¡®El conde de Montecristo¡¯: Probablemente la mejor versi¨®n cinematogr¨¢fica del novel¨®n de Dumas

La empresa francesa Path¨¦ parece empe?ada en resucitar los cl¨¢sicos de la literatura francesa a base de buen gusto, neoclasicismo para las j¨®venes generaciones, narraciones s¨®lidas y fieles al mito, espectacularidad en los escenarios naturales y en los efectos especiales y, c¨®mo no, mucha pasta. Primero fue Los tres mosqueteros, dividida en un notable d¨ªptico de cuatro horas en total, D¡¯Artagnan y Milady, ambas pel¨ªculas de 2023, dirigidas por Martin Bourboulon. Y ahora llega El conde de Montecristo.

Alejandro Dumas es eterno. Y lo es porque sus novelas no son solo retratos de una ¨¦poca apasionante y efervescentes relatos de acci¨®n y aventura. Sus textos contienen, aunque por debajo y como muestra de una madurez imperecedera a lo largo de los siglos, trascendentes an¨¢lisis de las m¨¢s complejas pasiones del ser humano. Las del siglo XIX y las del siglo XXI. Y en El conde de Montecristo hay envidia, ambici¨®n, ira, justicia, venganza, piedad, redenci¨®n, rencor, amor e (in)fidelidad. Palabras mayores envueltas, s¨ª, en duelos a espada, complots, encarcelamientos, huidas, investigaciones, tesoros ocultos, romances desbocados e intrigas palaciegas y pol¨ªticas, pero que acaban dominando un conjunto para espectadores de nueve a 99 a?os. Y la versi¨®n de Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patelli¨¨re es excelente cine popular. Tres horas de metraje plenamente justificado y placentero, dividido en cap¨ªtulos, como corresponde a una novela que en su origen fue publicada en formato serial.

La pareja de directores y guionistas, hasta ahora lejos de este tipo de superproducci¨®n (43 millones de euros de presupuesto), se adapta de un modo impecable al lujo y a la aventura con un trabajo de exquisito cuidado en todos sus departamentos art¨ªsticos que, si bien no destaca por un estilo que pueda ser considerado como personal, s¨ª lo hace por su magn¨ªfico ritmo y la emoci¨®n que transmiten en todo momento sus criaturas. Las dudas del coraz¨®n, el impulso de los deseos de justicia y la crisis de identidad, encerrados en un alma dolorida que lo perdi¨® todo en una mazmorra durante demasiados a?os y ahora estudia qui¨¦n lo llev¨® hasta all¨ª y c¨®mo sacrificar a sus verdugos al tiempo que vence a su ego.

Edmundo Dant¨¦s es un personaje palpitante, un h¨¦roe mutante que se transforma, que ha quedado en la memoria de sucesivas generaciones de lectores infantiles y juveniles, pero tambi¨¦n de espectadores de cine y televisi¨®n de todo el mundo. Y es curioso porque aqu¨ª en Espa?a, m¨¢s que cualquier producci¨®n de Hollywood o de Francia, el recuerdo que mejor ha sedimentado ha sido el de la serie de TVE protagonizada por Pepe Mart¨ªn, emitida por primera vez en 1969, aunque con sucesivas reposiciones de sus 17 cap¨ªtulos hasta finales del siglo XX. Que una serie fiel y compacta, pero en modo alguno brillante en lo audiovisual, haya quedado en la memoria de aquellos chavales es la mejor muestra del impacto del relato de Dumas.

Y no solo eso: tambi¨¦n es descomunal la influencia de la historia, y de los subtextos que coment¨¢bamos antes, en otras grandes pel¨ªculas de emotiva venganza y espectacular parafernalia, alejadas del trazo grueso, que han logrado aunar la vanidad, el resentimiento, el disfraz y el sufrimiento casi inhumano. T¨ªtulos se?eros m¨¢s o menos recientes, y en muy diferentes estilos, como La huella, F/X, efectos mortales, el d¨ªptico Kill Bill, Old Boy, The Game, Perdida, El secreto de sus ojos y hasta Hard Candy beben de Dumas. Justicieros a la cara o enmascarados como el estupendo Pierre Niney de la versi¨®n de Delaporte y La Pateli¨¨re.