El martirio de Ignacio Ellacur¨ªa y los jesuitas de El Salvador: ¡°Eliminaron un liderazgo moral, pol¨ªtico e intelectual¡±
La continuaci¨®n del juicio contra los acusados por la masacre de los sacerdotes y dos mujeres en 1989 revive la figura de un religioso que apost¨® por la paz y la reconciliaci¨®n de un pa¨ªs destruido por la guerra
El activista Benjam¨ªn Cu¨¦llar considera al sacerdote jesuita Ignacio Ellacur¨ªa como un ¡°ap¨®stol¡±. Cu¨¦llar fue director del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (Idhuca) que impuls¨® en la justicia salvadore?a el caso para juzgar a los autores materiales e intelectuales de la masacre de cinco sacerdotes espa?oles, un salvadore?o y dos mujeres ocurrida el 16 de noviembre de 1989 en el campus de la universidad. Cu¨¦llar conoce muy bien los detalles de este proceso en el que comenz¨® a trabajar en 1992 y lamenta que hasta ahora no se haya logrado imponer la verdad sobre aquel hecho fat¨ªdico y que las v¨ªctimas no tengan justicia. Un juzgado de San Salvador abri¨® la pasada semana un proceso contra 11 se?alados, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, tres exmilitares y un exdiputado, de ser lo autores intelectuales del crimen, pero el activista no tiene confianza en que la justicia salvadore?a, controlada por el actual presidente Nayib Bukele, tenga un compromiso real en el caso. La continuidad de este juicio, sin embargo, revive la imagen de un te¨®logo y sus colegas comprometidos con la paz y la reconciliaci¨®n de un pa¨ªs destruido por la guerra. ¡°Deber¨ªa decirse que con Ellacur¨ªa pas¨® un ap¨®stol de Jesucristo por El Salvador¡±, afirma Cu¨¦llar. ¡°Fue un f¨¦rreo promotor y defensor de la salida negociada al conflicto¡±, agrega.
Un conflicto que dej¨® m¨¢s de 70.000 muertos, el 80% de ellos civiles, y que se extendi¨® de 1979 a 1992. Fueron a?os terribles, cuando el ej¨¦rcito salvadore?o combati¨® a las guerrillas del Frente Farabundo Mart¨ª para la Liberaci¨®n Nacional (FMLN) que quer¨ªan imponer un nuevo r¨¦gimen de car¨¢cter socialista. Los sectores econ¨®micos m¨¢s poderosos del peque?o pa¨ªs centroamericano tem¨ªan perder sus privilegios y hab¨ªa un consenso entre las influyentes familias de la naci¨®n por erradicar a la guerrilla. La guerra civil dej¨® hechos que horrorizaron al mundo, como el asesinato del arzobispo ?scar Arnulfo Romero el 24 de marzo de 1980 cuando oficiaba una misa en una capilla de la capital salvadore?a, un atentado perpetrado por un grupo de extrema derecha, o la masacre de misioneras estadounidenses en diciembre de ese mismo a?o, que seg¨²n un informe de la OEA, ¡°fueron brutalmente asesinadas y halladas con se?ales de vejaciones y torturas¡±.
La memoria salvadore?a tambi¨¦n guarda la conocida como masacre de El Mozote, considerada como la peor matanza militar en Am¨¦rica, y perpetuada a manos de militares del Batall¨®n Atl¨¢catl del Ej¨¦rcito salvadore?o, muchos de ellos formados en la Escuela de las Am¨¦ricas. Fueron asesinadas al menos 986 personas (552 ni?os y 434 adultos, entre ellos 12 mujeres embarazadas) en una sangr¨ªa que se extendi¨® del 10 al 12 de diciembre de 1981. Y junto a ellas se guarda en la historia del horror el asesinato de los jesuitas de la UCA. Los hechos ocurrieron la madrugada del 16 de noviembre de 1989, cuando un grupo de ¨¦lite del Batall¨®n Atl¨¢catl irrumpi¨® en el campus de la universidad y mat¨® a tiros a los seis sacerdotes jesuitas: los espa?oles Ellacur¨ªa, Ignacio Mart¨ªn-Bar¨®, Segundo Montes, Amando L¨®pez, Juan Ram¨®n Moreno, y el salvadore?o Joaqu¨ªn L¨®pez. Esa noche tambi¨¦n asesinaron a la esposa e hija del jardinero de la universidad, Elba y Celina Ramos.
