Paradoja de resiliencia
A¨²n est¨¢ por ver cu¨¢l ser¨¢ el resultado neto de la pugna de fuerzas entre la acci¨®n fiscal expansiva de los gobiernos y la acci¨®n monetaria restrictiva de los bancos centrales
La historia dir¨¢ si ha sido algo bueno a largo plazo, pero la crisis financiera de 2008 y sus coletazos hasta 2012 con la de deuda soberana europea cambiaron la visi¨®n de gobiernos y bancos centrales sobre la conveniencia de no dejar caer nada. Nada es nada, siempre que haya dinero en efectivo (en el Tesoro) o a cr¨¦dito (deuda p¨²blica) para ello. El colapso de Lehman Brothers en septiembre de 2008 se llev¨® por delante muchos puntos del PIB. Trajo graves consecuencias sociales. Supuso un gasto fiscal enorme a posteriori. Fue una lecci¨®n dura. Apoyar (rescatar) empresas y ciudadanos puede tener mejor resultado econ¨®mico que dejarlos caer y tener que aprobar programas fiscales luego para paliar las consecuencias.
Tras unos a?os que ahora parecen anodinos, con cierta recuperaci¨®n de la econom¨ªa global, se sucedieron una pandemia mundial, el comienzo de la inflaci¨®n tras lo peor del Covid-19, guerra en Ucrania y m¨¢s inflaci¨®n. Es entonces cuando los gobiernos y bancos centrales ponen toda la carne en el asador. Liquidez a empresas, ERTE, ayudas directas y, en el frente monetario, liquidez extraordinaria durante la pandemia. Asimismo, por primera vez la UE y crea un generoso programa conjunto de apoyo, los Next Generation EU. Blanco y en botella: con esa expansi¨®n fiscal y monetaria se iba a producir el rebrote inflacionario. Insuficientes fueron las alertas. La guerra de Ucrania lo puso todo peor, sobre todo energ¨¦ticamente.
Los gobiernos, nuevamente, no se quedan de brazos cruzados. Intentan disminuir el impacto del aumento de la factura energ¨¦tica sobre familias y empresas. Otra expansi¨®n fiscal. Por el contrario, los bancos centrales comienzan a actuar a la inversa contra la inflaci¨®n, con estrategia monetaria restrictiva, subiendo tipos de inter¨¦s y retirando liquidez. Y hasta aqu¨ª hemos llegado. Hace meses que analistas y mercados ¡ªcon su fuerte correcci¨®n¡ª anuncian la llegada de la recesi¨®n. Sin embargo, a¨²n no se ha materializado a pesar de la evoluci¨®n de los tipos de inter¨¦s. Eso s¨ª, con crecimientos del PIB cercanos a cero. Paradoja: se pongan las pegas metodol¨®gicas que se deseen, el mercado de trabajo muestra resiliencia, incluso en un pa¨ªs como el nuestro, con una reforma laboral y subidas del salario m¨ªnimo que levantaban escepticismo. Por supuesto, a¨²n est¨¢ por ver cu¨¢l ser¨¢ el resultado neto de la pugna de fuerzas entre acci¨®n fiscal expansiva y acci¨®n monetaria restrictiva.
Lo ideal, si se confirma que la inflaci¨®n va a la baja, es que permita recuperar parte de la confianza y paulatinamente anime la econom¨ªa, con da?os inferiores de los esperados. Ser¨ªa un ¡°enfriamiento¡± sano y corto. Es una interpretaci¨®n optimista, sin duda, pero en ello conf¨ªan los gobiernos y autoridades monetarias y la mayor¨ªa de las previsiones que pronostican crecimiento para 2023. Lo que s¨ª parece claro es que se est¨¢ resistiendo m¨¢s de lo esperado y seguro que los soportes, fundamentalmente fiscales, de gobiernos y monetarios de los bancos centrales ¡ªhasta hace unos trimestres¡ª han contribuido significativamente, empleando un s¨ªmil futbol¨ªstico, a llegar vivos a este ¡°extra time¡± (pr¨®rroga), a que el resultado siga abierto, aunque el escenario central siga siendo recesi¨®n t¨¦cnica en los pr¨®ximos meses.
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