Ralph Waldo Emerson, un pagano en la corte del T¨ªo Sam y pionero de la ecofilosof¨ªa

La naturaleza es el espejo del alma. La idea es pagana y Emerson la implanta en una Am¨¦rica naciente, puritana, esforzada y salvaje. Am¨¦rica es un inmenso poema, con sus negros y sus indios, con sus negocios en el Norte y sus plantaciones en el Sur, con su ind¨®mito far west que concluye (eso dicen) en el mar. En Am¨¦rica los cielos son m¨¢s altos. Nietzsche declar¨® que de nadie se hab¨ªa sentido tan pr¨®ximo como de Emerson. Borges, que Whitman y Poe, fundadores de sectas, hab¨ªan oscurecido su gloria y que eran inferiores a ¨¦l. La filosof¨ªa de Emerson es fant¨¢stica y, el destino humano, tr¨¢gico, ¡°porque somos, irreparablemente, individuos, cortados por el tiempo y por el espacio. Y nada hay m¨¢s lisonjero que una fe que declara que todo hombre es todos los hombres y que no hay nadie que no sea el universo¡±. Fue un ensayista de poderosa imaginaci¨®n, capaz de reconocer la majestad forastera (ideas que fuimos y rechazamos), y un generoso lector de persas, griegos e hind¨²es. Art¨ªfice oracular de sentencias y compa?ero solidario que impuls¨® la carrera de Whitman y Thoreau. Un modelo de ciudadano, libre y excepcional, en una Am¨¦rica en gestaci¨®n.

Emerson insisti¨® en obrar desde uno mismo, sin miedo a equivocarse, en buscar en lo genuino de la personalidad. La magia ocurr¨ªa cuando (recordemos, el universo es el espejo del alma), el mundo entero se apresuraba a ser de nuestra opini¨®n, a asumirla con gusto. Una simpat¨ªa profunda que permite que sujeto y objeto se pongan de acuerdo. Al fin y al cabo, no vemos el mundo como supuestamente es (no es de ninguna manera particular), sino como supuestamente somos. Como dec¨ªa Leibniz, la realidad siempre asiente a lo que afirmemos de ella. El violento ve violencia, el solitario soledad, el euf¨®rico pasi¨®n, el contemplativo quietud. ?En qu¨¦ mundo quieres vivir?, parece preguntarnos Emerson. Esa es la magia de la intenci¨®n, el secreto de la inteligencia de la vida, algo que entender¨¢n muy bien fenomen¨®logos y cu¨¢nticos.

Emerson no fue un profeta que conociera los secretos del universo. Tampoco fue un fil¨®sofo, aunque John Dewey lo llamara ¡°el fil¨®sofo de Am¨¦rica¡±. Su influencia no est¨¢ en sus ideas, sino en su temperamento

Quienes lo conocieron, amigos, vecinos, admiradores, recuerdan el candor, la pureza y la serenidad que trasmit¨ªa. El magnetismo de su personalidad fue un factor clave para la recepci¨®n de unas ideas, paganas, que de otro modo nunca hubieran sido aceptadas en los ambientes puritanos de Nueva Inglaterra. Hab¨ªa algo en su actitud que hac¨ªa sospechar que estaba en comunicaci¨®n directa con los mundos superiores. Pero Emerson no fue un profeta que conociera los secretos del universo. Tampoco fue un fil¨®sofo, aunque John Dewey lo llamara ¡°el fil¨®sofo de Am¨¦rica¡±. Su influencia no est¨¢ en sus ideas, sino en su temperamento. Santayana acierta en el diagn¨®stico. ¡°Sin protestar contra la tradici¨®n, la elud¨ªa sonriente en sus pensamientos, indomables en su calma irresponsabilidad. Volaba a sus bosques o a sus jardines tupidos para ser el creador de sus propios mundos en soledad y libertad¡±. Cuando envejeci¨® no hab¨ªa llegado a ninguna conclusi¨®n ni ten¨ªa una doctrina que trasmitir a la posteridad. Dej¨® el testimonio de su inspiraci¨®n y su capacidad para inspirar a otros. No intent¨® articular una filosof¨ªa. Su instinto po¨¦tico evit¨® que la violencia del sistema cayera sobre su inspiraci¨®n.

El ¨²ltimo puritano

Emerson nace en 1803 en Boston. Desciende de una estirpe de cl¨¦rigos puritanos. En 1811 muere su padre, el reverendo unitario William Emerson. Los hermanos quedan a cargo de su madre y de su t¨ªa Mary Moody. Conocen periodos de extrema precariedad y hambre. T¨ªa Moody se encarga de su educaci¨®n, le proporciona libros, es una mujer extravagante que duerme en una cama con forma de ata¨²d y no viaja sin su mortaja. El muchacho ve en ella la encarnaci¨®n del ¨¢ngel exterminador. Le ense?a los peligros de la riqueza y el derecho inalienable a juzgar por uno mismo, desde la pol¨ªtica al texto m¨¢s sagrado. El muchacho lee sus cartas y sus diarios y al abrigo de ellos empieza a escribir sus primeros poemas. La independencia de Moody ser¨¢ un modelo para su trayectoria intelectual. Ciertos estados y epifan¨ªas exigen un reajuste de la percepci¨®n. Observar en uno mismo la indivisa divinidad, el engranaje del amor y la modificaci¨®n de la muerte. Convertir al par¨¢sito en invitado y poner en suspenso lo que dicen del mundo. En 1820 comienza a escribir su propio diario, que no abandonar¨¢ en cincuenta a?os. Los cuadernos de Emerson son tan jugosos como los Notebooks de Coleridge, al que imita. Su primer ensayo lo dedica al car¨¢cter de S¨®crates. El car¨¢cter, como la libertad o la excepcionalidad americana, ser¨¢ un tema sobre el que vuelva una y otra vez.

