¡°Me llamo Greg Louganis, soy gay y soy seropositivo¡±: la inspiradora historia del campe¨®n ol¨ªmpico que se enfrent¨® al mundo
El estadounidense, que sufri¨® acoso escolar, tuvo devaneos con el consumo de sustancias, varios intentos de suicidio y un representante extorsionador, supo sobreponerse a los peligros que conlleva convertirse demasiado pronto en una estrella mundial
El n¨²mero de mayo ya est¨¢ disponible en formato PDF, y es descargable de forma gratuita haciendo clic aqu¨ª.
¡°Me llamo Greg Louganis. Soy gay y soy seropositivo¡±. As¨ª se presentaba Gregory Efthimios Louganis (San Diego, Estados Unidos, 1960), el mejor saltador de todos los tiempos, ante los medios y un pu?ado de estudiantes en 1995. Ocurri¨® tras la publicaci¨®n de su libro autobiogr¨¢fico Breaking the Surface, coescrito junto al ensayista Eric Marcus. En ¨¦l, el deportista se atrev¨ªa a contar su historia siete a?os despu¨¦s del accidente que sufri¨® en los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l donde, por un error de c¨¢lculo, se golpe¨® la cabeza contra el trampol¨ªn con la consiguiente hemorragia. Durante esos a?os, a Louganis le reconcomi¨® la obsesiva sombra de la responsabilidad: cuando se produjo aquel percance ¨¦l ya hab¨ªa contra¨ªdo el VIH. Lo sab¨ªa y call¨®. Y, aunque el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional sali¨® r¨¢pidamente al paso exoner¨¢ndole de cualquier tipo de culpa (tal y como public¨® EL PA?S en 1995), empez¨® a cuestionarse la ¨¦tica de su comportamiento.
Con nueve meses, Greg fue dado en adopci¨®n. Sus padres solo ten¨ªan 15 a?os y encontraron en Peter y Frances Louganis la familia perfecta para el peque?o. Mientras su madre y su hermana fueron para Louganis el mayor de los consuelos, con su padre la relaci¨®n basculaba entre el amor y el odio
Este episodio no era sino el pen¨²ltimo eslab¨®n de una carrera deportiva que parece haber sido escrita por el m¨¢s dram¨¢tico de los guionistas de Hollywood. Aunque quiz¨¢s el elevado n¨²mero de deportistas con relato tr¨¢gico de fondo no sea m¨¢s que el patente reflejo de que el deporte de ¨¦lite suele llevar emparentado en muchas ocasiones brutales abusos e inhumanas exigencias. ¡°Desde que trabaj¨¦ en las autobiograf¨ªas con Greg y luego con Rudy Galindo, un campe¨®n de patinaje art¨ªstico de EE.UU., ya no veo las Olimpiadas o el patinaje art¨ªstico de la misma manera", explica el ensayista Eric Marcus. "S¨¦ demasiado sobre las terribles vidas de los atletas de ¨¦lite. Lo que les hacemos, al menos aqu¨ª en EE.UU., llega al nivel de abuso. Lo encuentro espantoso. La mayor¨ªa de los deportistas de ¨¦lite se retiran j¨®venes de sus deportes porque sus cuerpos les fallan a una edad temprana. Y entonces se dan cuenta de que pr¨¢cticamente no est¨¢n preparados para vivir una vida normal¡±.
