Lo que Bolsonaro niega. Viaje a la Amazonia brasile?a arrasada por el fuego
Estos son los escenarios de una de las mayores tragedias ecol¨®gicas de los ¨²ltimos a?os: el bosque amaz¨®nico brasile?o devorado por las llamas en verano. Tambi¨¦n ardi¨® en otros pa¨ªses como Bolivia o Per¨². Pero m¨¢s all¨¢ de los titulares, de las guerras diplom¨¢ticas y de las cenizas, sigue latente un problema mucho m¨¢s antiguo, complejo y da?ino que amenaza este gran emblema medioambiental, ocho millones de kil¨®metros cuadrados de naturaleza donde la deforestaci¨®n sigue su curso con impunidad.
ESTOS ?RBOLES centenarios rara vez arden por s¨ª mismos. Incluso cuando este tesoro ambiental prende por un rayo, la humedad es tan alta y las copas de los ¨¢rboles, tan tupidas, que las llamas se suelen extinguir solas. Pero cada temporada seca los fuegos causados por humanos devoran cientos de kil¨®metros cuadrados de la Amazonia, este vast¨ªsimo territorio que evoca misterios y aventuras. Este a?o fue en cierta manera distinto. Hubo m¨¢s incendios, s¨ª. Fue el peor agosto desde 2010. Pero los fuegos tambi¨¦n llegaron antes. Ard¨ªa el mayor bosque tropical del mundo en Brasil, en Bolivia, en Per¨²¡ Tuvo una repercusi¨®n desconocida, planetaria, que conmocion¨® a ciudadanos (y mandatarios) de todo el mundo. A cient¨ªficos y ambientalistas les sorprendi¨® menos, pero acrecent¨® la preocupaci¨®n por la emergencia clim¨¢tica que los acompa?a hace tiempo.
La cat¨¢strofe hundi¨® una reputaci¨®n ambiental que Brasil hab¨ªa construido durante a?os. Pero tambi¨¦n ha tenido un cierto efecto bals¨¢mico. Este septiembre la Amazonia brasile?a ha ardido menos, contra los pron¨®sticos m¨¢s pesimistas. Y las lluvias han apagado los peores incendios de la historia de Bolivia. Pero el peligro persiste. Es mucho m¨¢s profundo, complejo y da?ino que el fogonazo del pasado agosto al que dieron vuelo el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, en el papel de gran defensor de la Amazonia, y el brasile?o, Jair Bolsonaro, visto como la gran amenaza.
Lo que est¨¢ en juego es el futuro de este gran territorio verde bautizado por los conquistadores en honor a las bravas guerreras con las que se toparon. A los cient¨ªficos (y cada vez a m¨¢s ciudadanos) les importa porque es un bioma clave para mitigar el calentamiento global, absorber CO2, conservar miles de especies de animales, de insectos a p¨¢jaros, y plantas¡ Pero, a ojos del presidente Bolsonaro y de una parte de sus votantes en el campo, no es exactamente eso. Lo dej¨® bien claro este octubre con una de sus c¨¦lebres frases que son su gran se?a de identidad para horror de los grandes inversores y entusiasmo de sus seguidores m¨¢s fieles: ¡°El inter¨¦s en la Amazonia no es el indio o el puto ¨¢rbol, son los minerales¡±.
La alerta
5 de agosto. Brasil. Llega la primera alerta en forma de noticia en un diario local. Informa de que se gesta un delito, se?ala sospechosos e incluso da la fecha. La Folha do Progresso publica que rancheros y agricultores de la peque?a ciudad de Novo Progresso (Par¨¢) se han coordinado para un D¨ªa del Fuego. El 10 empezar¨¢n a quemar tierras con vistas a deforestarlas o despejar pastos. La fechor¨ªa tiene una segunda intenci¨®n, pol¨ªtica. Saludar a Bolsonaro, aplaudir su feroz discurso a favor de desarrollar la Amazonia casi a cualquier precio. Las autoridades est¨¢n informadas, pero no saben, no quieren o no pueden impedirlo. El 10, los focos en torno a Novo Progresso se multiplican. El 12, el organismo oficial encargado de preservar el medio ambiente en Brasil, Ibama, informa al fiscal de que sus inspectores no pueden ir a investigar la denuncia porque la polic¨ªa no les da la protecci¨®n que requieren. No son los ¨²nicos con miedo. Ante las amenazas, el periodista Adecio Piran decide ocultarse unos d¨ªas.