El joven se costea sus estudios con clases particulares. Tras graduarse en Harvard, se incorpora a la escuela femenina que ha fundado su hermano, mientras se debate entre la vida religiosa y la de escritor. Para no decepcionar a su madre, ingresa en la facultad de Teolog¨ªa y con 24 a?os es nombrado ministro de la Segunda Iglesia de Boston. Ser¨¢ pastor unitario durante cuatro a?os. De un cu¨¢quero extrae la doctrina de la compensaci¨®n y de un labrador la idea de que ¡°siempre estamos orando¡± (un asunto central de la Bhagavadg¨©t¨¡). Ese ser¨¢ el tema de su primer serm¨®n. Otro lo dedicar¨¢ a c¨®mo la eternidad depende del tiempo (Dios de las criaturas). Lee a Victor Cousin y a Rousseau. Se compromete con Ellen, una joven enferma de tuberculosis, y se casa con ella en el oto?o de 1829. Sus intereses empiezan a desplazarse de la teolog¨ªa a la ciencia. Dos a?os despu¨¦s muere su mujer. Visita su tumba y abre el ata¨²d. Anota en su diario la ambig¨¹edad de sus sentimientos. Empieza a manifestar dudas sobre su vocaci¨®n religiosa. Expone sus objeciones a los ritos, la doctrina de los milagros y la figura hist¨®rica de Jes¨²s. Abandona la iglesia y parte de viaje hacia Europa. Le deslumbra Par¨ªs, asiste a una misa cat¨®lica en el Vaticano y en Londres conoce a Stuart Mill y a los rom¨¢nticos ingleses Coleridge y Wordsworth. El mundo es un gran poema. En Inglaterra se siente escritor. Plat¨®n, Plutarco y Montaigne son sus gu¨ªas.

A su regreso recibe la herencia de su difunta esposa y se traslada con su madre a Concord. Con 33 a?os conoce a Asia, Lydia Jackson. Contrae matrimonio y compra la casa en la que vivir¨¢ hasta su muerte. Funda el Club Trascendentalista con la escritora Margaret Fuller. Su hermano muere tambi¨¦n de tuberculosis. Publica de forma an¨®nima su primer libro, Naturaleza, donde invita a los lectores a crear su propio mundo y propone una relaci¨®n original con el universo. Nace su hijo Waldo. Pronuncia la conferencia The American Scholar, que se convertir¨¢ en la declaraci¨®n de independencia intelectual de los Estados Unidos frente a la influencia brit¨¢nica y europea. Se aleja del mundo acad¨¦mico y del eclesi¨¢stico (entonces muy unidos) y emprende una carrera de escritor, ensayista y conferenciante. Funda la revista The Dial, que dirige durante dos a?os, para difundir el nuevo romanticismo americano. Publica la primera colecci¨®n de sus conferencias, que titula, siguiendo a Montaigne, Ensayos (C¨¢tedra). Se posiciona contra la esclavitud y en defensa de los indios navajos. En 1850 publica Hombres representativos, hombres de genio que son como textos sagrados (y los de talento meros comentarios o glosas), que crean nuevos modos de aproximarse a la realidad que derivan en las instituciones que hacen avanzar al mundo. Y en 1860, su ¨²ltima gran obra, La conducta de la vida (Pre-Textos), que es al mismo tiempo confesi¨®n y compendio de sus ideales. El naturalismo juvenil ha dado paso a una posici¨®n m¨¢s realista. Aborda cuestiones como la guerra civil, la esclavitud y el pragmatismo. La naci¨®n no est¨¢ para romanticismos. La excepci¨®n americana, el hecho de ser un pa¨ªs entre salvaje y civilizado, exige combinar el individualismo radical con una fuerte cohesi¨®n social que permita sacar adelante un proyecto pol¨ªtico y econ¨®mico.

La virtud no es, para Emerson, la adhesi¨®n a un c¨®digo moral, ni siquiera el h¨¢bito de obrar bien o cumplir con los preceptos. La virtud es la capacidad de sintonizar con la armon¨ªa c¨®smica

Los Ensayos de Emerson son probablemente la obra m¨¢s relevante de la historia cultural de los Estados Unidos. Una obra fundacional donde asoma el car¨¢cter de una naci¨®n que empieza a pensar por s¨ª misma. La terminolog¨ªa religiosa sigue presente, pero va dando paso a una visi¨®n m¨¢s secular y distante de lo religioso. Las emociones, la inteligencia y la naturaleza sustituyen a la fe, el sacrificio y el pecado. En ese distanciamiento respecto al puritanismo profundizar¨¢n Nathaniel Hawthorne y Herman Melville. La experiencia individual y la propia visi¨®n de las cosas adquiere mayor importancia. Insta a prestar atenci¨®n a los hechos como s¨ªmbolos de una armon¨ªa universal. Todo el mundo natural est¨¢ etificado y sigue la secreta ley de la compensaci¨®n. ¡°En la naturaleza todo es ¨²til y todo es bello porque est¨¢ vivo. La belleza no acude a la llamada de las leyes, llega sin anunciarse y crece a los pies de los valientes y nobles¡±. La virtud no es, para Emerson, la adhesi¨®n a un c¨®digo moral, ni siquiera el h¨¢bito de obrar bien o cumplir con los preceptos. La virtud es la capacidad de sintonizar con la armon¨ªa c¨®smica.

En 1838 Emerson pronuncia el c¨¦lebre discurso de Harvard, dirigido a los j¨®venes egresados de la Facultad de Teolog¨ªa. All¨ª dice cosas contundentes contra los cl¨¦rigos, los sermones y los oficios religiosos. La fe, en manos de los sacerdotes, ha perdido su fuerza. El rito se ha convertido en una formalidad seca y hueca, las viejas creencias puritanas desfallecen. ¡°Ausentarse de las misas empieza a ser s¨ªntoma de car¨¢cter y religiosidad. Los domingos parece un pecado ir a la iglesia¡±. Sus palabras recuerdan las m¨¢s recientes de P¨¢nikkar: La forma actual de religiosidad es el ate¨ªsmo. Y exhorta a los estudiantes a amar lo divino sin intermediarios, en la luz del alba y el canto de los p¨¢jaros, a buscar la belleza que arrebat¨® a las almas orientales en la canci¨®n silenciosa de las estrellas. Contempl¨¢ndolas se advierte que el mundo es espejo del alma y el deber lo mismo que la ciencia, la belleza o el goce. Los bardos son los amigos de la virtud. Las autoridades de Harvard, en su mayor¨ªa cl¨¦rigos, se sienten insultadas y su cristianismo atacado. La presencia de Emerson en la universidad ser¨¢ vetada durante 30 a?os.

