Bob Wilson: ¡°Yo quer¨ªa ser el rey de Espa?a¡±
El creador teatral prepara en Mallorca una pieza basada en el ¡®Ub¨² Rey¡¯ de Alfred Jarry para una exposici¨®n en el museo Es Baluard
Sue quer¨ªa ser enfermera. Joe quer¨ªa ser bombero. Sally quer¨ªa ser maestra. ¡°Cuando la profesora me pregunt¨®, dije que quer¨ªa ser el rey de Espa?a¡±, recuerda divertido Robert Wilson (Waco, Texas, de 80 a?os). Tanto fue as¨ª que uno de sus primeros montajes, estrenado en Nueva York en 1969, se titul¨® El rey de Espa?a. Wilson no ha logrado, por el momento, alcanzar el trono del reino, pero mantiene alg¨²n v¨ªnculo con el pa¨ªs: prepara una pieza en el museo mallorqu¨ªn Es Baluard, inspirada lejanamente en el Ub¨² rey del pataf¨ªsico franc¨¦s Alfred Jarry.
Wilson es grande, viste de riguroso negro y tiene la pierna fastidiada, as¨ª que se mueve con dificultad por su hotel cerca del puerto de Palma de Mallorca. Cuando habla se toma su tiempo, y lo hace pausadamente, rebuscando en su archivo cerebral. A veces parece que hace chistes, pero va en serio. ¡°La primera vez que vi teatro, cuando llegu¨¦ a Nueva York desde Texas y conoc¨ª Broadway, no me gust¨® nada. Todav¨ªa me gust¨® menos la ¨®pera, cuando la vi en la Metropolitan¡±, recuerda en una entrevista con EL PA?S el pasado lunes. Le sucede como a la poeta estadounidense Marianne Moore, cuando en uno de sus versos se refiere a la poes¨ªa: ¡°A m¨ª tambi¨¦n me desagrada¡±.
Curiosamente, como Moore, Wilson se convirti¨® con los a?os en una de las m¨¢ximas figuras internacionales de esas disciplinas que le repel¨ªan. Para ello se inspir¨® en el ballet abstracto de George Balanchine, en el core¨®grafo Merce Cunningham o en el artista y m¨²sico John Cage. Vaya, en la vanguardia. ¡°Aquello era sublime¡±, recuerda. A Wilson, m¨¢s que los aspectos psicol¨®gicos o el naturalismo teatral, le interesaban los aspectos formales, por eso a veces se le ha tachado de distante y fr¨ªo. ¡°El teatro que ve¨ªa era muy complicado¡±, asegura, ¡°me interesaba hacer algo de car¨¢cter m¨¢s arquitect¨®nico, como construcciones espaciotemporales¡±.
Wilson ha conseguido uno de los mayores logros a los que puede optar un artista: crear un estilo propio, generar una personalidad esc¨¦nica perfectamente reconocible. Basta ver una imagen o unos segundos de uno de sus montajes para atribu¨ªrselo sin caer en la duda: el claroscuro, los rostros p¨¢lidos, el gesto sutil o subrayado, el decorado abstracto y geom¨¦trico, los colores primarios, cierto aspecto fantasmal, todo ello ideado por el director. ¡°Para m¨ª todos los elementos tienen la misma importancia¡±, dice, ¡°todas las artes se encuentran en escena y todas forman parte del texto¡±.
Para el creador tejano el ¡°texto¡± no son solo las palabras pronunciadas: otra de sus primeras piezas, Deafman Glance (1970), que trata sobre un ni?o sordo, transcurr¨ªa en silencio durante siete horas. Lo llamaron ¡°¨®pera silenciosa¡±. Otra de sus obras m¨¢s extremas, Ka Mountain (1972), se represent¨® en una monta?a de Ir¨¢n durante siete d¨ªas con sus siete noches. Su trabajo ser¨ªa un buen objeto de estudio en las pol¨¦micas que, en los ¨²ltimos a?os, se han librado entre las llamadas artes vivas y el llamado teatro de texto dentro del mundillo esc¨¦nico espa?ol.
¡°En el teatro de los antiguos griegos se llevaban m¨¢scaras¡±, sostiene Wilson, ¡°y detr¨¢s de las m¨¢scaras sal¨ªan las palabras. De alguna manera, es parecido a mi trabajo: creo una especie de m¨¢scara, una imagen en el escenario, y luego a?ado las palabras¡±. El creador ve similitudes con otras tradiciones del mundo, la india, la japonesa, la china¡ ¡°Solo muy recientemente, en relaci¨®n con la historia, el teatro occidental prim¨® lo psicol¨®gico, el naturalismo, las palabras, a la imagen¡±, se?ala.