Aquel aquelarre no fue el detonante ni el principal responsable de los graves incendios, pero da idea de la complejidad y los m¨²ltiples intereses que se superponen en esta crisis pol¨ªtico-ambiental que acapar¨® titulares en el mundo entero en agosto, al principio de la temporada seca, que dura hasta octubre.
¡°La anomal¨ªa fue el n¨²mero de fuegos, el m¨¢ximo desde 2010, y que el pico fuera en agosto, cuando suele ser en septiembre¡±, recalca Ane Alencar, directora de ciencia del Instituto de Investigaci¨®n Ambiental de la Amazonia (Ipam), una organizaci¨®n no gubernamental. ¡°Lo que nos asust¨® fue el aumento abrupto de focos. Pensamos que septiembre podr¨ªa ser mucho peor porque la deforestaci¨®n tambi¨¦n est¨¢ aumentando¡±. Las queimadas suelen ser el ¨²ltimo cap¨ªtulo de la deforestaci¨®n. Primero se talan los ¨¢rboles, se dejan secar durante meses y despu¨¦s se queman los restos y los matojos para despejar el terreno.
El Gobierno brasile?o se vio obligado a tomar medidas inmediatas ante el calibre de las cr¨ªticas. El presidente vet¨® durante 60 d¨ªas todo fuego en la Amazonia, despleg¨® a miles de militares y los inspectores ambientales fueron reactivados. Gracias a este c¨®ctel, ¡°los incendios de septiembre estuvieron un poco por debajo de la media¡±, explica Alencar. Pero el problema de fondo sigue ah¨ª, en cocci¨®n. Para esta cient¨ªfica, el detonante de la crisis veraniega es evidente: ¡°El Gobierno federal ha dado se?ales de que desmontar¨¢ la legislaci¨®n ambiental, ha debilitado la fiscalizaci¨®n con recortes de presupuesto y reducci¨®n de operaciones, ha desacreditado las mediciones del INPE [Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales, el organismo oficial que monitorea la deforestaci¨®n y los incendios], dice que no quiere el dinero del Fondo Amazonia [ayuda extranjera que premia el descenso en la deforestaci¨®n]¡ Y eso en el mundo rural significa ¡®puedo hacer lo que quiera porque no voy a ser castigado¡±.
El escenario
Durante d¨ªas, las llamas que devoraban la Amazonia ¡ªtan s¨ªmbolo de Brasil como el f¨²tbol o la samba¡ª abrieron peri¨®dicos e informativos. La inmensidad de la regi¨®n es un desaf¨ªo tambi¨¦n cuando se trata de trasladar equipos de bomberos o inspectores. En algunos lugares no ha cambiado tanto desde que Theodore Roosevelt lo recorri¨® con el mariscal brasile?o C?ndido Rondon en una expedici¨®n cient¨ªfica tras abandonar la Casa Blanca o desde que Henry Ford construy¨® una ciudad del caucho, ahora abandonada, a orillas del Amazonas. Es un territorio de frondoso bosque (aunque menguante) que se extiende por nueve pa¨ªses. Son ocho millones de kil¨®metros cuadrados (16 veces Espa?a) cuarteados por caudalosos r¨ªos, donde las carreteras son escasas y repletas de baches. Mejor as¨ª, dicen los ambientalistas, porque la experiencia demuestra que al asfalto le suele seguir la deforestaci¨®n. Cualquier desplazamiento requiere m¨¢s tiempo, m¨¢s paciencia y sale m¨¢s caro que en cualquier otra regi¨®n de Brasil. Son lugares a los que el Estado muy dif¨ªcilmente llega; cuando lo hace, es a menudo de la mano de los militares, por ejemplo, a bordo de barcos que son ambulatorios m¨®viles.