Ese mismo a?o conoce a Thoreau y un a?o despu¨¦s nace su hija Ellen. Pronuncia su ¨²ltimo serm¨®n en Concord y, a partir de entonces, se centrar¨¢ en sus diarios, conferencias y libros. Los primeros ser¨¢n el manantial que alimenta a los otros dos. Se considera un ensayista, un experimentador, como su admirado Montaigne. Rechaza p¨²blicamente la esclavitud y el confinamiento de los indios. ¡°Quien hace su propio trabajo libera a un esclavo¡±. En 1842 muere su hijo Waldo. Anota en su diario: ¡°lo ¨²nico que ense?a el dolor es lo superficial que resulta¡±. The Dial dedica varios n¨²meros a la etnograf¨ªa de la religi¨®n anticipando la disciplina de las ciencias de las religiones que un siglo despu¨¦s consolidar¨¢ Eliade en Chicago. Traduce La vita nouva de Dante y compra una parcela junto a la laguna de Walden. Anima a Thoreau a emprender su experiencia en el bosque. Se opone a la guerra con M¨¦xico y a la anexi¨®n de Texas a la Uni¨®n. Descubre la poes¨ªa persa a trav¨¦s del m¨ªstico suf¨ª Hafiz, que se r¨ªe de todas las grandezas. ¡°?Qu¨¦ es el sol o la luna frente al lunar o las cejas de mi amada?¡± Incrementa su actividad como conferenciante. Viaja a Inglaterra. Conoce la tiran¨ªa del comercio. De regreso, lamenta no haber dedicado m¨¢s energ¨ªas a la lucha contra la esclavitud. Pero siente que tiene otros esclavos que liberar, gentes aprisionadas por viejas met¨¢foras y formas de vida, apartados del cielo de la invenci¨®n y el instinto. Participa en la conferencia por los Derechos de la Mujer en Boston. En 1857 anota lac¨®nicamente en su diario: ¡°creo haber llegado al final de mi pensamiento¡±. En 1861 estalla la guerra civil y anima a sus lectores y oyentes a convertirse en vigilantes de la rep¨²blica. Tras el asesinato de Lincoln se refiere al dirigente como el ¡°verdadero representante de Am¨¦rica¡±. En 1866 Harvard lo nombra Doctor Honoris Causa. Poco despu¨¦s visita a los sioux en Minnesota. No sabe dejar de trabajar y empieza a sufrir lapsus de memoria. Su salud se deteriora. En 1872 se incendia su casa. Amigos y admiradores hacen una colecta para reconstruirla. Tras un ¨²ltimo viaje por Inglaterra y Egipto, re¨²ne en un libro una selecci¨®n de sus poemas. En 1875 abandona su diario. En una de sus ¨²ltimas anotaciones puede leerse: ¡°Ning¨²n hecho tan importante en la historia de la inteligencia como la teolog¨ªa india, que ense?a que la beatitud o bien supremo puede obtenerse por la ciencia, a saber, por la percepci¨®n de lo real y lo irreal¡±. Y, poco antes de morir, una ¨²ltima reflexi¨®n: ¡°Lo que vemos es lo que creamos. Todas nuestras percepciones, todos nuestros deseos son creaciones. Hay un destino de la percepci¨®n¡±.

La Naturaleza viste los colores del esp¨ªritu

Su libro primero, Naturaleza (N?rdicalibros), publicado an¨®nimamente, quiere oler a pinos y resonar con el zumbido de los insectos. El alma contradice la experiencia del espacio y el tiempo, es capaz de abolirlos. ¡°El tiempo y el espacio no son sino medidas inversas de la fuerza del alma¡±. Y cita un verso del Ca¨ªn de Byron, donde el esp¨ªritu juega con el tiempo: Puede api?ar la eternidad en una hora /o extender una hora hasta la eternidad. La naturaleza m¨¢gica y sus flujos nos rodean y atraviesan. En ella se proyecta el misterio del alma. Ese v¨ªnculo permite establecer una relaci¨®n genuina con el universo. ¡°El sol ilumina s¨®lo el ojo del hombre, pero brilla en el ojo y en el coraz¨®n del ni?o¡±. La naturaleza es un escenario que se adapta por igual a una pieza c¨®mica o triste. Tiene la virtud de adaptarse al tono con el que nos dirigimos a ella. Una idea muy cu¨¢ntica que desarrollar¨¢ un siglo despu¨¦s Niels Bohr. Adem¨¢s, la naturaleza es una gran educadora. Su amante debe ser capaz de armonizar los sentidos internos con los externos. ¡°En los bosques, el hombre se desprende de los a?os, es un ni?o, un joven perpetuo¡­ All¨ª se siente que nada puede pasarnos, ninguna desgracia o calamidad. Me convierto en una pupila trasparente, no soy nada, lo veo todo; las corrientes del ser universal circulan a trav¨¦s de m¨ª; soy una part¨ªcula de Dios¡±. Esa relaci¨®n ¨ªntima hace que las dem¨¢s palidezcan. El amigo ¨ªntimo parece extra?o o accidental, tambi¨¦n los familiares, el amo o el criado. Todas las relaciones sociales quedan en suspenso ante la simpat¨ªa que destila el mundo vegetal. Las ramas ondulan, los ¨¢rboles nos saludan.

