Gald¨®s, ¡°escritor de genio espl¨¦ndido¡±
Un documento de los archivos de la Academia Sueca revela que el presidente del comit¨¦ defendi¨® en 1915 el Nobel para el autor
Benito P¨¦rez Gald¨®s (1843-1920) fue candidato en tres ocasiones al Premio Nobel de Literatura. Exced¨ªa los requisitos, pero nunca obtuvo el galard¨®n. Se interpusieron los m¨¦ritos de otros candidatos en 1913 (Rabindranath Tagore) y 1915 (Romain Rolland). Y en medio, el estallido de la Primera Guerra Mundial, que interrumpi¨® los premios. Pero sus principales adversarios estaban en Espa?a. El conservadurismo ultracat¨®lico espa?ol se emple¨® a fondo, sobre todo en 1913, para impedir que el galard¨®n recayera sobre el autor de Fortunata y Jacinta. Dos a?os despu¨¦s, el comit¨¦ del Nobel volvi¨® a considerar su candidatura a iniciativa propia. Fue su ¨²ltima oportunidad.
En las deliberaciones archivadas en la Academia Sueca, seg¨²n una traducci¨®n in¨¦dita de Juan Capel, el presidente del comit¨¦ del galard¨®n, el historiador Harald Hj?rne, defendi¨® que P¨¦rez Gald¨®s fuera premiado ¡°en calidad de escritor de genio espl¨¦ndido, noble y generoso, altamente considerado y ciertamente relevante en su pa¨ªs¡±. La propuesta del autor de Misericordia, que recibi¨® el apoyo de instituciones cient¨ªficas y literarias espa?olas en 1913 y 1914, no hab¨ªa sido renovada desde Espa?a. Hj?rne lo atribuy¨® a la ¡°preocupaci¨®n e incertidumbre¡± que causaba que los galardones se concedieran en medio de la guerra europea. Sin embargo, el comit¨¦ opt¨® por proponerlo de nuevo.
No obvi¨® que en 1913 su candidatura suscit¨® ¡°un virulento movimiento de protesta contra su elecci¨®n¡± en Espa?a, ¡°confirmado por numerosas notas y telegramas¡±. Hj?rne se refer¨ªa a la campa?a auspiciada por la derecha cat¨®lica, a trav¨¦s de varios medios afines como el carlista El siglo Futuro, para desacreditar al escritor ante la Academia Sueca por ¡°anticat¨®lico¡±, ¡°revolucionario¡± y ¡°sectario¡±. Como alternativa, postularon a Marcelino Men¨¦ndez Pelayo. A Estocolmo llegaron cientos de telegramas, tarjetas postales y cartas en franc¨¦s (La Gaceta del Norte aseguraba el 13 de febrero de 1912 que ¡°en alguna provincia se recogen ya millares de firmas¡±. Incluso el L'Osservatore Romano, llam¨® a atenerse ¡°a las m¨¢ximas de conducta fundamentales que corresponden a las instrucciones pontificias¡± a ¡°varios cat¨®licos¡± que apoyaron al comit¨¦ de homenaje al autor de Electra, que tanto ruido meti¨® en sentido abiertamente anticat¨®lico¡±.
La escritora Yolanda Arencibia, autora de Gald¨®s. Una biograf¨ªa, libro distinguido con el premio Comillas, considera que fue ¡°una vergonzosa campa?a de descr¨¦dito¡±. ¡°Gald¨®s perdi¨® el Nobel el d¨ªa que escribi¨® Do?a Perfecta, donde retrataba a una se?ora ultracat¨®lica. Pero aquella campa?a era m¨¢s pol¨ªtica que religiosa. Se dec¨ªa que Gald¨®s no representaba a la Espa?a de aquel momento. Los conservadores presentaron a Marcelino Men¨¦ndez Pelayo como alternativa, cuando el propio Gald¨®s dijo que ¨¦l tambi¨¦n lo hubiera votado¡±. El escritor mexicano Jos¨¦ Emilio Pacheco lo condens¨® en un poema en el que describ¨ªa a Gald¨®s entre ¡°el odio de media Espa?a¡± y ¡°la indiferencia de la otra media¡±: ¡°Le arrebataron / el premio Nobel / y se burlaron / del olor a garbanzos / que hay en sus libros¡±.