La crueldad del Ej¨¦rcito hab¨ªa sido tal que Cu¨¦llar recuerda que en Estados Unidos, que por d¨¦cadas mantuvo una estrategia para evitar la expansi¨®n del comunismo en lo que sus pol¨ªticos m¨¢s conservadores consideraban el ¡°patio trasero de Washington¡±, comenzaron a alzarse voces para terminar con aquella sangr¨ªa. ¡°Hubo un senador estadounidense que dijo que le daba verg¨¹enza estar financiando a un Ej¨¦rcito que comet¨ªa ese tipo de atrocidades¡±, comenta Cu¨¦llar. ¡°La guerra ya era repudiada desde todas las partes del mundo¡±, agrega el activista, cuya prima, Patricia Emilie Cu¨¦llar Sandoval, su pap¨¢ y la trabajadora dom¨¦stica fueron desaparecidos durante el conflicto, un caso que logr¨® una sentencia en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En ese contexto de horror, la figura del teol¨®go Ellacur¨ªa, entonces rector de la UCA, destaca como actor importante para encontrar una salida negociada a la guerra y declarar la paz en el pa¨ªs centroamericano. El tambi¨¦n fil¨®sofo era un defensor de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n que predicaba el principio cristiano de la opci¨®n preferencial por los pobres. Era una rama del catolicismo que despertaba desconfianza en sectores pol¨ªticos y econ¨®micos conservadores de Am¨¦rica Latina, porque la relacionaban con corrientes de izquierdas que quer¨ªan imponer sistemas de car¨¢cter socialista en la regi¨®n. ¡°Al ser un f¨¦rreo defensor de la salida negociada del conflicto, lo ubicaban como ide¨®logo del FMLN y tambi¨¦n por sus aportes important¨ªsimos a favor de las mayor¨ªas populares, la implementaci¨®n de los derechos humanos, que no se vieran como simples tratados o textos, sino que se aplicaran de igual manera a una minor¨ªa privilegiada y a los sectores populares. Todo eso a partir de la realidad salvadore?a que ¨¦l vivi¨®¡±, explica Cu¨¦llar en entrevista telef¨®nica desde San Salvador.
Paolo L¨¹ers es un columnista de temas pol¨ªticos, testigo y sobreviviente de la tragedia salvadore?a. Vive en M¨¦xico y ha publicado Doble Cara: Guerra, paz y guerra, obra en la que relata sus vivencias personales como reportero cubriendo la guerra civil y, despu¨¦s, durante 12 a?os como guerrillero, tras unirse a la filas del FMLN. Explica que su trabajo en la organizaci¨®n guerrillera estaba relacionado con la comunicaci¨®n, dentro del llamado Sistema Radio Venceremos, que inclu¨ªa producci¨®n cinematogr¨¢fica y difusi¨®n internacional. L¨¹ers estaba en Nueva York aquel fat¨ªdico d¨ªa de noviembre como parte de su trabajo de divulgaci¨®n y recuerda el impacto que le gener¨® la noticia de la masacre de 1989. ¡°Para m¨ª y para la gente con quienes estaba en contacto permanente fue horrible¡±, dice L¨¹ers. ¡°La de Ellacur¨ªa era una p¨¦rdida muy fuerte y sentida tanto para el FMLN como para el presidente Alfredo Cristiani, porque Ellacur¨ªa era el puente en las negociaciones de paz. Ten¨ªa siempre un contacto abierto y de confianza con ambas partes. La dirigencia del Frente ten¨ªa discusiones muy abiertas con ¨¦l. Confiaban en que pod¨ªan decirle cosas que ¨¦l no revelar¨ªa en p¨²blico. Todos necesitaban mucho de ese contacto¡±, afirma el periodista.
L¨¹ers relata en entrevista telef¨®nica que, cuando se supo que la guerrilla organizaba una ofensiva contra San Salvador en noviembre de 1989, como un golpe certero contra el Ej¨¦rcito, Ellacur¨ªa hizo varias gestiones con el Frente para convencerlos de que no la llevaran a cabo. ¡°Se ven¨ªa venir, todo mundo especulaba al respecto, pero alguien como Ellacur¨ªa ten¨ªa informaci¨®n directa de que se estaba planificando y de que iba a pasar pronto. ?l no estaba de acuerdo. Su recomendaci¨®n era que no la hicieran, porque ten¨ªa miedo de que el proceso de paz se iba a fregar de una vez por todas, pero el Frente le respondi¨® que lo har¨ªan de cualquier manera, porque el golpe aumentar¨ªa las posibilidades de la paz, se iba a demostrar claramente que el Ej¨¦rcito no ganar¨ªa la guerra y que la ¨²nica opci¨®n para el Gobierno era buscar de verdad una salida negociada y hacer las concesiones necesarias¡±, recuerda.
