Confucio (II): Entender China, una tarea urgente
Conocer la figura del primer fil¨®sofo chino puede ayudar a entender al gigante asi¨¢tico. Es muy probable que, en unas d¨¦cadas, alrededor de ese pa¨ªs orbite el nuevo orden mundial
?Qu¨¦ sabemos hoy de China? Nos llega un rumor, filtrado, interesado, de datos econ¨®micos y noticias pol¨ªticas. Sin embargo, en lo esencial, China sigue siendo una gran desconocida. Desde los tiempos de la Ruta de la Seda hasta las Guerras del Opio, Occidente ha proyectado sobre el pa¨ªs sue?os y ambiciones. Anta?o fueron los misioneros jesuitas, hoy son los hombres de negocios y las grandes tecnol¨®gicas (ahora que el dinero no es oro ni papel, sino un dato que exige una f¨¦rrea custodia). Seguimos siendo una civilizaci¨®n f¨¢ustica y demi¨²rgica, debido en parte a que los ingenieros mantienen intacto el entusiasmo por el progreso (incluso al precio de intercambiar lo humano por lo inhumano); y debido, claro est¨¢, a nuestra codicia y ambici¨®n.
Entender la civilizaci¨®n china, su pensamiento, cultura e historia pol¨ªtica, es hoy una tarea ineludible. Ya tenemos traducidas, por Herder, Atalanta, Alianza, Trotta, Bellaterra y Kair¨®s algunas de las mejores historias y monograf¨ªas sobre el pensamiento chino, que pueden ayudar a romper con la imagen tendenciosa de China que se filtra a diario en las noticias. China no es una amenaza para el orden global, aunque lo sea para nuestra supremac¨ªa.
El confucianismo es la m¨¢s antigua de las filosof¨ªas chinas. Desde la ¨¦poca cl¨¢sica, los confucianos fueron los maestros de las seis artes (ceremonias, caligraf¨ªa, m¨²sica, arquer¨ªa, caballer¨ªa y matem¨¢ticas). Se encargaban de la educaci¨®n de los aspirantes a funcionarios imperiales (que deb¨ªan dominar los Cuatro libros). Un pensamiento que surge de las preocupaciones del docente y el consejero de Estado. Pero el confucianismo es tambi¨¦n una tradici¨®n literaria, una forma de vida y un ideario pol¨ªtico. Conjuga la erudici¨®n, la moral y la aspiraci¨®n al buen gobierno. Trataremos de dilucidar aqu¨ª c¨®mo funcionan, imbricadas, estas tres dimensiones, que durante siglos han perfilado (y lo siguen haciendo) las costumbres y formas de pensamiento en China. De hecho, se puede decir que nadie ha influido tan profundamente en la vida y el pensamiento chino como el maestro Kong. El confucianismo, lejos de ser una reliquia, es una tradici¨®n viva. Fue perseguido por la dinast¨ªa Qin (siglo -III), que orden¨® la quema de los libros confucianos y el asesinato de sus eruditos, resurgi¨® durante la dinast¨ªa Han (-206-220), convirti¨¦ndose en la ortodoxia estatal, dando lugar a la fundaci¨®n de la Gran Academia. El v¨ªnculo entre confucianismo y gobierno din¨¢stico se consolida en este periodo. El confucianismo se convierte en la ideolog¨ªa del Estado e inicia una edad dorada en la que forja un legado cultural que a¨²n prevalece: la dinast¨ªa da nombre al mayor grupo ¨¦tnico de la China actual, la etnia Han. Desde entonces, las ideas de Confucio no han dejado de influir en las sucesivas dinast¨ªas. La ¨¦tica confuciana contribuy¨® decisivamente a la estabilidad del Estado din¨¢stico y su continuidad burocr¨¢tica, aunque se ver¨¢ afectada por el ascenso y ca¨ªda de los emperadores. Entre la que cabe incluir a la ¨²ltima gran dinast¨ªa, la del comunismo olig¨¢rquico y burocr¨¢tico (a pesar de los recelos iniciales de Mao Zedong).
En la China h¨ªbrida de hoy, el confucianismo se considera un valor en alza desde las m¨¢s altas instancias del gobierno de Xi Jinping y se ve como una tradici¨®n abierta a la modernizaci¨®n del pa¨ªs, a un modelo socialista de mercado (el llamado ¡°socialismo de caracter¨ªsticas chinas¡±) y a los objetivos del Partido Comunista chino. En la vida econ¨®mica, pol¨ªtica y social del pa¨ªs, siguen activos los valores confucianos. El propio discurso del PCCh considera que estos valores no son algo del pasado, sino que pueden conducir a formar parte de una cultura mundial, respondiendo a las necesidades de las sociedades tecnol¨®gicas de la aldea global.