Sin embargo, ¡°ese movimiento hab¨ªa remitido¡± al a?o siguiente, admite Hj?rne en su intervenci¨®n. Lo apoya en ¡°las propuestas presentadas tanto en nombre de los firmantes como en los t¨¦rminos en que se expresan¡±, y que se pod¨ªan resumir en que, ¡°a pesar de toda la diversidad de opiniones y de las luchas partidarias¡±, el galard¨®n ¡°no solo ser¨ªa una distinci¨®n bien merecida para ¨¦l sino tambi¨¦n un honor para toda la naci¨®n¡±. El presidente del comit¨¦, pondera la obra de P¨¦rez Gald¨®s, de la que confiesa haber le¨ªdo una parte en espa?ol y conoce algunas traducciones al sueco como Do?a Perfecta, Marianela y Gloria. Tambi¨¦n la valoraci¨®n que de ella hacen algunos estudios generales, como la Enciclopedia Brit¨¢nica o La historia de la novela en Espa?a durante el siglo XIX, de Andr¨¦s Gonz¨¢lez-Blanco, que considera al escritor ¡°el principal representante de la novela nacional, a pesar de los ensayos cr¨ªticos¡±.
Con todo, el presidente asume que no ha podido entrar ¡°en conocimiento¡± con la ¡°enorme producci¨®n¡± del autor m¨¢s que ¡°en parte¡±. ¡°Mis declaraciones dependen por ello de las impresiones generales que hasta ahora he tenido ocasi¨®n de percibir de primera o segunda mano¡±. Francisco J. Uriz, que ha sido distinguido en dos ocasiones con el Premio Nacional de Traducci¨®n por la Academia Sueca (en 1996 por la antolog¨ªa Poes¨ªa n¨®rdica (Ediciones de la Torre), y en 2012 por el conjunto de su obra) considera que hab¨ªa ¡°muy poco traducido¡± de Gald¨®s en comparaci¨®n con su voluminosa obra, aunque "era lo normal en la ¨¦poca": "Pero los miembros del jurado le¨ªan en varias lenguas", a?ade.
Pese a que el ¡°movimiento hab¨ªa remitido¡±, Hj?rne emple¨® una parte de su intervenci¨®n en rebajar el car¨¢cter ¡°revolucionario¡± de Gald¨®s: ¡°Fue diputado un par de veces, pero apenas para ocupar un esca?o en alguna mayor¨ªa ocasional. Se cans¨® pronto de la actividad propiamente pol¨ªtica. Se le considera liberal, pero en edad madura no ha manifestado nunca mayor entusiasmo por partido alguno y ha actuado con la mayor calma y moderaci¨®n incluso cuando los ¨¢nimos se han encrespado a veces en torno a su nombre¡±. El presidente del comit¨¦ culmina la caracterizaci¨®n del escritor como ¡°hombre retra¨ªdo, silencioso y discreto¡±, que es ¡°reacio a hablar de s¨ª mismo y explayarse, sobre todo, con la habitual elocuencia de los espa?oles¡±.
En el recorrido sobre sus libros, se?ala que los Episodios Nacionales, ¡°con arreglo a la opini¨®n m¨¢s generalizada en Espa?a, deber¨ªa ser considerada la obra m¨¢s importante del escritor¡±. Incide en que ¡°cuanto m¨¢s avanza, especialmente en la quinta serie [Revoluci¨®n y Restauraci¨®n], la labor va derivando hacia descripciones de la vida de la ¨¦poca y adquiere as¨ª un mayor parentesco con las novelas contempor¨¢neas¡±. Aunque ¡°la novela hist¨®rica es un g¨¦nero muy mezclado y debatido¡±, Hj?rne destaca que ¡°a partir de ah¨ª se elogia a Gald¨®s por su fidelidad a la realidad¡±, si bien, apunta, ¡°hay que estar versado en esa disciplina para apreciar la validez de los elogios¡±.
