La aventura del viejo barco de exploraci¨®n polar que puede ayudar a ir a Marte sin enloquecer
El libro ¡®El manicomio del fin del mundo¡¯, de Julian Sancton, recupera la odisea en la Ant¨¢rtida del velero del siglo XIX ¡®B¨¦lgica¡¯, cuya tripulaci¨®n qued¨® atrapada en el hielo
Todo el mundo ha o¨ªdo hablar del Endurance, del Fram o del Terra Nova, los legendarios barcos de exploraci¨®n de la Ant¨¢rtida de Shackleton, Amundsen y Scott, respectivamente. Pero mucha menos gente conoce la historia del B¨¦lgica, el nav¨ªo del aristocr¨¢tico explorador ¨¢vido de haza?as Adrien de Gerlache de Gomery (con lo f¨¢cil que es decir Scott). Y es una pena porque la aventura de la Expedici¨®n Ant¨¢rtica Belga (1897-1901), la del B¨¦lgica y Gerlache, es realmente extraordinaria y pone la piel de gallina (cosa l¨®gica dados los parajes en que se adentr¨®).
Esa expedici¨®n fue la primera en invernar en la Ant¨¢rtida, era pionera en estar compuesta por personas (19) de numerosos pa¨ªses (B¨¦lgica, Polonia, Rusia, Rumania, Noruega y Estados Unidos), y descubri¨® y nombr¨® lugares desconocidos del continente blanco, como el estrecho de Gerlache, en la Tierra de Graham, en la pen¨ªnsula ant¨¢rtica. Formaban parte del grupo, aparte de un exmiembro de la Legi¨®n Extranjera, que debi¨® de encontrar sensacional el cambio de ambiente, y dos gatos que tuvieron finales desgraciados (a uno, Sverdrup, lo lanz¨® al mar en un arrebato el capit¨¢n Lecointe, el otro, Nansen, en realidad una gata, falleci¨® tras mostrar indicios de deterioro mental), y dos personajes que se convertir¨ªan ¡ªya estaban camino de ello¡ª en grandes iconos y mitos de la exploraci¨®n polar. Se trataba de Roald Amundsen y Frederick Cook, nada menos, conquistador luego Amundsen del Polo Sur y pretendidamente (hoy parece claro que no lleg¨®) Cook del Polo Norte.
Pero es que, adem¨¢s, la expedici¨®n del B¨¦lgica (que tom¨® las primeras fotos de la Ant¨¢rtida y realiz¨® hallazgos cient¨ªficos relevantes, como el mosquito no volador Belgica antartica, un chironomidae, el ¨²nico insecto nativo del continente) vivi¨® aventuras sin cuento, se qued¨® atrapada en el hielo, perdi¨® de manera dram¨¢tica a varios de sus miembros, sufri¨® la locura y la enfermedad de otros y plasm¨® como pocas empresas heladas aquella afirmaci¨®n de Apsley Cherry-Garrard, que viaj¨® con Scott a la Ant¨¢rtida y escribi¨® El peor viaje del mundo, de que ¡°la exploraci¨®n polar es la forma m¨¢s cruel y solitaria de pasarlo mal que se ha concebido¡±. Adem¨¢s, representaba a un pa¨ªs joven (1830), poco marinero y con su principal inter¨¦s en el Congo Belga, que, convengamos, es otra cosa.
Si los horrores de las expediciones polares cl¨¢sicas suelen concentrarse en los padecimientos f¨ªsicos de sus miembros, en el caso de la del B¨¦lgica, los males fueron especialmente ps¨ªquicos: los expedicionarios, que crearon la Orden del Ping¨¹ino, se fueron chalando de una manera y en una proporci¨®n realmente asombrosas. Hasta el punto de que se tiene al B¨¦lgica, verdadero manicomio flotante en tramos de su peripecia, como un magn¨ªfico laboratorio de estudio de los espantos mentales del aislamiento, el fr¨ªo y las tinieblas. Del marinero Tollefsen, por ejemplo, el informe oficial da una descripci¨®n digna de Poe: ¡°Ante la presi¨®n constante del hielo, sucumbi¨® al horror y enloqueci¨® al contemplar el sobrecogedor espect¨¢culo de lo sublime, aterrado ante el destino que no cesaba de acecharle¡±. La experiencia de la expedici¨®n del B¨¦lgica se usa en la actualidad por la NASA como ejemplo de los problemas a afrontar por los astronautas en un viaje espacial a Marte.