L¨¹ers relata que Ellacur¨ªa fue con esa informaci¨®n a hablar con el presidente Cristiani y le inform¨® que las negociaciones no se iban a romper de parte del FMLN. ¡°Eso era sumamente importante para que nadie pensara que la paz era imposible y se apostara todo a la guerra¡±, explica. Luego ocurri¨® la matanza y L¨¹ers recuerda lo que pens¨® en Nueva York: ¡°Se cagaron en todo. Era grav¨ªsimo. Adem¨¢s, era un hombre que generaba mucho respeto y cari?o. Tratamos de hacer todo lo posible para que eso no tuviera el efecto deseado. Dijimos primero que nosotros no fuimos. Y no se?alamos a Cristiani, si no al Estado Mayor del Ej¨¦rcito¡±, narra. Tras la masacre, las negociaciones continuaron y el 4 de abril de 1990 el Gobierno salvadore?o y el FMLN firmaron en Ginebra un primer compromiso para buscar una salida al conflicto armado, bajo el seguimiento de las Naciones Unidas.
Desde entonces, el camino por hallar justicia para los sacerdotes y las dos mujeres asesinadas ha sido largo y tortuoso. La justicia salvadore?a ha procesado por este crimen al excoronel Guillermo Benavides, condenado a 30 a?os de prisi¨®n, mientras que la justicia espa?ola conden¨® en 2020 a 130 a?os de c¨¢rcel al excoronel Inocente Orlando Montano. La Fiscal¨ªa espa?ola lo acus¨® de participar en el dise?o y ejecuci¨®n del plan para acabar con las v¨ªctimas. La pasada semana un juez de San Salvador orden¨® someter a juicio a 11 acusados de ser los autores intelectuales de aquel crimen, entre ellos el expresidente Alfredo Cristiani, los exmilitares Joaqu¨ªn Cerna, Juan Rafael Bustillo y Juan Orlando Zepeda, el exdiputado Rodolfo Parker y otras seis personas.
Tanto Cu¨¦llar como L¨¹ers dudan de que Cristiani conocieran sobre la matanza, porque le interesaba el rol que jugaba el teol¨®go Ellacur¨ªa en aquellas negociaciones. ¡°La conclusi¨®n pol¨ªtica, te¨®rica, l¨®gica es que no pod¨ªa haber inter¨¦s de Cristiani en matarlo, porque era un fuerte golpe para ¨¦l¡±, afirma. ¡°Hab¨ªa una fracci¨®n dentro de la Fuerza Armada que quer¨ªa sabotear la negociaci¨®n de la paz y decidi¨® hacerlo matando a Ellacur¨ªa. Cuando mucha gente desde la izquierda dijo que Cristiani orden¨® el asesinato, pens¨¦ que era absurdo, porque no correspond¨ªa a la relaci¨®n, al tri¨¢ngulo que exist¨ªa entre el Frente, Ignacio y el presidente¡±, asegura. Cu¨¦llar recuerda que en su acusaci¨®n se?alaban a seis altos funcionarios del Ej¨¦rcito por la autor¨ªa intelectual del crimen y al presidente Cristiani por encubrimiento y omisi¨®n, por ser parte del aparato del poder. ¡°Ten¨ªa la posibilidad de evitar ese delito¡±, explica. ¡°Hay quienes dicen de que ¨¦l dio la orden, pero con todo lo que conozco del caso durante este tiempo estoy convecid¨ªsimo de que Cristiani no la dio¡±, afirma.
Aunque Cu¨¦llar y L¨¹ers esperan que se establezca la verdad y haya justicia para las v¨ªctimas de la masacre en un proceso judicial esperado durante d¨¦cadas, no conf¨ªan en el actual sistema de justicia salvadore?o, fuertemente influenciado por el control que el presidente Bukele tiene del aparato estatal. ¡°Era una decisi¨®n esperada, pero ahora lo que quiero es que no se manipule la justicia¡±, dice Cu¨¦llar. ¡°No se puede tener ninguna confianza en el sistema judicial de El Salvador, cero. Y en espec¨ªfico en el juez escogido para eso, Arroldo C¨®rdoba Sol¨ªs, que es candidato a la Corte de Cuentas y a lo mejor busca con esto ganar los puntos para que lo elijan, pero es un juez sometido totalmente a instrucciones pol¨ªticas y que act¨²a en las audiencias sin tomar en cuenta las m¨ªnimas reglas¡±, afirma L¨¹ers. A pesar de estas cr¨ªticas, es el turno de la justicia salvadore?a para avanzar en un caso que es una herida abierta en ese pa¨ªs centroamericano. ¡°Eliminaron un liderazgo moral, pol¨ªtico e intelectual¡±, asegura el periodista L¨¹ers.
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