Esta universidad ofrece educaci¨®n al nivel de Harvard por la mitad de precio (y ya tiene m¨¢s solicitudes que el MIT)
Se llama Minerva, sus alumnos estudian en siete ciudades diferentes por todo el mundo y ha revolucionado el panorama universitario en EE UU
Cada a?o, decenas de miles de estudiantes de todo el mundo prueban suerte en un camino que a muchos se les antoja imposible de recorrer: conseguir plaza en una de las universidades m¨¢s prestigiosas de Estados Unidos y, por extensi¨®n, del mundo. Son Stanford, el Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts (MIT) y el selecto grupo Ivy League (que incluye a Harvard y Yale). De media reciben por curso casi 38.000 solicitudes cada una y los porcentajes de admisi¨®n oscilan entre el 4% y el 7%. Pero si ese dato sirve como una prueba de la calidad de su educaci¨®n, hay otra universidad que les ha tomado la delantera. Se llama Minerva y este curso tan solo ha aceptado al 1,2% de los 23.000 alumnos que solicitaron plaza, 1.300 m¨¢s que en el MIT. El centro, que reduce a la mitad el coste de estudiar en una de estas universidades, est¨¢ revolucionando la oferta universitaria de EE UU y pretende demostrar que una educaci¨®n de ¨¦lite no es sin¨®nimo de una educaci¨®n para los m¨¢s ricos.
No se trata de una instituci¨®n centenaria, ni acumula premios Nobel entre sus alumnos, ni ofrece un campus espectacular. Al contrario, Minerva ¡ªque tambi¨¦n es un centro privado¡ª?tiene poco m¨¢s de cuatro a?os de vida y ni siquiera cuenta con aulas. Las clases se siguen online, a trav¨¦s de una plataforma que las retransmite en directo. Los alumnos, sin embargo, se dan codazos por entrar en ella. ¡°El motivo de la gran demanda es que resolvemos los problemas que tienen el resto de universidades: la falta de acceso a alumnos con menos recursos y la necesidad de ense?ar conocimiento pr¨¢ctico¡±, se?ala Ben Nelson, responsable de este proyecto incubado en San Francisco, la meca del ecosistema start-up.
El lugar de nacimiento no es una mera casualidad. Tampoco el curr¨ªculum de su fundador. Nelson es producto del propio sistema Ivy League al que ahora se?ala. Educado en la Universidad de Pensilvania, hizo primero carrera en el mundo del emprendimiento digital como presidente de Snapfish, un servicio digital de impresi¨®n de fotos que en 2005 compr¨® HP. Despu¨¦s se marc¨® como objetivo crear una universidad reinventada, capaz de hacer sombra a Harvard y compa?¨ªa, con una receta aparentemente sencilla: seleccionar a los mejores estudiantes del mundo con el ¨²nico criterio del m¨¦rito y ofrecerles una educaci¨®n adaptada al siglo XXI.
El sistema universitario, dice Nelson, es arcaico y est¨¢ pensado para un mundo que ya no existe. ¡°El problema es que las universidades est¨¢n haciendo un buen trabajo, pero para el mundo de ayer. No est¨¢n adaptadas a este mundo, en el que cambias de carrera, haces cosas muy diferentes y necesitas una transferibilidad¡±, critica.
Nelson particip¨® la semana pasada en Barcelona en una charla organizada por la escuela de negocios Esade, al hilo del evento 4YFN, en el marco del Mobile World Congress. El debate ¡ªen el que tambi¨¦n intervinieron?Koldo Echebarria,?director general de Esade, y Mark Vernooij, de la escuela de liderazgo THNK, fundada en ?msterdam¡ª ten¨ªa por objetivo reflexionar sobre la necesidad de reinventar la educaci¨®n. Cuando se le interroga sobre cu¨¢l deber¨ªa ser el papel de las universidades en el siglo XXI, Nelson comienza descartando cualquier pregunta que se formule en tiempo futuro. ¡°Las conversaciones que empiezan con un ¡®?c¨®mo deber¨ªa ser la universidad del futuro?¡¯ hacen que la gente se acomode¡±.
La idea tradicional de que la universidad se encarga de ense?ar a sus alumnos a hacer una sola cosa, aunque a un alto nivel ¡ªser abogado, m¨¦dico, matem¨¢tico¡ ¡ª, es ¡°falsa¡±, dice. ¡°El trabajo de las universidades es, en primer y m¨¢s importante lugar, darte acceso a un conjunto de herramientas que se puedan transferir a cualquier situaci¨®n, sin importar cu¨¢l es el camino que decidas emprender. Y despu¨¦s, entrenarte en el campo en el que est¨¦s interesado¡±, asegura. ¡°Pero ese primer elemento es lo que las universidades generalmente ignoran. Y eso es un desastre¡±.
