?Por qu¨¦ se recurre a¨²n al azote?
Desde John Locke al pediatra Benjamin Spock, el efecto nocivo del castigo f¨ªsico ha sido ampliamente estudiado. Y, sin embargo, perdura
Hace un mes trascend¨ªa que a una mujer divorciada le fue retirada durante seis meses la custodia de su hijo de once a?os por propinarle dos bofetadas porque se negaba a ducharse. Ocurri¨® tras la denuncia del padre. El ni?o llevaba 15 d¨ªas sin lavarse. Y una hora despu¨¦s del castigo, segu¨ªa con marcas en las mejillas. Un cambio del C¨®digo Civil, en 2007, hizo posible una sentencia como esta: qued¨® borrado el denominado ¡°derecho de correcci¨®n¡± de los padres hacia los v¨¢stagos.
En el contexto privado del hogar, cuando los hijos entran en una espiral de negaci¨®n (a comer, a dormirse) o si se obcecan en un comportamiento err¨¢tico, no es tan raro que el padre o la madre, fuera ya de s¨ª, propinen un golpe supuestamente correctivo que, adem¨¢s, resulta eficaz para zanjar la situaci¨®n. Pero si hace 20 a?os pegar a los ni?os para disciplinarlos estaba aceptado, hoy no es as¨ª.
Uno de los primeros reconocimientos del golpe como corrector lo encontramos en el proverbio 13 vers¨ªculo 24 del Antiguo Testamento: ¡°Quienes no emplean la vara de disciplina, odian a sus hijos. Los que en verdad aman a sus hijos se preocupan lo suficiente para disciplinarlos¡±. El motivo de nuestra transigencia con la agresividad nace del hecho de que en nuestra sociedad la violencia est¨¢ normalizada, dice Andrea Zambrano, coach y autora del libro Educar es emocionar (Paid¨®s, 2018) e impulsora del m¨¦todo Aeiou (basado en la educaci¨®n en clave positiva) para padres.
A finales del siglo XIX en Inglaterra surgi¨® el concepto de malcriar. Dar cari?o, tomar al beb¨¦ en brazos y darle el pecho no estaba bien visto. Entonces se pensaba que hab¨ªa que educar con mano dura. Reglas, cinturones, paletas, palos, varas, zapatillas¡ Son algunos de los artilugios usados por padres y profesores para dar palizas a los ni?os, y la literatura est¨¢ plagada de ejemplos. Charles Dickens describi¨® en 1837 la dura vida de un hu¨¦rfano, Oliver Twist, que vivi¨® en internados de Londres y recibi¨® golpes durante toda su infancia. A principios de los a?os ochenta, media Espa?a vio c¨®mo el padre de Javi, uno de los personajes de la serie?Verano azul, le propinaba a este un bofet¨®n por desnudarse delante de unas desconocidas que lo hab¨ªan lanzado al agua. Y un ¨²ltimo ejemplo cinematogr¨¢fico m¨¢s cercano: en la pel¨ªcula Tenemos que hablar de Kevin, de 2011, una madre reconcomida por su problem¨¢tico hijo lo lanza al suelo desde el aire, rompi¨¦ndole el brazo.
Siempre hubo personas que no estuvieron de acuerdo con la violencia f¨ªsica y entre estos destaca uno de los fil¨®sofos m¨¢s importantes del siglo XVII, John Locke, que dedic¨® parte de su obra a analizar el papel del castigo en el proceso educativo. Escribi¨® el tratado Algunos pensamientos sobre la educaci¨®n, que dirigi¨® al marido de una prima, al que aconsejaba sobre c¨®mo criar a sus hijos. Locke insisti?a en la importancia de educar fi?sica y racionalmente, pero en lo referente al uso del castigo corporal teni?a una idea revolucionaria para su ¨¦poca: pensaba que los golpes terminaban generando malas personas. ¡°Entendi?a que era muy importante someter a un ban?o de estoicismo la educacio?n de los nin?os, ensen?¨¢ndoles a controlar sus pasiones y a someterlas a la raz¨®n¡±, afirma el fil¨®sofo Jos¨¦ Carlos Ruiz, autor de El arte de pensar (Almuzara, 2018). Locke cre¨ªa que el verdadero arte de un padre era el de conservar la atencio?n activa y consciente del ni?o, sin paralizarlo por el miedo, trat¨¢ndolo con disciplina y dulzura. Locke s¨ª reconoc¨ªa el castigo, pero lo reservaba para cuando existi?a un comportamiento inapropiado que perseveraba y se demostraba testarudez a la hora de no rectificar.
