El hallazgo de la tumba de Tutankam¨®n, convertido en novela criminal a lo Agatha Christie
¡®La conjura del Valle de los Reyes¡¯, de Luis Melgar, mezcla a Carter y Carnarvon con Lawrence de Arabia o Aleister Crowley en un gozoso pastiche que celebra el centenario del descubrimiento del sepulcro del fara¨®n
Ya tenemos novela para este a?o del centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankam¨®n, que se cumple el pr¨®ximo mes de noviembre. Es La conjura del Valle de los Reyes, y no llega en ingl¨¦s desde el mundo anglosaj¨®n sino en castellano y la acaba de editar La Esfera de los Libros en su colecci¨®n de novela hist¨®rica. Su autor es Luis Melgar (Madrid, 41 a?os), que el a?o pasado public¨® en la misma editorial La peregrina de At¨®n, una novela sobre la ¨¦poca de Amarna (la misma del joven fara¨®n) que atribu¨ªa identidad queer a Akenat¨®n. En La conjura del Valle de los Reyes realmente borda un pastiche sensacional, perfectamente documentado, ambientado en la ¨¦poca del hallazgo m¨¢s famoso de la historia de la arqueolog¨ªa. Melgar re¨²ne en torno a la historia del descubrimiento, que cuenta muy pero que muy bien, a sus protagonistas, Howard Carter, Lord Carnarvon y su hija Evelyn (narradora en parte), y a toda una galer¨ªa de personajes hist¨®ricos coet¨¢neos como Lawrence de Arabia, el ocultista Aleister Crowley, sir Arthur Conan Doyle, Lord Curzon, Oswald Mosley, Arthur Weigall, nacionalistas egipcios, m¨¦diums y espiritistas, fabianos, suffragettes, el pr¨ªncipe de Gales y hasta el duque de Alba. ?Incluso sale la famosa Momia de la mala suerte! La gracia especial del asunto es que convierte el relato de la b¨²squeda y hallazgo en 1922 de la tumba de Tutankam¨®n en una novela de cr¨ªmenes, con homenaje directo a Agatha Christie. A ella, con sus conexiones arqueol¨®gicas (se cas¨® con el arque¨®logo Max Mallowan y le acompa?¨® en sus excavaciones), sin duda le habr¨ªa gustado.
La v¨ªctima es Carnarvon, el patrono de Carter y mecenas de su excavaci¨®n, cuya muerte en 1923 a causa de que se le infectara una picadura de mosquito presenta, seg¨²n Melgar, suficientes resquicios para ponerse a imaginar que pudo ser asesinado. Su hija, Lady Evelyn, es la encargada en la novela de investigar, a lo Poirot o Miss Marple, los posibles motivos del crimen (pol¨ªticos, sentimentales, econ¨®micos, esot¨¦ricos), seguir las pistas y, en un cluedo literario, encontrar al culpable entre los muchos sospechosos. Lo que podr¨ªa parecer un disparate, acercarse a la historia del gran descubrimiento este a?o de aniversario desde la novela policiaca, se revela como una idea felic¨ªsima, sobre todo por la forma concienzuda en que el autor ha elaborado la trama y la manera tan entretenida como la cuenta. La conjura del Valle de los Reyes es una forma excelente de sumergirse en la historia del hallazgo y, pese a ser una obra de ficci¨®n (y mostrar escenas tan sorprendentes como a Howard Carter en una org¨ªa, en una sesi¨®n de espiritismo junto a Conan Doyle, en camello rumbo a Siwa o chantajeado por unas fotos comprometedoras), descubrir muchas cosas de aquel acontecimiento arqueol¨®gico y de las personalidades reales de sus protagonistas. Particularmente, el dif¨ªcil car¨¢cter de Carter, el descubridor, y su relaci¨®n de subordinaci¨®n laboral y a la vez de amistad con Lord Carnarvon est¨¢n muy bien descritos. El relato que hace Melgar de esa amistad con altibajos es conmovedor y se ajusta extraordinariamente a lo que sabemos por bi¨®grafos e historiadores (v¨¦ase por ejemplo la biograf¨ªa de referencia Howard Carter, the Path to Tutankhamun, de TGH James, Kegan Paul Internacional, 1993).
