Un clavo quita otro, quiz¨¢s
El c¨¢ntaro de John Connolly se agrieta. La decepci¨®n me la quit¨® el delicioso volumen de relatos pospandemia ¡®Cuarentena¡¯, de Petros M¨¢rkaris
1. Arquitecturas
El virus de la arquitectura me lo inocularon tres tipos que estaban en la ¡°Escuela¡± y con los que participaba en las movidas del Sindicato Democr¨¢tico de Estudiantes, en una ¨¦poca en que el franquismo ya no mataba tanto, pero a¨²n ten¨ªa esa querencia. Los tres tipos eran Carlos Sambricio, reencontrado tras los a?os de colegio, y a quien sigue manteniendo activo su pasi¨®n investigadora, y los hermanos Daniel y Rafael Zarza (Gropius los tenga en su inmensa gloria). A los dos ¨²ltimos, que eran ¡ªadem¨¢s de listos, guapos y modernos¡ª muy manitas, los conoc¨ª en la premi¨¨re universitaria de El arquitecto y el emperador de Asiria, de Fernando Arrabal (que entonces nos parec¨ªa progre), para la que hab¨ªan dise?ado una serie de cabezas de papel mach¨¦ que reproduc¨ªan las de los muertos del Guernica picassiano, y que los actores se arrojaban en escena con fruici¨®n. Mi afici¨®n a la arquitectura no es t¨¦cnica, sino est¨¦tica (ya s¨¦ que no deber¨ªa decir esa tonter¨ªa) y m¨¢s bien blanda: me conformo con viajar de vez en cuando para admirar edificios que me gustan, con tener en mi despacho una foto del monumento (destruido por Hitler) a Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo, de Mies van der Rohe (1926), y con leer en este peri¨®dico las estupendas cr¨®nicas-reportajes-entrevistas de Anatxu Zabalbeascoa sobre arquitectos/as y dise?adores/as de interior. Bueno, y ya puestos a confesar, tambi¨¦n me entretienen (por motivos totalmente distintos y bastante m¨¢s morbosos) los reportajes del ?Hola! sobre las casas de gentes podridas de dinero y famosos con vagos apellidos aristocr¨¢ticos y gustos m¨¢s bien recargados y horteras (muchos adolecen de horror vacui). A prop¨®sito de arquitectos y moderneces, les recomiendo la lectura (a ratos) de Palabra de Pritzker (Anagrama), del periodista Ll¨¢tzer Moix, que incluye 23 entrevistas (la mayor¨ªa in¨¦ditas) con otros tantos laureados del prestigioso (y discutido) premio. Incluye, muy oportunamente, una interesante conversaci¨®n con el ¨²ltimo premiado, Di¨¦b¨¦do Francis K¨¦r¨¦, realizada en 2010, cuando el arquitecto de Burkina Faso contaba con 45 a?os, pero ya ten¨ªa muy claro su ideario.
2. Paremia
Qu¨¦ gran verdad encierra la paremia acerca de que un clavo se quita con otro; Cicer¨®n, en una de sus Disputaciones tusculanas dec¨ªa que novo amore, veterem amorem, tamquam clavo clavum (a ver, ejerciten su lat¨ªn, est¨¢ tirado), refiri¨¦ndose a que las penas por el amor perdido se quitan con otro nuevo. Pero no hace falta irse tan lejos; en el acto X ¡ªquiz¨¢s el m¨¢s perverso de todos¡ª de La Celestina, la alcahueta le plantea a la tontaina de Melibea la misma f¨®rmula, empleada tambi¨¦n por Petrarca: ¡°Un clavo con otro se espele [sic], y un dolor con otro¡±, dando inapelable carta de naturaleza al remedio m¨¢s utilizado por los amantes despechados que rechazan cometer suicidio. Dejando aparte el hecho sintom¨¢tico de que las dos obras cumbre de nuestra literatura est¨¦n protagonizadas respectivamente por un viejo chiflado y una puta vieja (y si a?adimos a la n¨®mina a Don Juan Tenorio, por un acosador de mediana edad), lo cierto es que el refrancito vale para todo. Incluso para los libros. Termin¨¦ a duras penas En lo m¨¢s profundo del sur (Tusquets), la ¨²ltima novela publicada en Espa?a de John Connolly (traducci¨®n de Vicente Campos). Lo mejor, como siempre, el personaje de Charlie Parker, el exagente da?ado al que los malos apiolaron a su mujer y su hija, pero incluso ese motivo me ha parecido ya excesivo, manierista, d¨¦j¨¤ vu, sobrexplotado: tanto va Connolly a la fuente que su c¨¢ntaro se agrieta. M¨¢s breve que Antigua sangre, la anterior, a la nueva novela le siguen sobrando, sin embargo, sus buenas 150 p¨¢ginas. Se trata de una precuela: Parker a¨²n no es del todo Parker, aunque ya han asesinado a su familia. La acci¨®n en un sur (Arkansas) un poco de cart¨®n piedra (el t¨ªtulo original se traducir¨ªa como ¡°El sur sucio¡±), donde se han cometido tres asesinatos (dos con empalamientos vaginales) de muchachas negras. A pesar de la presencia de personajes locales bien trazados, a m¨ª me han cansado los ires y venires de la historia, pero me temo que Connolly, que es un consumado promotor de s¨ª mismo, va a seguir por una senda que le reporta pasta a raudales. Los editores saben que las novelas gruesas (esta supera las 500 p¨¢ginas) pueden venderse m¨¢s caras, y no le dicen que acorte, simplifique, concentre, elimine: as¨ª ponen en peligro su gallina de los huevos de oro. Y luego est¨¢ su ritmo de producci¨®n: el primer parker se public¨® hace 20 a?os, y ya lleva otros tantos.
Quiz¨¢s lo de Connolly conmigo tenga arreglo (espero leer alg¨²n d¨ªa su novela sobre su ¨ªdolo, que tambi¨¦n es el m¨ªo, Stan Laurel), pero hoy por hoy necesitaba un clavo que me quitara el de Connolly. Lo encontr¨¦ en la misma editorial (Tusquets) con el delicioso volumen de relatos pospandemia Cuarentena, de Petros M¨¢rkaris (dos de ellos protagonizados por el comisario Jaritos), en el que tambi¨¦n se incluye una hermosa rememoraci¨®n autobiogr¨¢fica de la isla de Jalki, donde pas¨® ¨¦pocas de su infancia y juventud. La traducci¨®n, notable, se debe a la pintora, ilustradora y traductora (ojo al nombre) Ersi Marina Samar¨¢ Spiliotopulu. De modo que, una vez m¨¢s, un clavo me quit¨® la (relativa) decepci¨®n del otro.
3. 1922
Me pregunto c¨®mo recordar¨¢n 2022 en 2122, suponiendo que todav¨ªa entonces quede gente. Quiz¨¢s como el a?o de la tormenta perfecta, el primer a?o del final, el a?o en que todo cambi¨® para siempre. Muy distinto, sin duda, a 1922: el a?o I de la nueva literatura seg¨²n Pound, con Ulises (Joyce) abri¨¦ndolo y Tierra bald¨ªa (Eliot) cerr¨¢ndolo. Antonio Rivero Taravillo ha escrito una hermosa novela que es un homenaje a aquel a?o, y se llama, simplemente, 1922 (Pre-Textos).
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