El grado de hostilidad y mal rollo entre los miembros del grupo (muchos de los cuales no entend¨ªan el idioma de los otros) provoc¨® motines y ataques de man¨ªa persecutoria. Tras quedar atrapados en la banquisa y pasar un invierno digno de La cosa de otro mundo, consiguieron zafarse empleando explosivos, y salieron pitando.
El libro habla sin ambages de la dif¨ªcil vida sexual de los expedicionarios
Ahora, un libro realmente espl¨¦ndido, estupendamente documentado y escrito con un grado de pasi¨®n y calidad literaria superlativos, Un manicomio en el fin del mundo, de Julian Sancton (Capit¨¢n Swing, 2023), recupera en toda su intensidad la aventura (incluido su aspecto literalmente lun¨¢tico) del B¨¦lgica y nos lleva a la Ant¨¢rtida en las tremendas condiciones de los viajes de la Edad de Oro de la exploraci¨®n polar. La literatura de este g¨¦nero est¨¢ llena de obras maestras, desde algunos de los relatos cl¨¢sicos de los propios exploradores (como Sur, de Shackleton, o el citado de Cherry-Garrad) a obras que han marcado ¨¦poca y han creado pol¨¦mica, como las de Roland Huntford sobre la carrera para llegar al Polo Sur. El libro de Sancton se inscribe entre las mejores y consigue como pocas reflejar la belleza y el terror de los hielos. Aparte de que habla sin ambages de la dif¨ªcil vida sexual de los expedicionarios.
Entre las descripciones antol¨®gicas, la de la p¨¦rdida del marinero Wiencke, la del complejo y macabro entierro en un agujero abierto en el mar helado del teniente Danco, con rigor mortis, hedor cadav¨¦rico y resistencia a hundirse, y la escena de otro marinero, Van Mirlo, que se aterroriza (¡°?capit¨¢n, sigue viva!¡±) al ver que el trozo de diez kilos de carne de foca reci¨¦n muerta que lleva a hombros a¨²n convulsiona (una reacci¨®n no inusual en tejidos inertes tras una muerte violenta). Tambi¨¦n, la de Amundsen arrodill¨¢ndose ante otra foca acabada de cazar y sorbi¨¦ndole directamente con la boca la sangre caliente que mana de una herida. El interior del B¨¦lgica en medio de la larga noche polar parece a ratos la pesadillesca sentina de la Nostromo de Alien. Mucha habilidad tambi¨¦n para contar an¨¦cdotas humanas, como que Lecointe pidi¨® matrimonio a su prometida la noche anterior a la partida del B¨¦lgica hacia la Ant¨¢rtida, o la pena a bordo por la muerte del ping¨¹ino juanito (no es que se llamara as¨ª, es el nombre de la especie Pygoscelis papua) Beb¨¦, una querida mascota de la expedici¨®n.
Parafraseando la famosa m¨¢xima de la exploraci¨®n polar, ¡°como jefe de una expedici¨®n cient¨ªfica, Scott; para un raid r¨¢pido, Amundsen, pero en medio de la adversidad reza porque te env¨ªen a Shackleton¡±, ?qu¨¦ habr¨ªa que decir de Gerlache? Sancton, entrevistado por este diario, apunta: ¡°Tuvo el valor de estar al frente de la primera expedici¨®n que invern¨® en la Ant¨¢rtida, ya s¨®lo por eso merece reconocimiento. Adem¨¢s, era un l¨ªder natural, aunque no como Shackleton, porque no ha habido nadie como ¨¦l, ni como Amundsen, que planificaba mejor. Con Scott comparte una sensibilidad po¨¦tica: ambos eran grandes so?adores. Gerlache, sin cuya voluntad no hubiera habido viaje, tuvo la inmensa suerte de estar acompa?ado de hombres instrumentales en su ¨¦xito, como Cook, de m¨¦dico, Amundsen, de primer oficial, y el capit¨¢n Lecointe, pero hay que recordar que los eligi¨® ¨¦l y que nunca renunci¨® a liderar. Y fueron sus sue?os los que inspiraron la expedici¨®n¡±.
