Expectativas mal educadas
Si la mayor parte de los consumidores y empresas cree que todo ir¨¢ a peor, esa creencia har¨¢ que las cosas empeoren
Crece la inquietud por la situaci¨®n econ¨®mica. Se habla, incluso, de que las cosas solo pueden ir a peor y que es inevitable y necesario. La velocidad a la que fluye la informaci¨®n es directamente proporcional a la de la sobrerreacci¨®n. El problema es que esa formaci¨®n acelerada de expectativas tiene un valor econ¨®mico. Si la mayor parte de los consumidores y empresas cree que todo ir¨¢ a peor, esa creencia har¨¢ que las cosas empeoren.
Ayer fue el d¨ªa de la educaci¨®n financiera. Vivimos momentos en los que se pone especialmente de manifiesto su relevancia. La dificultad para mejorar la instrucci¨®n econ¨®mica cuenta con un problema de base: el elevado grado de disensi¨®n entre economistas y decisores de pol¨ªtica (hoy en d¨ªa, particularmente, bancos centrales). La discusi¨®n no es coyuntural. La duda profunda es si los supuestos y herramientas que se est¨¢n aplicando son los adecuados para la econom¨ªa del siglo XXI. Los economistas estamos divididos entre los que creen que una recesi¨®n (dura) es algo necesario para volver a crecer y corregir burbujas y los que creen que con las herramientas adecuadas no tendr¨ªa por qu¨¦ ser m¨¢s que una correcci¨®n. Esta ¨²ltima es una tesis que viene siendo defendida por Bradford DeLong, harto de escuchar cosas como ¡°recesi¨®n necesaria¡± o ¡°purga sanadora¡±.
Son muchas las aportaciones de economistas que invitan a renovar la visi¨®n sobre los ciclos econ¨®micos y la sostenibilidad. En Espa?a, este debate contrasta con la cr¨ªtica est¨¦ril en algunos medios, como las agrias y muy comentadas discusiones en debates televisivos, en las que algunos tratan de instruir con argumentos y otros de demoler con desprecio y desconocimiento a los economistas. Mala contribuci¨®n a la educaci¨®n financiera.
Parece que los ciudadanos est¨¢n empezando a asustarse. Hay retracci¨®n en el gasto. La recesi¨®n no se puede descartar a medio plazo pero los fundamentales no invitan al p¨¢nico. M¨¢s profec¨ªa autocumplida: si las cosas pintan mal, solo pueden ir a peor. Se precisan medidas eficientes de est¨ªmulo all¨ª donde las dudas se acumulan (automoci¨®n, restauraci¨®n, viajes). Y siempre (mejor mientras se crezca) tratar de ir transformando productividad marginal baja (sectores deprimidos) en productividad marginal creciente (sectores innovadores y digitalizados). Desgraciadamente, no est¨¢ en la agenda. La mayor parte de los cambios estructurales que tienen efectos duraderos y protectores se dan durante las expansiones, no durante las recesiones.
Una duda transversal que planea en este debate sobre formaci¨®n de expectativas es el papel de los bancos centrales¡ desde hace casi veinte a?os. Tuvieron que cambiar (tal vez artificialmente) el sentimiento de pesadumbre tras el 11-S. Se ech¨® de menos una correcci¨®n natural m¨¢s c¨ªclica que, tal vez, hubiera suavizado el rodillo de la crisis. Tal vez las acciones monetarias extraordinarias siguen demorando algunos ajustes inevitables. Es una econom¨ªa pol¨ªtica muy paternalista en la cual, parad¨®jicamente, el menor protagonismo es el de los ¡°padres naturales¡±, los Gobiernos y sus pol¨ªticas fiscales. Todo es excepcionalidad monetaria. En Espa?a tambi¨¦n se mira ya m¨¢s a Fr¨¢ncfort que a Madrid.
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