La naturaleza no s¨®lo satisface nuestra necesidad de belleza, tambi¨¦n es una gran educadora. El cielo, la monta?a, el ¨¢rbol, la bellota, la uva, la garra del le¨®n, la serpiente, las largas hileras de nubes, son todos ellos motivos de contemplaci¨®n y j¨²bilo. El ojo es el mejor artista. No necesita de pinceles ni de violines. ¡°La luz es el primer motor. No hay objeto tan sucio que una luz intensa no haga hermoso¡±. La naturaleza es herencia y dote de cada criatura. No sabemos por qu¨¦ buscamos la belleza, pero es un hecho que lo hacemos. La belleza es la expresi¨®n del universo. Y, de un modo muy plat¨®nico, afirma: verdad, bien y belleza son aspectos del todo. La naturaleza es el s¨ªmbolo del esp¨ªritu. ¡°Todo hecho natural es un s¨ªmbolo de un hecho espiritual. Toda apariencia en la naturaleza corresponde a un estado de ¨¢nimo¡±. Esta ¨²ltima idea es muy budista. ¡°El hombre enfurecido es un le¨®n, el astuto un zorro, el constante una roca, el cultivado una antorcha¡±. Somos forjadores de analog¨ªas, cart¨®grafos de correspondencias. En s¨ª mismos, los hechos naturales carecen de valor, son est¨¦riles, como un solo sexo. ¡°Casadlos con la historia humana y se llenar¨¢n de vida¡±. Cuando se les a?ade el observador (una conciencia atenta), tenemos el panorama completo. La f¨ªsica se traduce entonces en ¨¦tica. Pero no en una moral o c¨®digo de reglas, en una ¨¦tica de la atenci¨®n.

No hay idealismo en su postura. El esp¨ªritu no crea la naturaleza, sino que la muestra en cada uno de los seres. Todo ello anticipa la ecofilosof¨ªa

La naturaleza es una disciplina. Ya lo dijimos: nos educa. Ense?a a distinguir la materia del esp¨ªritu, la apariencia del ser. Los dos mantienen un di¨¢logo constante. ¡°Todo proceso natural es la versi¨®n de una sentencia moral. Todas las cosas con las que tratamos nos predican. Una granja es un evangelio mudo. El ganado, el trigo, las malas hierbas, el tiz¨®n, la lluvia, los insectos y el sol son emblemas sagrados¡±. Trasmiten el significado inefable pero inteligible del mundo. La naturaleza es nuestra escuela y conspira con el esp¨ªritu para emanciparnos, para hacernos c¨®mplices de la diferencia entre el espectador y el espect¨¢culo. Ante ella, el verdadero poeta y el verdadero fil¨®sofo (el que busca la belleza y el que busca la verdad), son uno. Emerson advierte del peligro gn¨®stico de menospreciar la naturaleza. La naturaleza es tan real como el esp¨ªritu. El fil¨®sofo de Concord es feliz en su devoci¨®n a la naturaleza. ¡°Respiro y vivo en el d¨ªa c¨¢lido como el ma¨ªz y los melones¡±. No hay idealismo en su postura. El esp¨ªritu no crea la naturaleza, sino que la muestra en cada uno de los seres. Todo ello anticipa la ecofilosof¨ªa. Cuando degeneramos, cuando nos embrutecemos o nos volvemos ego¨ªstas, como personas o como civilizaci¨®n, somos extranjeros en la naturaleza. No entendemos las notas de los p¨¢jaros, el zorro y el ciervo huyen de nosotros, el oso y el tigre nos atacan. La ciencia mal entendida es capaz de nublarnos la vista. Queda mucho por aprender en nuestra relaci¨®n con la naturaleza. ¡°Un sue?o puede acercarnos m¨¢s a ella que cien experimentos de laboratorio¡±. Hace falta una nueva mirada sobre el mundo.

La historia y los viajes

Toda la historia existe en un solo ser humano, del mismo modo que un millar de bosques duermen en una bellota. Egipto, Grecia y Roma yacen plegados en el primer hombre. Hay una relaci¨®n entre las horas de nuestra vida y los siglos de la historia. Cada nuevo ser humano no es sino una nueva encarnaci¨®n de la mente universal. ¡°Toda revoluci¨®n fue una vez un pensamiento que cruz¨® en la mente de una persona, cuando ese pensamiento se le ocurri¨® a una segunda personase abri¨® una nueva era¡±. Es la naturaleza universal la que confiere valor a los individuos particulares. El amor emana de la naturaleza, en el r¨ªo que fluye y en el campo de ma¨ªz, en las monta?as y las luces del firmamento. ¡°El instinto de la mente, que es el prop¨®sito de la naturaleza, se revela en el uso que hacemos de las narraciones cardinales de la historia¡±. Emerson tiene vocaci¨®n etnogr¨¢fica. ¡°Creo en la Eternidad. Soy capaz de encontrar en mi intelecto a Grecia, Asia, Italia, Espa?a, todo el genio y toda la creatividad de todas las ¨¦pocas¡±. Es tambi¨¦n un relacionista, que conoce el valor de las met¨¢foras. ¡°La diferencia entre los individuos reside en sus respectivos principios asociativos¡±. Y un pagano: ¡°Para el poeta, el fil¨®sofo y el santo, todas las cosas son afables y sagradas, todos los sucesos beneficiosos, todos los d¨ªas sagrados, todos los individuos divinos¡±. Es como un ni?o ¡°que juega con las barbas canosas de las iglesias¡±. Hay un individuo en cada mosca, oruga, larva o huevo. La naturaleza es una nube cambiante que, pese a ser siempre igual, nunca es la misma. El ¨¢tomo o la part¨ªcula son mudables como la nube. Viven completamente hacia afuera, sin centro. O mejor, su centro no es f¨ªsico.

