El narcotr¨¢fico y sus consecuencias visto desde sus trabajadores de a pie
La cinta boliviana 'Cocaine prison' representa a Latinoam¨¦rica en la secci¨®n de documentales del Festival de Cine de Toronto
Una primera escena, situada en una senda en el Parque Mach¨ªa, en la zona tropical de Cochabamba, Bolivia, muestra una fila de hormigas cargando hojas de coca, y de todo tipo, de vuelta a su hormiguero. El terreno por el que caminan no es sencillo, deben ir y venir llevando su carga para cumplir con su colonia. En el fondo de esta imagen se escucha la voz de Violeta Ayala, que le pregunta a Deysi: "?Para qu¨¦ llevan? [las hojas]". A lo que la joven responde ri¨¦ndose con gracia burlona: "Para hacer coca¨ªna". Con este cuadro inicia Los burritos (titulado en ingl¨¦s Cocaine prison), el documental de Ayala, que sirve como una met¨¢fora para contar una historia sobre los trabajadores de a pie del narcotr¨¢fico, las consecuencias de esta labor y los distintos usos que se le da a la hoja de coca en la cultura boliviana.
Cocaine prison es el ¨²nico documental latinoamericano que compite en la secci¨®n TIFF Docs de la presente edici¨®n del Festival de Cine de Toronto, que se celebra desde el 7 al 17 de septiembre. D¨ªas antes de que la cita cinematogr¨¢fica empiece en Canad¨¢, la directora se encontraba pasando unos d¨ªas en su natal Cochabamba, el escenario donde se desarrolla la historia. "La pel¨ªcula tiene muchas met¨¢foras, es diferente a todo mi trabajo de antes. Hab¨ªa muchas personas que trabajaron conmigo que quer¨ªan que les de contexto. Pero no, esta es una pel¨ªcula de la visi¨®n de la gente de mi pa¨ªs. Nosotros ya sabemos lo que pasa con la coca¨ªna cuando llega al otro lado", explica la realizadora.
El largometraje sigue a Hern¨¢n, Mario y Deysi. El primero fue arrestado traficando dos kilos de coca¨ªna a Argentina, mientras que el segundo fue aprisionado mientras trabajaba como pisa-coca (personas que pisan durante horas el mantillo de hojas para mezclar la soluci¨®n que convierte la coca en pasta base). Y, sobre todo, la traves¨ªa de la tercera por liberar a Hern¨¢n, su hermano, mientras los tres se enfrentan a un sistema penal que obstaculiza los procesos.
Para Ayala era importante contar la historia desde el otro extremo de la cadena. Mostrar a las personas de a pie que se meten en este mundo y c¨®mo son siempre ellos los que pagan, porque son reemplazables. "Nos han mostrado siempre a Pablo Escobar, al Chapo Guzm¨¢n, pero ellos son las excepciones. La gente que trabaja en el negocio global de las drogas son las Deysis, los Hernanes y los Marios, por eso funciona, por eso sigue, porque cogen a uno y tienen a otros 100. En todos los a?os que he filmado en la c¨¢rcel, nunca he visto entrar a un pez gordo, ni siquiera un pez mediano", dice Ayala.
La realizadora boliviana-australiana inici¨® con este proyecto en 2010, justo el mismo d¨ªa que Hern¨¢n era encarcelado en el penal para varones San Sebasti¨¢n, en Cochabamba. Esta penitenciar¨ªa se aleja del retrato que las ficciones estadounidenses muestran respecto a las prisiones al norte del R¨ªo Bravo, y se acerca m¨¢s a la realidad de la regi¨®n. En un inmueble con capacidad para 300 personas, Ayala muestra un espacio hacinado con m¨¢s de 700, incluyendo familiares. Ah¨ª, viven uno encima de otro y con solo ocho ba?os para todos, seg¨²n datos de 2015, antes de que el presidente de Bolivia, Evo Morales, extendiera un indulto que benefici¨® a cientos reos en Cochabamba. Hacer cine es tomar riesgos
La realizadora ense?a tambi¨¦n que las celdas son un lujo para los que pueden costearse una, mientras que el resto debe buscar un espacio donde dormir, con el riesgo de ser v¨ªctima de un ataque, asalto o violaci¨®n. "Estamos hablando de un lugar incre¨ªblemente extra?o, es como un microcosmos de Bolivia, encuentras los mejor y lo peor de la humanidad", a?ade Ayala.
La directora le dio un seguimiento de cinco a?os al proyecto. Ante la imposibilidad de grabar todo el tiempo desde adentro, Mario ¨Cuno de los protagonistas¨C sugiri¨® que la directora les proporcione c¨¢maras para que ellos tambi¨¦n puedan filmar. De ese modo, 30% del filme fue realizado por algunos de los presos, seg¨²n cuenta ella.
Todo el escenario que Ayala se esfuerza en mostrar es, en gran parte -seg¨²n ella-, debido a la "perversa" Ley 1.008 del r¨¦gimen de la coca y sustancias controladas, promulgada en 1988. Con el objetivo de combatir la coca¨ªna y tratar la producci¨®n de la hoja de coca, en 25 a?os esta norma llev¨® tras las rejas a miles de infractores menores sin sentencia durante sus primeros a?os de prisi¨®n, bajo condenas prolongadas o desproporcionadas. "Todos los presos por delitos menores relacionados con el narcotr¨¢fico en el mundo son los vulnerables, los ind¨ªgenas, los negros, los latinos, los pobres, los que no saben leer. En todas partes y aqu¨ª no es una excepci¨®n, es exactamente igual", afirma la realizadora.
A Ayala le gusta tomar riesgos en sus producciones. As¨ª lo demostr¨® previamente en The fight, un documental multipremiado sobre la marcha de las personas con discapacidad exigiendo un bono del Estado y la represi¨®n que sufren por parte de las fuerzas del orden de este pa¨ªs. Y con Cocaine prison se mantiene firme en la misma l¨ªnea de pensamiento que no piensa dejar: "Hacer cine es tomar riesgos. Me encanta lo est¨¦tico y el arte, pero si no tiene un sentido y si no va contar una historia, si no va a cambiar una realidad, si no va cuestionar la sociedad, a m¨ª no me interesa ese cine para nada".
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