Una nueva historia de las Guerras Indias: los nativos norteamericanos estuvieron a punto de vencer a los blancos
El experto Pekka H?m?l?inen, que detesta el filme ¡®Bailando con lobos¡¯, reivindica en ¡®Continente ind¨ªgena¡¯ la capacidad militar de las tribus y sostiene que su derrota no era en absoluto inevitable
La derrota de Custer y su S¨¦ptimo de Caballer¨ªa a manos de los sioux y cheyenes en Little Bighorn en 1876 no fue para nada una cuesti¨®n de mala suerte del general y sus tropas, sino el resultado l¨®gico y esperable de que los nativos americanos eran mejores estrategas, estaban familiarizados con el terreno y superaron t¨¢cticamente a los soldados estadounidenses. Y no fue en absoluto la ¨²nica vez en que los mal llamados pieles rojas demostraron ser muy capaces de vencer a los blancos e imponer su propia din¨¢mica militar desde principios del siglo XVI hasta finales del XIX. En una interesant¨ªsima y estimulante nueva historia de las Guerras Indias, Continente ind¨ªgena, la implacable pugna por Norteam¨¦rica (Desperta Ferro, 2024), el prestigioso investigador Pekka H?m?l?inen, doctor en Historia por la Universidad de Helsinki y considerado uno de los grandes especialistas mundiales en los nativos americanos, pone en entredicho la inevitabilidad de la expansi¨®n colonial y muestra lo cerca que estuvieron dichos nativos en varias ocasiones de infligir una derrota definitiva a los poderes coloniales europeos y a los EE UU, y hasta de expulsarlos de Norteam¨¦rica.
En el revolucionario relato de H?m?l?inen (Helsinki, 57 a?os), profesor en Oxford, especialista en los lakota y autor de uno de los mejores libros jam¨¢s escritos sobre los comanches (El imperio comanche, Pen¨ªnsula, 2018), las naciones indias dejan de ser las habituales v¨ªctimas pasivas sujetas a un destino inexorable e irreversible para convertirse en potentes agentes que dominaron el continente durante siglos despu¨¦s de la llegada de los colonizadores y significaron una ser¨ªsima amenaza a sus planes de conquista.
El continente, se?ala H?m?l?inen, estuvo mucho m¨¢s tiempo de lo que solemos pensar en manos de los ind¨ªgenas, que contaron con entidades pol¨ªticas de extraordinaria capacidad b¨¦lica como la Liga iroquesa (cuyo poder, recuerda, dur¨® desde el XVI al XIX, ¡°lo que hace a esta naci¨®n la m¨¢s antigua y le da un papel hist¨®rico m¨¢s central que a EE UU¡±) o los ¡°imperios¡± (as¨ª los denomina) ecuestres comanche y sioux, comparables, dice, a otras peligrosas naciones de n¨®madas a caballo como los mongoles. En una fecha como 1776 (cuando se proclam¨® la independencia de EE UU), afirma el estudioso a este diario, ¡°los europeos pod¨ªan reclamar la mayor parte del continente, pero los nativos en conjunto lo controlaban¡±. El experto afirma que en lugar de hablar de una ¡°Am¨¦rica colonial¡± deber¨ªamos hacerlo de una ¡°Am¨¦rica ind¨ªgena¡± que se hizo colonial ¡°solo de una manera lenta y desigual¡±, y que ¡°sigui¨® siendo abrumadoramente ind¨ªgena hasta bien entrado el siglo XIX¡±. Un sinn¨²mero de naciones nativas, afirma, ¡°pele¨® con fiereza para mantener sus territorios intactos y sus cultura inc¨®lumes¡± y ¡°llegaron a frustrar las pretensiones imperialistas de Francia, Espa?a, Gran Breta?a y Pa¨ªses Bajos, y m¨¢s tarde de EE UU¡±.
La narraci¨®n del estudioso resigue de manera documentada y emocionant¨ªsima las Guerras Indias y contrasta vivamente con el sombr¨ªo y triste relato tradicional de cl¨¢sicos como Enterrad mi coraz¨®n en Wounded Knee (1970), de Dee Brown, el libro que estableci¨® en la conciencia popular la idea ¡ªremachada en 1990 por el filme Bailando con lobos¡ª de que la lucha contra los blancos fue una ineluctable y lineal marcha hacia el desastre de unas sociedades condenadas desde que los primeros colonos pisaron Norteam¨¦rica. Por el contrario, H?m?l?inen muestra c¨®mo los colonizadores se movieron a menudo en los m¨¢rgenes de poderosas tribus y confederaciones indias, retrocediendo en no pocas ocasiones, bordeando el desastre. Y c¨®mo los nativos no aguardaron para nada con melancol¨ªa (el noble hombre rojo eleg¨ªaco de El ¨²ltimo mohicano de Fenimore Cooper) y sentimiento de desastre, fracaso y p¨¦rdida el avance invasor, sino bien musculados, llenos de vitalidad, recursos y el tomahawk bien dispuesto. H?m?l?inen los retrata como actores hist¨®ricos ¡°fuertes, creativos y resistentes¡±, para nada comparsas unidimensionales como se los ha mostrado en un relato tradicional ¡°enquistado en nuestra cultura y nuestra mentalidad¡±.