¡°Hay algo raro en la muerte de Carnarvon¡±, se?ala Luis Melgar, que ha viajado a Barcelona con su marido para embarcarse en un crucero por el Mediterr¨¢neo, en el bar del hotel Majestic, un escenario que no es el Winter Palace de Luxor pero le habr¨ªa gustado al lord. El escritor ha sorprendido (y hasta alarmado) apareciendo con un vendaje en la mano derecha, la de escribir, que hace pensar en la maldici¨®n de Tutankam¨®n, a la que, como era obligado, se hace menci¨®n en la novela; pero es que lo han operado del t¨²nel carpiano. La venda se la quitar¨¢ para la foto en el vecino Museo Egipcio, lo que es una pena porque le daba un punto momia. ¡°Creo que algo sospechoso hay en esa muerte¡±, contin¨²a hablando de Carnarvon. ¡°Por supuesto nada esot¨¦rico, pero hay muchas casualidades, sobre todo la coincidencia del hallazgo de la tumba con la independencia de Egipto, ese mismo a?o, y las turbulencias que provoc¨®. De repente todo cambiaba en la relaci¨®n con los arque¨®logos extranjeros, y para las relaciones egipcio-brit¨¢nicas la tumba de Tutankam¨®n y el sentido patrimonial de la misma que ten¨ªa Carnarvon eran una molestia cuando el problema importante era el canal de Suez. He mezclado el hallazgo con la situaci¨®n pol¨ªtica y eso abre mucho la perspectiva. Hubo mucha preocupaci¨®n en el Gobierno brit¨¢nico porque el asunto de la tumba de Tutankam¨®n estorbaba en la relaci¨®n con Egipto; el hallazgo fue muy inoportuno¡±. ?Una conjura, pues? ¡°La versi¨®n oficial de la picadura me parece muy rocambolesca. Y Carnarvon, con su reclamaci¨®n de la tumba en un momento tan delicado, era un personaje muy inc¨®modo al que, como par del Reino, no pod¨ªan hacer callar o manejar como a Carter. En todo caso, lo m¨ªo es una novela, claro, y eso te da licencia total¡±.
El autor muestra una gran habilidad a la hora de mezclar arqueolog¨ªa y relaciones internacionales, as¨ª como al mostrar el ambiente en c¨ªrculos pol¨ªticos y diplom¨¢ticos, no en balde es diplom¨¢tico ¨¦l mismo (en la actualidad, primer secretario de la embajada de Espa?a en China). Disfruta especialmente al describir la atm¨®sfera en el casillo de Highclere, la propiedad de los Carnarvon (donde se rod¨® Downton Abbey), y los chismes y l¨ªos de cama de la aristocracia (en la novela, Carnarvon y el pr¨ªncipe de Gal¨¦s comparten amante, y la casa de Carter cerca del Valle de los Reyes la usa el lord como picadero).
Melgar sugiere tambi¨¦n que la tumba pudo haberse encontrado antes. ¡°Hay muchas cosas de mi cosecha en la novela, pero es verdad que es raro que Carter d¨¦ con la sepultura justo cuando Carnarvon le va a cortar el grifo. ?Sab¨ªa ya Carter d¨®nde estaba?, ?de d¨®nde le viene el convencimiento absoluto de que queda una tumba intacta en el Valle de los Reyes? Hab¨ªa indicios, s¨ª, pero no descarto que Carter, que estaba muy metido en la sociedad egipcia, tuviera informaci¨®n local, y que los egipcios estuvieran esperando a que se marcharan los ingleses para desenterrar la tumba¡±. Finalmente, todo su contenido se qued¨® en Egipto, lo que hasta entonces no suced¨ªa, inaugurando una nueva ¨¦poca de relaci¨®n del pa¨ªs del Nilo con su patrimonio. ¡°Lo m¨¢s l¨®gico, y lo que todo el mundo esperaba entonces, es que buena parte del ajuar funerario de Tutankam¨®n acabara en el British Museum de Londres o el Metropolitan de Nueva York. Si se piensa, los tesoros de Tutankam¨®n, como su m¨¢scara de oro, son de los pocos grandes iconos fara¨®nicos que han permanecido en Egipto, al rev¨¦s que la piedra de Rosetta, el escriba sentado o el busto de Nefertiti¡±.