Del lado brasile?o, los focos se concentraron especialmente en el Estado de Mato Grosso, en una de las fronteras agr¨ªcolas de Brasil. No es de extra?ar porque, como recalcan los cient¨ªficos, donde el bosque est¨¢ bien conservado el fuego no avanza. Pero la naturaleza y la industria agr¨ªcola libran un duelo feroz en toda la franja sur de la regi¨®n amaz¨®nica. El boom de las materias primas dispar¨® las exportaciones de esta potencia agr¨ªcola y gener¨® enormes riquezas, aunque a menudo a much¨ªsimos kil¨®metros de los cultivos. Colocaron a Brasil en la cresta de la ola. Millones de brasile?os salieron de la pobreza, algunos para caer de nuevo en ella.
La Amazonia es una especie de lejano Oeste donde los intereses econ¨®micos son astron¨®micos, y el brazo de la ley, d¨¦bil o inexistente. All¨ª no es raro encontrarse con fazendeiros orgullosos de los ¨¢rboles que han talado o con ind¨ªgenas que admiten que lo que comenz¨® como una quema de arbustos se les fue de las manos, como constat¨® la fot¨®grafa espa?ola de la agencia Magnum Cristina de Middel mientras viajaba en coche tras la estela de los incendios. Por si el contraste entre el mundo ind¨ªgena y el de las explotaciones agr¨ªcolas de tecnolog¨ªa punta fuera poco, el lugar est¨¢ impregnado por una cultura que parece directamente importada de los noventa en el Medio Oeste de Estados Unidos. Con sus rodeos, sus camionetas y su reina del ma¨ªz.
Es un mundo casi sin leyes. Y si las hay, a menudo no hay quien las haga cumplir. O quien castigue al que las viola. Un enorme vac¨ªo en el que anidan las bandas criminales que talan ilegalmente, extraen minerales en reservas protegidas, invaden tierras, falsifican t¨ªtulos de propiedad con enga?os o sobornos¡ Ellos son los culpables directos de los incendios criminales, vinculados a menudo a la deforestaci¨®n. Esos fuegos conviven con los de toda la vida, los que regeneran pastos. Son tierras de inmensos cultivos con islas de selva donde viven ind¨ªgenas en reservas legalmente protegidas que no pueden evitar que los pesticidas contaminen las aguas y los suelos de los que se alimentan desde hace milenios.
Jean Pierre Ometto, coordinador del centro de Ciencia Terrestre del INPE, aunque aclara que aqu¨ª habla a t¨ªtulo personal, recalca que ¡°los incendios causan un da?o ambiental grande, sobre todo, si afectan a ¨¢reas de bosque. Da?an la biodiversidad, el clima, los ciclos h¨ªdricos, el suelo, causan problemas atmosf¨¦ricos, contaminan y afectan negativamente a la salud¡±. El cient¨ªfico apela a la cautela, no ve una relaci¨®n directa causa-efecto entre el discurso presidencial y el aumento de los incendios este agosto. Lo que le parece crucial es que los delitos sean perseguidos. ¡°Una ilegalidad es una ilegalidad. Combatir a los criminales es una funci¨®n importante del Estado. Y el pa¨ªs tiene que pensar en alternativas econ¨®micas para explotar el potencial de manera armoniosa con el medio ambiente¡±, dice.
Uno de los mayores focos de conflicto son los 650.000 kil¨®metros cuadrados (equivalente al tama?o de Francia) de tierras p¨²blicas a las que el Estado no ha dado uso ninguno y que son presa f¨¢cil de delincuentes. Cualquier actividad en ellas est¨¢ prohibida, pero ?qui¨¦n est¨¢ ah¨ª para fiscalizar? Nunca fue f¨¢cil, pero ahora ni siquiera existe una gran voluntad pol¨ªtica.