La mente del poeta es el aut¨¦ntico poema. ¡°Me dijo un pintor: nadie puede dibujar un ¨¢rbol sin, en cierto modo, convertirse en ¨¦l¡±. Las catedrales son bosques. ¡°Cuando un pensamiento de Plat¨®n se convierte en un pensamiento m¨ªo, el tiempo deja de existir¡±. Prometeo es el Jesucristo de los griegos, el aliado de la humanidad, el que se planta ante la injusticia del Padre Eterno. Emerson ha le¨ªdo a Coleridge. Distingue entre fantas¨ªa e imaginaci¨®n, la primera es caprichosa, la segunda objetiva. Toda criatura es un ser humano que act¨²a y reposa. ¡°La trasmigraci¨®n de las almas no es ninguna f¨¢bula. Cada animal de corral, de campo, de bosque o del subsuelo se las ha arreglado para dejar la huella de sus rasgos en uno de los animales que caminan erguidos por la superficie. Hermano, tienes que detener la ca¨ªda de tu alma hacia las formas en las que ya ha habitado¡±. Nuestra vida se entremezcla con toda la cadena de seres, org¨¢nicos e inorg¨¢nicos. ¡°El indio nativo, el ni?o o el hijo de un campesino analfabeto est¨¢n m¨¢s pr¨®ximos a la luz bajo la que hay que leer la naturaleza que el pat¨®logo o el erudito¡±. La historia ha dejado de ser un libro aburrido, avanza encarnada en cada individuo. ¡°La historia hay que leerla a la luz de la mente universal y la naturaleza, que es su correlato¡±.

En horas viriles sentimos que el sabio debe quedarse en casa. Viajar es el para¨ªso del necio. Lleva ruinas a las ruinas

Respecto a los viajes, mejor quedarse en casa. Aunque el mundo sea ancho, es preferible dedicarse al trozo de tierra que nos ha tocado cultivar. En horas viriles sentimos que el sabio debe quedarse en casa. Viajar es el para¨ªso del necio. Lleva ruinas a las ruinas. ¡°Hago la maleta, abrazo a mis amigos, me embarco y, al fin, me despierto en N¨¢poles, y all¨ª est¨¢ junto a m¨ª el hecho severo, el triste ser, implacable, id¨¦ntico, del que hab¨ªa huido. Busco el Vaticano y los palacios. Finjo embriagarme con vistas y sugestiones, pero no me embriago. Mi gigante va conmigo dondequiera que vaya¡±. Nuestro sistema educativo promueve la inquietud. El intelecto es vagabundo, La mente viaja cuando el cuerpo se queda en casa. Imitamos torpemente la itinerancia de la mente. El ind¨ªgena no viaja. Tampoco el brahm¨¢n. ¡°El hombre blanco ha perdido su fuerza aborigen¡±. Mejor bucear dentro de s¨ª. Liberar la fuerza sagrada que alberga el cuerpo.

La confianza en uno mismo

Emerson elogia, como har¨¢ Nietzsche, la independencia, la espontaneidad y el h¨¢bito del pensamiento intuitivo. Hay un poder secreto en esa estrella, sin paralaje, sin elementos calculables, que se burla de la ciencia, que emite un rayo de belleza sobre lo cotidiano, sobre una realidad trivial e impura. En las relaciones entre el alma y el esp¨ªritu, es profanaci¨®n buscar intermediarios. ¡°La g¨¦nesis y maduraci¨®n de un planeta, su peso y su ¨®rbita, los ¨¢rboles inclinados por el temporal, irgui¨¦ndose de nuevo; los recursos vitales de todo animal y de toda planta, son demostraciones del alma que se basta a s¨ª misma y, por consiguiente, conf¨ªa en s¨ª misma¡±. El esp¨ªritu es el centro de la naturaleza. No hay techo ni biombo entre nuestras cabezas y los cielos infinitos. Lo divino entra sin llamar. ¡°Quedan abolidos los muros. Tenemos abierto un lado a las profundidades y otro a los atributos divinos. Vemos y conocemos la Justicia, el Amor, la Libertad, el Poder. Ninguna persona lleg¨® a dominarlos, por el contrario, ellos nos dominan¡­¡±. Cuando se apela al n¨²mero, la religi¨®n no existe. Pero siempre es posible el dulce pensamiento de que lo divino nos envuelve. Entonces ya no hay nada de lo que preocuparse.

Un ejemplo de esa confianza innata lo tenemos en el ni?o. La infancia no se conforma a nadie, todo se conforma a ella. El joven desde?a decir o hacer nada conciliador. Es independiente, irresponsable, pone la vista en las personas y las juzga de manera r¨¢pida y sumaria. No se molesta por las consecuencias ni por los intereses. Esa es la actitud que propone Emerson para el adulto. Nada es sagrado salvo la integridad de la propia mente. La gran personalidad es aquella que, en medio de la multitud, ¡°mantiene con perfecta dulzura la independencia de la soledad¡±. Esa actitud tiene que ver poco o nada con la coherencia. El alma grande carece de ella. ¡°Decir lo que pens¨¢is ahora con palabras duras, y decir ma?ana lo que pens¨¢is con palabras duras de nuevo, aunque contradigan las de hoy¡±. La virtud y el vicio emite un h¨¢lito a cada momento. Ser grande es ser malentendido. ¡°Una navegaci¨®n es una l¨ªnea quebrada de cien bordadas. Mirad la l¨ªnea desde una distancia suficiente y ver¨¦is c¨®mo se endereza¡±.