Sancton destaca que Gerlache, aunque su motivaci¨®n fuera la gloria, personal y de su naci¨®n, siempre se tom¨® muy en serio la dimensi¨®n cient¨ªfica y no solo de descubrimiento geogr¨¢fico de la empresa; llev¨® a cient¨ªficos rigurosos y apoy¨® siempre su trabajo, aunque ello significara posponer otros objetivos. El autor recuerda c¨®mo estar libre de preocupaci¨®n por la ciencia fue lo que posibilit¨® a Amundsen sus grandes ¨¦xitos posteriores, incluida la conquista del Polo Sur. ¡°Cada explorador es distinto¡±, reflexiona.
La presencia de Amundsen y Cook en la expedici¨®n del B¨¦lgica convierte a esta en algo como una precuela de las grandes aventuras polares de los dos personajes. ¡°As¨ª es, tenemos a los dos famosos exploradores en fases distintas de su carrera. Con ellos, con esas dos superestrellas, devenidos luego h¨¦roe y antih¨¦roe, respectivamente, el B¨¦lgica es como un microcosmos de toda la aventura polar¡±. En su libro, Sancton reivindica hasta cierto punto a Cook. ¡°Se le recuerda en general como un gran embaucador, un fraude, pero en la expedici¨®n del B¨¦lgica fue un h¨¦roe de verdad. Yo siempre le he tenido simpat¨ªa. Me parece que su enga?o es el reverso de su gran optimismo. Sus ideas desarrolladas con gran imaginaci¨®n y a menudo inspiradas en su conocimiento de la supervivencia polar de los inuit en el ?rtico salvaron al B¨¦lgica. Como lo de la fototerapia, el hacer caminar a los exploradores alrededor del barco (el ¡®paseo de los locos¡¯) o el cambiar la comida enlatada por carne fresca y cruda de foca y ping¨¹ino para curar el escorbuto y la anemia polar¡±. Amundsen, en cambio, no hay manera de que caiga bien. ¡°Es cierto, quise ser justo con ¨¦l y algo bueno deb¨ªa de haber en el noruego cuando Cook le apreciaba tanto. Pero parece m¨¢s una m¨¢quina que un hombre. Es dif¨ªcil identificarse con alguien as¨ª, tan fuerte y resistente. Era un megal¨®mano, con un punto de masoquista y echas a faltar en su personalidad algunas de las cualidades m¨¢s humanas y po¨¦ticas de otros exploradores. Definitivamente, me interesan m¨¢s otros¡±.
Sancton recuerda que la expedici¨®n de Gerlache tiene conexiones tambi¨¦n con Shackleton: el Endurance, el famoso barco del explorador lo proyect¨® el mismo dise?ador que el B¨¦lgica. Este era un antiguo ballenero noruego de 35 metros y tres palos (el Patria), reconvertido en nav¨ªo polar con el a?adido de un motor a vapor. Fue el mismo Gerlache quien encarg¨® luego el Endurance (originalmente Polaris), a?os despu¨¦s de su famosa expedici¨®n, para llevar partidas de caza de oso polar al ?rtico; tras fracasar la iniciativa, Shackleton adquiri¨® el nav¨ªo. ¡°Tenemos la expedici¨®n belga conectada con todos los grandes, pues Nansen tambi¨¦n estuvo a bordo del B¨¦lgica¡±.
