E. T. A. Hoffmann, dos siglos del creador de pesadillas que inspir¨® el cine de terror
Alemania celebra el bicentenario de la muerte del narrador que influy¨® en la literatura de Poe, Kafka y Dostoievsky y en el cine fant¨¢stico desde ¡®El gabinete del doctor Caligari¡¯ hasta David Lynch
¡°No hay nada m¨¢s extra?o y fant¨¢stico que la vida real¡±, escribi¨® Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822) en El hombre de arena, un angustioso relato en el que el lector nunca sabe si el protagonista est¨¢ amenazado por una conspiraci¨®n de fuerzas oscuras o si no es m¨¢s que una v¨ªctima de sus propios miedos. Hoffmann, de cuya muerte se cumplieron en junio 200 a?os, fue un maestro del relato fant¨¢stico cuyas creaciones, dominadas por son¨¢mbulos, aut¨®matas, enajenados y presencias ominosas han influido en la literatura (desde Poe a Dickens, Kafka y Dostoievski), en la m¨²sica (de Offenbach a Chaikovski) y en el cine (desde el expresionismo alem¨¢n hasta Bergman, Burton y Nolan).
Alemania celebra al fundador de la fantas¨ªa moderna con un amplio programa de eventos en tres sedes ¨DBerl¨ªn, Bamberg y Fr¨¢ncfort¨D que ofrece exposiciones, conferencias, conciertos y funciones de teatro. El nombre de Hoffmann evoca hoy pesadillas y enso?aciones fant¨¢sticas, especialmente las que irrumpen en la vida cotidiana y distorsionan el l¨ªmite entre la realidad y la imaginaci¨®n. ¡°Todo el g¨¦nero del cine de terror sigue bas¨¢ndose en las ideas e invenciones literarias de E.T.A. Hoffmann¡±, afirma Wolfgang Bunzel, comisario de la exposici¨®n de Fr¨¢ncfort, que puede verse hasta el 12 de febrero en el Museo Rom¨¢ntico de la ciudad. La muestra, titulada Unheimlich fantastisch (traducible como Fant¨¢sticamente siniestro), aborda las muchas facetas de un hombre que no solo fue escritor y cr¨ªtico, sino tambi¨¦n m¨²sico y compositor, dibujante y caricaturista, y que en paralelo ejerci¨® como jurista.
Nacido en la ciudad portuaria y comercial de K?nigsberg, en Prusia oriental (hoy Kaliningrado, Rusia), Hoffmann creci¨® sin padre y con una madre depresiva, criado por sus t¨ªos y abuelos, en una Europa estremecida por la violencia de las guerras napole¨®nicas. Tuvo que acatar la tradici¨®n familiar y seguir la carrera de Derecho (asisti¨® a las clases del fil¨®sofo Immanuel Kant), pero en su interior siempre mantuvo vivo el sue?o de convertirse en un gran compositor (se cambi¨® el que era su tercer nombre, Wilhelm, por Amadeus, en honor a Mozart). Acab¨® triunfando como escritor, pero casi al final de su vida, apunta Bunzel.
Precisamente, esta tensi¨®n entre la realidad y sus aspiraciones, entre los hechos y la imaginaci¨®n ¨Dentre el magistrado de d¨ªa y el narrador de noche¨D, recorre todo su universo creativo y evoca en cierto modo la gran dial¨¦ctica de la ¨¦poca entre la Ilustraci¨®n, confiada en la fuerza de la raz¨®n y la ciencia, y el Romanticismo, impulsado por las emociones del individuo, incluidas las que escapan a su raciocinio. ¡°E.T.A. Hoffmann descubre la fantas¨ªa como fuerza art¨ªstica productiva¡±, se?ala el experto, que dirige el departamento de Romanticismo en la Freies Deutsches Hochstift, una de las instituciones culturales m¨¢s antiguas de Alemania.
Hoffmann, hiperactivo e hipersensible, vivi¨® una vida tan agitada como su ¨¦poca, conmocionada entre el embate de Napole¨®n y la reacci¨®n del Congreso de Viena (1815) para restablecer las fronteras. Con poco m¨¢s de veinte a?os, ejerce como juez en ciudades de provincias de la Prusia oriental (actual Polonia), se casa y es destinado a Varsovia. All¨ª disfruta de la vida intelectual de la gran ciudad hasta que Napole¨®n derrota a Prusia en 1806 y los funcionarios prusianos tienen que abandonar los territorios polacos. Intenta dedicarse a la m¨²sica y se muda a Berl¨ªn, donde acaba conociendo el hambre, la miseria, la enfermedad y la desesperaci¨®n, seg¨²n recoge en sus diarios.
Tras un periodo en Bamberg, y ya frustrado su deseo de convertirse en m¨²sico, vuelve en 1814 con su esposa a Berl¨ªn y recupera su carrera judicial como magistrado en el Tribunal Superior de Justicia, donde gana fama como defensor de la legalidad frente a los juicios por motivos pol¨ªticos. All¨ª escribe sus grandes relatos fant¨¢sticos, como los que ser¨ªan recogidos en las series Cuadros fant¨¢sticos, Cuadros nocturnos y Los hermanos de San Serapi¨®n.
Por las noches, disfruta sin freno en la taberna Lutter und Wegner, en la plaza de Gendarmenmarkt, donde celebra tertulias y veladas hasta el alba. Una sobria placa recuerda all¨ª discretamente al mordaz Hoffmann, autor tambi¨¦n de s¨¢tiras burlonas como Opiniones del gato Murr.
