Derechas
Divididas como en los viejos tiempos, pero sin Iglesia que les proporcione el man¨¢ unificador, las derechas espa?olas se muerden la cola
Hordas de alma teut¨®nica, llam¨® Luis Araquistain, en el semanario Espa?a, a las derechas que manten¨ªan, en plena Gran Guerra, una sorda guerra civil con las izquierdas. Y a El Debate no le cab¨ªa duda de que esa divisi¨®n se ahondaba entre los espa?oles por el antagonismo religioso: las derechas, mayormente german¨®filas, respetan, aman y profesan la religi¨®n, que en Espa?a era la cat¨®lica, mientras las izquierdas, aliad¨®filas, eran, seg¨²n este diario cat¨®lico, no ya arreligiosas, sino irreligiosas, perseguidoras de la religi¨®n cat¨®lica.
Desde el momento en que derechas e izquierdas aparecen como los dos grandes campos que dividen la vida pol¨ªtica espa?ola, la religi¨®n cat¨®lica se erige en raz¨®n y s¨ªntesis de esa profunda escisi¨®n. La cosa ven¨ªa de antes, de las guerras civiles del siglo XIX, con la religi¨®n y los fueros como banderas de quienes se echaban al monte. Y as¨ª ser¨¢ a?os despu¨¦s, cuando se proclame la Rep¨²blica y el primer gran partido cat¨®lico de masas, Acci¨®n Nacional ¡ªconvertida luego en la CEDA¡ª, irrumpa en la escena pol¨ªtica bajo los lemas de Religi¨®n, Patria, Orden, Familia y Propiedad.
Tan cat¨®lica como la CEDA ser¨¢ Acci¨®n Espa?ola, matriz de una derecha subversiva por mon¨¢rquica, que conserv¨® como preciado trofeo haber inventado el concepto de anti-Espa?a para definir a la izquierda. Lo singular fue, con todo, que no menos cat¨®lica que la CEDA o que Renovaci¨®n Espa?ola acabar¨¢ siendo Falange, sobre todo tras el decreto de unificaci¨®n con el Requet¨¦. De ah¨ª que cat¨®licos, mon¨¢rquicos y fascistas ¡°frailunos¡± confluyan, bajo el mando militar, en la m¨¢s original aportaci¨®n espa?ola a la pol¨ªtica mundial del siglo XX: el Estado cat¨®lico, construido, o eso dec¨ªan los obispos, sobre los principios del derecho p¨²blico cristiano.
El resultado final de esta larga historia ser¨¢ la Naci¨®n fundida con la Religi¨®n sobre los anchos hombros de las Fuerzas Armadas, garantes de la sagrada unidad de la patria y columna vertebral del Estado. Todos de derechas, ya no habr¨¢ anti-Espa?a: la naci¨®n y el Estado les pertenecen; m¨¢s a¨²n, ellas, las derechas, son la Naci¨®n y el Estado. Fin de las ideolog¨ªas, fin de las divisiones, todos uno. En Espa?a, todos somos cat¨®licos, dec¨ªa Aranguren a un despistado intelectual franc¨¦s cuando preguntaba por el pensamiento cat¨®lico espa?ol.
No ser¨¢, por eso, sorprendente que nadie se atreviera a definirse de derechas desde el momento en que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica¡ªsumida en el desconcierto tras el Concilio Vaticano II¡ª tomara la decisi¨®n de no apadrinar a ninguno de los grupos pol¨ªticos con aspiraciones de llegar al Gobierno despu¨¦s de la muerte de Franco. Fue lo que entendi¨® Adolfo Su¨¢rez cuando decidi¨® dar forma a un partido que cumpliera la misma tarea que la democracia cristiana italiana a la salida del fascismo evitando ese nombre. Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico se llam¨® el invento.
Y de ah¨ª tambi¨¦n que Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar manifestara a?os despu¨¦s a este peri¨®dico que ¨¦l nunca se hab¨ªa sentido identificado con la derecha espa?ola cl¨¢sica, y desde luego no con la de 1930. Hasta que lleg¨® la crisis y se revel¨® la corrupci¨®n sist¨¦mica, y los electores, perplejos, buscaron otros horizontes. Surgi¨® entonces Ciudadanos, expansi¨®n de Ciutadans, que presumi¨® de socialdem¨®crata y liberal, y luego Vox, que se sacudi¨® de encima todos los complejos, incluso el de llevar a militares como cabezas de lista para iniciar la reconquista otra vez desde el monte y a la sombra de don Pelayo.
La renuncia de Ciudadanos a desempe?ar el papel de Tercero incluyente, a la manera en que Bobbio defini¨® esa posici¨®n, es la opci¨®n estrat¨¦gica m¨¢s incomprensible de las adoptadas por el conjunto de partidos pol¨ªticos nuevos o viejos en los ¨²ltimos a?os. Renunci¨® a ese lugar para adoptar el peor lenguaje de la derecha de toda la vida, la que excluye a la izquierda como la anti-Espa?a, la antipatria, traidora a la naci¨®n ¨²nica y eterna.
Y con esto, las derechas espa?olas, divididas como en los viejos tiempos, pero sin Iglesia que les proporcione el man¨¢ unificador, se muerden la cola: mientras en la Transici¨®n se desvivieron por ocupar la zona centro, sus herederos de hoy, nacidos todos con la Transici¨®n bien finiquitada, corren como alma que lleva el diablo a ocupar las posiciones extremas. ?Ser¨¢ por nostalgia del Estado cat¨®lico? ?O ser¨¢ porque estas nuevas derechas espa?olas se han vuelto tan europeas como las finlandesas?
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