La singularidad china
Algunos condicionamientos marcan la evoluci¨®n del pensamiento chino. En primer lugar, desde una ¨¦poca temprana hasta bien entrado el siglo XX, la poblaci¨®n es mayoritariamente campesina. El ciclo natural (el mandato del Cielo) es el centro de la vida rural. Ning¨²n crecimiento puede acelerarse, ning¨²n envejecimiento retardarse. El segundo factor, decisivo, es la familia patriarcal. La piedad filial del hijo al padre, del s¨²bdito al soberano, refleja un orden superior: la relaci¨®n entre el Cielo y la Tierra. El emperador act¨²a simult¨¢neamente como padre del pueblo e Hijo del Cielo. Otro factor importante es la propia lengua china, mucho m¨¢s eficaz en la protecci¨®n de influencias externas que la gran muralla. China es una civilizaci¨®n del libro, pero esos libros no est¨¢n hechos de palabras, sino de ideogramas. Los pensadores parten de signos, no de palabras (agregados de sonidos desprovistos de significado). Cada signo es una entidad cargada de sentido. Cuando un fil¨®sofo habla de ¡°naturaleza¡± piensa en el ideograma , compuesto del elemento segundo, que indica lo que nace o lo que vive, y del radical coraz¨®n/mente, que dirige su reflexi¨®n sobre la naturaleza. Es decir, no hay naturaleza sin observador. Lo que llamamos naturaleza es una urdimbre de percepciones. El pensamiento chino, a diferencia del cartesiano, se sit¨²a en lo real en lugar de superponerse a lo real. En ning¨²n caso considerar¨¢ que el orden del pensamiento coincide con el orden de lo real. Pues el coraz¨®n/mente (xin) no es separable de eso que llamamos naturaleza. Desde esta perspectiva, lo decisivo no es tanto la distancia cr¨ªtica (debilidad de Occidente) como la simpat¨ªa de quien, con su observaci¨®n, forma parte de la realidad y pretende armonizarse con ella.
El chino, adem¨¢s, no es una lengua flexiva. Las partes del discurso no est¨¢n determinadas por la distinci¨®n entre el sustantivo y el adjetivo, carece de prefijos privativos o de sufijos que permitan la abstracci¨®n, de declinaciones o conjugaciones que permitan entender quien es quien en la frase. Las relaciones quedan indicadas ¨²nicamente por la posici¨®n de los signos en la cadena de la frase (cada uno de ellos constituye una unidad sem¨¢ntica). Adem¨¢s, tampoco existe el verbo Ser como predicado. Todas estas circunstancias hicieron que la tradici¨®n no desarrollara una l¨®gica o una epistemolog¨ªa como se hizo en Grecia o India. No hay esa distancia entre el sujeto y el objeto, no hay raz¨®n fuera del mundo. S¨®lo hay inmersi¨®n y, en el sabio, armon¨ªa.
La escritura ideogr¨¢fica sirve adem¨¢s de muro frente a la incorporaci¨®n de conceptos extranjeros, que s¨®lo pueden transliterarse fon¨¦ticamente. De ah¨ª que el chino sea una lengua refractaria al extranjerismo. Al carecer de la distinci¨®n entre sustantivos, adjetivos y verbos, resulta dif¨ªcil establecer la oposici¨®n entre sustancia y accidente. Y, sin tiempos verbales, se difumina la distancia entre pasado y futuro. Las historias del pasado se perciben como plenamente actuales. La l¨®gica china es plenamente narrativa. De hecho, las historias constituyen por s¨ª mismas conceptos o demostraciones. Tampoco existe en chino el verbo copulativo ser, lo que dificulta la ontolog¨ªa filos¨®fica.