La pieza que Wilson prepara en Palma, y que se estrenar¨¢ en octubre, tambi¨¦n tiene algo que ver con las m¨¢scaras: se inserta en una exposici¨®n que se puede ver hasta el 22 de noviembre en el museo Es Baluard, Personae. M¨¢scaras contra la barbarie, comisariada por Inma Prieto. Recoge obras de la colecci¨®n de artistas como Marina Abramovic, Alberto Garc¨ªa-Alix, Miquel Barcel¨®, Susy G¨®mez, Robert Mapplethorpe, Manolo Millares, Antonio Saura, Francesca Woodman, Bernard¨ª Roig o Dar¨ªo Villalba. La muestra se basa en unas series de dibujos y marionetas que Mir¨® realiz¨® en torno al Ub¨² rey y, a partir de ah¨ª, investiga en los procesos de creaci¨®n de la identidad.
¡°La gente dice que mi teatro vanguardista¡±, comenta Wilson, ¡°para m¨ª la vanguardia es simplemente redescubrir a los cl¨¢sicos¡±. Se apunta a la teor¨ªa de la anamnesis: Plat¨®n pensaba que todos nac¨ªamos con todo el conocimiento, que solo hab¨ªa que recordarlo, volver a sacarlo a la luz de las entra?as de nuestra ¡°alma¡±. De igual modo con los cl¨¢sicos, cada generaci¨®n debe redescubrirlos. Wilson ha reinterpretado multitud de cl¨¢sicos. En algunas ocasiones su particular visi¨®n ha creado recelo, como en el caso de las protestas por una g¨¦lida Turandot que trajo al Real en 2018, a la que se le critic¨® su inmovilidad y falta de expresi¨®n.
¡°A veces pienso que hay mucho ajetreo visual en los escenarios de ¨®pera y trato de eliminarlo para concentrarme mejor en la m¨²sica¡ hay gente a la que le gusta y hay gente a la que no¡±, alega el director. En sus trabajos ha colaborado con artistas de la talla y diversidad de Heiner M¨¹ller, Tom Waits, Susan Sontag, William Burroughs, Lou Reed o Marina Abramovic. ¡°Marina y yo somos muy diferentes¡±, dice Wilson. Trabajando juntos, en la obra Vida y muerte de Marina Abramovic (2012), tuvieron muchas discusiones, por diferencias est¨¦ticas: donde ella quer¨ªa poner trozos de carne real, Wilson los prefer¨ªa de atrezo, y as¨ª. ¡°Pero eso es interesante¡ Y creo que ahora ella est¨¢ cambiando en ciertos aspectos¡±, bromea.
Aun as¨ª, su trabajo ha sido tradicionalmente mejor entendido y acogido en Europa que en Estados Unidos. ¡°Estados Unidos es un pa¨ªs demasiado joven¡±, dice el creador. ¡°Creo que hemos perdido nuestra conexi¨®n con la historia y no se conoce lo que pasa en el resto del mundo, cosa que no ocurre en Europa, donde hay una comprensi¨®n m¨¢s amplia de la cultura. Y es preciso conocer el arte del pasado para avanzar, mantener un balance entre lo que ha pasado y lo que est¨¢ por venir¡±. El director recuerda que algunos de sus trabajos m¨¢s experimentales han sido estrenados en este lado del charco.
Opina, sin embargo, que desde los a?os sesenta ha ido sucediendo una revoluci¨®n en EE UU, apoyada en la gente y que ha posibilitado que, por ejemplo, desde la lucha por los derechos civiles de Martin Luther King se haya logrado tener un presidente negro como Barack Obama. ¡°Y todo a trav¨¦s de protestas pac¨ªficas y masivas¡±, se?ala. Y anhela que una revoluci¨®n c¨ªvica similar pudiera ocurrir en la Rusia de Vlad¨ªmir Putin. Y recuerda las palabras de la joven Ana Frank durante lo peor del nazismo: ¡°Sigo creyendo, a pesar de todo, que la gente es buena en el fondo de su coraz¨®n¡±. Aunque el mundo cada vez parezca m¨¢s al borde del abismo, Wilson prefiere ser optimista. ¡°Siempre estoy esperanzado¡±.
Una particularidad del teatro, que le da cierta ventaja frente a otras expresiones en este mundo de la reproductibilidad t¨¦cnica, que dir¨ªa Walter Benjamin, pero que tambi¨¦n puede llevar a cierta melancol¨ªa, es su car¨¢cter ef¨ªmero: una vez concluida la funci¨®n, se desvanece en el arroyo del tiempo y nos deja las manos vac¨ªas. ¡°Yo no hago mi trabajo para la posteridad¡±, dice Wilson. ¡°Sol¨ªa ir al Gran Ca?¨®n del Colorado con mi familia y ve¨ªa aquellas rocas que llevaban all¨ª eones¡ O pienso en el tiempo desde el Big Bang¡ ?Qu¨¦ puede significar que tu trabajo se recuerde 200 a?os? Nada humano permanece¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.