El sexo en la Antigua Roma o cuando estaba mal visto que la mujer se pusiera encima
La historiadora Patricia Gonz¨¢lez Guti¨¦rrez, autora de ¡®Cunnus¡¯, recalca que los romanos desconoc¨ªan el concepto de consentimiento y considera al poeta Ovidio ¡°mucho peor que Rubiales¡±
Que la mujer se colocara encima del hombre durante el acto sexual estaba muy mal visto en la Antigua Roma al considerarse que esa postura activa ¡ªque ella cabalgara (equitant), vamos¡ª resultaba humillante para su pareja masculina. Era una posici¨®n propia de las prostitutas, que cobraban m¨¢s por realizarla (hasta el doble que un servicio normal, en tarifa pompeyana) dado su car¨¢cter antinormativo. En cambio, la mujer a cuatro patas, mirando a Capua, era aceptable, pues como vieja sociedad campesina la romana respetaba mucho el mundo natural y a los animales y esa posici¨®n parec¨ªa favorecer la fecundidad. Los romanos valoraban m¨¢s las nalgas, zona de atracci¨®n preferente, que los pechos ¡ªlos senos grandes eran objeto de burla (se usaba el adjetivo mastale, pechugona), como los penes de gran tama?o¡ª. Otra cosa que nos sorprender¨ªa de los romanos de entonces en la cama (o en el triclinio, o en la mesa de la cocina) es su gran repugnancia hacia el sexo oral (irrumare), y especialmente el cunnilingus, que parad¨®jicamente es una palabra tan latina (de cunnus, vulva, y lingere, lamer).
Precisamente Cunnus, que se podr¨ªa traducir tambi¨¦n vulgarmente como co?o, es el expresivo t¨ªtulo que la historiadora Patricia Gonz¨¢lez Guti¨¦rrez ha escogido para su nuevo libro, subtitulado Sexo y poder en Roma y publicado, al igual que el anterior, Soror, mujeres en Roma (2021), por la editorial Desperta Ferro. Cunnus, que vuelve a incidir en temas de g¨¦nero, cuenta adem¨¢s con una expl¨ªcita portada obra de Paula Bonet. ¡°Bueno, hay gente que ve enseguida lo que es y otros que no, nosotros decidimos ir con todo¡±, explica en una mesa en una cafeter¨ªa barcelonesa la estudiosa de 40 a?os (nacida en Santiago de Chile de padres espa?oles), que se?ala la dificultad todav¨ªa de abordar el tema del sexo en la historia m¨¢s all¨¢ de la divulgaci¨®n poco cient¨ªfica y las simples colecciones de an¨¦cdotas. ¡°Es un tema que sigue levantando pol¨¦mica cuando se trata desde la academia, se cuestionan los motivos para hacerlo y despierta sospechas de activismo¡±, apunta.
?C¨®mo lo hac¨ªan los antiguos romanos? ¡°Muy diferente y muy igual a la vez a nosotros¡±, responde Gonz¨¢lez, ¨¦mula de Mary Beard en su actitud y aspecto rebeldes y en no dudar en abordar temas provocadores que pueden levantar ampollas. ¡°Su concepto del sexo estaba condicionado por el de jerarqu¨ªa, m¨¢s que por el de g¨¦nero. Si eras poderoso pod¨ªas hacer lo que quisieras. En general era admisible casi todo mientras fueras hombre y la parte activa de la relaci¨®n, con mujeres y con otros hombres inferiores (gladiadores, actores de ambos sexos), siempre penetrando t¨²¡±. El vir, el hombre de virtud, el patricio romano, era literalmente impenetrable. Es posible que Ner¨®n caracterizara de muchachas a sus amantes masculinos m¨¢s para dejar las cosas claras que por una cuesti¨®n est¨¦tica. ¡°Por supuesto los esclavos estaban sometidos completamente y a disposici¨®n sexual del due?o en todo momento, incluso los ni?os¡±. Hab¨ªa un l¨ªmite te¨®rico: los otros ciudadanos. Y el estupro (con jovencitos y jovencitas de buena familia) y el adulterio eran delito, aunque la que llevaba la peor parte siempre en este era la mujer. ¡°La violencia de g¨¦nero estaba a la orden del d¨ªa, y las posibilidades reales de que interviniera la justicia, muy pocas. Matar a una mujer pod¨ªa llegar a salir terriblemente barato¡±.
