forma parte del libro Battles for belonging (Lexington Books, 2024), de la doctora en Historia y acad¨¦mica del Centro de Estudios en Periodismo (CEPER) de la Universidad de los Andes Sandra S¨¢nchez (Bogot¨¢, 45 a?os). La autora vindica el trabajo period¨ªstico de un pu?ado de mujeres en los a?os 40, 50 y 60 del siglo pasado en publicaciones como las revistas Mireya (1943), Agitaci¨®n femenina (1944) y Mujer (1961), o los semanarios Verdad (1955) y Mundo femenino (1953). ¡°Esta es una historia de la primera mitad del siglo XX a trav¨¦s de los lentes de las mujeres. Es un esfuerzo por completar un hueco evidente que ten¨ªa la historiograf¨ªa, pero tambi¨¦n por evidenciar que muchas de las contradicciones del periodismo y de las mujeres de esos tiempos hoy siguen existiendo¡±, asegura.
El derecho al voto femenino en Colombia fue aprobado el 25 de agosto de 1954. Casi un a?o exacto despu¨¦s de que el ¨²nico y fugaz dictador militar en la historia contempor¨¢nea del pa¨ªs accediera al poder por un lapso de cuatro a?os. Esas son solo fechas y personajes que le sirven a S¨¢nchez para alumbrar con fuerza sobre el anhelo de lucha social de reporteras como Flor Romero, Mariaurora Escovar, Josefina Canal, Mercedes Triana u Ofelia Urib. ¡°Desde las revistas [feministas] se defendi¨® el derecho al voto, claro, pero su idea de ciudadan¨ªa iba mucho m¨¢s all¨¢. Ten¨ªa m¨¢s que ver con una voluntad de intervenci¨®n pol¨ªtica completa, a trav¨¦s del mundo escrito del periodismo, por ejemplo, donde pod¨ªan abordar otras problem¨¢ticas y desvirtuar la mirada de la prensa tradicional elaborada por hombres¡±, dice S¨¢nchez.
Se refiere a la hiperpolitizaci¨®n de un sistema de medios enfrascados en una visi¨®n binaria del mundo. El contenido de cabeceras tradicionales como El Tiempo, El Espectador, El Nuevo Siglo, El Heraldo o Semana sirvi¨® como trinchera para la defensa del proyecto pol¨ªtico de los partidos Liberal y Conservador, omnipresentes en la vida del pa¨ªs hasta finales del siglo XX. Por eso, quiz¨¢s, el foco sobre la violencia rural, las reyertas bipartidistas y los deportes se fue quedando corto para este grupo de mujeres, como explica la acad¨¦mica: ¡°Se hicieron conscientes de que la cobertura dominada por los hombres era incompleta porque al querer legitimar los intereses partidistas y del poder, eran incapaces de indagar o ahondar sobre las causas de la realidad. Del conflicto armado. De la injusticia. Lo que estas mujeres logran es ampliar los contenidos. Poner sobre la mesa otros temas asociados a la tensi¨®n entre la b¨²squeda de autonom¨ªa femenina y el uso pol¨ªtico de su cuerpo¡±.
Asuntos que hoy parecen obvios, pero en esos d¨ªas eran misiles radicales contra un orden centralista, masculino y blanco. Tambi¨¦n es justo decir que su alcance fue limitado. Mujer, fundada por la tambi¨¦n diplom¨¢tica Flor Romero en 1961, fue la que tuvo mayor tirada. Adem¨¢s de ser la primera en utilizar rotativas propias, un lujo que en aquellos a?os 60 solo se pod¨ªa dar el todopoderoso El Tiempo de Bogot¨¢. ¡°En t¨¦rminos de volumen, Mujer fue muy importante. Pero creo que Agitaci¨®n Femenina, fundada en los a?os 40 en Tunja por Ofelia Romero, fue una publicaci¨®n m¨¢s disruptiva¡±, se?ala S¨¢nchez. Su ¨¢rea de influencia fue quiz¨¢s mayor, y su impacto definitivo a la hora de confrontar estereotipos patriarcales y generalizaciones que encasillaban a las mujeres dentro de un rol pasivo en la sociedad.
Sus editoriales y art¨ªculos subrayaban el potencial femenino dentro del mercado de trabajo y los nuevos espacios que se abr¨ªan poco a poco para ganar terreno en los ¨¢mbitos econ¨®micos y de poder. Se trata, en ¨²ltimas, de un trabajo de an¨¢lisis y hemeroteca profundo para rescatar una de las primeras olas feministas en un pa¨ªs suramericano donde las barricadas sociales apelaron con frecuencia a las armas, m¨¢s que a la confrontaci¨®n de las ideas.
Por eso S¨¢nchez abre el angular y recuerda a otras figuras de la lucha latinoamericana como la argentina Paulina Luisi o la brasile?a Bertha Lutz. Personajes que se cruzaban en los pasillos de los congresos regionales desde principios de siglo para diseccionar con rabia e indignaci¨®n los m¨²ltiples problemas que planteaba, por ejemplo, la brecha de acceso a la educaci¨®n, el primer dique de contenci¨®n institucional en el combate contra la exclusi¨®n.
