Excavando el archivo del descubridor de la tumba de Tutankam¨®n: las otras ¡°cosas maravillosas¡± del mayor hallazgo arqueol¨®gico de la historia
La Biblioteca Bodleiana de Oxford exhibe una muestra del fondo documental de Howard Carter sobre el descubrimiento, del que se cumple este a?o un siglo. La exposici¨®n reivindica el papel de los trabajadores egipcios
Se hace raro viajar hacia el norte en busca de Tutankam¨®n. La tumba del fara¨®n est¨¢ en realidad muy al sur, en Luxor (Egipto), al igual que su momia, mientras que la inmensa mayor¨ªa de los objetos enterrados con ¨¦l, las famosas ¡°cosas maravillosas¡± que incluyen iconos como la m¨¢scara de oro, han tenido su hogar tradicionalmente en el Museo Egipcio de El Cairo (hasta que se inaugure el nuevo Gran Museo Egipcio en Giza). Pero hay un inesperado tesoro de Tutankam¨®n septentrional, menos rutilante aunque tambi¨¦n muy fascinante: el archivo del descubridor de su tumba, Howard Carter.
La documentaci¨®n arqueol¨®gica del hallazgo reunida por el investigador Carter (Londres, 1874-1939) incluye mapas y planos, minuciosas fichas de los millares de objetos (5.300 inventariados), fotograf¨ªas, diapositivas y las notas, los dibujos y los diarios personales y de excavaci¨®n, as¨ª como otros materiales (cartas privadas, telegramas, recortes de prensa) que contextualizan el descubrimiento y constituyen una fuente de informaci¨®n excepcional. Donado al Griffith Institute (el centro para la Egiptolog¨ªa de la Universidad de Oxford) por la heredera de Carter (el descubridor ni se cas¨® ni tuvo hijos), su sobrina favorita, Phyllis Walker (1897-1977), el fondo, enriquecido por otras donaciones como las del Metropolitan Museum de Nueva York, protagoniza ahora una interesant¨ªsima y oportuna exposici¨®n en la Biblioteca Bodleiana (Bodleian Library) de la ciudad.
Tutankam¨®n: excavando el archivo (hasta el 5 de febrero de 2023, entrada libre), invita a sumergirse en la documentaci¨®n para ¡°ver m¨¢s all¨¢¡± de los tesoros dorados del joven fara¨®n y explorar de primera mano, d¨ªa a d¨ªa, la complejidad del descubrimiento en el a?o del centenario del mismo, que se cumple el 4 de noviembre. La exhibici¨®n muestra cosas tan emocionantes como la primera menci¨®n escrita de Carter del hallazgo. ¡°First steps of tomb found¡± [primeros escalones de tumba hallados], anot¨® a l¨¢piz transversalmente, transmitiendo un incontenible entusiasmo. La inscripci¨®n ocupa toda la p¨¢gina correspondiente al s¨¢bado 4 de noviembre de su agenda para 1922 (una de las libretas de bolsillo de la marca Lett¡¯s Indian and Colonial Rough Diary que usaba para registrar sus actividades en los ocho meses de trabajo que pasaba cada a?o en Egipto). Era el cuarto d¨ªa desde que hab¨ªa empezado la ¨²ltima temporada de excavaciones, pues el mecenas de Carter, Lord Carnarvon, hab¨ªa decidido no seguir pagando la concesi¨®n para trabajar en el Valle de los Reyes.
Adem¨¢s de explicar detalladamente el sensacional hallazgo, su desarrollo, pormenores, miserias (se reconoce que Carter y Carnarvon mintieron al decir que no hab¨ªan recorrido toda la tumba el primer d¨ªa y que sustrajeron algunos peque?os objetos), pol¨¦micas (el hallazgo coincidi¨® con la proclamaci¨®n de la independencia de Egipto y el cambio en la pol¨ªtica del pa¨ªs a prop¨®sito de sus antig¨¹edades) y leyendas (la popular ¡°maldici¨®n¡±), la exposici¨®n reconoce muy deportivamente (estamos en Oxford) los defectos de la arqueolog¨ªa colonial europea de la ¨¦poca y reivindica el papel esencial de los tradicionalmente silenciados y olvidados profesionales y obreros egipcios, que fueron indispensables en el descubrimiento e investigaci¨®n de la tumba de Tutankam¨®n. Los egipcios (incluidos muchos ni?os trabajadores) aparecen en numerosas fotos de la excavaci¨®n y vaciado de la tumba sin que se pueda saber qui¨¦nes eran, reducidos a la condici¨®n de comparsas an¨®nimos y ex¨®ticos. Raramente eran mencionados y su papel se subestimaba en los informes oficiales. Ahora, la investigaci¨®n en los archivos ¡°est¨¢ permitiendo devolver a los egipcios su papel en las excavaciones¡±, y ¡°reparar el error¡±.