Sancton, que ha tratado de ponerse en la piel de los exploradores visitando todos los sitios de su aventura, incluida la Ant¨¢rtida, reconoce que, en cambio, y aunque los asuntos de la dieta polar son tan importantes en su libro, no ha comido ping¨¹ino. ¡°Me plante¨¦ muy seriamente hacerlo y conoc¨ª a gente que ten¨ªa acceso a la carne de ping¨¹ino en el mercado negro. Pero los ping¨¹inos est¨¢n protegidos y no me pareci¨® bien. No obstante, habl¨¦ con gente que s¨ª los ha comido, como el arque¨®logo marino de Oxford Mensuen Bound, el que ha hallado el Endurance, precisamente, y que, originario de las Malvinas, com¨ªa los domingos asado de ping¨¹ino en vez de pollo¡±. Sancton aprovecha para hablar de ese reciente hallazgo, el a?o pasado, del barco de Shackleton, que se hundi¨® en 1915 tras ser atrapado por el hielo en el mar de Wavell. ¡°Ver las im¨¢genes m¨¢gicas de ese nav¨ªo legendario tras m¨¢s de cien a?os, perfectamente conservado bajo el agua ha sido fascinante. Admiro el hecho de que Mensuen y su equipo no quisieran tocar el pecio para no da?arlo¡±. La cuesti¨®n da pie a plantearse si no estar¨ªa bien extraer el Endurance para mostrarlo did¨¢cticamente, como se hace con el Fram de Nansen y Amundsen en su museo de Oslo. ¡°La comparaci¨®n m¨¢s adecuada ser¨ªa con el Wasa, convertido en gran atracci¨®n tur¨ªstica en Estocolmo. El Endurance donde est¨¢ hace que la gente sue?e, me encanta que permanezca all¨ª, aparte de las dificultades y riesgos de sacarlo y mantenerlo. Hay algo conmovedor en que siga en la Ant¨¢rtida¡±.
El B¨¦lgica, que ten¨ªa todos los puntos para hundirse tambi¨¦n tras permanecer atrapado en el hielo y a la deriva en la banquisa junto a la Tierra de Graham, en el Mar de Bellingshausen, congelado desde marzo de 1898 hasta febrero de 1899, consigui¨® volver a casa (esperemos que esto no sea un spoiler). Se lo emple¨® luego para expediciones al ?rtico y tras varias reconversiones fue requisado por los brit¨¢nicos en 1940, convertido en barco dep¨®sito y hundido en Harstad para que no cayera en manos de los alemanes durante la invasi¨®n nazi de Noruega. El pecio fue hallado en 1990 y hay planes para reflotarlo e instalarlo como parte del Museo Mar¨ªtimo Nacional de B¨¦lgica en Amberes.
Uno de los atractivos de Un manicomio en el fin del mundo es la intensidad de la prosa de su autor. ¡°Gran parte de mi comprensi¨®n de la expedici¨®n y mi empat¨ªa con los exploradores viene de leer sus muchos testimonios (11 de ellos llevaron diarios o hicieron alg¨²n tipo de relato). Algunos eran escritores extraordinarios¡±. Gerlache mismo, recuerda, recibi¨® reconocimiento literario por su diario (¡±pod¨ªamos sentir que esta alba p¨¢lida era incapaz de engendrar el d¨ªa¡±, escribi¨®). ¡°Se perciben influencias de Poe o del Frankenstein de Mary Shelley. Y de Verne. Es posible que tambi¨¦n de Moby Dick. Las im¨¢genes de vac¨ªo, de lugar pavoroso, de blanco, est¨¢n en esas ficciones y se debieron de proyectar sobre la vivencia real y dar forma a los miedos al hielo, la soledad y la eterna oscuridad de la noche polar, como si hubiera una fuerza mal¨¦vola que lo impregnara todo. La idea de que los polos tienen algo de enloquecedor. Cuando empec¨¦ a ver la serie El terror, sobre la expedici¨®n de Franklin al paso del noroeste, que incide en esos aspectos del horror polar, tuve que dejarla para que no me influyera. Luego est¨¢n mis observaciones y experiencias de primera mano en el estrecho de Gerlache, sobre todo, de ver la luz en esos parajes¡±.
La idea de que el B¨¦lgica puede tender un puente a Marte es sensacional. ¡°As¨ª llegu¨¦ yo a la expedici¨®n, tras leer un art¨ªculo que hablaba de ella en relaci¨®n con que ofrece experiencias muy ¨²tiles para la NASA ¡ªaislamiento, soledad, apat¨ªa, tristeza m¨®rbida, aburrimiento, ansiedad, fr¨ªo, pensamientos de suicidio, deterioro cognitivo¡ª de cara al viaje a Marte. Ser¨ªa gracioso que lleg¨¢ramos a Marte gracias al B¨¦lgica, un barco del siglo XIX; y a Cook. Esa s¨ª que ser¨ªa una redenci¨®n para ¨¦l¡±.
Babelia
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