Hoy sabemos que Carter y Carnarvon se llevaron de tapadillo algunas cosillas para sus colecciones privadas. ¡°S¨ª, no he tocado el tema en la novela, porque ya era demasiado, pero es cierto que hay algunos objetos de la tumba que no est¨¢n en Egipto. Ambos, sobre todo el lord, que pagaba la concesi¨®n, consideraban suyo lo que hallaban, era lo propio de la ¨¦poca. No hay que juzgarlos desde el presente. Les dej¨® perplejos el cambio en la normativa habitual de reparto, que no les otorgaba nada¡±.
El complejo personaje de Carter, al que Melgar le hace recitar continuamente para s¨ª los t¨ªtulos de Tutankam¨®n como una letan¨ªa tranquilizadora, aparece retratado de una manera muy convincente. ¡°Es el que m¨¢s me ha interesado, parece que padec¨ªa una condici¨®n cercana al autismo, adem¨¢s de una sexualidad reprimida. A menudo se sent¨ªa menospreciado, excluido y rechazado, lo que le hac¨ªa pelearse con todo el mundo. Odiaba sobre todo a los turistas y a los periodistas. Buscaba reconocimiento y no lo consigui¨®. Realizar el mayor descubrimiento arqueol¨®gico de la historia no le sirvi¨® para ascender socialmente o que le dieran un t¨ªtulo nobiliario, algo que sin duda merec¨ªa y le habr¨ªan otorgado hoy¡±. Melgar reconoce que no hay prueba directa de la homosexualidad de Carter, ¡°aunque al parecer en su entorno se sab¨ªa que lo era¡±; en todo caso, lo describe como un homosexual reprimido y mojigato, al que le repugna que lo toquen, ¡°y de todo ello deriva su gran tensi¨®n¡±. El novelista apunta que ¡°ahora Carter hubiera tenido m¨¢s facilidad para encajar¡±.
Luis Melgar se lo ha pasado estupendamente incorporando a su trama, en un f¨¦rtil crossover literario, a personajes hist¨®ricos que pudieron o no haber estado relacionados entre ellos. ¡°No hay evidencia de que Carter y T. E. Lawrence se conocieran, pero Lawrence era arque¨®logo y durante la I Guerra Mundial, Carter sirvi¨® en la Inteligencia militar brit¨¢nica en El Cairo, as¨ª que muy bien podr¨ªan haber coincidido. Lo mismo con el inquietante Crowley y con otros que aparecen. No me invento lo de Jacobo Fitz-James Stuart, que conoci¨® a Carter y Carnarvon y visit¨® la tumba de Tutankam¨®n con su hija, la duquesa de Alba. Me ha encantado ir encajando en la novela las piezas, reales e inventadas, juntar el puzle¡±. Al autor le hace gracia que algunos lectores consideren inventado lo que es real y viceversa, como los casos del famoso canario amarillo y la cobra (verdadero), y el escorpi¨®n que pica a Carnarvon (falso).
El novelista se declara gran admirador de Agatha Christie y en su novela hay varios homenajes, uno directo a Asesinato en el Orient Express, aunque le da la vuelta. En La conjura del Valle de los Reyes, que va dando saltos temporales en diferentes a?os entre antes y despu¨¦s del hallazgo de la tumba, se describe con mucha precisi¨®n y emoci¨®n el episodio del descubrimiento, el momentazo Tutankam¨®n, incluido lo de que Carter, Carnarvon y Evelyn (de la que se da por cierto su enamoramiento del arque¨®logo) se pasearon por el interior de toda la tumba antes de la apertura oficial. ¡°Me cost¨® escribir algo que se ha contado tantas veces, me daba pereza, pero no pod¨ªa no poner el hallazgo y las ¡®cosas maravillosas¡¯. De hecho, la trama de la conjura me ha permitido que el descubrimiento ¡ªun anticl¨ªmax porque todo el mundo sabe ya lo que pas¨®, que encontraron la tumba y qu¨¦ hab¨ªa dentro¡ª no sea lo central en la novela¡±. Entre excavaciones, complots, sexo, amistad, misterio, antig¨¹edades fara¨®nicas y mucha aventura, Melgar escribe cosas tan evocadoras como esta: ¡°El sol ya se hab¨ªa puesto y un resplandor anaranjado envolv¨ªa el valle, como si la arena del desierto se hubiera convertido en polvo de oro¡±.
Babelia
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