Emerson insiste, de un modo pitag¨®rico, en que la virtud no es un asunto moral, sino de sinton¨ªa. Es la capacidad de armonizarse con el mundo, de escuchar la m¨²sica secreta del cosmos y respirar al un¨ªsono con la naturaleza. ¡°El sentido del ser que en las horas tranquilas surge del alma no es diverso de las cosas, del espacio, de la luz, del tiempo, del hombre, sino uno con ellos, y procede obviamente de la misma fuente¡±. Habla, sin mencionarlo, del no?s de Anax¨¢goras. Hay una inteligencia com¨²n. Cada persona es una entrada a esa inteligencia. Vivimos inmersos ¡°en el seno de una inmensa inteligencia que nos hace receptores de su verdad y ¨®rganos de su actividad. Cuando discernimos la justicia, cuando discernimos la verdad, no hacemos nada por nosotros mismos, sino que permitimos que pasen sus rayos¡±. La propuesta es af¨ªn al ideal de la mente di¨¢fana de la tradici¨®n india. Emerson conoce la Bhagavadg¨©t¨¡, que cita en diversas ocasiones, y sintoniza con el paganismo hind¨². Frente a esas percepciones, la voluntad no es sino enso?aci¨®n ociosa y vagabunda. ¡°La percepci¨®n no es caprichosa sino fatal. Si veo un rasgo, mis hijos lo ver¨¢n despu¨¦s y, con el tiempo, toda la humanidad, aunque puede ocurrir que no lo vea m¨¢s que yo, pues mi percepci¨®n es un hecho tan firme como el sol¡±. La mente debe aprender a ser sencilla para recibir la luz divina. Entonces caen los viejos profesores, los viejos textos, y los viejos templos. Toda la vieja fraseolog¨ªa pierde su sentido. ¡°?Es la bellota mejor que el roble que es su plenitud y compleci¨®n? ?De d¨®nde viene pues esa adoraci¨®n al pasado? Los siglos conspiran contra la cordura y autoridad del alma¡±. Y, siguiendo a Berkeley, afirma: ¡°el tiempo y el espacio no son sino colores fisiol¨®gicos que compone el ojo¡±. Y siguiendo a los suf¨ªes: ¡°el alma es la luz; donde est¨¢, es de d¨ªa; d¨®nde ha estado, es de noche; y la historia es una impertinencia y una ofensa¡±.

Nos hemos vuelto timoratos, quejosos, desalentados. Frente a la percepci¨®n, la esperanza es inferior. Su deseo nos priva del amor. Tambi¨¦n el discurso. Emerson prefiere la iglesia silenciosa al serm¨®n. El alma que conf¨ªa en s¨ª misma debe tener la autosuficiencia del planeta, atender a su fuego interno, mantener su equilibrio y su ¨®rbita, asombrar a la chusma entrometida, desafiar a las instituciones. Toda mente nueva es una nueva clasificaci¨®n. Esas instituciones no son s¨®lo las universitarias, tambi¨¦n las eclesi¨¢sticas. ¡°Los rezos de petici¨®n son una enfermedad de la voluntad, los credos una enfermedad del intelecto¡±. Los conocimientos de bot¨¢nica impiden ver el bosque, el mapa la ciudad. Toda clasificaci¨®n esconde dos cosas: el individuo que la crea, y los presupuestos que utiliza. Desaparecidos ambos, el conocimiento espurio que se hace pasar por verdadero. La mente desequilibrada idolatra las clasificaciones, las convierten en un fin en s¨ª mismas. Ignoran, en su estrechez, que la experiencia las desmiente.

La poes¨ªa es la ciencia de lo real

Para una mente centrada nada significan las muchas invenciones mec¨¢nicas. Aunque a?ad¨¢is millones y cada vez m¨¢s sorprendentes, el hecho de la mec¨¢nica no habr¨¢ ganado un ¨¢pice de peso. El hecho espiritual permanece inalterable.

El poeta

Los ojos son meteoros, estrellas fugaces, que hienden las tinieblas, que animan la danza de la naturaleza, hasta que se apagan y ceden su puesto a otros ojos. Bardos ol¨ªmpicos que cantan lo divino y nos encuentran siempre j¨®venes. Como en el mundo v¨¦dico, para Emerson el poeta es aquel que se deja atravesar por la voz original y la trasmite. Es aquel que escucha (en lugar de ver), el mensaje del origen. El poeta, adem¨¢s, es un ni?o travieso y salvajemente sabio. Lista sus favoritos, todos ellos paganos, salvo uno. Orfeo, Emp¨¦docles, Her¨¢clito, Plat¨®n, Plutarco y Dante. No somos sartenes o cerillas, sino hijos del fuego, hechos por ¨¦l. Somos lo divino trasmutado. Ese es el r¨ªo ¨ªgneo del tiempo y sus criaturas (intr¨ªnsecamente ideales y bellas). El hallazgo del poeta, la conversaci¨®n ¨ªntima que mantienen con la naturaleza, arrastrar¨¢ tarde o temprano a las gentes, necesitadas siempre de expresi¨®n, de amor a la belleza, el bien y la verdad. Emerson es un plat¨®nico desaforado, pero del Plat¨®n m¨¢s pagano, ese que heredar¨¢n Plotino, Plutarco y Proclo. El poeta representa la belleza, pero la belleza, en ¨²ltimo t¨¦rmino, es tambi¨¦n verdad y bondad. ¡°La belleza es la creadora del universo¡±. Ciertas personas son enviadas al mundo con el poder de la expresi¨®n. Las palabras de Homero son tan valiosas como las haza?as de Aquiles. El poeta escribe aquello de lo que hablar¨¢n los hombres. Perfila as¨ª el curso de la historia y las historias. El poeta genuino tiene un o¨ªdo delicado, sabe escuchar al viento (en esas regiones donde el aire es m¨²sica) y componer los cantos de las naciones. Las religiones del mundo son la expresi¨®n de unos cuantos genios imaginativos. Hijo de la m¨²sica, el poeta es el que anuncia lo que nadie ha predicho. Es el protagonista secreto de toda cronolog¨ªa. ¡°Lo que compone un poema no son metros, sino un argumento metrificador, un pensamiento tan apasionado y vivo que, como el esp¨ªritu de una planta o un animal, tiene una arquitectura propia y adorna la naturaleza con algo nuevo. El pensamiento y la forma son iguales en el orden del tiempo, pero, en el orden de la g¨¦nesis, el pensamiento es anterior a la forma.¡± El secreto del mundo es profundo. Los cuerpos son s¨ªmbolos, pero no sabemos qui¨¦n ser¨¢ su int¨¦rprete. La naturaleza es un s¨ªmbolo, en su conjunto y en cada una de sus partes. Toda forma es un efecto del car¨¢cter, toda condici¨®n, de la cualidad. ¡°Las gentes creen que odian la m¨²sica y la poes¨ªa, ?pero todos son poetas y m¨²sicos!¡±. El universo es el espejo del alma, su exteriorizaci¨®n. ¡°Tratamos sensualmente la tierra y los cuerpos celestes, la f¨ªsica, la qu¨ªmica, como si fueran existentes por s¨ª mismos, pero son la retina de ese ser que tenemos.¡±

