Las madres que pusieron paz en la ciudad m¨¢s violenta del mundo
Dos comunidades de Caracas vivieron durante a?os en un enfrentamiento continuo plagado de muertes y venganzas. Hasta que un grupo de mujeres solucion¨® el problema
Catuche es otro infierno m¨¢s en la violenta Caracas. El barrio se mostraba sin vida, con un vecindario paralizado por el miedo, lleno de madres hu¨¦rfanas sin consuelo, noches de insomnio, continuo flujo de disparos, lamentos, polic¨ªa y camionetas de la morgue.?Desde los a?os ochenta, la rivalidad entre dos peque?as comunidades vecinas, La Quinta y El Portillo se expresaba de la manera m¨¢s violenta posible procurando empa?ar con sangre y fuego la comunidad como advertencia para sus enemigos. Hace diez a?os, un grupo de madres cuyos hijos pertenec¨ªan a las dos bandas armadas rivales decidieron tomar cartas en el asunto para poner remedio a esta ola de violencia continua.
La inseguridad es uno de los mayores problemas de Caracas, que est¨¢ en lo m¨¢s alto de la clasificaci¨®n de ciudades m¨¢s violentas del mundo, seg¨²n el Consejo Ciudadano para la Seguridad P¨²blica y la Justicia Penal (CCPJP). Su tasa de homicidios (130 por cada 100.000 habitantes en 2016) quintuplica a su vecina Colombia y es 200 veces superior a la de Espa?a. En Venezuela hay escasez de harina y medicamentos, pero abundan las armas de fuego y las municiones, lo que permite la consolidaci¨®n de estas pandillas dedicadas al narcotr¨¢fico, la extorsi¨®n y el secuestro.
¡°En un pa¨ªs que encabeza con las ciudades m¨¢s violentas del mundo, el primer paso para enfrentar este problema es asumir que aqu¨ª se mata porque se puede¡±, asegura Giorgina Cumar¨ªn de Caracas mi Convive, una organizaci¨®n que trabaja por la convivencia desde la organizaci¨®n de comunidades en el marco de la prevenci¨®n de conflictos. ¡°Si algo es cierto, es que esta cultura de violencia pol¨ªtica y social que nos ha tocado vivir s¨ª tiene soluci¨®n. Existen casos exitosos en Caracas que pueden demostrarle a los Gobiernos locales y nacionales que el manodurismo y la guerra a la violencia para combatirla son pol¨ªticas fracasadas que hoy en d¨ªa no han demostrado disminuir ninguna de las tasas de homicidios de nuestras ciudades. ?Por qu¨¦ no replicar experiencias como las de Doris Barreto de Catuche?¡±.
Desde los a?os ochenta, la rivalidad entre dos peque?as comunidades vecinas, la Quinta y el Portillo se expresaba de la manera m¨¢s violenta posible
En Catuche dijeron basta un d¨ªa de agosto de 2007, cuando se produjo una de las confrontaciones armadas m¨¢s fuertes que los vecinos recordaban. En ese enfrentamiento hubo varios heridos por disparos y result¨® muerto un joven de 18 a?os. Doris Barreto trabajaba ya por aquel entonces profesora y trabajadora social en el centro comunal Fe y Alegr¨ªa de Catuche cuando la madre de aquel muchacho, a¨²n templado, le pidi¨® entre sollozos que intercediese de una vez para conseguir la paz, sin revanchas. Era su segundo hijo fallecido por la misma guerra entre bandas y ella sab¨ªa que ambos hermanos no llegar¨ªan muy lejos como pandilleros; era el precio de vivir al l¨ªmite, pero lo pagaron muy pronto. Su mundo se reduce a esas pocas manzanas bajo su control. Si sal¨ªan de las fronteras dibujadas por la violencia, sab¨ªan que se enfrentaban a intercambiar disparos con la banda rival y resultar¨ªa un milagro salir ileso.
Doris entend¨ªa?perfectamente la situaci¨®n de aquella madre. Su rostro a¨²n guarda rasgos de dolor por el asesinato de su hijo de apenas 20 a?os en una noche de noviembre de 1999 a manos de una banda. Y no hubo vacilaci¨®n. ¡°Llam¨¦ tan pronto como pude a otras madres implicadas. Sab¨ªa que desde el dolor y la sensatez las mujeres de un sector y otro conseguir¨ªamos lograr la paz. No fue f¨¢cil¡±, comenta Doris, ¡°por la rivalidad de sus hijos, las mujeres de La Quinta no pod¨ªan pasar a El Portillo y viceversa. Pero logramos reunirlas¡±. Todas eran familiares de los j¨®venes involucrados en la ola de violencia pero movilizadas en pro de la paz y la convivencia. Yanara Tovar es una de las que se toma muy en serio mantener la cordura en Catuche. ¡°Cuando dimos el paso para pedir el fin de las contiendas hab¨ªa algunas a mi lado que hab¨ªan perdido hasta cuatro hijos a tiros. ?C¨®mo no ¨ªbamos las dem¨¢s a colaborar en el mismo empe?o? Si ellas ten¨ªan fuerza, nosotras tambi¨¦n. ?No permitiremos ni una muerte m¨¢s!¡±.
