Los africanos olvidados de Ir¨¢n
La comunidad descendiente de esclavos negros llevados a la fuerza al Golfo P¨¦rsico lucha para que se reconozcan sus costumbres y su herencia
"Mi bisabuelo era un conocido comerciante. Sol¨ªa ir a Zanz¨ªbar a traer esclavos. Su gente tend¨ªa emboscadas a los ni?os. No pod¨ªan permitirse capturar adultos. Al final, los lugare?os los descubrieron y los descuartizaron".
Esto es todo lo que Ali, de 53 a?os y habitante de Busher, sabe de su familia. Un d¨ªa de invierno de principios de este a?o, la temperatura en esta ciudad portuaria del golfo P¨¦rsico es lo bastante c¨¢lida como para que se siente en el porche de su casa y disfrute de la brisa. Aqu?i viven 107.412 personas. Aunque no vive lejos de la costa, un gran edificio perteneciente a la Organizaci¨®n Portuaria y Marina iran¨ª le ha tapado la vista del mar. Al igual que muchos otros puertos del Golfo, este enclave experiment¨® una r¨¢pida expansi¨®n y un nuevo periodo de desarrollo en la segunda mitad del siglo XX gracias a la abundancia de recursos naturales.
Behbahani es un barrio situado entre el pasado y el presente de esta ciudad. Aunque hoy en d¨ªa es una tranquila comunidad multi¨¦tnica, la sombra de un cap¨ªtulo pr¨¢cticamente olvidado de la historia del Golfo proyecta su sombra sobre ¨¦l. "A la mayor¨ªa de sus habitantes, en particular los j¨®venes, les sorprender¨ªa o¨ªr que sus vecinos, sus parientes o ellos mismos son descendientes de los esclavos tra¨ªdos a esta zona en el siglo XIX", comenta Ali. La ley iran¨ª de Abolici¨®n de la Esclavitud de 1926 nunca se ha considerado un episodio importante del pa¨ªs. En su obra de 1902 Ten Thousand Miles in Persia (10.000 millas en Persia), el escritor brit¨¢nico sir Peter Skyes contaba que, aunque entonces exist¨ªa la esclavitud, no era una pr¨¢ctica extendida. A diferencia de otras etnias, la comunidad africana jam¨¢s ha llegado a ser visible en Ir¨¢n. Aunque no existen estad¨ªsticas oficiales, el mayor estudioso del tema, el profesor Behnaz Mirzai calcula que entre el 10 y 12% de la poblaci¨®n del sur de Ir¨¢n (un pa¨ªs de 80 millones de personas) es afrodescendiente.
Quiz¨¢ precisamente por eso los habitantes de Behbahani est¨¢n desando hablar de sus tradiciones. "Nuestros ritmos y nuestros bailes vienen de ?frica. Por eso son espectaculares", prosigue Ali. Desde hace dos a?os dirige un grupo folcl¨®rico de escolares afroiran¨ªes. El grupo ha tenido un ¨¦xito considerable, ha recibido solicitudes para participar en festivales nacionales e incluso ha protagonizado titulares en la prensa.
Un d¨ªa s¨ª y uno no, el grupo ensaya en un peque?o almac¨¦n p¨²blico. Adham, un chico de 13 a?os considerado el mejor bailar¨ªn del grupo, se sienta aparte para descansar un momento. "Somos los primeros en reconocer la importancia de nuestra herencia africana", explica. "Al grupo lo hemos llamado Bambassi, el nombre con el que antes se conoc¨ªa a los africanos en Bushehr". Kuka, de 12 a?os, que ha estado tocando los tambores, a?ade con algo de timidez que "en el barrio de Behbahani viven los mejores m¨²sicos tradicionales de la zona, y la mayor¨ªa son de origen africano".
En Behbahani, los instrumentos musicales se consideran propiedad de la comunidad y se guardan en las mezquitas
Cada noche, los habitantes del barrio se re¨²nen en la plaza principal, que linda con un campo de f¨²tbol. Hoy unos cuantos ni?os, algunos de ellos miembros del grupo de Ali, practican con su entrenador. En un banco cercano hay sentados tres ancianos del lugar. "El islam chi¨ª es famoso por lo l¨²gubres que son sus rituales, pero aqu¨ª, en Bushehr, los practicamos con m¨²sica y bailes". En la ciudad, la ashura (la ¨¦poca en que los musulmanes conmemoran el martirio de Husein, nieto del profeta Mahoma), se celebra en un ambiente festivo en el que grandes grupos de m¨²sicos tocan para una multitud encantada. El origen de los instrumentos de percusi¨®n y el bugh, una corneta larga en forma de espiral hecha de cuerno de ant¨ªlope, se puede rastrear directamente hasta el continente africano.
