Una respuesta equilibrada a la inflaci¨®n
Una subida importante de los tipos de inter¨¦s es una cura peor que la enfermedad que tratamos de combatir
Si bien se anticip¨® que podr¨ªa haber algunas escaseces de oferta cuando la econom¨ªa global volviera a abrirse despu¨¦s de los confinamientos de la covid-19, estas han demostrado ser m¨¢s extendidas, y menos transitorias, de lo que se hab¨ªa pensado. En una econom¨ªa de mercado gobernada al menos en parte por las leyes de la oferta y la demanda, uno espera que las escaseces se reflejen en los precios. Y cuando los aumentos de precios individuales se agrupan, lo llamamos inflaci¨®n, que hoy est¨¢ en niveles que no se hab¨ªan visto durante muchos a?os.
De todos modos, mi mayor preocupaci¨®n es que los bancos centrales reaccionen de manera exagerada, aumentando los tipos de inter¨¦s en exceso y obstaculizando la recuperaci¨®n incipiente. Como siempre, quienes est¨¢n en la base de la escala de ingresos ser¨ªan los m¨¢s afectados en este escenario.
Tras analizar los ¨²ltimos datos que se han publicado, surgen varias reflexiones. En primer lugar, la tasa de inflaci¨®n ha sido vol¨¢til. En enero, los medios hicieron un gran alboroto por la tasa de inflaci¨®n anual del 7% en Estados Unidos, mientras que no observaron que la tasa de diciembre era poco m¨¢s de la mitad que la tasa de octubre. Sin ninguna evidencia de una espiral inflacionaria, las expectativas del mercado ¡ªreflejadas en la diferencia en retornos sobre los bonos indexados por inflaci¨®n y los bonos no indexados por inflaci¨®n¡ª han sido debidamente acalladas.
Una causa importante de esta mayor inflaci¨®n m¨¢s alta han sido los precios de la energ¨ªa, que aumentaron a una tasa anual del 30% ajustada estacionalmente en 2021. Existe una raz¨®n por la cual estos precios se excluyen de la ¡°inflaci¨®n n¨²cleo¡±. A medida que el mundo se aleja de los combustibles f¨®siles ¡ªcomo debe hacerlo para mitigar el cambio clim¨¢tico¡ª, es probable que se registren algunos costes de transici¨®n, porque la inversi¨®n en combustibles f¨®siles puede declinar m¨¢s r¨¢pido de lo que aumentan los suministros alternativos. Pero lo que estamos viendo hoy en d¨ªa es un ejercicio evidente de poder de mercado de los productores de petr¨®leo. Conscientes de que sus d¨ªas est¨¢n contados, las compa?¨ªas petroleras est¨¢n echando mano a cualquier retorno que todav¨ªa puedan conseguir.
Los precios elevados de la gasolina pueden ser un gran problema pol¨ªtico porque todos los consumidores tienen que lidiar con ellos constantemente. Pero no es arriesgado decir que, una vez que los precios de la gasolina regresen a niveles m¨¢s pr¨®ximos al periodo previo a la covid, no alimentar¨¢n ning¨²n impulso inflacionario. De nuevo, los observadores sofisticados del mercado ya lo reconocen.
Otro gran problema son los precios de los coches usados, que han puesto de manifiesto problemas t¨¦cnicos en la manera en que se construye el ¨ªndice de precios al consumidor. Los precios m¨¢s altos significan que los vendedores est¨¢n en mejor posici¨®n que los compradores. Pero el IPC en Estados Unidos (a diferencia de otros pa¨ªses) capta s¨®lo el lado del comprador. Esto apunta a otra raz¨®n por la cual las expectativas de inflaci¨®n se han mantenido relativamente estables: la gente sabe que los precios m¨¢s altos de los coches usados son una aberraci¨®n de corto plazo que refleja la escasez de semiconductores que actualmente limita la oferta de veh¨ªculos nuevos. Hoy sabemos c¨®mo fabricar autos y chips tan bien como hace dos a?os, de modo que todo lleva a pensar que estos precios caer¨¢n, dando lugar a una deflaci¨®n mesurada.
Asimismo, dado que una gran proporci¨®n de la inflaci¨®n de hoy es consecuencia de problemas globales ¡ªcomo la escasez de chips y el comportamiento de los carteles petroleros¡ª, es una gran exageraci¨®n culpar por la inflaci¨®n al apoyo fiscal en Estados Unidos. Por s¨ª sola, esta econom¨ªa puede tener s¨®lo un efecto limitado en los precios globales.