El sexo oral, explica, no era aceptable socialmente, se ve¨ªa como humillante para el que lo practicaba, impudicitia; al ser la boca el recinto de la palabra se pensaba que la ensuciaba (Marcial a?ad¨ªa que produc¨ªa mal aliento). Eso no quiere decir que no se hiciera, especialmente la felaci¨®n, pero ¡°hay pocas alusiones y representaciones, y menos a¨²n del cunnilingus, m¨¢s vilipendiado¡±. De hecho, en los grafitis se encuentra usualmente la expresi¨®n ¡°comeco?os¡± (lingitcunnum) como insulto. El sexo anal era muy reprobable y humillante y deshonroso en cuanto pasivo, pero, recuerda la historiadora, tenemos muchas pruebas de ¨¦l, desde la Copa Warren y el camafeo de Estepa a los expl¨ªcitos poemas de Marcial o las inscripciones pri¨¢picas (¡°te pedico¡±, te doy por el culo, era el grito de guerra del dios).
Los antiguos romanos (ellos, ellas por supuesto) conoc¨ªan bien el orgasmo femenino y el cl¨ªtoris, denominado landica, e incluso hay fuentes m¨¦dicas que hablan de la manipulaci¨®n del ¨®rgano para eliminar la histeria; tambi¨¦n se lo recortaba cuando era muy voluminoso, por razones m¨¦dicas, nunca religiosas. En todo caso, ¡°el placer femenino deb¨ªa ser complicado cuando te empiezan a violar a los 10 a?os y tienes la noche de bodas con hombres maduros a los 12¡å. La autora recalca: ¡°Cuando miras el sexo de Roma cuesta mucho m¨¢s ver elementos de ternura que de humillaci¨®n, como en las redes sociales de hoy¡±. Recuerda que era habitual asociar el pene al pilum, la lanza, y otras armas, lo que lo dice todo sobre el uso agresivo de la sexualidad masculina.
Curiosamente, pese a tantas historias, pel¨ªculas y series de org¨ªas y desenfrenos romanos, la historiadora subraya que los romanos antiguos eran ¡°bastante puritanos¡±. ?Puritanos?, ?y los objetos y pinturas de Pompeya que se guardan en el Museo Secreto de N¨¢poles?, ?y Cal¨ªgula?, ?y Mesalina? ¡°Son casos extremos. En general, hemos sobrevalorado la sexualidad de los romanos. La realidad es que incluso las muestras de afecto en p¨²blico estaban mal vistas. Cat¨®n el Viejo expuls¨® a un tal Manilio del Senado por besar a su esposa a la luz del d¨ªa y delante de su hija. Plutarco recomendaba no casarte con una mujer que dijera estar enamorada de ti, pues la pasi¨®n no era digna. Nos hemos cre¨ªdo las im¨¢genes del cine y de Yo, Claudio, o de la serie Espartaco¡±. Eso no quiere decir que no hubiera gente que escapara a la norma (S¨¦neca acusaba a Mamerco Escauro de recibir con la boca abierta la sangre menstrual de sus esclavas, el summum de lo repulsivo para un romano), o que en el pin¨¢culo de las ¨¦lites no se dieran comportamientos que dejan como un colegial a Tinto Brass: ¡°Lo de Tiberio con los ni?os era a¨²n peor de lo que mostr¨® la peli Cal¨ªgula, los ni?os con los que se ba?aba el emperador, sus pececitos, eran peque?os que a¨²n ten¨ªan el reflejo de lactancia y se enganchaban a puerta¡±.
Era, se?ala Gonz¨¢lez Guti¨¦rrez, la de la Antigua Roma una sociedad que, s¨ª, produjo los acueductos, las carreteras, el derecho, una gran cultura, pero en la que reinaba una gran violencia, ¡°y la sexual era terrible, no nos gustar¨ªa vivir en la Antigua Roma¡±. Y afirma: ¡°No exist¨ªa en absoluto el consentimiento. Eso de lo que tanto hablamos ahora con el caso Rubiales era algo desconocido para ellos, no ten¨ªan ni palabra para describirlo. Se impon¨ªa el concepto de que las mujeres deb¨ªan plegarse completamente a la voluntad de los hombres, y los humildes a los poderosos¡±. Pensamos, dice, en Mesalina, Popea, Julia (la hija de Augusto, c¨¦lebre por su escandalosa promiscuidad)¡, pero las mujeres que encarnaban de verdad la realidad cotidiana de Roma eran las Lucrecias, violadas. O las Cornelias, serias matronas abnegadas. U Octavia, que calla y soporta. O, apunta, ¡°la propia y tan denostada Livia, a la que casan a los 14 a?os, tiene dos hijos antes de los 18, obligan a divorciarse y acaba casada con el soci¨®pata de Augusto¡±.