Burros en lugar de taxis
Recuerda especialmente tambi¨¦n la muestra el olvidado papel de las mujeres que participaron en la empresa, como la esposa del fot¨®grafo Harry Burton (autor de las famosas fotos del proceso de investigaci¨®n de la tumba), Minnie, que estuvo en Luxor, ayud¨® a su marido y llev¨® un diario personal que constituye una valiosa fuente de informaci¨®n y del que se exhiben p¨¢ginas. En un pasaje recuerda la emoci¨®n de visitar la tumba mientras la vaciaban y c¨®mo Carter le envi¨® un burro a buscarla a casa como quien te env¨ªa un taxi.
Llegar a Oxford en busca de Tutankam¨®n, aunque sea en autocar y no en burro, ti?e todo el viaje de una extra?a atm¨®sfera egipcia. Los milanos divisados en ruta sobre la campi?a inglesa evocan las aves que sobrevuelan los cielos pr¨ªstinos del pa¨ªs del Nilo y que, revestidas de divinidad, aparecen representadas en templos y tumbas fara¨®nicos. Tambi¨¦n est¨¢n presentes en las pinturas de Carter (como la acuarela de 1895, que se muestra en la exposici¨®n, de un halc¨®n de la capilla de Anubis en el templo de Hatshepsut en Deir el-Bahari). El descubridor era un excelente dibujante que lleg¨® a la arqueolog¨ªa precisamente gracias a su capacidad art¨ªstica.
En la ciudad universitaria, el museo Ashmolean guarda una extraordinaria colecci¨®n de antig¨¹edades egipcias, con objetos como las grandes estatuas del itif¨¢lico dios Min ¨Dque parecen excitarse ante la visi¨®n de un sensual busto de Antinoo, el amante de Adriano ahogado en el Nilo¨D, una impresionante cabeza de piedra de cocodrilo, los preciosos ata¨²des y la momia del sacerdote tebano Djed-djehuty-iuef-ankh (¡°el dios Toth dice que ¨¦l viva¡±) o las piezas de Amarna, que guardan tanta relaci¨®n con Tutankam¨®n pues representan a su familia (Akenat¨®n, Nefertiti y las princesas) y personas y lugares que ¨¦l vio en vida. Si despu¨¦s de visitar la exposici¨®n del archivo en la Biblioteca Bodleiana uno siente la necesidad de correr a ver objetos arqueol¨®gicos egipcios, el Ashmolean est¨¢ muy cerca (se expone asimismo la colecci¨®n de ostracas del egipt¨®logo Alan Gardiner, que colabor¨® con Carter). Viajando bajo la advocaci¨®n de Tutankam¨®n y su tumba, Oxford aparece tambi¨¦n lleno de evocadores cementerios. Desde el de la abad¨ªa de San Giles al abandonado (excepto por los duendes) del norte de Walton Street, pasando por el de la iglesia de Mar¨ªa Magdalena en pleno centro de la ciudad con sus cruces y cornejas y la inscripci¨®n ¡°the tomb is empty¡± [la tumba est¨¢ vac¨ªa] que habr¨ªa desesperado a Howard Carter.
La exposici¨®n de la Bodleiana ocupa la sala Treasury de la biblioteca y es peque?a, como la tumba de Tutankam¨®n, pero igualmente llena de riqueza (documental). Consiste en una veintena de vitrinas en una conveniente atm¨®sfera de penumbra y misterio. Hay que sumergirse en ella e ir extrayendo la informaci¨®n con voluntad de arque¨®logo.
En un pre¨¢mbulo, se ofrecen datos sobre el reinado del joven fara¨®n y se recalca que su muerte fue inesperada y su enterramiento hubo de ser improvisado, lo que explica muchas de las caracter¨ªsticas inusuales del mismo. Tambi¨¦n que la tumba, quiz¨¢ reutilizada, permaneci¨® sustancialmente inviolada (fue visitada por ladrones poco despu¨¦s de su cierre, pero no accedieron a la momia y el sepulcro volvi¨® a ser reordenado y resellado de forma que Carter se encontr¨® con un recinto pr¨¢cticamente intacto). Hay que matizar que en un plaf¨®n se dice que el cuerpo de Tutankam¨®n est¨¢ a¨²n en el sarc¨®fago en la tumba, cuando hace a?os ya que se lo sac¨® de all¨ª y se exhibe en el mismo recinto, pero en una moderna urna climatizada instalada en la antec¨¢mara.
Obsesi¨®n por la tumba
El recorrido empieza con el momento culminante del hallazgo anotado en la libreta de Carter para retroceder a la historia del propio descubridor, de compleja personalidad, antes del hito. Una foto lo muestra a los 19 a?os, la misma edad de Tutankam¨®n al morir. Una carta de 1892 del gran egipt¨®logo Flinders Petrie, que lo llev¨® con ¨¦l a Egipto, recoge una opini¨®n negativa acerca del joven: ¡°Su inter¨¦s est¨¢ en la pintura y la historia natural (¡). No me sirve como excavador¡±.