"Este hombre tan discreto de aqu¨ª es un prestigioso maestro del damam", dice el anciano se?alando a su amigo Seyed Abdi, un afroiran¨ª con una larga barba recortada que sostiene una sarta de cuentas en la mano (un s¨ªmbolo tradicional isl¨¢mico de devoci¨®n). El virtuosismo de Seyed Abdi con el instrumento ha despertado el inter¨¦s de varios music¨®logos, periodistas y directores de documentales. Sin embargo, en su casa no hay ni un damam. En Behbahani, los instrumentos musicales se consideran propiedad de la comunidad y se guardan en las mezquitas. Aqu¨ª, los transe¨²ntes se pueden refugiar de las t¨®rridas tardes de los nueve meses de verano de la zona, tomar t¨¦ y charlar, o sencillamente tumbarse en una esquina a echar una cabezada. Las mujeres, tantas veces excluidas en las mezquitas de Ir¨¢n, aqu¨ª se encuentran m¨¢s c¨®modas. Los j¨®venes de Behbahani desarrollan la mayor parte de la vida social en las teter¨ªas, y no en la mezquita.
Lugares comunes
Adem¨¢s de las teter¨ªas, la carpinter¨ªa de Mohamad es otros de esos puntos de encuentro. Est¨¢ abierta hasta altas horas porque, en una ciudad como Bushehr, el fresco de la noche la convierte en el momento m¨¢s productivo. Mientras Mohamad trabaja, sus amigos de diferentes edades pasan el tiempo en su local jugando al backgammon y charlando.
"Estas ventanas se pusieron de moda hace m¨¢s 100 a?os, cuando Bushehr era una ciudad pr¨®spera justo antes de que se descubriese el petr¨®leo", comenta en referencia a la ¨¦poca en la que el lucrativo comercio de perlas y d¨¢tiles aument¨® la necesidad de mano de obra barata y atrajo a los mercaderes de esclavos. "Ahora sacan petr¨®leo y gas del suelo debajo de nuestras casas, pero ?qu¨¦ ganamos nosotros con ello?", se pregunta Adel, un afroiran¨ª sentado en un taburete. "Yo soy pescador, como mi padre. Utilizo la misma barca que ¨¦l, pero con todos esos pesqueros gigantescos tengo que salir todo lo lejos que puedo". Adel cuenta que cada vez se arriesga a quedar atrapado por un hurac¨¢n o a cruzar las fronteras sin darse cuenta. Adel se acaba su t¨¦ y se prepara para marcharse. Quiere llevar a su mujer y a su hijo al cine porque ma?ana saldr¨¢ con la barca y no volver¨¢ por lo menos hasta dentro de cinco d¨ªas. Sus amigos le recuerdan que el d¨ªa estar¨¢ nublado, pero no tiene elecci¨®n.
Se dirige a su casa por las innumerables y laber¨ªnticas calles sin nombre de Behbahani, saludando a todo el que pasa. Una de ellos es Homa, una mujer de origen africano de unos 60 a?os. La gente la llama t¨ªa Homa y la admira por su extraordinaria voz. "La mejor manera de pasar el tiempo que tiene una mujer soltera de mi edad es visitar a sus amigas". El tiempo ha cubierto de polvo y herrumbre las que en otro tiempo fueron lujosas residencias pertenecientes a la opulenta ¨¦lite de la ciudad. Actualmente, en cambio, en cada una viven varias familias. Algunas proceden de los esclavos, otras de agricultores u obreros, y otras de antiguos amos.?
Como ocurre en todas las ciudades ricas en recursos naturales, los habitantes de Bushehr luchan contra la pobreza mientras la riqueza de la regi¨®n se env¨ªa a lugares desconocidos para los ciudadanos corrientes. No resulta demasiado sorprendente que los vecinos de Behbahani no tengan inter¨¦s en conocer el pasado de la ciudad o hablar de ¨¦l. Ali piensa que aunque gran parte de la historia ha quedado enterrada para siempre, el legado africano es omnipresente en la cultura de la zona.
A unos centenares de metros de Ali, un hombre de 67 a?os ve las cosas de otra manera. Alimenta a su familia vendiendo chucher¨ªas, cigarrillos y bebidas en su peque?o y oxidado carrito: "?A qui¨¦n le importa qu¨¦ padre era esclavo y cu¨¢l amo? Ahora todos nos ganamos la vida con el sudor de nuestra frente".
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