Junto a la palabra imperios, que llama tanto la atenci¨®n en relaci¨®n con los ind¨ªgenas norteamericanos a los que se asocia popularmente m¨¢s con bandas, el investigador elige denominar a los guerreros indios ¡°soldados¡± (lo que los equipara militarmente con los combatientes blancos) y utiliza t¨¦rminos ind¨ªgenas para los l¨ªderes y autoridades de las naciones indias en vez del t¨ªpico ¡°jefes¡±. Sorprende tambi¨¦n que en varios casos emplee los nombres que estas naciones prefieren usar en lugar de los m¨¢s habituales que les dieron los blancos o sus enemigos (wyandots en vez de hurones, meskwakis por foxes, muscoguis y no creeks; afortunadamente deja iroqueses y no haudenosaunee). Entre las novedades terminol¨®gicas, tambi¨¦n lo de ¡°personas birraciales¡± por mestizos.
En su relato del ¡°abrumador y persistente poder ind¨ªgena en Norteam¨¦rica¡±, H?m?l?inen, tras unos cap¨ªtulos en los que explica el pasado de las sociedades que se enfrentaron a la colonizaci¨®n europea y de las que destaca su especial concepto ¡°horizontal y consensuado¡± de liderazgo, pasa revista a los primeros conflictos con los espa?oles, franceses e ingleses, y la forma en que los peregrinos del Mayflower fueron permitidos porque eran ¨²tiles en la estrategia de los wampanoags contra sus enemigos indios. Aparece el Uncas hist¨®rico y su manipulaci¨®n de los colonos de Connecticut para lograr la primac¨ªa sobre los pequots. El papel central de las mujeres en la pol¨ªtica de la Liga de las Cinco Naciones, que tanto sorprendi¨® a los franceses (otras indias, las cheroquis, incluso pod¨ªan entrar en batalla), y la ¡°aplastante superioridad militar de los iroqueses¡±. Los mohawk, subraya H?m?l?inen, ¡°hab¨ªan ido m¨¢s all¨¢ de contener a los europeos. Ahora les exig¨ªan obediencia¡±.
Nueva Inglaterra estuvo a punto de ser destruida en 1675. Y todos los proyectos coloniales en el continente parecieron tambalearse o expirar por completo entre esa fecha y 1690 durante lo que califica de ¡°contragolpe¡± ind¨ªgena. La guerra del Rey Felipe (Metacom) oblig¨® a defender Nueva York. La crueldad con que se emplearon los blancos, recalca el estudioso, era un signo de debilidad y no es casual que el terror que sent¨ªan se expresara en una psicosis de demonios y brujas: Salem estaba solo a 80 kil¨®metros de la frontera india en 1692. En el sudoeste estallaba la rebeli¨®n de los indios pueblo en 1680. El colonialismo retroced¨ªa en toda Norteam¨¦rica en las postrimer¨ªas del XVII. En 1763 lleg¨® la guerra de Pontiac. En el XVIII y XIX la amenaza vino especialmente de los imperios ecuestres comanche y lakota, cuyos Siete Fuegos eran la potencia ind¨ªgena m¨¢s poderosa del continente tras el debilitamiento de los iroqueses y cheroquis en la Guerra de los Siete A?os. Y H?m?l?inen recuerda que los sioux y sus aliados derrotaron a EE UU en dos guerras, primero en la de Nube Roja (1866) y luego en la campa?a que acab¨® en Little Bighorn. Los sioux, destaca el estudioso, ¡°el imperio lakota¡±, sirvieron de escudo protector involuntario para multitud de naciones ind¨ªgenas m¨¢s peque?as manteniendo a raya a EE UU durante d¨¦cadas.
