Fracasos e improvisaci¨®n en las pol¨ªticas migratorias de Europa
Espa?a y la UE deben replantearse su pol¨ªtica de asilo, que hoy no contribuye ni al desarrollo sostenible ni a las necesidades de la propia Europa
Cruzar la calle en Sud¨¢n del Sur puede suponer la muerte. No, no hablamos de tr¨¢fico, sino de etnias constituidas en facciones enfrentadas armadas por otros que se disputan, calle a calle, la supremac¨ªa de un territorio m¨¢s rico en reservas naturales de lo que permite su fr¨¢gil Gobierno. Yemen es bombardeado con crueldad mientras su poblaci¨®n lucha contra la falta de alimentos y contra el c¨®lera, en la que ya es una de las mayores epidemias de esta enfermedad de la historia. La crisis compleja del lago Chad desplaza a dos millones de personas. El cambio clim¨¢tico agudiza las sequ¨ªas en ?frica. El hambre en el mundo ha aumentado en 2017, por primera vez en este siglo. Los conflictos abiertos de Siria e Irak han forzado a huir a millones de personas, bajo las bombas de las ¡°fuerzas pacificadoras¡± o escapando de la violencia extrema del Daesh. La estabilidad tardar¨¢ a?os en recuperarse. Los atentados terroristas contra la poblaci¨®n civil en Somalia o Afganist¨¢n causan miles de v¨ªctimas, como en Londres, Par¨ªs, Berl¨ªn o Madrid. Sin embargo, estas v¨ªctimas pasan casi desapercibidas para nuestra poblaci¨®n europea. Desde la experiencia de M¨¦dicos del Mundo en la defensa del derecho a la salud en estos lugares, estamos en condiciones de asegurar que huir de all¨ª, aun siendo una decisi¨®n dif¨ªcil, a veces es la ¨²nica salida.
Pero no hay rutas legales para la huida. Si buscamos una sola ruta segura y formalmente autorizada hacia Europa para esa poblaci¨®n vulnerable que nos rodea, no vamos a encontrarla. Una poblaci¨®n en muchos casos supuestamente protegida por convenios internacionales que firmamos y, en teor¨ªa, asumimos.
Desde el a?o 2015, la situaci¨®n migratoria alrededor de Europa se ha agravado. Las tres rutas tradicionales hacia nuestro continente ¡ªdesgraciadamente ilegales, en muchos casos mortales¡ª han experimentado un enorme incremento de tr¨¢nsito. M¨¢s de un mill¨®n de personas han accedido a trav¨¦s de Grecia, casi medio mill¨®n a trav¨¦s de Italia y algo m¨¢s de 40.000 a trav¨¦s de Espa?a. En el a?o 2016 entraron en Europa m¨¢s de 380.000 personas, en 2017 menos de 200.000. La tendencia para elegir una u otra v¨ªa depende de la facilidad de acceso, del control de las mafias que juegan con la vida, del precio que exigen y de las decisiones pol¨ªticas impuestas por los pa¨ªses europeos.
Si buscamos una sola ruta segura y formalmente autorizada hacia Europa, no vamos a encontrarla
La ruta m¨¢s corta, la del mar Egeo, se control¨® parcialmente por el triste acuerdo entre la Uni¨®n Europea y Turqu¨ªa. A consecuencia de ello, entre dos y tres millones de personas desplazadas residen actualmente en este pa¨ªs, muchas m¨¢s de las que entraron en nuestro continente. Alemania fue el ¨²nico Estado de Europa con una pol¨ªtica de puertas semi-abiertas que vio en esta llegada de gente joven una inversi¨®n de futuro para un continente envejecido. Esa pol¨ªtica, poco sostenible de modo aislado, fue castigada por la sociedad, obligando a un cambio que intent¨® un reparto in¨²til entre otros pa¨ªses europeos. Oficialmente, estos pa¨ªses europeos de saneadas econom¨ªas solo han sido capaces de reubicar a algo m¨¢s de 33.000 personas, mientras la inmensa mayor¨ªa de los 17 millones de personas refugiadas en el mundo se encuentran en pa¨ªses de renta media y, sobre todo, baja. Todos estos datos solo demuestran que incumplimos de modo deliberado y repetido nuestras obligaciones internacionales de asilo y refugio.
