Sylvia Townsend Warner, otra deuda de la literatura con las mujeres
Autora de la reci¨¦n rescatada 'El coraz¨®n verdadero', renov¨® las letras brit¨¢nicas entre los a?os veinte y cuarenta y fue, adem¨¢s, music¨®loga, poeta y miembro de la Cruz Roja
Sylvia Townsend Warner no fue a la escuela. No porque no quisiera, sino porque no hab¨ªa escuela que la quisiera a ella. Fue una ni?a salvajemente divertida para la Inglaterra de finales del XIX. A Sylvia Townsend Warner la expulsaron de la guarder¨ªa por re¨ªrse de las monitoras. Las imitaba a todas, y de forma tan brillantemente absurda que algunas de ellas suplicaron a la directora que le quitasen a aquella cr¨ªa de en medio. Esa cr¨ªa era la futura escritora de cuentos de t¨ªtulos tan deliciosos como Mi padre, mi madre, los Bentley, el caniche, Lord Kitchener y el rat¨®n.
As¨ª que Warner, que hab¨ªa nacido en 1893, un fr¨ªo d¨ªa de diciembre, en la fr¨ªa campi?a inglesa, nunca fue al colegio. Su padre le dio clases en casa. Es por eso por lo que de alguna forma siempre fue una outsider. O se acostumbr¨® a observar el mundo desde fuera. Ah¨ª estaban todos los dem¨¢s, haciendo las cosas que se supon¨ªa deb¨ªan; y ah¨ª estaba ella, en mitad de ninguna parte, sinti¨¦ndose a la vez una privilegiada ¨Ca su familia nunca le fue nada mal¨C y una paria. De ah¨ª quiz¨¢ el absurdo de sus historias que siempre colocan a un personaje ¨Cla protagonista¨C por encima del resto. O simplemente la acompa?an en ese universo paralelo que se abre ante ella y por el que transita, inevitablemente, tratando de acercarse al resto sin llegar nunca a hacerlo del todo, como en un cuento de hadas en el que realidad siempre est¨¢ lejos. Algo as¨ª es lo que ocurre en El coraz¨®n verdadero.
Reci¨¦n recuperada por Gatopardo, El coraz¨®n verdadero se public¨® originalmente en 1929. Esto es, tres a?os despu¨¦s de su primera y m¨¢s conocida novela, Lolly Willowes (Siruela/Min¨²scula) que anticip¨® demasiadas cosas. Fue uno de los primeros cl¨¢sicos del feminismo y hasta de lo fant¨¢stico que simplemente juega a serlo. Lolly es uno de esos personajes suyos apartados de la sociedad, y apartados por vocaci¨®n. Es una mujer con gato que decide empezar a coquetear con la brujer¨ªa. Aunque a Warner lo que le gust¨® desde ni?a, adem¨¢s de imitar a profesoras, fue la m¨²sica. Lleg¨® a ser una reconocida music¨®loga especializada en la m¨²sica de los siglos XV y XVI. Buena parte de las entradas de los enciclop¨¦dicos diez vol¨²menes de la Tudor Church Music publicada por la Universidad de Oxford son suyas. No se acerc¨® a la literatura hasta los 32 a?os con una antolog¨ªa po¨¦tica.
Por entonces, mediados de los a?os veinte del siglo pasado, empezaba a producirse en Inglaterra lo que La hija de Robert Poste, de Stella Gibbons, resumir¨ªa a la perfecci¨®n casi una d¨¦cada m¨¢s tarde, en 1933, cuando fuese distinguida con el Prix Femina-Vie Heureuse, esto es, una peque?a explosi¨®n de inteligent¨ªsimas y, casi siempre en extremo divertidas, autoras. Como Warner, en muchos casos se estrenaban con un poemario ¨Cocurri¨® lo mismo con Gibbons¨C y escrib¨ªan con asiduidad en todo tipo de publicaciones. Renovaron desde un segundo primer plano la narrativa brit¨¢nica de la ¨¦poca, mientras sus hom¨®logos masculinos ¨Cdesde Evelyn Waugh a Edmund Crispin pasando por Kingsley Amis¨C se llevaban fama y laureles.
