Por caridad
La caridad es el recurso del poderoso: trata de normalizar el sufrimiento ajeno sin cambiar las estructuras de poder que lo ocasionan. La solidaridad es la adhesi¨®n a la causa del otro
Hace unos d¨ªas asist¨ª en Madrid a la presentaci¨®n de Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocr¨¢tico, de Sara Mesa (Anagrama). El libro es el relato del pulso con una Administraci¨®n que pone todas las trabas posibles para que las personas en extrema necesidad no accedan a los recursos que supuestamente les corresponden; tambi¨¦n es una reflexi¨®n sobre el impacto brutal de la pobreza en los individuos que la sufren y sobre las actitudes imperantes frente a ellos en nuestra sociedad. Las protagonistas de la historia son Carmen y Beatriz. La primera es una mujer sin hogar con una enfermedad neurol¨®gica que le produce una discapacidad visual y otros problemas, y con un pasado personal traum¨¢tico. Beatriz es la suma de la autora y un conjunto de personas que se unieron a ella para intentar acompa?ar a Carmen en el laberinto administrativo. A trav¨¦s de las reflexiones de Beatriz y de su descripci¨®n del proceso, nos encontramos con un cuadro de actitudes sociales que van desde la aporofobia (¡°odio a los pobres¡±, t¨¦rmino que acu?¨® Adela Cortina) hasta esas otras formas de desprecio m¨¢s sutiles, como el rechazo, la sospecha, el miedo. Hay otras cuestiones muy importantes en el texto, como la feminizaci¨®n de la pobreza o el tratamiento poco ¨¦tico de las personas pobres en los medios ¡ªpara corregirlo, Mesa propone un c¨®digo deontol¨®gico espec¨ªfico¡ª.
Tanto en el libro como en su presentaci¨®n se mencion¨® la caridad como recurso contra la pobreza. Mesa la rechaza en principio, aunque a veces la practique. Yo tambi¨¦n. Su cr¨ªtica gira en torno a aquellos ¡°que dan limosna, compadecidos por quienes mendigan, pero est¨¢n en contra de que el Estado deba ayudar a estas personas a alcanzar su derecho a una vida digna. La caridad prevalece entonces sobre el sentido de justicia (¡) se convierte en una virtud privada, individual y arbitraria¡±. A esto debo a?adir que la caridad tambi¨¦n expone una relaci¨®n de poder y est¨¢ lejos de la verdadera solidaridad, con la que a veces se confunde. Cuando se ejerce la caridad se hace desde una posici¨®n de privilegio; no es tanto una cuesti¨®n de empat¨ªa ¡ª?ponerse en el lugar de un mendigo?¡ª, sino de aliviar la conciencia. La caridad es ponerse el abrigo de pieles y vender mermeladas en el mercadillo de Navidad. En el mejor de los casos, sabemos que al ejercerla estamos ayudando s¨®lo moment¨¢neamente al que la recibe (un bocadillo, un caf¨¦, un abrigo donado). Tambi¨¦n la caridad es el recurso del poderoso: trata de amansar y normalizar el sufrimiento ajeno sin cambiar las estructuras de poder que lo ocasionan. La solidaridad, sin embargo, es la adhesi¨®n a la causa del otro, comprometerse, hacerse responsable del problema y actuar para solucionarlo. La solidaridad es luchar para que las condiciones estructurales que abocan a la pobreza extrema a m¨¢s de 2.600.000 personas en este pa¨ªs cambien. En el plano p¨²blico deber¨ªamos exigir a los pol¨ªticos que la erradicaci¨®n de la pobreza sea un objetivo real, que no nos vendan la milonga con cifras infladas y despu¨¦s defiendan una econom¨ªa y establezcan unos procesos que condenan a los trabajadores primero a la precariedad, despu¨¦s al desahucio, y, finalmente, al camino sin retorno de la mendicidad. Y en lo privado, ser¨ªa fundamental revisar nuestras ideas preconcebidas sobre la pobreza y entender que es nuestro problema. Para esto ¨²ltimo es muy ¨²til el libro de Sara Mesa: 112 p¨¢ginas, letra grande, apto para todos los p¨²blicos, y especialmente indicado para quienes piensan que ellos no tienen prejuicios
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