El acuerdo UE-Turqu¨ªa supuso un cambio hacia la ruta alternativa del Mediterr¨¢neo Central. De modo menos patente que con Turqu¨ªa ¡ªporque considerar a Libia un ¡°pa¨ªs seguro¡± ser¨ªa flagrante¡ª, Europa ha reforzado el control migratorio por esta ruta a trav¨¦s de acuerdos con alguna de las facciones armadas que se disputan el control del pa¨ªs. Las condiciones de las personas que esperan all¨ª para seguir su camino?¡ªy que en muchos casos tienen derecho legal a asilo¡ª son cercanas a la esclavitud en Libia, un pa¨ªs sin Estado. Curiosamente, todas estas actuaciones son interpretadas como ¨¦xitos de la pol¨ªtica migratoria de la Uni¨®n Europea.
Los pa¨ªses europeos de saneadas econom¨ªas solo han sido capaces de reubicar a algo m¨¢s de 33.000 personas
Por otra parte, no debemos olvidar que la mayor ¡°inversi¨®n¡± en ¡°cohesi¨®n y cooperaci¨®n¡± desde Europa con el Norte de ?frica se ha producido este a?o dentro de nuestras fronteras y en el control de las mismas y no en los pa¨ªses de origen. Dif¨ªcilmente mejoraremos los flujos migratorios si las condiciones de vida en los pa¨ªses que nos rodean se deterioran.
Al hilo de esta pol¨ªtica de control de fronteras, que ha puesto en peligro el mismo espacio Schengen, las ONG que trabajan en el rescate en el Mediterr¨¢neo han sido criminalizadas por ¡°tr¨¢fico ilegal de personas¡± y han visto reducido el espacio humanitario con medidas que ponen en segundo plano el derecho a la vida. Algunas personas u organizaciones incluso se han enfrentado a procesos judiciales por cumplir su mandato humanitario. Se ha intentado poner el control migratorio por encima del deber de salvamento, aludiendo a un supuesto ¡°efecto llamada¡± que en realidad es el ¡°efecto huida¡±. Aun as¨ª, miles de personas contin¨²an y continuar¨¢n arriesgando su vida antes que seguir viviendo en condiciones deplorables que no dejan margen a la elecci¨®n.
En Espa?a, a trav¨¦s de nuestra Frontera Sur sufrimos una presi¨®n migratoria todav¨ªa escasa, al menos cuantitativamente; un 10% menos que en Italia. Muchas de las medidas tomadas por el nuevo y pintoresco presidente de Estados Unidos son criticadas en los medios de comunicaci¨®n, pero realidad esas medidas son muy antiguas en nuestro pa¨ªs, tanto que posiblemente ni siquiera somos conscientes. Muros o alambradas, como el de M¨¦xico, ya llevan a?os construidos en Ceuta y Melilla. Cada vez m¨¢s altas y cruelmente sofisticadas, con sus concertinas. Devoluciones en caliente, al igual que en la frontera con M¨¦xico, muchas veces irregulares, sin control judicial reglado.
Pero a¨²n vamos m¨¢s all¨¢, una vez acceden al pa¨ªs ingresamos a los migrantes en prisiones improvisadas, como el caso de Archidona, o en prisiones provisionales, como los CIE.En estas instalaciones, sostenidas con fondos p¨²blicos, se juzga de modo opaco qu¨¦ personas deben ser devueltas y cu¨¢les admitidas, priv¨¢ndolas de libertad, salvo que, arbitrariamente, superen un tiempo de estancia o los centros se vean saturados, en cuyo caso quiz¨¢ sean puestas en libertad en espera de resoluci¨®n de su expediente. No ser¨ªa de extra?ar, pues, que el actual presidente americano tomara ejemplo de este sistema tan sofisticado de control migratorio, que induce incluso a suicidarse a personas que han sobrevivido a un viaje inhumano, desde lugares cuyas condiciones de vida les han obligado a jugarse la misma. Eso ha pasado recientemente en la prisi¨®n de Archidona.
Es presumible que, seg¨²n las condiciones que augura nuestro entorno, los flujos migratorios no se resuelvan, sino que se agudicen. Nuestra experiencia como ONG internacional nos aporta datos esenciales desde el otro lado. Quiz¨¢ ser¨ªa el momento de que las instituciones europeas y espa?olas se replantearan seriamente revisar una pol¨ªtica migratoria y de asilo que suena constantemente a reactiva y que en absoluto contribuye ni al desarrollo sostenible, ni a las necesidades de la propia Europa, ni a la estabilidad de nuestra regi¨®n geogr¨¢fica. Quiz¨¢ ser¨ªa el momento de hacer consciente a la sociedad civil de esa necesidad, m¨¢s all¨¢ de espurios y cortoplacistas intereses electorales.
Esa es nuestra responsabilidad con nuestro propio futuro.
Jos¨¦ F¨¦lix Hoyo Jim¨¦nez es presidente de M¨¦dicos del Mundo Espa?a
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