Confucianismo: religi¨®n de estado
Si el confucianismo es o no una religi¨®n es una cuesti¨®n todav¨ªa debatida por los especialistas. En cierto sentido, podr¨ªamos hablar de una ¡°religi¨®n laica¡±, si se nos permite combinar ambos t¨¦rminos. Cuando el jesuita Mateo Ricci llega a la corte de los Ming en el a?o 1583, advierte r¨¢pidamente que para lograr una posici¨®n influyente y conseguir el apoyo del Estado, no debe afeitarse la cabeza como hacen los budistas (recordemos que el budismo en China es una influencia ¡°occidental¡±), sino dejarse crecer el pelo como hacen los eruditos confucianos. Ricci profundiza en el estudio de los textos cl¨¢sicos, todos ellos editados o comentados por Confucio, adopta la vestimenta del letrado ru y llegar¨¢ a ser considerado un erudito de prestigio, aunque se mantendr¨¢ fiel a la agenda oculta de la Compa?¨ªa. La versi¨®n jesuita del confucionismo tendr¨¢ eco en la Europa ilustrada. Voltaire, Leibniz y Wolff quedar¨¢n fascinados por las doctrinas sociales, ¨¦ticas y pol¨ªticas de Confucio, y la idea de un Estado gobernado seg¨²n las m¨¢ximas morales y pol¨ªticas de las Analectas.
El origen de t¨¦rmino confucianismo se lo debemos precisamente a Mateo Ricci, que es el primer europeo que estudia a fondo los textos confucianos y la figura de Kong Fu (el sufijo zi, significa ¡°maestro¡± y fue latinizado cius: Confucius), que se considera el fundador de la ¡°escuela de los letrados¡±. Una tradici¨®n humanista que en China se denomina ru jia, ru jiao o simplemente ru. Pero Confucio no fue, en ning¨²n caso, un salvador, ni siquiera un ¡°fundador¡±, sino alguien que revitaliz¨®, coment¨® y foment¨®, una forma antigua de entender el buen gobierno, de uno mismo y del emperador. La tradici¨®n ru, fue, desde tiempos inmemoriales, una tradici¨®n de letrados, lo que hoy llamar¨ªamos una tradici¨®n humanista. Como forma de vida o profesi¨®n, podemos situar su origen en la ¨¦poca de la dinast¨ªa Zhou (s. XI - V a. EC.). Esa tradici¨®n se caracterizaba por la devoci¨®n a seis libros, los seis cl¨¢sicos: el Libro de los ritos, el Libro de las odas, el Libro de los documentos hist¨®ricos, el Libro de las mutaciones, el Libro de la m¨²sica y los Anales de primavera y oto?o.
Cuando los ilustrados empiezan a prestar atenci¨®n a Confucio, muchos ven en ¨¦l a un racionalista que rechaza lo sobrenatural y milagroso. Los fil¨®sofos est¨¢n inmersos en el conflicto entre raz¨®n y religi¨®n que mantienen con los jesuitas y el maestro Kong les parece entonces un aliado. Pero la sinolog¨ªa no hab¨ªa hecho m¨¢s que empezar (auspiciada por Leibniz) y esa visi¨®n era una visi¨®n interesada y falaz, t¨ªpica del logocentrismo europeo. Tuvo que pasar un tiempo hasta que se constat¨® que a muy poca gente en China le importa mucho si el alma sobrevive tras la muerte o si el ¡°Cielo¡± del que habla Confucio es un dios personal o un principio impersonal, asuntos todos ellos de vital importancia en dicha querella. La postura general de Confucio ante estos asuntos, como la de Buda, es que no deben distraernos de los asuntos humanos. No debemos olvidar que el confucianismo realiza sacrificios al Cielo, a los dioses de las monta?as, a los r¨ªos y los ancestros. Trata de armonizar no s¨®lo al hombre con el hombre, sino tambi¨¦n al hombre con el cosmos. Aunque puede decirse que el valor de estas ceremonias depende de la ceremonia misma y no de alg¨²n tipo de trascendencia. M¨¢s all¨¢ de esta pr¨¢ctica social, la especulaci¨®n en torno a estos asuntos se considera ociosa y, en general, perjudicial. ¡°El maestro no hablaba de milagros, prodigios, irregularidades o dioses¡± (7.21). Cuando se le pregunt¨® por el servicio a los difuntos, Confucio contest¨®: ¡°Si todav¨ªa no eres capaz de servir a los vivos, ?c¨®mo quieres servir a los muertos? Si todav¨ªa no sabes qu¨¦ es la vida, ?c¨®mo pretendes conocer la muerte?¡± (11.12) La soluci¨®n a esta disyuntiva se muestra en otro lugar de los Di¨¢logos. No se trata de afirmar o negar, simplemente se trata de guardar ¡°cierta distancia¡±. Spinoza lo entender¨ªa muy bien: no resistencia directa al mal, o a la estupidez. ¡°Esforzarse en hacer bien al pueblo y mostrarse reverente con los ancestros y los dioses, pero manteni¨¦ndolos a cierta distancia, puede llamarse sabidur¨ªa¡± (6.22) Una idea que retomar¨¢ William James: la oraci¨®n por la oraci¨®n misma, sin la necesidad de que haya un interlocutor. La atenci¨®n se desplaza hacia lo humano y hay una actitud reacia hacia la especulaci¨®n metaf¨ªsica. Se trata de una cuesti¨®n m¨¢s para el ingenio que para la argumentaci¨®n seria (temas que, en la tradici¨®n china, s¨®lo han discutido a profundidad los mo¨ªstas, los seguidores de Mozi). El confuciano Xunzi, por ejemplo, asume sin cortapisas que la conciencia cesa tras la muerte y que el Cielo es altamente impersonal. Y el propio maestro Kong confirma que, ¡°al estudiar lo de abajo, he llegado a comprender lo de arriba¡± (14.35).