En Catuche dijeron basta un d¨ªa de agosto de 2007, cuando se produjo una de las confrontaciones armadas m¨¢s fuertes que los vecinos recordaban
Despu¨¦s se reunieron con las bandas en el mismo centro comunal. ¡°Eran unos doce muchachos de una banda y otros tantos m¨¢s de la otra. Ese primer encuentro estuvo lleno de tensi¨®n por la amplia historia de enfrentamiento y p¨¦rdidas sufridas en las familias de ambos sectores. En mi papel de mediadora ten¨ªa miedo de que ocurriera algo fuera de lo normal. Al final se disip¨®. Todas las mujeres se dieron cuenta de que padec¨ªan los mismos sufrimientos por las vidas de sus hijos. Y todas juntas conseguimos sacar adelante un acuerdo de convivencia y, posteriormente, se formaron las Comisiones de Paz¡±. Estos comit¨¦s eran coordinados por Barrento desde la organizaci¨®n Fe y Alegr¨ªa, y dise?aron un modo de funcionar: convinieron que se reunir¨ªan cada ocho d¨ªas (cada una por separado) y luego juntas una vez al mes. Si hab¨ªa una emergencia, lo hac¨ªan de inmediato.
El tratado firmado por todos los miembros de ambas pandillas y sus madres, que celosamente guarda Doris en su casa, se?ala en sus resoluciones unas normas de conducta: no pararse largo rato en un punto medio entre ambos sectores, pues esto se interpretar¨ªa como una provocaci¨®n; nada de extra?os en el barrio, nada de mercadeo ni consumo de drogas; nada de exhibici¨®n de armas; prohibido hacer se?ales de un sector a otro y menos con f¨®sforos u hogueras, ¡ªse?al de abrir fuego¡ª; prohibido incumplir el tratado. A la tercera falta se avisar¨¢ a la polic¨ªa, aunque era algo que todos ten¨ªan claro que habr¨ªa que evitar, ya que no deseaban muchachos en la c¨¢rcel. ¡°No queremos tener que llegar a denunciar a los chicos, los que van presos se echan a perder m¨¢s. Por otra parte, la prisi¨®n es un estigma: el que tiene antecedentes, por m¨¢s que intente demostrar lo contrario est¨¢ acabado¡±, asegura Doris. El Estado, de lejos. ¡°Por no estar presente en su momento fue que en Catuche se gener¨® esta transformaci¨®n, ante la certeza de que si no hac¨ªamos algo nos ¨ªbamos a morir todos. Hab¨ªa que actuar. Muchas de las madres que conformaban las comisiones de paz hab¨ªan perdido hijos, ten¨ªan esa amarga experiencia. Eso ayud¨®¡±.
Y son ellas mismas quienes se aseguran que se cumple el tratado al pie de la letra. Estas madres de la comunidad se llaman a diario para preguntar, ya sea por inter¨¦s o por cuidado, porque en este caso todos toleran el chismorreo, y funciona. A Doris ya se lo hab¨ªa advertido un malandro, un delincuente: ¡°Para acabar con la violencia no es con nosotros con quien debes hablar, es con la viejas chismosas".
La inseguridad es uno de los mayores problemas de en Caracas, que est¨¢ el lo m¨¢s alto de la clasificaci¨®n de ciudades m¨¢s violentas del mundo
En las Comisiones de Paz se nota la garra del matriarcado comunal, han tenido que realizar reprobaciones y dar alg¨²n tir¨®n de orejas a m¨¢s de uno de aquellos j¨®venes pandilleros por temas de venta de drogas, pero nada de delitos de sangre, por supuesto. Al final cumplen con el acuerdo de convivencia, esa suerte de tratado de paz que ya dura 10 a?os sin romperse sin una muerte, aseguran las propias madres. Un proyecto que fue galardonado el pasado a?o con el Premio de Derechos Humanos, que otorga la embajada de Canad¨¢, y que Amnist¨ªa Internacional se encarg¨® de publicar en el libro Acuerdos Comunitarios de Convivencia Ante la Violencia Armada: Pistas para la Acci¨®n, en el que se explica c¨®mo fue el proceso de mediaci¨®n en el barrio de Catuche.
La pista m¨¢s importante para Doris es el di¨¢logo: ¡°Esa es la palabra clave para el proyecto de convivencia que se da en nuestra comunidad y que, como ejemplo de reconciliaci¨®n, perd¨®n, solidaridad y formaci¨®n, ha dado esta zona gracias a sus madres y que mantendremos con el apoyo de Fe y Alegr¨ªa o Caracas Mi Convive para que no se repita jam¨¢s¡±.
La labor de prevenci¨®n es b¨¢sica. Barrento trabaja y colabora con ambas organizaciones para desarrollar lo aprendido en su experiencia y fomentar la capacidad de las comunidades para transformar y resolver sus propios problemas locales. Trabajan a trav¨¦s de talleres de prevenci¨®n de violencia, apoyo a las v¨ªctimas e investigaci¨®n impartidos por Mi Convive dentro de la campa?a Instinto de Vida, junto a organizaciones de otros pa¨ªses que tambi¨¦n padecen de la epidemia de violencia como Brasil, M¨¦xico y Colombia. Su meta es promover y exigir la reducci¨®n de los homicidios en la regi¨®n, retomando las buenas pr¨¢cticas comunitarias e institucionales que, como en el caso de Catuche, han demostrado resultados positivos.
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