Cr¨ªtica externas e internas
En ese sentido, critica las acusaciones que se hicieron a Gald¨®s desde Francia de ¡°enaltecer siempre un chovinismo censurable, sin raz¨®n al parecer porque ni exagera las gestas guerreras de los espa?oles contra los franceses ni perdona sus debilidades y payasadas¡±. Tambi¨¦n quita hierro a ¡°los reproches de la cr¨ªtica interna por haber tratado con parcial predilecci¨®n a ciertos h¨¦roes hist¨®ricos¡±, como el general carlista Tom¨¢s de Zumalac¨¢rrregui: "Gald¨®s no se muestra como hombre de partido sino que mantiene una postura gen¨¦ricamente patri¨®tica".
Asimismo, considera que las comparaciones que se hacen de su obra con los relatos del per¨ªodo napole¨®nico de Erckmann-Chatrian o la Com¨¦die humaine, de Honor¨¦ de Balzac, no est¨¢n m¨¢s justificadas que ¡°las huellas dejadas por Zola, Ibsen o Tolstoi¡± en otros trabajos. ¡°Las similitudes invocadas, que posiblemente salten a la vista por todas partes, se deben sin duda y esencialmente a la ¨ªndole, en cierto modo, de los asuntos tratados. Pero no son asuntos prestados de fuera, sino tomados directamente de la vida y del imaginario espa?ol¡±, subraya. Respecto a los ecos de Charles Dickens o Makepeace Thackeray que pudiera tener Gald¨®s, afirma que el modelo realista de Gald¨®s entronca con la novela picaresca, ¡°que en forma depurada ha dado tan rico colorido incluso a Don Quijote¡± y que estos escritores ingleses ¡°est¨¢n en deuda con la escuela castellana¡±.
Hj?rne pone ¨¦nfasis en la ecuanimidad de Gald¨®s: ¡°No es de los que plantean en modo abstracto asuntos de debate¡± cuando aborda su ¨¦poca. ¡°La fuerte tensi¨®n y la creciente inquietud en su Espa?a contempor¨¢nea se presentan para ¨¦l como frutos sustanciales del dualismo entre la modernidad europeizante y las energ¨ªas populares tradicionalmente nacionalistas¡±, es decir, ¡°entre liberales y cat¨®licos o clericales¡±. Pero no lo afronta ¡°de una manera estrecha, unilateral o llena de prejuicios, sino que intenta hacer justicia al menos a las dos partes en sus m¨²ltiples conflictos¡±. Defiende, en ese sentido, que en su obra ¡°no se destaca hostilidad alguna contra el cristianismo o contra la Iglesia¡±. Ni siquiera, se?ala, en Do?a Perfecta o en Electra, dos de las obras que m¨¢s urticaria han generado en los ¡°espa?oles excesivamente clericales¡±, en las que ¡°apenas trata aislados rasgos de fanatismo de todos aquellos que se ensimisman de devoci¨®n y sacrist¨ªa¡±.
¡°Si Gald¨®s manifiesta alguna inclinaci¨®n¡±, enfatiza, ¡°bien puede ser, conforme a las palabras que pone en boca de su Gloria, reconciliar a don Quijote con Sancho Panza, tratar de cubrir la desdichada brecha que el tiempo ha abierto en Espa?a entre el excelso idealismo y el esfuerzo cotidiano a pie de obra¡±. La propuesta presentada por Hj?rne fue apoyada por otro miembro del comit¨¦, Per H?llstr?m, que defendi¨® a Gald¨®s como ¡°escritor genuino y fascinante¡±. Para H?llstrom, Gald¨®s ¡°deber¨ªa haber obtenido el premio Nobel hace mucho tiempo¡±, pero la balanza se inclin¨® hacia el poeta franc¨¦s Rolland.
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