En muchos casos, las novelas escritas por estas autoras se publicaban y no se promocionaban, se olvidaban, y apenas de ninguna de ellas llegaba a haber una segunda edici¨®n, porque se ten¨ªan por cualquier cosa prescindible
Me cont¨® en una ocasi¨®n el escritor Peter Cameron, autor de, entre otras, la celebrada Alg¨²n d¨ªa este dolor te ser¨¢ ¨²til (Libros del Asteroide) que hasta hac¨ªa no demasiado era ¡°complicad¨ªsimo¡± dar con una novela de no ya nombres como los de Rose Macaulay o Penelope Mortimer, al fin y al cabo, en primera l¨ªnea entonces, cuyos t¨ªtulos, en muchos casos, se tuvieron por long sellers, sino de muchas otras, menos afortunadas, como Barbara Pym, o la misma Elizabeth Taylor ¨Calgunas ya hijas de esta primera ola¨C. Sab¨ªa de lo que hablaba porque llevaba a?os coleccionando viejas ediciones y descubriendo, seg¨²n me explic¨®, cada d¨ªa autoras cuya existencia ignoraba. Eran, en sus palabras, ¡°brillantes¡±, ¡°mucho m¨¢s que muchos de los hombres que se hicieron famosos en esa ¨¦poca y que hoy son considerados cl¨¢sicos¡±. Su obsesi¨®n le hizo detectar c¨®mo, cada cierto tiempo ¨Cpor ejemplo, en la d¨¦cada de los setenta¨C se produc¨ªa una peque?a recuperaci¨®n ¨Csiempre parcial¨C de todas ellas. Algo que, dijo, estaba volviendo a pasar ahora.
Sin embargo, en muchos casos, contaba Cameron, la novela se publicaba y no se promocionaba, se olvidaba, y apenas de ninguna de ella llegaba a haber una segunda edici¨®n. Ese fue el caso de El coraz¨®n verdadero y buena parte de la obra de Townsend Warner, a excepci¨®n de Lolly Willowes y su pol¨¦mica biograf¨ªa sobre T. H. White. Otra cosa que se obvi¨®, pues, como dice Sarah Paulson en Ratched, ¡°si salvas una vida te llaman h¨¦roe, pero si salvas 100 te llaman enfermera¡±, es su participaci¨®n en la Guerra Civil espa?ola, no empu?ando ning¨²n fusil, como el harto homenajeado George Orwell, sino subida a una ambulancia de la Cruz Roja. Townsend Warner fue miembro del Partido Comunista brit¨¢nico y particip¨® en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura que tuvo lugar en Madrid en 1937, donde se qued¨® a intentar salvar vidas.
Aunque en su momento fuese desplazada por la importancia de lo masculino, hecho que explica por qu¨¦ hasta la fecha apenas se hab¨ªa publicado en espa?ol uno de sus 14 vol¨²menes de relatos ¨CMi padre, mi madre, lo Bentley, el caniche, Lord Kitchener y el rat¨®n¨C y Lolly Willowes, adem¨¢s de sus desconocidos ensayos sobre Espa?a, reunidos en Tras la muerte de Don Juan, su figura no ha dejado de crecer en su pa¨ªs desde su muerte (ocurrida en 1978). Aunque lo ha hecho como lo har¨ªa uno de sus personajes. Desde los m¨¢rgenes, como el resto de autoras de la ¨¦poca, que igual practicaban el humor que, en el caso de Warner, el extra?amiento. Como Sukey Bond, la protagonista de El coraz¨®n verdadero, la hu¨¦rfana que escapa a su destino de sirvienta por seguir al que todos tienen por un idiota: un tipo llamado Eric. Personaje que podr¨ªa ser la idiotez de la escritura para aquellos que nunca entienden nada.
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