Mejor una dentadura descomunal
No todo el mundo est¨¢ dotado para perorar en p¨²blico, lo cual ser¨ªa requisito indispensable para contratar a un comentarista
UNOS DOMINGOS atr¨¢s, el Defensor Carlos Y¨¢rnoz dedicaba su secci¨®n a glosar y agradecer los desvelos de un veterano lector de EL PA?S que lleva a?os detectando y se?alando incorrecciones, disparates y anglicismos innecesarios en estas p¨¢ginas. El se?or Rojo merece reconocimiento, aunque su tenacidad, a la larga, est¨¦ condenada al fracaso. Yo dej¨¦ de tratar estas cuestiones hace a?os: contra las inundaciones no se puede luchar, pese a que lo hagan de vez en cuando, con acierto y moderaci¨®n, Pedro ?lvarez de Miranda y ?lex Grijelmo. La ¨²nica vez que me dirig¨ª a una Defensora del Lector fue para quejarme de que los redactores, editorialistas y columnistas ignoraran o hubieran olvidado que el verbo ¡°hacer¡± tambi¨¦n se conjuga en casos como este: ¡°Ma?ana har¨¢ un a?o de la muerte de¡¡± O bien, ¡°Ayer hizo un a?o de¡¡± Ahora casi todo el mundo aplica un ¡°hace¡± invariable incluso en frases as¨ª: ¡°Hombre, hace mucho que no te ve¨ªa¡±. Si ahora el que habla ya est¨¢ viendo al otro, tendr¨ªa que haber dicho: ¡°Hac¨ªa mucho¡¡± Aport¨¦ numerosos recortes y la Defensora recogi¨® mi lamento, pero de nada sirvi¨®: no s¨®lo en la prensa escrita, tambi¨¦n en televisi¨®n y radio los locutores aplican ¡°hace¡± en toda ocasi¨®n; aunque est¨¦n diciendo un absurdo. Ya no lo saben.
En estos meses de elecciones continuas y negociaciones y pactos, cualquiera que se asomara a la televisi¨®n sufri¨® una sobredosis de informativos, mesas de an¨¢lisis y tertulias. Hoy hay la consigna de que cualquiera pueda ser cualquier cosa, para no discriminar ni ¡°invisibilizar¡± (verbo idiota donde los haya). As¨ª, un sordo puede ser director de orquesta y un ciego jurado en un festival de cine o ¨¢rbitro, los cojos son polic¨ªas de patrulla y los mancos tambi¨¦n dirigen orquestas con el ment¨®n (estoy exagerando, todo hay que avisarlo hoy). Bueno, bien est¨¢. Lo que ya se me escapa es que sean locutores personas con p¨¦sima dicci¨®n o confusa, o que hablan hacia dentro y se las oye a duras penas, o que pronuncian todo nombre extranjero excesivamente mal. Un cargo de una tele es incapaz de decir ¡°homosexualidad¡±: siempre suelta ¡°homoxesualidad¡± y ¡°homoxesual¡±. Ser¨ªa f¨¢cil correg¨ªrselo, le bastar¨ªa con ensayar. Recuerdo un episodio de una vieja pel¨ªcula de Dino Risi y otros, Los complejos. Se titulaba ¡°Il dentone¡±, y en ¨¦l Alberto Sordi aparec¨ªa con unos dientes gigantescos, en verdad imposibles, del todo desaconsejables para figurar en pantalla, de frente, largo rato. Sin embargo, su dicci¨®n era tan clara y perfecta, la construcci¨®n de sus frases tan impecable, su conocimiento y pronunciaci¨®n de otras lenguas tan acabados, su elocuencia tan cautivadora, que iba pasando una prueba tras otra hasta convertirse, contra zancadillas y pron¨®stico, en el ¡°conductor¡± del telegiornale. ?l, adem¨¢s, no se ve¨ªa el defecto, se cre¨ªa en posesi¨®n de ¡°un divino perfil romano¡±. Es decir, en 1965 se somet¨ªa a examen a los locutores; no cualquiera pod¨ªa realizar ese trabajo, se precisaban ciertas habilidades. Salvando las enormes distancias en cuanto a las consecuencias, no se permitir¨ªa operar a alguien que no fuera cirujano, ni siquiera a un ciego ni a un manco, a los que sin duda hay que ayudar y facilitar el camino. Pero s¨®lo hasta cierto punto, me parece a m¨ª.
Otro tanto vale para los tertulianos que proliferan. M¨¢s all¨¢ de que sepan o no de qu¨¦ hablan, de que sus an¨¢lisis y opiniones iluminen o sean obviedades o sandeces, de que se copien unos a otros y no aporten nada que haga pensar o por lo menos dudar, deber¨ªa exig¨ªrseles un m¨ªnimo de vivacidad en el habla y de capacidad para resumir en sus exposiciones. Los hay que, en cuanto toman la palabra, obran como potentes somn¨ªferos en el espectador. A algunos les cuesta tanto arrancar ¡ªy luego se arrastran como orugas¡ª que me resulta imposible prestarles atenci¨®n. El mero sonido de su voz me ¡°desconecta¡±: a la primera y trabajosa frase ya estoy pensando en mis asuntos. No todo el mundo est¨¢ dotado para perorar en p¨²blico, ni para captar la atenci¨®n y mantenerla, lo cual ser¨ªa requisito indispensable para contratar a un comentarista. Los que m¨¢s abundan, con todo, son los gritones y atropellados (se asegura que ¡°dan espect¨¢culo¡± y hacen subir las audiencias); los que encadenan parrafadas inconexas, taxativas y sin argumentaci¨®n, siempre vociferantes e interrumpi¨¦ndose unos a otros. Como esas charlas ya rara vez son entre cuatro o cinco, sino entre diez o catorce, no se oye ni entiende nada, es un guirigay que en seguida lo lleva a uno a abismarse de nuevo en sus pensamientos y despu¨¦s cambiar de canal o apagar el televisor. No comprendo que a esos individuos (alguno se salva, claro est¨¢) no se les hagan pruebas previas: de articulaci¨®n, de elocuencia, de claridad mental y expositiva, de vivacidad en el uso de la palabra y habilidad para interesar. No me cabe duda de que aquel antiguo ¡°dentone¡± que interpret¨® el gran Alberto Sordi se har¨ªa hoy el amo en nuestro pa¨ªs, con su supuesto perfil romano divino y su dentadura descomunal.?
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