Gracias a la tenacidad de estas voces en Colombia, en 1933 se aprob¨® el decreto de acceso femenino a la educaci¨®n superior y la universidad. Tambi¨¦n en 1953 se blind¨® con seguridad laboral a las mujeres embarazadas o lactantes. Todos estos hechos abarcan la misma ¨¦poca de estudio: ¡°No s¨®lo lo pol¨ªtico estuvo presente, sino adem¨¢s lo cultural. Ofelia Uribe incursion¨® con programas de radio, no como invitada, sino como conductora de un espacio con sello femenino que se suma a la disputa de poder por el qu¨¦ se cuenta, c¨®mo se cuenta y qui¨¦n lo cuenta¡±, detalla S¨¢nchez.
Las d¨¦cadas posteriores vieron una reducci¨®n, al menos en intensidad, de este tipo de publicaciones. M¨¢s mujeres accedieron a las facultades de periodismo o comunicaci¨®n e ingresaron mejor preparadas a las salas de redacci¨®n. Sin embargo, el germen del machismo que brot¨® en aquellos a?os a¨²n es latente en la mayor¨ªa de los medios tradicionales donde la primera generaci¨®n se hizo espacio a punta de empe?o, como mecan¨®grafas o secretarias, antes de dar el salto a secciones como las p¨¢ginas de sociales o de ocio. Un lugar asignado por los directores para limitar sus capacidades y motivo suficiente para que buscaran rumbo propio y se negaran a quedar relegadas al ostracismo.
Ninguna de las periodistas mencionadas salt¨® al terreno para cubrir el conflicto armado en Colombia, como ya lo hab¨ªan hecho otros nombres en Estados Unidos o Europa que desde la guerra civil espa?ola se aventuraban a contar la barbarie humana. Reporteras como Ligia Riveros en los 80, o Martha Ruiz y Juanita Le¨®n en los 90, o Catalina G¨®mez ?ngel en la actualidad. ¡°Yo tampoco quiero glorificar ni idealizar a estas mujeres¡±, matiza la acad¨¦mica. ¡°Me interesa evidenciar las paradojas. Sus acercamientos al poder, su adhesi¨®n acr¨ªtica a los marcos ret¨®ricos de las pol¨ªticas de progreso que llegaban a la regi¨®n desde Estados Unidos o sus silencios sobre otras exclusiones¡±.
S¨¢nchez tambi¨¦n evidencia las paradojas del periodismo, que hoy, al igual que en los a?os 60, se desenvuelve en un terreno inestable: ¡°La precariedad econ¨®mica es lo que termina acabando con cada una de estas publicaciones. Los grandes conglomerados del cono sur van al rescate de algunas de ellas. Sigue habiendo publicaciones, pero marginales y muy intermitentes. Eso tambi¨¦n me interesa, seguir indagando en las peque?as historias de los pocos obstinados que siguen apostando por buscar otras voces, por contar otras vidas¡±.
La pregunta que surge a continuaci¨®n es ?cu¨¢les son los hilos conductores entre las d¨¦cadas que abarca el libro y la era digital y de las redes sociales? El tiempo de hoy, donde confluyen referencias y debates de g¨¦nero, con todo tipo de feminismos, etiquetas y colectivos que han puesto sobre la mesa una mara?a interminable de disputas sobre la naturaleza hist¨®rica, filos¨®fica e institucional del poder.
La disecci¨®n al poder regresa, una vez tras otra, al mismo punto de partida. Cada vez con nuevas capas, algunas m¨¢s brumosas que otras, pero en nuestros d¨ªas amplificada por la ferocidad de las redes sociales: ¡°Los medios militantes y feministas de las dos generaciones en Colombia se parecen en algunas cosas y tienen varias diferencias. Las dos buscan poner temas en la agenda, construir una voz¡±, dice la acad¨¦mica. ¡°Sin embargo, en la primera mitad del siglo pasado las publicaciones no se limitaron a ser solo de nicho. Por su contexto hist¨®rico, antes se buscaba una escucha m¨¢s efectiva. Hoy, cuando ha habido tanto terreno ganado, cada medio est¨¢ replegado sobre su propio contexto y creo que por eso, en ¨²ltimas, est¨¢n menos dispuestos a dialogar con otros actores de la escena pol¨ªtica o los poderosos. Hace 70 u 80 a?os entend¨ªan mejor que para resistir tambi¨¦n hay que untarse de eso¡±.
Estos son nuestros art¨ªculos recomendados de la semana:
La voz de las mujeres afganas
Paridad, una asignatura pendiente en Europa
El grito desesperado de las madres buscadoras: acampar bajo la bandera del Z¨®calo para encontrar a un hijo
Mar¨ªa Elena R¨ªos: ¡°Quiero recuperar la vida que me arrebat¨® Vera Carrizal y comenzar a vivir mis 26 a?os¡±
Marita Perceval: ¡°Estamos en un mundo en que negar derechos es la estrategia¡±
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