Estas mu?ecas negras y con vitiligo libran una gran batalla
Dos peluqueras han creado la colecci¨®n Sibahle (somos bellos en idioma zul¨²) en un intento de cambiar las narrativas y que los juguetes africanos dejen de ser modelos ¡®blancos¡¯
A¨²n no hab¨ªa cumplido tres a?os cuando la hija de Khulile Vilakazi-Ofosu volvi¨® una ma?ana de la guarder¨ªa con un deseo: quer¨ªa que su madre le alisara el pelo y se lo soltara. Quer¨ªa una melena larga y lisa como la de las mujeres de las revistas y los dibujos animados, como la que luc¨ªan las mu?ecas con las que jugaba. Hasta ese momento, Khulile no hab¨ªa reparado en que los modelos con los que estaba creciendo su hija no se correspond¨ªan con su realidad: por mucho que dejara crecer su pelo, nunca iba a tener una melena larga y lisa.
¡°Entonces nos dimos cuenta de la falta de referentes que tienen nuestros hijos. Actualmente hay algunos actores o cantantes afrodescendientes, pero los ni?os siguen educ¨¢ndose en un mundo en el que mayoritariamente los referentes son occidentales cauc¨¢sicos¡±, subraya Khulile. Thor o Ant-Man no son imagen y semejanza de un cr¨ªo de Khayelitsha o Kibera. Tampoco la melena rubia de Barbie se parece a la de la hija de Khulile.
Esta no tard¨® en convencer a su socia Caroline Hlahla de que la peluquer¨ªa que ambas regentaban ten¨ªa que ser tambi¨¦n un escenario descolonizado y descolonizante. Enfrentando los c¨¢nones occidentales de piel clara y pelo liso, pero sobre todo afianzado un nuevo arquetipo. ¡°Estamos tratando de entender por qu¨¦ al negro de las Antillas le gusta tanto hablar franc¨¦s¡±, reflexionaba Frantz Fanon en Piel negra, m¨¢scaras blancas. ¡°Nosotras nos dimos cuenta de que las mu?ecas pod¨ªan tener un impacto grande en la educaci¨®n de nuestros hijos. Pod¨ªan cambiar la narrativa¡±. Su forma de mirar el mundo, responden Khulile y Caroline a la vez, intercambiando palabras de un mismo discurso.
Aunque provienen de entornos socioecon¨®micos distintos, Khulile se cri¨® en los d¨ªas de la esperanza que alumbr¨® el mandato de Nelson Mandela para Sud¨¢frica, mientras que Caroline lleg¨® desde Zimbabue para enfrentarse a un pa¨ªs que ha acabado por mirar con recelo a cualquier migrante por m¨¢s que compartan color de piel, exist¨ªa entre ellas una perspectiva colonial compartida y arraigada en la infancia: ¡°Cuando ¨¦ramos ni?as us¨¢bamos las cerdas de la escoba para hacer peinados a nuestras mu?ecas. Era lo m¨¢s parecido al cabello de las occidentales que ten¨ªamos¡±. Justamente eso era lo que no quer¨ªan para sus hijas. Y por eso decidieron crear sus propias mu?ecas.
Bontle, que significa belleza en lengua sotho; Neha, con rasgos indios; Zuri, belleza en swahili, que es albina; Nobuhle, la que representa la belleza en zul¨²; Ayana, piel mestiza; y Ndanaka, soy bella, en lengua shona, la mu?eca con vit¨ªligo. Toda la colecci¨®n, Sibahle, (somos bellos en idioma zul¨²), resuena bajo el eco de una misma idea: acercar los distintos ideales de belleza a la realidad africana. ¡°Buscamos crear mu?ecas en las que los peque?os se puedan reconocer¡±, subraya Caroline. ¡°Asociar la belleza a ellas mismas, sin tener que buscar referentes externos¡±, a?ade su compa?era en esta aventura de la deconstrucci¨®n. El pr¨®ximo reto es incorporar un mu?eco masculino a la saga.
Antes incluso de que existiese Sibhale, cientos de personas por toda Sud¨¢frica se unieron bajo el lema #RemovalOfWhiteDolls para exigir a las superficies comerciales del pa¨ªs que retiraran las mu?ecas de piel blanca, cintura estrecha y melena rubia y lisa de sus estantes. Esas no son las mujeres reales de su parte del mundo.
Nunca hay que perder de vista la importancia del juego. Seg¨²n la publicaci¨®n de Unicef, Deporte, Recreaci¨®n y Juego, estos tres elementos fortalecen el organismo y evitan las enfermedades, preparan a los ni?os y ni?as desde temprana edad para su futuro aprendizaje, reducen los s¨ªntomas del estr¨¦s y la depresi¨®n y adem¨¢s mejoran la autoestima.
