Isco y el c¨®digo penal
Cuando se pasa de ser el centro de un gran proyecto a no encontrar lugar en el banquillo es inevitable pensar que algo grave ha ocurrido
Un club contra el sistema
En Eibar, el f¨²tbol creci¨® como una flor en un precipicio. No hab¨ªa lugar para un campo de f¨²tbol, pero ah¨ª est¨¢ Ipurua; no ten¨ªa presupuesto para quedarse en Primera, pero encontr¨® accionistas en 50 pa¨ªses; no ten¨ªa tama?o para desafiar a los gigantes, pero le pas¨® por encima al Madrid. Del mismo modo que no hay mayor fuerza dram¨¢tica que la de un individuo enfrentado al sistema, el Eibar es un Espartaco institucional que desaf¨ªa a este tiempo con el poder de la dignidad. No hay ning¨²n valor oculto bajo la bandera de ganar como sea y Mendilibar lo sabe. Su proyecto es un canto al f¨²tbol simple en donde la entrega de todos es un principio solidario que hace de cada jugador una mejor persona, y del equipo entero un monumento a la rebeld¨ªa y la honradez.
Demasiado grande para mentes peque?as
El partido del siglo fue un globo que fuimos hinchando hasta que revent¨® antes de jugarse, porque los excesos no tienen por costumbre respetar los l¨ªmites. Esta locura empez¨® hace mucho tiempo, cuando una violencia entre mafiosa y fascista se adue?¨® del f¨²tbol en Argentina. El ¨²ltimo episodio averg¨¹enza a todos los argentinos que no fueron responsables del caos. El Monumental estaba a reventar con 60.000 hinchas con el coraz¨®n hecho un l¨ªo. Pero la hora de comienzo se fue aplazando porque, fuera del estadio, el odio y la incompetencia se hab¨ªan hecho con el mando. El odio fue cosa de los Barras Bravas; la incompetencia, de las fuerzas de seguridad. As¨ª, 100 fan¨¢ticos en acci¨®n le ganaron a 60.000 que esperaron siete horas el comienzo de un partido tan grande que nunca logr¨® entrar al estadio. Pr¨®ximo cap¨ªtulo: ¡°Bernab¨¦u¡¡±
?Dividir lo diverso?
Cuidado con la g¨¦nesis de estos fen¨®menos. Ning¨²n pa¨ªs est¨¢ a salvo. El f¨²tbol fue siempre un ¡°ellos¡± contra ¡°nosotros¡±, que encaja a la perfecci¨®n en una sociedad que ya no cree en los consensos. Ese gusto por la confrontaci¨®n, el f¨²tbol lo est¨¢ recreando de una manera novedosa. Lo de ¡°ellos¡± no es tan complicado, porque tienen la camiseta de otro color. Pero empiezan a abundar los que nos dicen c¨®mo tenemos que ser ¡°nosotros¡±. Si no admiras a los que ellos admiran ni odias a los que ellos odian, eres un ¡°falso nosotros¡±. ?Recuerdan lo de ¡°pseudo madridistas¡±? Lo acu?¨® gente de esa cala?a. Los que te dicen c¨®mo tienes que pensar y c¨®mo tienes que sentir. Esta moda marc¨® al Madrid desde el paso de Mourinho, y al Bar?a desde el estallido independentista. Un clima divisorio que ataca la esencia de un club de f¨²tbol, que tiene una sola misi¨®n: unir lo diverso alrededor de un escudo.
Cuando callarse provoca conversaci¨®n
El problema de la semana no sabemos en qu¨¦ consiste, pero s¨ª c¨®mo se llama: Isco. Cuando se pasa de ser el centro de un gran proyecto (en el Madrid no hay nada peque?o), a no encontrar lugar en el banquillo de suplentes es inevitable pensar que algo grave ha ocurrido. La l¨®gica dice que como Isco no se olvid¨® de jugar al f¨²tbol, la raz¨®n de su declive debe estar en otro lado. El silencio tiene la ventaja de no exponer al futbolista, pero la enorme desventaja de desatar fantas¨ªas. He o¨ªdo que Isco no se est¨¢ comportando como un profesional, que entrena mal, que discuti¨® con el entrenador¡ Vistas las consecuencias de la discreci¨®n del club, quiz¨¢s sea mejor proteger al jugador aclarando el problema. Es mejor que te acusen de un delito que de todos los que est¨¢n en el c¨®digo penal.
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