Emerson volver¨¢ una y otra vez sobre la misma idea. La naturaleza est¨¢ etificada, responde a un poder moral. En sus reflexiones sobre la naturaleza y sobre el concepto de la compensaci¨®n, nueva versi¨®n del mecanismo autorregulador del karma. ¡°Si alg¨²n fen¨®meno permanece bruto y oscuro, se debe a que la facultad correspondiente en el observador a¨²n no est¨¢ activa¡±. Somos s¨ªmbolos y habitamos en s¨ªmbolos. Esa es la verdadera ciencia. De ah¨ª que el int¨¦rprete de los s¨ªmbolos, el humanista, sea m¨¢s decisivo que el f¨ªsico o el qu¨ªmico, que se mueven en una literalidad ficticia, en un mundo de se?ales cuyo significado desconocen.

Los poetas son liberadores. Su magia es la magia de la libertad. Los bardos aman el vino y las sustancias psicoactivas: hidromiel, opio, peyote o ayahuasca, todos ellos elixires que ampl¨ªan el espectro de las percepciones

Los poetas son liberadores. Su magia es la magia de la libertad. Los bardos aman el vino y las sustancias psicoactivas: hidromiel, opio, peyote o ayahuasca, todos ellos elixires que ampl¨ªan el espectro de las percepciones. Tambi¨¦n la danza, el teatro, la m¨²sica, el sexo, los viajes y la guerra. Pero en la naturaleza, como en la monta?a, no hay atajos. El esp¨ªritu no acude a los hechizos del opio o del vino. El viejo puritano resurge aqu¨ª: ¡°La visi¨®n sublime viene al alma pura y sencilla en un cuerpo limpio y casto. Lo que debemos a los narc¨®ticos no es una inspiraci¨®n, sino una falsificaci¨®n de la excitaci¨®n y furia¡±. Milton lo dice, el poeta l¨ªrico puede condescender con el vino, pero el que canta a los dioses y su descenso debe beber agua en un cuenco de madera. Su don es solar, no lunar. El que llena su mente de moda y codicia, de vino y caf¨¦, no es capaz de sentir el magnetismo de las pinadas.

El mundo es real, tambi¨¦n el esp¨ªritu. Ambos se buscan, se atraen. Juntos crean. Para algunas filosof¨ªas indias s¨®lo el esp¨ªritu es real y la naturaleza, una ilusi¨®n. Emerson (como este cronista), prefiere que la naturaleza conserve su realidad. Se trata, como todas las cuestiones importantes, de una cuesti¨®n est¨¦tica, que nos sit¨²a en un universo m¨¢s creativo e inspirador.

C¨ªrculos

La vida son c¨ªrculos. ¡°El ojo es el primer c¨ªrculo, el horizonte que forma el segundo¡±. Por todos lados hay c¨ªrculos. El c¨ªrculo es el emblema supremo de la naturaleza. El c¨ªrculo hermen¨¦utico es el m¨¢s decisivo para el pensamiento. Podemos ir del todo a las partes o de las partes al todo, pero sin recorrer ambos caminos, cualquier interpretaci¨®n que hagamos quedar¨¢ tuerta, sin perspectiva. Salir del c¨ªrculo es una aspiraci¨®n leg¨ªtima. Abandonar el disco rayado del entendimiento. La vida consiste en aprender que alrededor de cada c¨ªrculo se dibuja otro. Y que no hay fin en esta serie de c¨ªrculos conc¨¦ntricos, ya sea hacia dentro o hacia afuera. De ah¨ª que el racionalismo sea violento, imperial y, en definitiva, falso. Vivimos entre infinitos y el infinito, como el color o la m¨²sica, es irracional.

Lo mejor es enemigo de lo bueno. La prudencia exagerada es imprudente. La obsesi¨®n por el control crea nuevos peligros. En la naturaleza no hay fijaciones. El mundo es fluido y vol¨¢til. Lo que construye es siempre superior a lo construido. Cada vida es un c¨ªrculo que se despliega a s¨ª mismo. El alma estalla sobre sus l¨ªmites y expande su ¨®rbita. Esto se aplica tambi¨¦n a las leyes. Toda ley general es s¨®lo un hecho particular de una ley m¨¢s amplia. Adem¨¢s, no hay l¨ªmite exterior ni muro que cierre estas circunferencias. Cada persona es una profec¨ªa expansiva. Por eso nunca puede ser plenamente comprendida, porque est¨¢ en expansi¨®n. ?C¨®mo apoderarse o definir lo que no est¨¢ quieto? Siempre hay algo nuevo que brota, que impulsa la ampliaci¨®n del c¨ªrculo. Esa visi¨®n pagana y circular es, adem¨¢s, un flujo de bondad. ¡°La naturaleza es el r¨¢pido flujo de la bondad que se ejecuta y organiza a s¨ª misma¡±. Cuando un poeta enciende una nueva luz, nos emancipa del c¨ªrculo anterior en el que viv¨ªamos. La sabidur¨ªa no est¨¢ en el tratado o el laboratorio, sino en el soneto o el drama. En ellos es d¨®nde los ojos pueden divisar ese otro c¨ªrculo.

