La Manada: 1.080 d¨ªas de caso y 15 a?os de condena
En la ausencia de empat¨ªa est¨¢ el peligro, una atrofia que provoca que cinco hombres violen a una mujer y crean que acaban de correrse la juerga del siglo
Unos hechos probados y dos perspectivas antag¨®nicas. En el caso de La Manada, el mismo relato ha estado casi tres a?os mostrando y destilando dos formas de entender varios conceptos: las relaciones sexuales, el consentimiento, la credibilidad y el tratamiento de las v¨ªctimas, la sexualizaci¨®n de los cuerpos de las mujeres y c¨®mo se convierten en objetos, la libertad sobre sus actos, sus deseos y sus voluntades... Esa misma dicotom¨ªa se sent¨® este viernes en una sala del Tribunal Supremo de Madrid, en la vista p¨²blica de un caso hist¨®rico que ha arrastrado consigo manifestaciones, concentraciones y declaraciones de juristas, pol¨ªticos y feministas, pero tambi¨¦n clich¨¦s, estereotipos e ideas que estaban incrustadas como mugre, tanto como para ponerse a revisar el apartado sobre delitos sexuales en el C¨®digo Penal. ¡°No es abuso, es violaci¨®n¡± ha sido gran parte de la banda sonora de las miles de mujeres que se plantaron en la calle, varias veces, a lo largo del proceso.
1.080 d¨ªas despu¨¦s, la justicia ha decidido que aquella madrugada del 7 de julio de 2016, en aquel portal de la calle de Paulino Caballero de Pamplona, hubo una violaci¨®n. No un abuso con prevalimiento, no una agresi¨®n sexual, "un delito continuado de violaci¨®n". ?La clave? La intimidaci¨®n. Los magistrados ten¨ªan que decidir si aquel cuartucho angosto, la superioridad f¨ªsica y num¨¦rica, la diferencia de edad y el resto de circunstancias que envolvieron aquel cuarto de hora eran susceptibles de causar en la v¨ªctima la idea de que, hiciese lo que hiciese, no podr¨ªa salir de ah¨ª. Y decidieron que s¨ª, hubo intimidaci¨®n ambiental. "El relato f¨¢ctico describe un aut¨¦ntico escenario intimidatorio", se lee en el comunicado del TS. "Pues ya era hora, porque fuimos muchas las que lo vimos desde el minuto uno", se lee en Twitter.
Ese tribunal, ¡ªpresidido por el magistrado Andr¨¦s Mart¨ªnez Arrieta, y compuesto adem¨¢s por Andr¨¦s Palomo, Ana Ferrer, Vicente Magro y Susana Polo como ponente¡ª escuch¨® ayer durante dos horas casi exactas a Carlos Bacaicoa (la acusaci¨®n particular), V¨ªctor Sarasa (ejerciendo la acusaci¨®n popular del Ayuntamiento de Pamplona), Ildefonso Sebasti¨¢n Labayen (ejerciendo la acusaci¨®n popular de la Comunidad Foral de Navarra), Agust¨ªn Mart¨ªnez Becerra (el abogado de la defensa) e Isabel Rodr¨ªguez (por el Ministerio Fiscal). Esta ¨²ltima, con una media sonrisa y apoyada a ratos la barbilla sobre su mano derecha, asist¨ªa al resumen de Mart¨ªnez Becerra, un alegato que podr¨ªa ser el desglose de un manual explicativo sobre la cultura de la violaci¨®n. Sobre por qu¨¦ funciona y se perpet¨²a.
La posici¨®n del abogado sevillano fue desde el principio un dibujo de c¨®mo piensan quienes ven en el cuerpo de una mujer una herramienta para satisfacer sus deseos. Y as¨ª lo ha dicho ¨¦l alguna vez: "Esto son las fantas¨ªas sexuales de cinco imb¨¦ciles". Tal vez sin reparar en que los sue?os er¨®ticos de esos "imb¨¦ciles" han supuesto una pesadilla para, al menos, dos mujeres: la v¨ªctima de Pamplona y la de Pozoblanco. Del relato de esta ¨²ltima se conoce menos. De ella, de la primera, tanto que se conoci¨® su declaraci¨®n ¨ªntegra, a pesar de haber sido a puerta cerrada.