Bolsonaro, Rousseff y Da Silva
El presidente ultraderechista tiene toda la intenci¨®n de explotar econ¨®micamente las tierras que habitan los ind¨ªgenas para ¡°sacarlos de la edad de piedra en la que los tienen las ONG¡±. Son los planes que Francisco, un papa ecologista, engloba en ¡°los nuevos colonialismos¡± que amenazan a los pueblos abor¨ªgenes, que conservan la naturaleza como nadie. Las reservas ind¨ªgenas son las zonas menos deforestadas. Al mandatario brasile?o le persigue lo que dice, pero tambi¨¦n act¨²a. Su Gobierno est¨¢ desmantelando los pilares de la pol¨ªtica que convirtieron a Brasil en un ejemplo ecol¨®gico, seg¨²n los anteriores ministros de Medio Ambiente. El resultado es que los incendios han aumentado, la deforestaci¨®n se ha disparado ¡ªseg¨²n indican las cifras preliminares¡ª, las inspecciones han disminuido y las multas ambientales se han desplomado. Los tr¨¢mites para ampliar la superficie de tierras con protecci¨®n legal est¨¢n paralizados.
En ese contexto, llegaron agosto y los fuegos. Cada titular era un golpe en la imagen exterior de Brasil. ¡°Frente a la reacci¨®n internacional y el mensaje agresivo de Macron, Bolsonaro se envuelve en la bandera y toca el tambor nacionalista¡ ?La Amazonia es nuestra! ?Veis c¨®mo nos la quieren quitar?¡±, recuerda el analista Matias Spektor, de la Fundaci¨®n Getulio Vargas. Bolsonaro insiste en que las leyes medioambientales brasile?as ¡ª las mismas que debilita¡ª son de las m¨¢s restrictivas del mundo y que Brasil emite mucho menos carbono que los pa¨ªses industrializados. Spektor explica que el retroceso en pol¨ªtica medioambiental brasile?a no empez¨® en enero, con la toma de posesi¨®n de Bolsonaro. Fue a?os antes. ¡°El de ahora es un retroceso acelerado, con ganas, con convicci¨®n ideol¨®gica. Pero la izquierda en Brasil no fue proambiental con convicci¨®n ideol¨®gica¡±.
Fue la dictadura militar (1964-1985) la que empez¨® a promover el desarrollo de la parte m¨¢s inexplorada del pa¨ªs. Despu¨¦s vinieron la deforestaci¨®n brutal, la creciente fuerza de los movimientos ambientalistas internacionales, la campa?a del cantante Sting con el l¨ªder ind¨ªgena brasile?o Raoni Metuktire para alertar al mundo sobre las amenazas a la Amazonia (el mismo que con 89 a?os acudi¨® al G7 invitado por Macron). El presidente Fernando Henrique Cardoso inaugur¨® a finales del siglo XX las pol¨ªticas de protecci¨®n ecol¨®gica, Lula da Silva las consolid¨® y las culmin¨® Marina Silva como ministra de Medio Ambiente. La deforestaci¨®n cay¨® por la presi¨®n y los incentivos. Naci¨® el Fondo Amazonia, que costea proyectos de preservaci¨®n ambiental cuando disminuye la deforestaci¨®n, un instrumento de gesti¨®n brasile?a que pagan Noruega y Alemania, paralizado desde que gobierna Bolsonaro.
