La ciudadan¨ªa construye su presente y su futuro
La sociedad debe movilizarse para reclamar que nuestro Gobierno contribuya a garantizar el derecho a la educaci¨®n en todo el mundo, especialmente en los contextos de conflicto y emergencia
No resulta f¨¢cil abordar un tema tan grandilocuente como la PAZ, as¨ª con may¨²sculas, sin caer en t¨®picos bien intencionados y lugares comunes. Es como el deseo que pedimos en la carta a los Reyes Magos: acabar con el hambre y la paz en el mundo. Un concepto tan manido que parece haberse desgastado hasta vaciarse de contenido. Para empezar, la Real Academia Espa?ola define paz como la relaci¨®n de armon¨ªa entre las personas, sin enfrentamientos ni conflictos.
Sin ¨¢nimo de enmendarle la plana a la RAE, dir¨ªa que el conflicto es parte inevitable de la vida, y que el quid de la cuesti¨®n est¨¢ entonces en c¨®mo resolvemos esos conflictos, tanto en lo personal como en el ¨¢mbito comunitario.
Lamentablemente, vivimos en una sociedad que premia la agresividad y la imposici¨®n como mecanismos de ¨¦xito. Si alguien lo duda, no tiene m¨¢s que asomarse a las p¨¢ginas de los peri¨®dicos o las redes sociales: la tensi¨®n y descalificaci¨®n constantes en los debates pol¨ªticos y tertulias, la competitividad extrema y desproporcionada en el ¨¢mbito deportivo o el triunfo de l¨ªderes pol¨ªticos caracterizados por su intolerancia y car¨¢cter escasamente dialogante, por ser suaves.
Esta cultura de vencedores y vencidos no es ni mucho menos inocua. Sufrimos sus consecuencias tanto en los peque?os conflictos de nuestra vida diaria como a una escala mucho mayor y m¨¢s tr¨¢gica: hace solo cinco d¨ªas se cumpl¨ªa el s¨¦ptimo aniversario del inicio de la guerra en Siria, que se ha cobrado medio mill¨®n de muertos, centenares de miles de heridos y m¨¢s de diez millones de personas refugiadas y desplazadas.
El caso sirio es un triste ejemplo de conflicto ante el cual se ha recurrido a la violencia, con un coste humano estremecedor. En este tipo de contextos, la poblaci¨®n afectada ¡ªprincipalmente los ni?os y ni?as, que de hecho constituyen el 51% de la poblaci¨®n refugiada del mundo¡ª se ve privada de muchos de sus derechos b¨¢sicos, entre ellos el derecho a la educaci¨®n.
De los 264 millones de ni?os y ni?as sin escolarizar que hay en el mundo, 75 millones se encuentran en 35 pa¨ªses afectados por distintos tipos de crisis, mientras que solo la mitad de la infancia refugiada o en situaci¨®n de desplazamiento interno va a la escuela primaria, y solo un 25% asiste al primer ciclo de educaci¨®n secundaria.
Esto es especialmente grave en primer lugar porque la educaci¨®n constituye el principal mecanismo para proteger a la infancia frente a los distintos tipos de violencia a la que se puede ver sometida, adem¨¢s de una manera de normalizar la vida de los menores afectados, dot¨¢ndoles de un espacio no solo de aprendizaje, sino tambi¨¦n de juego y ocio en el que desarrollar una vida social adecuada con otros ni?os y ni?as de su edad. Y, en segundo lugar, porque la falta de acceso a una educaci¨®n inclusiva y de calidad roba a esos ni?os, ni?as y j¨®venes ¡ªy a todos nosotros¡ª la posibilidad de construir una vida mejor, un futuro mejor, una sociedad mejor basada en los valores de la tolerancia, el respeto y la no violencia.
Desde la Campa?a Mundial por la Educaci¨®n (CME) creemos que nuestra sociedad no debe cerrar los ojos ante estas realidades, y que todos nosotros podemos ¡ªy debemos¡ª dejar nuestra huella para dar la vuelta a esta situaci¨®n. En primer lugar, moviliz¨¢ndonos para reclamar que nuestro Gobierno contribuya a garantizar el derecho a la educaci¨®n en todo el mundo, y especialmente en los contextos de conflicto y emergencia.
De los 264 millones de ni?os y ni?as sin escolarizar que hay en el mundo, 75 millones se encuentran en 35 pa¨ªses afectados por distintos tipos de crisis
Esto pasa inevitablemente por recuperar el compromiso pol¨ªtico y presupuestario con la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), considerablemente mermado desde hace casi una d¨¦cada, y especialmente con la destinada al sector educativo, que se ha reducido en un 90% en solo siete a?os. Asimismo, y en l¨ªnea con algunas pr¨¢cticas recientes de la comunidad internacional en general y la Uni¨®n Europea en particular, debe considerarse la educaci¨®n en situaciones de emergencia como un pilar fundamental de la ayuda humanitaria. En segundo lugar, debemos volver la mirada hacia nuestras propias comunidades y los valores en los que queremos crecer como sociedad. En estos tiempos m¨¢s que convulsos, la CME apuesta por exigir a los grupos parlamentarios¡ª en plena negociaci¨®n del Pacto de Estado por la Educaci¨®n por cierto ¡ªque adopten las medidas necesarias para garantizar que nuestro sistema educativo promueve una cultura no-violencia, transmitiendo valores como la tolerancia, la empat¨ªa y el reconocimiento de la diversidad, en cumplimiento de los compromisos adquiridos a trav¨¦s de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Por ¨²ltimo, nuestro papel como ciudadanos y ciudadanas es esencial. Nosotros y nosotras somos quienes construimos la sociedad. Pregunt¨¦monos pues qu¨¦ tipo de sociedad queremos, c¨®mo vamos a resolver nuestros (inevitables) conflictos, y c¨®mo queremos que se enfrenten a ellos nuestros hijos. Las organizaciones, colectivos y comunidades educativas que formamos parte de la CME apostamos por un futuro basado en los derechos humanos y forjado a trav¨¦s de la resoluci¨®n pac¨ªfica de los conflictos.
Bajo el lema ¡°La educaci¨®n, el camino hacia la paz ?Deja tu huella!¡±, la Campa?a Mundial por la Educaci¨®n se unir¨¢ a la Semana de Acci¨®n Mundial por la Educaci¨®n (SAME), que se celebrar¨¢ del pr¨®ximo 23 al 29 de abril en m¨¢s de 120 pa¨ªses de todo el mundo. M¨¢s de 30 ciudades espa?olas celebrar¨¢n decenas de actos p¨²blicos y de encuentro con representantes pol¨ªticos, para reivindicar la necesidad de apostar por una cultura de paz.
Cristina ?lvarez es coordinadora de la Campa?a Mundial por la Educaci¨®n en Espa?a.
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