Aquello conect¨® con los miedos, los recuerdos y la inquietud de las mujeres que ped¨ªan que se llamara violaci¨®n a la violaci¨®n, que quer¨ªan que la noche y la calle, en cualquier circunstancia, fueran tambi¨¦n de ellas, y para ellas, el lenguaje, generador de identidad y por lo tanto de realidad, pod¨ªa no entender de tipos penales, pero s¨ª de orden: el que puede llevar a cualquiera a colocarse por un segundo en el lugar de aquella mujer, a recorrer con ella las calles de Pamplona, y a mirar en cualquier direcci¨®n y solo ver brazos desconocidos, risas desconocidas, voces desconocidas, manos desconocidas. La piel, que nos une a quien haya enfrente, se convierte entonces en una amenaza.
Los deseos en torno al sexo, la excitaci¨®n o las ilusiones sobre el coito que cada uno y cada una puedan tener son, obviamente, libres. La imaginaci¨®n coge caminos que pueden ser sorpresivos incluso para quien imagina, la mente va donde le place. Pero cuando esas et¨¦reas ideas se convierten en una realidad que choca con la libertad del otro o de la otra, en este caso la libertad sexual de una mujer de 18 a?os, dejan de ser un intangible y se convierten en hechos que pueden ser constitutivos de delito.
Se ha preguntado la fiscal Isabel Rodr¨ªguez si es que hab¨ªa que pedir a las mujeres actos heroicos en situaciones como esta: una mujer que apenas acaba de cumplir la mayor¨ªa de edad en una ciudad que no es la suya en un cub¨ªculo de apenas tres metros cuadrados rodeada por cinco hombres de complexi¨®n fuerte, mayores que ella, que la mandan callar y le desabrochan la sudadera que llevaba atada a la cintura, el sujetador, le quitan la ri?onera y le bajan los leggins y el tanga. "No consta en los hechos probados que la v¨ªctima consintiera o accediera. No consta que los agresores solicitaran mantener esas relaciones", record¨® la fiscal. Lo que s¨ª consta, a?adi¨®, es "que los autores constri?eron a la v¨ªctima". Fue tajante: "Sometimiento, no consentimiento. Sometimiento".
Donde la fiscal Isabel Rodr¨ªguez vio sometimiento, Mart¨ªnez Becerra vio voluntad; donde ella encontr¨® "gritos que reflejan dolor", ¨¦l vio "gemidos y jadeos"; donde ella percibi¨® una clara vejaci¨®n y humillaci¨®n, ¨¦l vio "juegos preliminares"; donde ella no pudo hallar consentimiento, ¨¦l aludi¨® a que eso "no vale", que s¨ª, que "no es no, pero para que sea no, hay que decir no".
?Vieron v¨ªdeos distintos? ?Leyeron hechos probados diferentes? En absoluto. Pero observaron desde dos lugares muy alejados. Isabel Rodr¨ªguez desde el lugar que la sociedad, en masa, lleva ya varios a?os reclamando como inicio del cambio, uno en el que cualquiera que mire a una mujer no vea un expositor de pechugas y muslos, que es exactamente como un amigo de Prenda lo describi¨®. "El Prenda est¨¢ s¨²per salido, es un enfermo... Parece que est¨¢ viendo un expositor de pollos asados".
Agust¨ªn Mart¨ªnez Becerra desde ese en el que la violencia sexual, en mayor o menor grado, est¨¢ tan naturalizada que es imposible percibirla como tal, sentirla como tal y ejercerla como tal. ?l lo ha repetido hasta el hartazgo, que son inocentes, que ellos "saben" que no son culpables del delito de violaci¨®n y que ¨¦l tambi¨¦n lo cree, que "idiotas, s¨ª", que "gilipollas, s¨ª", que "desgraciados e incultos, s¨ª", pero "no violadores". Que aquello solo era "una mala pel¨ªcula porno".
"Pocas veces he tenido la convicci¨®n de que cinco personas son absolutamente inocentes", dijo este viernes en la vista. Seguro que es cierto, que ellos no se ven como violadores, que ¨¦l no los ve as¨ª y que aquello, tamizado bajo su percepci¨®n, era porno casero. Y ah¨ª, como a ¨¦l le gusta decir, est¨¢ el nudo gordiano. En la ausencia de empat¨ªa, de humanidad, de percepci¨®n de la realidad. Ah¨ª est¨¢ el peligro, en esa atrofia que provoca que cinco hombres violen a una mujer y crean que acaban de correrse la juerga del siglo.
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