Sigue un espacio dedicado a ¡°la larga b¨²squeda¡± desde que Theodore Davis proclama en 1913 que el Valle est¨¢ agotado y deja la concesi¨®n para excavar, que es adquirida por Carnarvon, quien contrata a Carter, obsesionado con la idea de que queda una tumba para hallar: la de Tutankam¨®n. Es emocionant¨ªsimo contemplar un mapa de su propia mano con las excavaciones entre 1917 y 1922, con la tumba a¨²n sin localizar, all¨ª, esperando en la arena bajo los restos de las antiguas caba?as de los trabajadores del vecino sepulcro de Rams¨¦s VI que la tapaban. Y entonces, el momentazo del hallazgo y la primera entrada en la tumba, el 26 de noviembre, Carter, Carnarvon, la hija de este y algunos m¨¢s, hacia las cuatro de la tarde.
Una p¨¢gina del diario de excavaci¨®n de Carter, en papel cuadriculado, con agujeros de anillas, contiene el relato de ese Gran Momento de la arqueolog¨ªa, con todo su suspense, de los propios pu?o y letra del descubridor. El agujero en la puerta, la vela introducida, y Carnarvon: ¡°?Puede ver algo?¡±. La respuesta, seg¨²n anot¨® Carter, no fue la famosa frase ¡°s¨ª, cosas maravillosas¡± (que luego puso en publicaciones posteriores), sino la menos dram¨¢tica ¡°s¨ª, es maravilloso¡±.
Comenzaba una asombrosa aventura cient¨ªfica que durar¨ªa 10 a?os, hasta diciembre de 1932, lo que se tard¨® en vaciar la tumba. Carnarvon falleci¨® el 5 de abril de 1923 sin llegar a ver la apertura del sarc¨®fago y la momia de Tutankam¨®n, que no fue examinada hasta el 11 de noviembre de 1925. Una carta de Carter a Gardiner describe algunos de los objetos emblem¨¢ticos observados en la antec¨¢mara: carros, lechos con extra?as formas de animales, dos figuras a tama?o natural de guardianes¡ ¡°So far, it is Tutankhamun¡± [por el momento es Tutankam¨®n].
Fotos (las de Burton son ¡°las m¨¢s famosas im¨¢genes arqueol¨®gicas nunca tomadas¡±, recuerda la exposici¨®n) y dibujos de las distintas estancias de la tumba y los objetos tal como estaban al ir explorando los investigadores el recinto permiten sentirse transportado a los momentos fundamentales del descubrimiento. Se explican en la muestra los retos de conservaci¨®n a los que se enfrentaban los arque¨®logos y las soluciones inventadas para preservar los objetos. Tambi¨¦n se documenta el complejo sistema de ra¨ªles para trasladar en vagonetas el contenido de la tumba hasta el r¨ªo y embarcarlo rumbo al museo.
Especialmente emotivo es un retrato a gran tama?o de un ni?o egipcio an¨®nimo fotografiado en 1927 por Burton luciendo uno de los collares de Tutankam¨®n para ilustrar la forma de portar el ornamento. A?os despu¨¦s, Hussein Abd el Rasul, de la c¨¦lebre familia de Qurna (que incluye como ancestros a los famosos saqueadores), se identific¨® ¨¦l mismo como el retratado. La exposici¨®n recuerda que ¡°muchas historias se han contado sobre la imagen y qui¨¦n fue el chico y cu¨¢l fue su papel en la excavaci¨®n¡±. Un grupo de colegiales egipcios pasaba el otro d¨ªa frente a la foto escuchando muy atentos las explicaciones de sus profesores. La muestra deplora la hist¨®rica falta de reconocimiento a los egipcios que trabajaron en la tumba, algunos de cuyos nombres y personalidades no obstante han llegado hasta nosotros gracias a la agradecida menci¨®n de ellos que hizo Carter en sus escritos, como el rais (capataz) Ahmed Gerigar y sus colegas (nombrados todos en la muestra) Gad Hassan, Hussein Abu Awad y Hussein Ahmed Said.
La exposici¨®n hace autocr¨ªtica tambi¨¦n de la arqueolog¨ªa brit¨¢nica al recordar la actitud patrimonial y la b¨²squeda del beneficio, sobre todo de Lord Carnarvon. Se sugiere que el cuento sensacionalista de la maldici¨®n (se exhibe un delicioso telegrama amarillento de 1923 enviado a ¡°Carter Tutankam¨®n Tebas¡± desde Dubl¨ªn advirti¨¦ndolo de que si los problemas contin¨²an ha de resellar la tumba) fue en parte una venganza de los medios postergados por el contrato de exclusividad del arist¨®crata Carnarvon con The Times. La muestra incluye algunos objetos que reflejan la popularidad de Tutankam¨®n tras su descubrimiento, como un juego de mesa de 1923 o un disco de canciones,
El archivo, que se sigue enriqueciendo y que ha sido digitalizado para su consulta abierta (www.griffith.ox.ac.uk), constituye una fuente de trabajo valios¨ªsima para completar el estudio del material de la tumba, una labor que Carter dej¨® inacabada.
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