La batalla por la dominaci¨®n cultural
El estreno de Black Panther llen¨® el pasado a?o los cines de todo el continente africano. Por primera vez una gran producci¨®n internacional alteraba el dominio discursivo que retrata las ?fricas como un conjunto homog¨¦neo de fauna salvaje, hambrunas y batallas tribales. Y eso suscit¨® el inter¨¦s de las clases medias locales que a medida que se expanden vertiginosas por el continente ¡ªse estima que para 2050 uno de cada cuatro habitantes del mundo ser¨¢ africano¡ª reclaman representaciones alternativas de s¨ª mismas.
Las grandes multinacionales del entretenimiento han sido las ¨²ltimas en buscar ah¨ª su pr¨®ximo gran negocio. En 2015, Netflix comenz¨® a distribuir filmes nigerianos y se hizo con los derechos de taquillazos locales como October 1st o Fifty. El pasado a?o, durante el festival de Toronto, anunci¨® a bombo y platillo su primera producci¨®n local, Lionheart, pero no ha sido hasta este 2019 cuando se ha consolidado la apuesta por las producciones africanas: Shadow, The Boy Who Harnessed the Wind (El Ni?o que dom¨® al viento, en espa?ol) o el t¨ªtulo para ni?os Mama K's Team 4.
Antes incluso de que existiese Sibhale, cientos de personas por toda Sud¨¢frica se unieron bajo el lema #RemovalOfWhiteDolls para exigir a las superficies comerciales del pa¨ªs que retiraran las mu?ecas de piel blanca, cintura estrecha y melena rubia y lisa de sus estantes
El problema, escribi¨® el comentarista cultural Daniel Okechukwu en un art¨ªculo acerca Nigerian Prince, otra producci¨®n hollywodiense ambientada en esta pa¨ªs y estrenada el pasado a?o, es que la representaci¨®n del pa¨ªs como ¡°un lugar donde todos pelean por dinero, bien trabajando hasta la extenuaci¨®n en un empleo sin futuro o uni¨¦ndose a la cultura clandestina de la estafa¡± puede ¡°molestar a un nigeriano que vive en Nigeria¡±, pero funciona entre su audiencia primaria, la occidental, ¡°confirmando la idea que ya tienen¡±. Lo mismo que sucede con Black Panther y con buena parte de los ¨²ltimos estrenos de las grandes productoras.
A los j¨®venes africanos les enorgullece que Nairobi sea un personaje aclamado en La Casa de Papel o de que Disney convirtiese la historia de la joven prodigio del ajedrez ugand¨¦s en la aclamada La reina de Katwe, pero recelan cuando sus territorios son representados como refugios para yihadistas en Eye in the Sky o como escenarios de barbarie en Hotel Ruanda o El ¨²ltimo rey de Escocia.
¡°Nosotras nos centramos en los colectivos m¨¢s desfavorecidos que habitualmente no est¨¢n representados para mostrar la diversidad que existe en el continente. Estamos obsesionadas con explicar que ?frica no es un pa¨ªs, sino muchas culturas¡±, asevera Khulile. Eso supone elaborar un modelo base para su mu?eca con nariz plana y mejillas redondas ¡ªes el ¨²nico elemento del juguete que se elabora por el momento fuera del continente¡ª pero llenarlo de identidades: pieles, peinados, ropas y nombres.
Esta apuesta por la diversidad, cultural mas tambi¨¦n pragm¨¢tica (las mu?ecas tienen trajes y complementos a juego, desarrollados a partir de tejidos y dise?os locales), es la clave de ¨¦xito de Sibhale, por encima de otras iniciativas similares que ya existen en otros puntos del continente. Incluso la ic¨®nica Barbie de Matel est¨¢ intentando dejar atr¨¢s el arquetipo sexista y racista que la persegu¨ªa con una colecci¨®n de mu?ecas con diferentes tonos de piel, color de pelo y tipos de cuerpo.
Mientras asoma la competencia, a la tienda que Khulile y Caroline regentan en uno de los barrios m¨¢s pudientes de Johannesburgo siguen llegando pedidos de todo el mundo. De Estados Unidos, Espa?a, Rusia e incluso Korea. La gente encarga mu?ecas y devuelve gestos de gratitud: ¡°Soy yo¡±, se observa decir a una peque?a con albinismo al abrir su regalo. Caroline conserva orgullosa el v¨ªdeo en su tel¨¦fono.
¡°Mucha gente nos dice: ojal¨¢ hubi¨¦semos tenido algo as¨ª cuando nosotros ¨¦ramos ni?os. De hecho¡±, contin¨²a Khulile, ¡°adem¨¢s de para los cr¨ªos, lo compran tambi¨¦n para ellos¡±.