La lectura sesgada que los ilustrados hicieron de Confucio, puede trasladarse al debate contempor¨¢neo sobre la democracia en China, eterno argumento de Occidente contra el gigante asi¨¢tico. En una sociedad que hist¨®ricamente ha sido mayoritariamente campesina e iletrada, el sufragio universal carece de sentido. Lo que para nosotros es electoralismo, diversos partidos disput¨¢ndose el favor de los ciudadanos, para los chinos son diversas familias, dentro de un ¨²nico partido, disput¨¢ndose el favor de compromisarios y funcionarios. Desde antiguo China se ha visto ante la exigencia de responder a los desaf¨ªos de Occidente. El primero de importancia fue el budismo (que lleg¨® de la India), luego, tras la ¨¦poca colonial, la humillaci¨®n japonesa y las Guerras del Opio, una herej¨ªa del cristianismo, el comunismo. En 2011 se instal¨® una estatua gigante de Confucio en las inmediaciones de la plaza del Tiananm¨¦n, frente a la figura de Mao. A los pocos meses fue retirada sin dar m¨¢s explicaciones. Tras ciertas vacilaciones, la China de Xi Jinping ha iniciado un proceso de recuperaci¨®n de la figura de Confucio, tras el despreci¨® de Mao Zedong y su Revoluci¨®n cultural, que pretend¨ªa preservar el comunismo chino de las amenazas del capitalismo y de una tradici¨®n aut¨®ctona de casi tres mil a?os de antig¨¹edad. Confucio, considerado el primer fil¨®sofo chino, dec¨ªa que ¨¦l no inventaba nada, s¨®lo preservaba y transmit¨ªa un saber antiguo, que remontaba a la dinast¨ªa Zhou. Hoy, conocer esta figura puede ayudar a entender al gigante asi¨¢tico. Es muy probable que, en unas d¨¦cadas, alrededor de China orbite el nuevo orden mundial. Se trata de una tarea urgente, tanto para las relaciones internacionales como para la mediaci¨®n en conflictos.
Los inicios del pensamiento chino se sit¨²an en un grupo variopinto de letrados que concurr¨ªan en las cortes principescas desde mediados del primer milenio antes de nuestra era. A diferencia de la India, la filosof¨ªa china no nace en la selva del anacoreta, sino en torno al soberano. De ah¨ª que sea fundamentalmente una filosof¨ªa pol¨ªtica. Se disputa sobre la naturaleza humana, pero no con vistas a su salvaci¨®n, sino al buen Gobierno. En general, para los fil¨®sofos chinos de hoy, los pensadores occidentales se han ocupado demasiado de asuntos ¡°extrahumanos¡±, mientras que el pensamiento chino ha estado m¨¢s orientado a la praxis pol¨ªtica. No se trata de razonar cada vez mejor, sino de armonizar la propia vida con la naturaleza y la sociedad. En el periodo de los Reinos Combatientes, alrededor de las cortes orbitaban diferentes escuelas: mo¨ªstas, legalistas, la escuela de los elementos, la del yin y el yang, tao¨ªstas y seguidores del Maestro Kong. La novedad de estos ¨²ltimos ser¨¢ que la teor¨ªa pol¨ªtica y el autocultivo son las dos caras de una misma moneda, que es tanto un tesoro privado como p¨²blico. El confucianismo se ocupa del ser humano, de su ¨¦tica, costumbres y organizaci¨®n social, relegando lo mitol¨®gico, lo escatol¨®gico y lo metaf¨ªsico, a asuntos ociosos, m¨¢s propios de poetas que de pensadores serios. Aunque conserva una cierta ¡°visi¨®n del Cielo¡±, cuyas implicaciones son tanto ¨¦ticas como pol¨ªticas y cosmol¨®gicas.
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