Quiz¨¢ sus relatos m¨¢s perdurables son los que se asoman a los abismos del alma. ¡°Hoffmann descubre por medio de la fantas¨ªa lo monstruoso detr¨¢s de la fachada lisa de lo real¡±, escribe R¨¹diger Safranski en su ensayo sobre el romanticismo alem¨¢n. Como en el citado El hombre de arena, donde los traumas infantiles y la neurosis desempe?an una funci¨®n central. Sigmund Freud dedic¨® un ensayo a este cuento y a sus motivaciones subconscientes y defini¨® a su autor como ¡°el maestro de lo siniestro¡±. Para Bunzel, que para describir su uso de la imaginaci¨®n y el inconsciente cita el grabado de Francisco de Goya El sue?o de la raz¨®n produce monstruos, los textos de Hoffmann son ¡°como im¨¢genes ambiguas entre la promesa y el espanto, la utop¨ªa y el horror¡±.
Hoffmann bebi¨® de la literatura popular, pero logr¨® un mundo propio. ¡°Atento al ¨¦xito del p¨²blico, se apropia de elementos de acci¨®n tomados de las novelas de terror, entonces muy le¨ªdas, pero su tratamiento del g¨¦nero, tanto en el plano psicol¨®gico como en el po¨¦tico, carece de precedentes¡±, se?ala Safranski. En la novela Los elixires del diablo, Hoffmann utiliza los recursos del relato folletinesco g¨®tico para adentrarse en la locura y en el desdoblamiento de la personalidad, una narraci¨®n que influir¨¢ en Poe, G¨®gol y Dostoievski.
¡°Hoffmann fue uno de los escritores m¨¢s le¨ªdos en Rusia a partir de la d¨¦cada de 1830¡å, apunta Bunzel. ¡°La preferencia de los intelectuales rusos por los mundos fant¨¢sticos de Hoffmann continu¨® con el director sovi¨¦tico Andr¨¦i Tarkovski, que redact¨® un guion titulado Hoffmanniana en 1974¡å. Tambi¨¦n en Francia su influencia fue enorme, a?ade, y super¨® el marco de la literatura. Dos escritores franceses le convirtieron en protagonista de una obra de teatro, que luego fue reelaborada en un libreto con m¨²sica de Jacques Offenbach para crear los Cuentos de Hoffmann, una ¨®pera fant¨¢stica estrenada en 1881 en Par¨ªs. Su cuento El cascanueces fue adaptado por Alejandro Dumas para acabar como base del c¨¦lebre ballet de Chaikovski. La huella de Hoffmann puede rastrearse desde los inicios del cine ¨DEl gabinete del doctor Caligari es buen ejemplo¨D hasta la actualidad. Bunzel ve al alem¨¢n en Carretera perdida, la pel¨ªcula de David Lynch, y en muchas obras contempor¨¢neas que incluyen la figura del Doppelg?nger (el doble) y del hombre m¨¢quina o androide.
M¨¢s all¨¢ de su gusto por lo macabro, Hoffmann atesora una predilecci¨®n por el humor y la iron¨ªa que recorre buena parte de sus obras. Valga como muestra su otra gran novela, Opiniones del gato Murr, donde se mofa de las pretensiones de trascendencia de artistas y literatos, incluido ¨¦l mismo. Alterna la biograf¨ªa de un m¨²sico exc¨¦ntrico, Johannes Kreisler (alter ego del propio Hoffmann), y las memorias de un atildado felino con ¨ªnfulas de genio de las letras; un dardo contra las novelas de formaci¨®n (bildungsroman) de la ¨¦poca, como el Wilhelm Meister, de Goethe. No es de extra?ar que su retrato levantara ampollas entre la intelectualidad. Goethe, por ejemplo, despreciaba su obra.
El creador de tantos relatos ambientados en calles y plazas, como El caballero Gluck y La casa vac¨ªa, am¨® la vida en la ciudad. ¡°Hoffmann concedi¨® a Berl¨ªn un rostro literario¡±, escribi¨® su bi¨®grafo Ernst Heilborn. ¡°A trav¨¦s de ¨¦l adquiri¨® car¨¢cter. Con ello hizo por Berl¨ªn lo que Balzac, unido a ¨¦l por una extra?a afinidad espiritual, ha hecho por Par¨ªs¡±. Hoffmann capt¨® el pulso de Berl¨ªn cuando la ciudad empezaba a convertirse en una gran metr¨®polis burguesa. Una instalaci¨®n ef¨ªmera, Hoffmann en 10 estaciones, ha mostrado el Berl¨ªn cotidiano del narrador, un habitual del bulevar de Unter den Linden, el parque Tiergarten, y la Bebelplatz.
En sus ¨²ltimos d¨ªas, una grave enfermedad de la m¨¦dula espinal le paraliz¨® las piernas y las manos, aunque sigui¨® escribiendo, dictando, hasta el final. Falleci¨® en junio de 1822, a los 46 a?os. Poco antes termin¨® su ¨²ltimo relato completo, El mirador del primo, un animado cuento autobiogr¨¢fico en el que un escritor famoso charla con su primo sobre la bulliciosa vida que observan en la plaza de Gendarmenmarkt desde su ventana en pleno d¨ªa de mercado. As¨ª imaginan las vidas de carboneros, verduleras, damas y mendigos. Una ventana que le pone en contacto con esa realidad que consideraba tan fant¨¢stica y que le proporcion¨® la materia de sus ficciones: ¡°Esta ventana es mi consuelo. En ella encuentro la vida, con su cosquilleo, y me siento lleno de ternura hacia su incesante agitaci¨®n¡±.
Babelia
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