Sin campus ni aulas
El proyecto Minerva, que en 2012 consigui¨® 25 millones de d¨®lares en financiaci¨®n del fondo de inversi¨®n Benchmark Capital, arranc¨® en 2014 con apenas 69 alumnos y entre dudas por lo desconocido y singular de su propuesta. Para empezar, en las pruebas de acceso no se tienen en cuenta los resultados del SAT (el equivalente a la selectividad en EE UU), sino que han dise?ado su propio proceso de admisi¨®n para seleccionar a estudiantes con el m¨¦rito como ¨²nico criterio. Tampoco hay campus. Los alumnos comienzan su andadura de cuatro a?os en San Francisco, donde viven en una residencia com¨²n con el resto de compa?eros y asisten a las clases interactivas de forma virtual (aunque niegan ser una universidad online). Despu¨¦s, cada semestre viajan y viven en otros seis pa¨ªses y ciudades diferentes: Buenos Aires (Argentina), Londres (Reino Unido), Berl¨ªn (Alemania), Hyderabad (India), Taip¨¦i (Taiw¨¢n) y Se¨²l (Corea del Sur).
¡°Exponemos a los estudiantes a c¨®mo funciona realmente el mundo¡±, explica su responsable. Las clases tienen un m¨¢ximo de 20 alumnos y bajo ning¨²n concepto pueden ser lecciones magistrales. ¡°No funcionan. Se ha demostrado que solo se produce un 10% de retenci¨®n¡±. La universidad ofrece de momento cinco t¨ªtulos ¡ªen Artes y Humanidades, Ciencias Computacionales, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales y Negocios¡ª en una concepci¨®n abierta de lo que debe ser un curr¨ªculum acad¨¦mico. La idea es formar a profesionales flexibles capaces de moverse en entornos complejos y de adaptarse a los cambios dr¨¢sticos que, seguramente, vayan a tener afrontar en cuanto comiencen su andadura laboral.
El debate sobre c¨®mo educar a los ciudadanos del futuro no es nuevo ni exclusivo de Minerva, sino que est¨¢ en lo alto de la lista de prioridades de cualquier instituci¨®n educativa. La f¨®rmula que propone esta universidad es focalizar el aprendizaje no tanto en un cuerpo de conocimiento que se recibe de forma pasiva, sino en habilidades m¨¢s profundas y transversales que se trabajan de forma activa: el pensamiento cr¨ªtico, la resoluci¨®n creativa de problemas, la comunicaci¨®n eficaz... Pero ese discurso tampoco es nuevo. ¡°Cualquier universidad del mundo dice que ense?a todo esto¡±, reconoce Nelson. ¡°Pero si les preguntas c¨®mo lo hacen, te dir¨¢n que te ense?an Historia, o Ciencias¡ y luego el resto de cosas las aprendes por accidente¡±. Durante el primer curso, los estudiantes se dedican en exclusiva a trabajar esa base intelectual y no tanto a recibir conocimiento t¨¦cnico.?
Cuatro a?os despu¨¦s de que los primeros alumnos inauguraran las peculiares no-aulas de Minerva, el n¨²mero de estudiantes que quieren engrosar sus filas no para de crecer. Las casi 2.500 solicitudes del primer curso se han multiplicado por nueve y el porcentaje de admisi¨®n ha ca¨ªdo del 2,8% al 1,2%, a pesar de que la universidad no tiene un tope de plazas.
?No contribuye esto a reforzar la idea de que una educaci¨®n superior de calidad es una educaci¨®n reservada para unos pocos? ¡°Somos la universidad m¨¢s selectiva de EE UU, pero tenemos un 90% de estudiantes extranjeros y nuestro alumnado es m¨¢s diverso socioecon¨®micamente que en cualquier otra universidad del pa¨ªs¡±, se?ala Nelson. ¡°Lo que ocurre en las universidades tradicionales m¨¢s selectivas es que dan enormes ventajas a los solicitantes con m¨¢s recursos¡±. Mientras la mitad de los estudiantes de la Ivy League pagan de media unos 70.000 d¨®lares al a?o, explica, en Minerva el 80% de sus alumnos no puede permitirse m¨¢s de 30.000 d¨®lares. La cifra est¨¢ a a?os luz de lo que cuesta la universidad en Espa?a, pero muy en sinton¨ªa con los precios en EE UU (entre 40.000 y 50.000 d¨®lares por curso, seg¨²n el College Board).
En el equipo fundador de Minerva figuran nombres de peso como el del expresidente de Harvard Larry Summers (que ya no est¨¢ vinculado al proyecto), aunque las voces cr¨ªticas se?alan que de momento es solo un prototipo, un experimento con margen de riesgo. Lo cierto es que sobre ella sobrevuela la inc¨®gnita de c¨®mo valorar¨¢ el mercado laboral a sus estudiantes, pues su primera promoci¨®n acaba de graduarse. Su propuesta, en todo caso, pretende ser una llamada de atenci¨®n sobre los grandes retos que afronta la educaci¨®n superior: digitalizaci¨®n, internacionalizaci¨®n e igualdad en el acceso a la universidad.
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