Pero en 2009 la construcci¨®n de una central hidroel¨¦ctrica en la Amazonia abri¨® un cisma en el Gobierno del Partido de los Trabajadores. La ecologista Silva perdi¨® frente a la ministra de Energ¨ªa, Dilma Rousseff. La infraestructura se construy¨®. Rousseff se convirti¨® en presidenta y poco a poco se debilitaron las pol¨ªticas ambientales. Tras caer hasta 2012, la deforestaci¨®n empieza a aumentar gradualmente. Cuando se conozcan las cifras definitivas del ¨²ltimo a?o se sabr¨¢ c¨®mo ha influido la presidencia de Bolsonaro.
Macron, Greta y el mundo
La reacci¨®n dentro y fuera de Brasil ante los incendios fue inmediata porque, como dice la generaci¨®n Greta, no hay planeta B. Gracias a esos adolescentes el medio ambiente se ha convertido este a?o en una prioridad pol¨ªtica para los mandatarios de medio mundo. Bolsonaro no est¨¢ entre los l¨ªderes convertidos al ecologismo, aunque de ¨¦l y de sus pol¨ªticas depende el futuro inmediato de Amazonia porque el 60% de ella est¨¢ en territorio brasile?o. Macron, que con Angela Merkel marca en corto a su hom¨®logo brasile?o en cuestiones ecol¨®gicas, aprovech¨® que era el anfitri¨®n del G7 con los pa¨ªses m¨¢s industrializados en Biarritz (Francia) para convertir las queimadas en uno de los asuntos capitales de la cumbre.
Uno de sus tuits toc¨® un nervio. ¡°Nuestra casa est¨¢ ardiendo. Literalmente. El bosque amaz¨®nico, el pulm¨®n que produce el 20% del ox¨ªgeno del planeta, est¨¢ en llamas. Es una crisis internacional. Miembros de la cumbre del G7 vamos a discutir esta emergencia de primer orden en dos d¨ªas¡±, escribi¨® bajo una foto. Aquel posesivo ¡ªnuestra casa¡ª cay¨® como un rayo en el tradicional discurso sobre la soberan¨ªa de la Amazonia de los mandatarios brasile?os. Poca broma con eso. Antes incluso de la crisis, Bolsonaro hab¨ªa proclamado que ¡°Brasil es una virgen que todo pervertido de fuera quiere¡±. Para colmo, la foto que Macron us¨® para dar la voz de alarma al mundo era de hace a?os. El choque de egos presidenciales fue memorable. Un hito en la tuitplomacia.
El emblema y la presi¨®n
Amazonia, convertida en emblema medioambiental mundial, era uno de los pocos asuntos en los que el G7 pod¨ªa ponerse m¨¢s o menos de acuerdo en estos tiempos de guerra comercial y Brexit. Los mandatarios ofrecieron a Brasil una ayuda que su presidente se apresur¨® a rechazar si su hom¨®logo franc¨¦s no se disculpaba. No lo hizo. El dinero jam¨¢s se materializ¨®. El brasile?o ni siquiera respondi¨® a la oferta de la Uni¨®n Europea, cuya ayuda s¨ª aceptaron pa¨ªses vecinos.
La pol¨¦mica y algunos boicoteos alarmaron al poderoso sector agropecuario brasile?o. Sus representantes se colocaron del lado de los ambientalistas en defensa del bosque tropical porque lo contrario perjudica a los negocios; y porque es m¨¢s valioso en pie que destruido. Con el acuerdo Mercosur-Uni¨®n Europea reci¨¦n cerrado, pero pendiente de un proceso de ratificaci¨®n, el medio ambiente es una palanca vital. El analista Spektor ve ¡°un riesgo que la UE no quiera pagar el coste de perder el acuerdo comercial¡± y rebaje el tono de la cr¨ªtica. ¡°Sin sanciones y presi¨®n veo dif¨ªcil un cambio de rumbo en la pol¨ªtica ambiental¡±, insiste. Quien ha querido escucharlos ya conoce el veredicto de los cient¨ªficos. La fascinaci¨®n por la Amazonia sigue muy viva. Y no parece que esta juventud decidida a frenar el veloz deterioro del planeta vaya a desistir o dar tregua a sus mayores.
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