Efectivamente, Estados Unidos tiene una inflaci¨®n ligeramente m¨¢s alta que Europa; pero tambi¨¦n ha experimentado un crecimiento m¨¢s s¨®lido. Las pol¨ªticas estadounidenses impidieron un incremento masivo de la pobreza, cosa que podr¨ªa haber ocurrido si no se las hubiese implementado. Al reconocer que el coste de hacer demasiado poco ser¨ªa inmenso, los responsables de las pol¨ªticas en Estados Unidos hicieron lo correcto. Es m¨¢s, algunos de los aumentos de salarios y precios reflejan el equilibrio saludable de la oferta y la demanda. Se supone que los precios m¨¢s altos indican una carencia, y los recursos se redireccionan a ¡°solucionar¡± las escaseces. No se?alan un cambio en la capacidad productiva general de la econom¨ªa.
La pandemia claramente expuso una falta de resiliencia econ¨®mica. Los sistemas de inventarios just in time funcionan bien siempre que no exista un problema sist¨¦mico. Pero si se necesita A para producir B, y se necesita B para producir C, y as¨ª sucesivamente, es f¨¢cil ver c¨®mo inclusive una alteraci¨®n peque?a puede sobredimensionar las consecuencias.
De la misma manera, una econom¨ªa de mercado tiende a no adaptarse tan bien a los grandes cambios como un cierre casi completo seguido de un reinicio. Y esa transici¨®n dif¨ªcil se produjo despu¨¦s de d¨¦cadas de perjudicar a los trabajadores, esencialmente a aquellos en la base de la escala salarial. No sorprende que Estados Unidos est¨¦ experimentando una Gran Renuncia, en la que los trabajadores rechacen sus empleos en busca de mejores oportunidades. Si la reducci¨®n resultante de la oferta de mano de obra se traduce en aumentos salariales, comenzar¨ªa a rectificar d¨¦cadas de crecimiento salarial real (ajustado por inflaci¨®n) inexistente.
Por el contrario, apurarse a amortiguar la demanda cada vez que los salarios empiezan a aumentar es una manera segura de garantizar que el salario de los trabajadores, con el tiempo, se va a ver afectado. La Reserva Federal de Estados Unidos ahora est¨¢ considerando una nueva postura en materia de pol¨ªticas monetarias, y es momento de observar que los periodos de cambio estructural r¨¢pido muchas veces exigen una tasa de inflaci¨®n ¨®ptima m¨¢s alta, debido a las rigideces nominales a la baja de los salarios y los precios (lo que implica que lo que sube rara vez baja). Ahora estamos en un periodo de estas caracter¨ªsticas, y no deber¨ªamos entrar en p¨¢nico si la inflaci¨®n supera la meta del 2% del banco central ¡ªuna tasa para la cual no existe ninguna justificaci¨®n econ¨®mica¡ª.
Cualquier recuento honesto de la inflaci¨®n actual debe estar acompa?ado de un gran descargo: como no hemos pasado por algo as¨ª antes, no podemos estar seguros de c¨®mo evolucionar¨¢n las cosas. Tampoco podemos estar seguros de qu¨¦ hacer con la Gran Renuncia, aunque es innegable que los trabajadores que est¨¢n en la base del sistema tienen muchos motivos para estar enojados. Muchos trabajadores en los m¨¢rgenes del mercado pueden verse obligados a regresar al trabajo una vez que se les acaben las reservas de efectivo; pero si est¨¢n descontentos, pueden acabar pasando factura a las cifras de productividad. Esto s¨ª es lo que sabemos: un aumento importante y generalizado de las tasas de inter¨¦s es una cura peor que la enfermedad. No deber¨ªamos atacar un problema del lado de la oferta reduciendo la demanda y aumentando el desempleo. Eso amortiguar¨¢ la inflaci¨®n si se lo lleva demasiado lejos, pero tambi¨¦n arruinar¨¢ la vida de la gente.
Lo que necesitamos, en cambio, son pol¨ªticas estructurales y fiscales espec¨ªficas destinadas a desbloquear los cuellos de botella de la oferta y ayudar a la gente a enfrentar las realidades de hoy. Por ejemplo, las listas de alimentos para los necesitados deber¨ªan indexarse seg¨²n el precio de los alimentos y los subsidios a la energ¨ªa (combustible) seg¨²n el precio de la energ¨ªa. M¨¢s all¨¢ de esto, un recorte impositivo ¨²nico de ¡°ajuste por inflaci¨®n¡± para los hogares de bajos y medios ingresos los ayudar¨ªa a atravesar la transici¨®n pospandemia. Este recorte podr¨ªa estar financiado por un gravamen a las rentas monopol¨ªsticas de los gigantes petroleros, tecnol¨®gicos y farmac¨¦uticos, entre otros, que ganaron una fortuna con la crisis.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia y miembro de la Comisi¨®n Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional.
? Project Syndicate 1995-2022.
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