La cr¨®nica de la poderosa resistencia ind¨ªgena es largu¨ªsima e incluye a los seminolas de Osceola en Florida o a los sauk de Halc¨®n Negro al oeste del lago Michigan. Kiowas, apaches, nez perc¨¦s¡ Fuegos por todas partes. EE UU solo pudo apagarlos finalmente, despu¨¦s de ¡°cuatro siglos de poder ind¨ªgena¡±, aplicando una pol¨ªtica genocida. La masacre de Wounded Knee (1890), establece, fue un signo de la debilidad y el miedo estadounidenses, de un pa¨ªs exhausto tras m¨¢s de 1.600 choques militares oficiales contra los nativos. ¡°Existe un v¨ªnculo directo entre el ¨¦xito ind¨ªgena y la sensaci¨®n de vulnerabilidad ¨Dy la magnitud de la venganza¨D de los estadounidenses¡±.
?Pudo ser la historia de Norteam¨¦rica otra? ¡°Como historiadores solo podemos se?alar las posibles bifurcaciones en el camino, pero en 1776, era ciertamente posible imaginar un futuro en el continente en el que los pueblos nativos lo controlaran, aunque lo importante, por supuesto, es pensar sobre c¨®mo la gente en el pasado tom¨® las decisiones en consecuencia¡±. Para H?m?l?inen, la tecnolog¨ªa militar de los blancos no fue tan definitiva como se cree. ¡°Fue importante, sin duda, pero hay que tener en cuenta que no hubo un solo momento en el pasado de Norteam¨¦rica en el que esa tecnolog¨ªa no estuviera tambi¨¦n disponible para los nativos o incluso fuera transferida por estos a otros. El ¨¦xito en la guerra a menudo reside menos en la tecnolog¨ªa per se y m¨¢s en asuntos sociales, culturales y estrat¨¦gicos de acceso a la tecnolog¨ªa y qu¨¦ se hace con ella. Cometer¨ªamos un error si concibi¨¦ramos la historia militar del continente como una batalla entre europeos con tecnolog¨ªa militar moderna contra pueblos ind¨ªgenas sin ella. Mucho m¨¢s importante es la escala con la que las comunidades pueden acceder y desplegar efectivamente esa tecnolog¨ªa¡±.
Entre las p¨¢ginas m¨¢s emocionantes de Continente ind¨ªgena est¨¢ el cap¨ªtulo sobre la adquisici¨®n y el dominio del caballo por comanches y sioux. ¡°Gracias. Fue un excitante momento crucial y siempre me ha gustado escribir de ello. Afortunadamente para m¨ª, los autores europeos de la ¨¦poca estaban obsesionados con los pueblos nativos ecuestres y escribieron sobre el asunto con gran detalle. Mi habilidad para describir el fen¨®meno est¨¢ basada en buena parte en la de ellos¡±. El uso del t¨¦rmino ¡°imperios¡± para los indios puede sonar chocante. ¡°Los imperios han mostrado distintas formas a lo largo de la historia, la ¨²ltima cosa que he querido es sugerir una equivalencia entre imperios como el comanche o el sioux con el actual de EE UU. Si hay un parecido es con otros imperios de jinetes, y ese es el centro del proyecto pusimos en marcha en Oxford hace unos a?os. Uno de los libros que salieron de ah¨ª fue el seminal de Marie Favereau The Horde: How the Mongols Changed the World (Harvard, 2021)¡± ¡ªun libro espl¨¦ndido del que hay traducci¨®n en castellano, La horda: c¨®mo los mongoles cambiaron el mundo (?tico de los libros, 2024)¡ª.
?Qu¨¦ opina de Enterrad mi coraz¨®n en Wounded Knee? ¡°Fue un libro extraordinariamente popular que lleg¨® a principios de los 70 en la ¨¦poca de las protestas anti guerra del Vietnam y el movimiento de derechos civiles, cuando la gente estaba desilusionada de las historias del progreso de la frontera y estaba hambrienta de nuevas narrativas que arrojaran luz sobre la violencia y la inhumanidad de la expansi¨®n al Oeste. Estamos en otro momento en el que los historiadores est¨¢n dando otra centralidad a los nativos en el contexto de la historia del continente¡±.
En cuanto a las pel¨ªculas, ¡°no puedo recordar ninguna que no presente problemas, pero mi disgusto particular lo reservo para Bailando con lobos, repleta de errores hist¨®ricos y con un protagonista que es un blanco muy inteligente que gu¨ªa a los personajes nativos americanos. Black Robe [Manto negro, 1991, a partir de la magn¨ªfica novela de Brian Moore sobre un jesuita tratando de evangelizar a los hurones en Canad¨¢] que se estren¨® el mismo a?o, es menos conocida pero mejor y m¨¢s correcta hist¨®ricamente¡±.
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