Qu¨¦ es la ansiedad, por qu¨¦ cocinar en casa y para qu¨¦ est¨¢n los vecinos: tres grandes lecciones de 2019
As¨ª nos han abierto los ojos a estas realidades este a?o tres personas que tienen mucho que decir sobre la forma en que vivimos
Ahora que 2020 va a comenzar, es inevitable echar la vista atr¨¢s y hacer balance de lo que hemos aprendido este a?o. Y ha sido mucho. Empezamos 2019 creyendo que la zozobra vital de la ansiedad era un mal (tratable) de unos pocos, quemando la visa en apps de comida a domicilio y sin ser conscientes de c¨®mo sacar partido al enorme capital humano que suma un buen vecindario. Luego tres personas nos abrieron los ojos a una vida mejor.
La voz que alert¨® de la Espa?a de las cocinas vaciadas
Menuda paradoja: cada vez hay m¨¢s cocinillas que no tienen ni remota idea de cocinar. Buscamos recetas variopintas en Internet, nos enganchamos a todas las ediciones de MasterChef, veneramos cualquier foto de Instagram con un plato saludable¡, pero luego vamos a la cocina, abrimos una lata, tres minutos al microondas y listo. El abuso de "ultraprocesados" es una de las causas de la epidemia de obesidad en Occidente. Los dietistas-nutricionistas se echan las manos a la cabeza: "Hay que cocinar m¨¢s", dicen. Pero no es tan f¨¢cil como parece; las causas y consecuencias de no hacerlo son complejas.
Isabel Gonz¨¢lez Turmo, doctora en Antropolog¨ªa Social por la Universidad de Sevilla, ha analizado el fen¨®meno en las p¨¢ginas de Cocinar era una pr¨¢ctica (Trea, 2019): "Ya nadie sabe lo que es 'echarle al guiso lo que pide', se ha perdido la tradici¨®n oral de las recetas y, por tanto, su diversidad y riqueza. Antes ning¨²n gazpacho era igual a otro". Ante la duda de si se trata de una cuesti¨®n de clase (no pocos estudios se?alan que pedirle a alguien que dedique m¨¢s tiempo a cocinar y compre solo productos frescos requiere de un poder¨ªo econ¨®mico), Turmo se rebela: "Quiz¨¢s sea cierto en los pa¨ªses ricos. En los pobres, donde las familias son numerosas y es probable que tengas hasta a un vecino a tu cargo, se sigue haciendo el milagro de la multiplicaci¨®n, y cada vez se cocina m¨¢s". En Espa?a, apenas llegamos a una hora al d¨ªa, y es una cifra en descenso, seg¨²n un estudio de la empresa de investigaci¨®n de mercados GFK.
El modo en que las cocinas se integran en las casas, desde luego, no ayuda. "La estandarizaci¨®n de los pisos las convirti¨® en un espacio vergonzante, donde los electrodom¨¦sticos est¨¢n pr¨¢cticamente ocultos: un pasillo al que entrar y salir corriendo. Ya nadie hace vida en ellas. Pero es que ahora, con su incorporaci¨®n al sal¨®n, la cosa es igual o peor: es un mero sitio para trocear, calentar y servir, porque nadie quiere que los olores a fritos, carne mechada o alb¨®ndigas se apoderen del sal¨®n", afirma la antrop¨®loga. Para colmo, cada uno come a su hora (la individualizaci¨®n, desde luego, no se presta al fuego lento).
Y estamos rodeados de artilugios, para hacer espumas u otras virguer¨ªas, cuya funci¨®n es acumular polvo. Lo narra as¨ª la autora: "Se compran para una cocina de lucimiento. No los usas en casa en tu d¨ªa a d¨ªa, sino, a lo sumo, en las cenas semanales con amigos (si es un grupo de seis, te toca cada mes y medio). No te da tiempo a aprender a manejarlos. Te frustras y los abandonas". El relato es tan profundo que hasta hay pensadores que describen el regreso a los hornillos como un acto revolucionario. Michael Pollan, autor de Cocinar. Una historia natural de la transformaci¨®n (Debate): "Cocinar es una manera de protestar contra la especializaci¨®n, contra la total racionalizaci¨®n de la vida, contra la infiltraci¨®n de los intereses comerciales en todas las facetas de nuestra existencia". Ah¨ª es nada.
Contra el disparate de hacer de la ansiedad una enfermedad
Eparquio Delgado tiene m¨¢s de 11.000 seguidores en Twitter. Poco para un futbolista o una estrella del rock. Pero mucho para un psic¨®logo de Tenerife (trabaja en Centro Rayuela) que reparte mensajes tan poco sexis como los siguientes: "La psicolog¨ªa no explica la alegr¨ªa", "No hay soluci¨®n para todo", "No tengo f¨®rmulas antisufrimiento", "Tampoco dispongo de herramientas eficaces para decirle a nadie c¨®mo tiene que vivir"¡ Nunca le escucharemos hacer alusi¨®n al s¨ªndrome del impostor, la vigorexia u otros presuntos trastornos que califica de "inventados" y con cuya mera menci¨®n se venden libros y devoran art¨ªculos por todo el mundo.
El propio t¨¦rmino de salud mental le espanta: "?Qui¨¦n decide si yo estoy sano mentalmente? ?Y con qu¨¦ criterio? Si no hay ni un solo marcador biol¨®gico que lo indique¡" Y hasta la ansiedad le parece un concepto distorsionado: "Todos pasamos por episodios que la despiertan. Convertirla en enfermedad es un disparate". ?El antipsic¨®logo del a?o? Efectivamente, si es que considera esta disciplina una fuente de autoayuda y verborrea; pero si algo reivindica el divulgador en sus redes es la pr¨¢ctica respetuosa de la profesi¨®n, que solo es capaz de dar pautas individualizadas¡ y lo m¨¢s lejos posible del bote de pastillas.