Los padres j¨®venes no est¨¢n a favor de los golpes correctivos, seg¨²n un estudio de 2016. Est¨¢ habiendo un cambio generacional
Expertos y estudios han ido llegando a las mismas conclusiones que Locke. En 1963, el psic¨®logo canadiense Albert Bandura hizo un experimento que demostr¨® que los ni?os copiaban el comportamiento de los padres incluso en los golpes que propinaban a un mu?eco porque previamente hab¨ªan visto a sus padres hacerlo. Antes, en 1946, el pediatra Benjamin Spock, en El libro del sentido com¨²n del cuidado de beb¨¦s y ni?os, aconsej¨® a los padres que vieran a sus hijos como individuos y dejaran de aplicarles recetas preconcebidas sobre si deb¨ªan ser cari?osos y tomarlos o no en brazos. Lo acusaron de fomentar la permisividad. El libro fue un ¨¦xito global: vendi¨® 50 millones de ejemplares en 39 idiomas.
En 2019 los estudios siguen demostrando que a los padres que educan a sus hijos con mano dura les sale el tiro por la culata. Entre 1998 y 2000 un estudio estadounidense con 5.000 ni?os demostr¨® que los menores que recib¨ªan golpes correctivos ten¨ªan comportamientos m¨¢s agresivos. Otro de 2014 demostr¨® que madres de clases bajas que recibieron golpes por parte de sus padres, golpeaban a sus hijos en el intento de evitar futuras rebeld¨ªas. ¡°Resumiendo¡±, dice el neuropsic¨®logo ?lvaro Bilbao, que imparte el curso online Educar en Positivo, ¡°se meten en m¨¢s problemas, tienen m¨¢s posibilidades de que los echen del colegio y, llegado el caso, incluso tienen m¨¢s riesgo de tener embarazos no deseados¡±.
La aceptaci¨®n del golpe como corrector est¨¢ sufriendo una importante ca¨ªda. El 62% de los espa?oles no ven aceptable la violencia hacia los ni?os, seg¨²n un estudio de la revista Children and Youth Services Review (en Noruega, el 87%). Una encuesta estadounidense de 2016 conclu¨ªa que los padres j¨®venes no estaban a favor de los castigos f¨ªsicos y suger¨ªa que se estaba dando un cambio generacional. El motivo es que estamos asistiendo a un giro copernicano en lo referente al tema educativo. ¡°Se trata de dos acepciones de la palabra educar: educere (ex-ducere) frente a educare¡±, sostiene Ruiz. Educare es la concepci¨®n cl¨¢sica, significa instruir, formar, conducir¡ Ha sido el paradigma educativo de siempre, en el que se pon¨ªa el foco en el educador que suministraba lo necesario para la formaci¨®n del menor. Esta concepci¨®n presupone que el ni?o no puede desarrollarse en plenitud por s¨ª mismo. La segunda concepci¨®n, ex-ducere (educere), es la que se est¨¢ imponiendo: la educaci¨®n se entiende como una extracci¨®n, saca desde dentro del propio sujeto y desarrolla las potencialidades que ya tiene. Esta segunda opci¨®n puede conducir al paidocentrismo: se hace solo lo que le gusta al ni?o y se organiza la vida en torno a ¨¦l, que se sabe divinizado y se convierte en un tirano.
Para llevar a cabo una educaci¨®n libre de violencia, primero los padres necesitan el autocontrol para superar lo aprendido (y sufrido). Lo que suele suceder es que cuando notan que les faltan recursos, pierden confianza en s¨ª mismos, les sale el miedo, y la bofetada es una reac?ci¨®n a este temor, dice la psic¨®loga Marisa Moya. ¡°Reaccionan desde la reactividad, cuyas bases son el miedo y la ira. Necesitan desarrollar habilidades sociales para tener autocontrol y autorregulaci¨®n¡±. En noviembre pasado, la Sociedad Americana de Pediatr¨ªa recomendaba a los padres aprender formas positivas de ense?ar.
En Espa?a los colegios invitan a veces a expertos para que compartan m¨¦todos positivos de ense?anza y tambi¨¦n existen iniciativas privadas. Para explicar el maltrato, ?lvaro Bilbao se ayuda de una f¨¢bula oriental. Toma un tabl¨®n de madera y le pide al padre o madre en cuesti¨®n que clave en ¨¦l un clavo cada vez que golpee a su hijo. Durante la semana siguiente, le pide que saque un clavo cada vez que logre ahorrarse el bofet¨®n. El ejemplo ayuda a tomar conciencia del maltrato: los agujeros que quedan en la madera son las cicatrices que guardan los ni?os por los golpes recibidos; les acompa?ar¨¢n toda la vida.
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