La historiadora trae a colaci¨®n al respecto a Ovidio, y no es para alabar Las metamorfosis precisamente. ¡°El poeta del amor, ?ja!¡±, se exclama. ¡°No hemos le¨ªdo bien las fuentes. El arte de amar es tremendo. No solo porque sea una lista de trucos para enga?ar a las mujeres, sino porque aboga directamente por el maltrato y lo justifica. ?l mismo se muestra como un maltratador de libro, que pegaba a su novia y luego se arrepent¨ªa y le regalaba flores. Un personaje horrible e idiota Ovidio. Mucho peor que Rubiales. Hoy lo hubieran fundido en Twitter¡±.
Es cierto que, pese a su belleza literaria (a Ovidio le brotaba la poes¨ªa instintivamente, ¡°quidquid tentabam dicere, versus erat¡±), alg¨²n cap¨ªtulo de El arte de amar estremece al leerlo con una sensibilidad de hoy. Como el que lleva el encabezamiento ¡°M¨¢s medios de seducci¨®n: l¨¢grimas, besos y si fuera necesario, violencia¡±. Escribe el poeta (en traducci¨®n de Juan Luis Arcaz Pozo, Alianza editorial, 2000): ¡°Los que ella no te d¨¦ [los besos], qu¨ªtale t¨². Al principio tal vez se opondr¨¢ y te dir¨¢ ¡®indecente¡¯, con todo ella querr¨¢ ser vencida en la disputa. Procura ¨²nicamente que los besos as¨ª robados no lastimen sus delicados labios y que no pueda quejarse de que fueron violentos¡±. Hay cosas peores: ¡°Aunque apeles a la violencia, esa violencia les es grata a las muchachas. Muchas veces desean dar de mal grado aquello que les gusta. Cualquiera que haya sido forzada por un s¨²bito rapto de pasi¨®n lo agradece y tiene esa indecencia la consideraci¨®n de un regalo¡±.
Culto e ilustrado, el poeta de Sulmona argumenta sus consejos con ejemplos de la mitolog¨ªa tan poco edificantes como el de Aquiles, que cuando estaba escondido en la corte del rey de Esciros disfrazado de mujer para no ir a Troya se met¨ªa en la cama de la hija del monarca, Deidam¨ªa; ¡°y esta descubri¨® mediante un estupro que ¨¦l era var¨®n. Por la fuerza, bien es cierto, fue ella ultrajada (as¨ª es menester reconocerlo), pero, no obstante, quiso ella ser ultrajada por la fuerza¡±. Ovidio como justificador de la Manada, lo que hay que ver. ¡°Ac¨®sala con tacto¡±, recomienda.
¡°?Fue poco que lo exiliaran al Ponto Euxino!¡±, juzga indignada la autora de Cunnus, que a?ade a ¡°la infamia¡± del poeta ¡°su estupidez¡±: En uno de sus ruegos a Augusto para que le permitiera regresar a Roma de la remota y b¨¢rbara Tomis ¡°no se le ocurri¨® sino reprocharle al emperador tener una colecci¨®n de literatura porno, g¨¦nero muy abundante en Roma, por otro lado¡±.
Otro romano famoso (este de ficci¨®n) que recibe lo suyo de Gonz¨¢lez Guti¨¦rrez es M¨¢ximo D¨¦cimo Meridio, comandante de las legiones del Norte, general de las legiones F¨¦lix, etc¨¦tera, el protagonista de Gladiator, efectivamente. ¡°Me parece mucho peor que el C¨®modo de Joaquin Phoenix, al que por cierto se presenta con pluma como casi siempre a los villanos romanos (y los propios romanos ten¨ªan mucha plumofobia). Pero en la peli, C¨®modo apenas orquesta algunos necesarios asesinatos pol¨ªticos, mientras que M¨¢ximo es un aut¨¦ntico genocida, el verdadero nazi de la pel¨ªcula¡±.
Parafraseando al socorrido miembro de la guerrilla jud¨ªa de La vida de Brian, ?qu¨¦ han hecho los romanos por nosotros en cuanto al sexo? ¡°Casi todo lo del sexo matrimonial que hemos padecido se lo debemos a ellos, pasado por el cristianismo. Lo de la mujer pasiva en posici¨®n del misionero, olvid¨¢ndose de su placer, sometida al deseo del marido, haciendo la estrella de mar, abierta y pensando en Inglaterra [las inglesas] o la lista de la compra viene de los romanos, y hay que ver lo que nos cuesta deshacernos de eso¡±.
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