"Buscar en el cerebro la causa de nuestro sufrimiento, y no en lo que sucede en el entorno, es un error", asevera el tambi¨¦n autor de Los libros de autoayuda ?vaya timo! (Laetoli): "Y cada vez hay m¨¢s gente sensibilizada con ello. No por mi divulgaci¨®n, sino por la realidad que est¨¢n destapando todas las recientes noticias sobre pobreza, desempleo, casas de apuestas¡ Ya es insostenible mantener que si alguien lo pasa mal es culpa de su interior". De ah¨ª, que todas las ¨²ltimas noticias de famosos haciendo p¨²blicos sus problemas mentales (otro gran fen¨®meno de 2019) le despierten sensaciones encontradas: "Ayuda a la visibilizaci¨®n, pero no creo que acabe con el estigma, porque esto es mucho m¨¢s profundo. El modelo biom¨¦dico ha estigmatizado el sufrimiento. Ahora, ?c¨®mo se destigmatiza si no es yendo a la ra¨ªz?".
Su hoja de ruta: dejar de convertir en enfermedad cualquier sentimiento desagradable y recuperar la psicolog¨ªa como un viaje a lo profundo del sujeto (donde est¨¢n placeres, frustraciones, deseos e historia de vida), y no tanto a su masa gris. Sin olvidar que, adem¨¢s, hay un componente cultural. "Un ejemplo cl¨¢sico de consulta: personas que pierden a sus madres y vienen al d¨ªa siguiente porque est¨¢n desoladas. ?C¨®mo no van a estarlo! El duelo antes se entend¨ªa, pero ahora enseguida se busca ayuda profesional. Se desnaturaliza la vida. Yo, por supuesto, los mando a casa. Les digo: 'Vuelve dentro de un mes si sigues igual'. Nunca regresan".
En busca de los vecinos para alejar la soledad
La desconfianza hacia los avances tecnol¨®gicos se remonta a tiempos de S¨®crates, que ya auguraba que la nueva tradici¨®n de la escritura acabar¨ªa con el poder de la memoria. "Antes de odiar los tel¨¦fonos, odiamos las ciudades", han escrito en sus informes sobre innovaci¨®n tecnol¨®gica los soci¨®logos Keith Hampton y Barry Wellman. Que las redes nos a¨ªslan, disparan los niveles de ansiedad, incitan al conocimiento superfluo o sacan a relucir al malcarado trol que muchos llevan dentro, es una realidad que unos cuantos estudios han puesto sobre la mesa. Sin embargo, el a?o que despedimos ha estado lleno de ejemplos de la otra cara de la moneda, con la consolidaci¨®n de plataformas digitales que refuerzan el tejido local. Como las redes sociales son relativamente nuevas, el estudio cient¨ªfico sobre sus efectos tambi¨¦n lo es. Y ahora surgen autores que cuestionan mensajes agoreros sobre su uso. "?Y si la oportunidad que ofrecen estuviera a la altura del coste?", plantean.
Nextdoor es una de ellas, que cierra el ejercicio con presencia en 3.000 barrios de Espa?a, en 250 ciudades y pueblos. "Las relaciones que aqu¨ª se forjan tienen un impacto en la vida real de las personas, provocan la celebraci¨®n de actividades en el barrio, el encuentro con vecinos y la creaci¨®n de un espacio de solidaridad y ayuda", asevera Joana Caminal, responsable de la comunidad en Espa?a. La iniciativa #MiPuertaEst¨¢Abierta, que combate la soledad no deseada (dos millones de personas en este pa¨ªs viven solas), se ha consolidado con ¨¦xito. En ella, a las organizaciones implicadas (desde Cruz Roja a la Federaci¨®n Amigos de los Mayores), se suman los usuarios que han dado fuerza al fen¨®meno, como Valeria Laguna y su grupo vecinal de Gaztambide, en Madrid.
La decoradora, de 35 a?os, se vali¨® de esta red social en febrero de 2019, cuando su novio la dej¨® de forma inesperada. "Me sent¨ªa muy triste, pasaba las horas llorando¡ Y no ten¨ªa con qui¨¦n hablar. Sab¨ªa de la existencia de estos grupos para personas mayores. Y pens¨¦: '?Qu¨¦ pasa con los j¨®venes? ?No se sienten solos?'. Y puse un mensaje en Nextdoor: una llamada a unirse a un grupo de WhatsApp para estar en contacto y quedar de vez en cuando. Ahora son mis amigos". Una chica de 18 a?os, una pintora de m¨¢s de 70, un guardia civil de C¨¢diz¡ Son muchos los vecinos a los que Valeria no conoc¨ªa y estaban en su misma situaci¨®n. "Quedamos para ir al cine o nos acompa?amos si alguno tiene que ir solo a sacarse una muela", cuenta. "Es curioso, porque a m¨ª las redes sociales siempre me han aislado. Ment¨ªa a mis amigos para no quedar y pasar horas mirando Facebook. Y en esta ocasi¨®n, podr¨ªa decir que me han salvado".
La joven, que ya ha superado su crisis personal, piensa mantener el grupo mientras haya alguien que lo necesite en el vecindario (ahora mismo, son 16). Caminel relata otras iniciativas similares: el vecino que ha montado tres peque?os festivales de m¨²sica en el barrio, la que est¨¢ ayudando a que en su calle se use menos pl¨¢stico, el que instala plantas de energ¨ªa renovable en su urbanizaci¨®n o la mujer de 90 a?os que hace rutas hist¨®ricas por las calles de Malasa?a.
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