La papa andina crece en Canarias
En las Islas Canarias crecen las ¨²ltimas herederas directas de las papas tra¨ªdas de Am¨¦rica por los espa?oles y las ¨²nicas que sobreviven en el viejo mundo
La azucena negra es una papa mediana, redondeada, con algunas protuberancias y la piel oscura, tirando a morada, a veces veteada con colores m¨¢s claros. Las que tengo delante son de la cosecha de hace tres meses y algunas se abultan alrededor de los ojos por los que empiezan a brotar peque?as yemas. Otras m¨¢s viejas, embolsadas en mallas negras, se muestran rodeadas por una mara?a de brotes, como una selva de hilos blancos crecidos alrededor de un par de docenas de papas que ya se muestran arrugadas. Su apariencia enga?a; son las m¨¢s dulces y encierran la pulpa m¨¢s cremosa. A simple vista y sin profundizar mucho, parecen parientes m¨¢s bien cercanos de las papas huayro, una de las familias que dominan los sembr¨ªos andinos.
Si la hubiera encontrado en alg¨²n mercado de los Andes -Ayacucho, Hu¨¢nuco, Cuzco, Huancayo¡-, no lo hubiera dudado: papa huayro. Pero estoy en las laderas que suben desde Icod el Alto, en la isla de Tenerife, a m¨¢s de 7500 kil¨®metros de las zonas de producci¨®n de la papa andina. En las Islas Canarias crecen las ¨²ltimas herederas directas de las papas tra¨ªdas de Am¨¦rica por los espa?oles y las ¨²nicas que sobreviven en el viejo mundo. Las conocen como papas antiguas y la azucena roja es una de ellas. Domingo R¨ªos, el gran estudioso de la papa canaria, rese?a diez familias que engloban una treintena de variedades.
Algunas de esas papas se cultivan en las islas cercanas (La Palma, El Hierro¡), pero la mayor¨ªa de los sembr¨ªos est¨¢n en Tenerife, y particularmente en las huertas de Icod el Alto. Muy cerca de aqu¨ª se concret¨® en 1622 la primera plantaci¨®n de papas de la que se tiene noticias en la Isla. Las trajo Juan Bautista de Castro desde Per¨² y les dio acomodo en sus tierras de Icod el Alto, en en las huertas de la Casa de la Pared. La casona todav¨ªa sobrevive, aunque medio abandonada y oculta por la mara?a vegetal que cubre las tapias y cierra el camino de acceso. Un emblema de la isla que pide atenci¨®n a voces.
Es la segunda vez que encuentro papa andina fuera de la gran cordillera americana. La primera fue en Chilo¨¦, frente a la Patagonia chilena, donde crece a nivel del mar. En Icod el Alto, en la isla de Tenerife, vuelve a escalar laderas, pero las veo brotar a menos de 1000 metros sobre el nivel del mar. Nada que ver con los sembr¨ªos andinos, casi imposibles por debajo de los 3.500 metros de altitud, donde la pobreza de la tierra y la escasez de ox¨ªgeno minimizan la producci¨®n; una cosecha cada seis, siete o m¨¢s a?os.
Las cosas no llegan a ese extremo en los dominios de Quico, que es como le dicen por aqu¨ª a Francisco Gonz¨¢lez, agricultor desde chico. Me lleva a una de sus parcelas con Judith y Tolio, miembros como ¨¦l de la Asociaci¨®n de Cosecheros de Papa Bonita. El ciclo agrario de sus papas empieza plantando trigo, el a?o siguiente lo dedica a la papa, para consagrar el tercero al chocho (tambi¨¦n le dicen altramuz). Luego queda en barbecho uno, dos y hasta tres a?os. A veces planta millo (ma¨ªz) o jud¨ªas verdes entre hilera e hilera de papas, en la parte baja de los surcos, resumiendo lo esencial de la despensa americana. Los cultivos escalonados en terrazas, al modo de los incas, trepan la monta?a, mientras por detr¨¢s la pendiente se hunde en el Atl¨¢ntico. El paisaje es espectacular.
En las Islas Canarias se habla cada d¨ªa m¨¢s de papas bonitas, torretas, coloradas, yema de huevo o borrallas, certificando que cada una tiene forma, color y nombres diferentes. Todas est¨¢n protegidas por la Denominaci¨®n de Origen Papas Antiguas de Canarias, algo de lo que no puede presumir ninguna papa andina, y viven momentos particularmente complicados. Con el final de siglo lleg¨® la polilla guatemalteca, una plaga sin tratamiento conocido, y se ha prohibido la venta a cualquier mercado europeo, incluido el espa?ol. Solo le queda el mercado local y su cotizaci¨®n ha bajado hasta los 5 euros por kilo. Sigue siendo diez veces m¨¢s de lo que se paga por sus antecesoras americanas.
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