Lo que cuenta el cabello
A sus 13 a?os, Zulaikha Patel hab¨ªa tenido que cambiar ya tres veces de escuela cuando en 2016 se enfrent¨® a los responsables de la Pretoria High School for Girls porque le recordaron que deb¨ªan ajustarse a las normas de imagen del centro, esto es, cortar y alisar su esplendorosa melena afro. Dec¨ªan que su ex¨®tica cabellera supondr¨ªa una distracci¨®n para otras alumnas.
La instant¨¢nea de la rebeli¨®n de Zulaikha se convirti¨® en el ¨²ltimo icono de una lucha que est¨¢ en el origen mismo del movimiento negro en el mundo y de la lucha anti apartheid en Sud¨¢frica. Las Panteras Negras o el propio Black Consciousness Movement sudafricano convirtieron la imagen de sus cabelleras en parte de su reivindicaci¨®n.
La narrativa colonial se hab¨ªan encargado de transformar el pelo natural de la poblaci¨®n negra en sin¨®nimo de lo indeseable. Primero popularizando su imagen salvaje ¡ªtraducida en el peyorativo fuzzy-wuzzy con el que los soldados brit¨¢nicos tildaban a las tropas sudanesas durante la guerra mahdista¡ª y asoci¨¢ndolo despu¨¦s la suciedad al peinado rasta. No obstante, la mayor treta de los colonizadores fue negar la propia esencia de las culturas africanas en el cuidado del cabello: obviando la existencia de tradiciones antiqu¨ªsimas para tratar y decorar el pelo e imponiendo posteriormente medidas de buena presencia que med¨ªan la longitud de las trenzas como si el pelo rizado pudiese medirse igual que el liso.
La narrativa colonial se hab¨ªan encargado de transformar el pelo natural de la poblaci¨®n negra en sin¨®nimo de lo indeseable. Primero popularizando su imagen salvaje y asoci¨¢ndolo despu¨¦s la suciedad al peinado rasta
Pese a las victorias en las guerras de independencia, el imaginario colectivo del mundo sigue controlado por el gui¨®n etnocentrista occidental: el pelo afro, los clasificados como cabellos 4a, 4b y 4c, son la representaci¨®n est¨¢ndar de las poblaci¨®n afrodescendientes, cuando en realidad esta tipolog¨ªa de cabello y sus tratamientos asociados son s¨®lo una m¨¢s entre los cientos de t¨¦cnicas y estilos de peinado existentes, al tiempo que rara vez los ideales de belleza universales se asocian con su imagen. Casos como el de la actriz Lupita Nyong¡¯o son una excepci¨®n acompa?ada demasiado a menudo del adjetivo ex¨®tico.
Las consecuencias de este dictado de la imagen se observan en cada rinc¨®n del continente donde las j¨®venes ahorran compulsivamente para ponerse extensiones o comprarse cuanto antes un peluca que les devuelva ante el espejo lo que Netflix e Instagram les dibuja como meta. ¡°Creo que nos han lavado el cerebro. Las j¨®venes creen que lo que se espera de ellas es lo que ven en la televisi¨®n y en las pel¨ªculas. Yo no tengo nada en contra de que lleven estos pelos artificiales, s¨®lo trato de mostrarles lo bello que puede llegar a ser su propio pelo¡±, afirma la keniana Michelle Ntalami, quien hace seis a?os convenci¨® a un grupo de modelos y amigas para que empezaran a mostrar su cabello natural. Logro involucrar a m¨¢s de 500 personas que a¨²n hoy mantienen viva la iniciativa. ¡°Nuestra peque?a revoluci¨®n¡±.
Aunque est¨¢ a punto de cerrar, frente al escaparate de la peluquer¨ªa que Caroline y Khulile mantienen en el mismo local que la tienda de mu?ecas, hay todav¨ªa varias j¨®venes. Observan, sin atreverse a entrar, lo que se dibuja tras los cristales. En una de las estanter¨ªas destacan varios bustos con ideas para peinados. Junto a los sillones, ellas son ejemplo real de que es posible lucir arreglos m¨¢s all¨¢ de trenzas, extensiones y pelucas. ¡°A muchas de estas chicas les faltan referentes¡±, sentencia Caroline, ¡°Crecen pensando que su pelo no es bonito porque no sale en las revistas ni en las pel¨ªculas, y no saben el potencial que tienen porque a sus madres tampoco les ense?aron c¨®mo tratarlo¡±.
Pero todo eso ya est¨¢ cambiando. En parte gracias a unas mu?ecas.
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