¡°Oh, fil¨®sofo circular, oigo exclamar al lector, has llegado a un fino piurronismo, a una equivalencia e indiferencia de todas las acciones¡±. Emerson (eso dice) no trata de justificarse, aunque lo hace. ¡°No hay hechos sagrados para m¨ª, ni profanos; simplemente experimento, soy un buscador interminable, sin pasado alguno a mi espalda¡±. Todas las cosas se renuevan, germinan, brotan. La naturaleza aborrece lo viejo. En ella todo momento es nuevo. El pasado queda tragado y olvidado, solo lo venidero es sagrado. S¨®lo ser as¨ª nos lleva a conocer as¨ª. ¡°No sabemos lo que significan las palabras m¨¢s sencillas salvo cuando nos mueve el amor o la aspiraci¨®n¡±. De ah¨ª que busquemos desesperadamente deshacer nuestro c¨ªrculo, olvidarnos de nosotros mismos, ¡°vernos sorprendidos al margen de nuestra propiedad¡±, penetrar en los bosques, ¡°perder nuestra memoria sempiterna y hacer algo sin saber c¨®mo o por qu¨¦; en resumen, trazar un nuevo c¨ªrculo¡±. ¡°Nunca se logr¨® nada grande sin entusiasmo. El camino de la vida es maravilloso; pero lo es por abandono¡±. En esencia somos seres desprendidos.

En la mente del mundo

Lo que llamamos mundo Emerson lo llama over-soul, un alma universal que lo inunda todo. En un ensayo publicado en 1841, establece las relaciones entre ese alma global y el alma individual de cada uno. La influencia de las filosof¨ªas indias es evidente y, aunque Emerson no sistematiza sus opiniones, intentamos ordenarlas aqu¨ª para que ver hacia d¨®nde se dirige. Lo primero ser¨ªa actualizar el lenguaje y, en lugar de alma, hablar de mente. Un oc¨¦ano mental inunda el universo y el individuo (la mente particular), es s¨®lo un peque?o remolino en ese inmenso mar mental. La mente, por otro lado, no tiene ¡°tapa¡±, no se encuentra encerrada por el cr¨¢neo, sino que vive a cielo abierto, contemplando el firmamento y, al mismo tiempo, expuesta a los abismos de las profundidades ps¨ªquicas. Esa abertura permite las revelaciones y la enajenaci¨®n, lo sublime y lo oscuro. De ah¨ª que, en ocasiones, nos atraviese el estremecimiento al recibir una verdad o reanudar una vieja atadura. Por un lado, el ¨¦xtasis y la inspiraci¨®n prof¨¦tica, por el otro, la catatonia y el colapso mental. En ambos casos el filtro de la mente se rompe y somos perforados por una luz excesiva. Emerson cita las epifan¨ªas de S¨®crates, Pablo de Tarso, Plotino o B?hme, como ejemplos donde el alma se expone a la luz divina.

El alma es pulsaci¨®n, progresa a saltos. Tiene una naturaleza cu¨¢ntica. De ah¨ª las crisis de crecimiento. Cualquier adolescente lo experimenta. Sus avances no tienen lugar gradualmente

El alma es pulsaci¨®n, progresa a saltos. Tiene una naturaleza cu¨¢ntica. De ah¨ª las crisis de crecimiento. Cualquier adolescente lo experimenta. Sus avances no tienen lugar gradualmente. Todos estos indicios se pueden captar en los sue?os, las sorpresas, en lecturas, di¨¢logos y enso?aciones. En ellas se ilumina fugazmente el secreto de la naturaleza. En ellas se advierte que el alma no es un ¨®rgano, sino aquello que anima y ejercita todos los ¨®rganos. No es el pensamiento o la voluntad, sino aquello que los mueve. ¡°Un hombre es la fachada de un templo en el que habitan toda sabidur¨ªa y todo bien. Cuando respira por el intelecto es el genio, cuando respira por la voluntad, es la virtud, cuando fluye por su afecto, es el amor¡±. La sabidur¨ªa del sabio consiste en que no juzga, deja que las cosas se juzguen a s¨ª mismas.

Lo divino llega sin avisar. Ya se dijo: ¡°No hay pantalla o techo entre nuestras cabezas y los cielos infinitos¡±. No hay un muro donde cese el hombre y empiece Dios. Nuestra relaci¨®n con lo divino es una relaci¨®n en continuidad. Pero no se trata de algo que uno pueda propiciar. No depende de la voluntad. Los pensamientos que llegan a la mente lo hacen por v¨ªas que no hemos abierto a voluntad y lo mismo ocurre con los que salen. La se?al del progreso espiritual est¨¢ en el tono y el car¨¢cter (que muestra cosas por encima del discurso o la voluntad). El genio es una absorci¨®n mayor en el coraz¨®n com¨²n del mundo. Esa cualidad es la que distingue al sabio del literato. Uno habla desde dentro, otro desde fuera. El primero se ha vuelto poroso a la mente universal y absorbe un mar de luz, el segundo s¨®lo intuye esa posibilidad. El sabio transforma su naturaleza en divina, por eso inspira temor y asombro. Del segundo admiramos s¨®lo su talento, no su naturaleza (¡°Shakespeare sugiere una riqueza que arruina la suya propia¡±). Lo divino, claro est¨¢, s¨®lo se manifiesta a los valientes, a los que son capaces de arriesgar, de arramplar con su ego. Claro est¨¢, en el camino se quedan algunos, las v¨ªctimas, los enajenados, los que no supieron medir sus propias fuerzas. De ah¨ª que Emerson insista en que la fe que descansa en la autoridad no es fe. Ante la experiencia de lo divino, ?qu¨¦ pueden decir Calvino o Swedenborg? El alma sabe que ha nacido en el seno de la gran mente universal y que es receptiva a ella. Oleadas de naturaleza eterna entran en el alma, que debe aprender a manejar esas energ¨ªas inmortales. Emerson parece estar hablando de la naturaleza de Buda o del liberado en vida de la tradici¨®n hind¨², aunque no muestra sus fuentes. En el mundo al que apunta no hay historia profana, toda la historia es sagrada. El alma henchida de lo divino abandonar¨¢ todo lo mezquino y fr¨ªvolo, afrontar¨¢ tranquila y confiada el futuro, pues sabe que todo el porvenir se encuentra ya en su interior. Ideas todas ellas paganas que, en la ¨¦poca moderna, podemos rastrear en Leibniz, Nietzsche o Whitehead. Am¨¦rica es excepcional.

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