La historia de Louganis tiene todos los ingredientes de deportista que empieza demasiado pronto y se convierte enseguida en una estrella mundial (problemas familiares, acoso escolar, tempranos devaneos con sustancias de todo tipo, intentos de suicidio y representante extorsionador) con un a?adido: el de ser homosexual en unos tiempos en los que la homofobia campaba a sus anchas en el mundo del deporte. ¡°Cuando Greg estaba compitiendo no hab¨ªa atletas ol¨ªmpicos LGTBQI que hubieran salido del armario. Al ser percibido como gay, Greg se convirti¨® en el blanco de hostilidad abierta por parte de otros saltadores. Una de las cosas que ¨¦l tem¨ªa cuando decidi¨® reconocer que era gay y que ten¨ªa SIDA era que sus fans le dieran la espalda. Sin embargo, fue justo lo contrario, lo cual fue muy alentador. Pero algunos de los medios de comunicaci¨®n mostraron cierta histeria por la percepci¨®n err¨®nea de que Greg hab¨ªa puesto a los atletas y al personal m¨¦dico en peligro de exposici¨®n al VIH al golpearse la cabeza con el trampol¨ªn. De todos modos, conviene recordar que, aunque no en todos los deportes, la situaci¨®n sigue siendo terrible para los atletas LGBTQ que compiten en la ¨¦lite¡±, reconoce a ICON Marcus.
Con nueve meses, Greg fue dado en adopci¨®n. Sus padres de ascendencia samoana y sueca solo ten¨ªan 15 a?os y encontraron en el matrimonio de Peter y Frances Louganis, que ya hab¨ªan adoptado una hija mayor, la familia perfecta para el peque?o. Mientras su madre y su hermana adoptivas siempre fueron para Louganis el mayor de los consuelos, con su distante padre la relaci¨®n basculaba entre el amor y el odio. Su progenitor solo empez¨® a interesarse por ¨¦l cuando fue consciente de que el muchacho ten¨ªa un talento fuera de lo com¨²n para las acrobacias. Y, como en tantos casos similares, el inter¨¦s se convirti¨® en la peor de las pesadillas. Autoritario y exigente, su padre lo puso demasiadas veces al l¨ªmite. Esa sensaci¨®n de indefensi¨®n se extender¨ªa fuera de las dominios del hogar.
El colegio tampoco representaba un lugar m¨¢s seguro. Por su color de piel, se gan¨® toda clase de insultos racistas; por su dislexia (que se le diagnosticar¨ªa s¨®lo mucho m¨¢s tarde) lo tacharon de ¡®retrasado¡¯ oblig¨¢ndole a imaginar estrategias de escapismo ("en la escuela siempre odi¨¦ leer delante de otras personas porque comet¨ªa muchos errores. As¨ª que me llevaba el libro a casa, memorizaba algunos p¨¢rrafos y luego me ofrec¨ªa voluntario para leer esos p¨¢rrafos en concreto") y por su afici¨®n a las piruetas y a la danza, era reiteradamente calificado de afeminado por los gallitos del instituto. Todas estas trabas llevaron a Louganis a meterse en los procelosos mundos del alcohol y las drogas a una edad muy temprana, llegando incluso a intentar quitarse la vida en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Antes del accidente de Se¨²l, Louganis ya hab¨ªa protagonizado cap¨ªtulos truculentos. Desde la muerte del saltador Sergei Chalibashvili de la que Louganis se sinti¨® indirectamente culpable a la supuesta ayuda a Sergei Nemtsanov para que desertara, pasando por la ausencia de patrocinadores por los rumores de su homosexualidad
Sin embargo, su destreza en el salto era incontestable. Seg¨²n recoge el documental Back on board: Greg Louganis (2014) de HBO dirigido por Cheryl Furjanic, para Sammy Lee, su descubridor y primer entrenador, Louganis era ¡°caballo ganador¡±. Ten¨ªa esa habilidad que solo tienen los elegidos: ¡°Es capaz de crear la ilusi¨®n de que lo que hace no requiere esfuerzo en absoluto¡±, explica en el documental Ron O¡¯Brien, el hombre que le llevar¨ªa al ¨¦xito. El trampol¨ªn era el ¨²nico lugar en el que Louganis era perfecto, inalcanzable e imbatible. A ¨¦l no le motivaba competir, solo quer¨ªa saltar. ¡°No me interesaba la competici¨®n. Me interesaba actuar¡±, declar¨® en una entrevista a Harvard Business Review. Quiz¨¢s por eso escogi¨® el m¨¢s solitario de los deportes, uno en el que estar solo frente al vac¨ªo buscando la perfecci¨®n. ¡°Es un deporte muy solitario", afirma O¡¯Brien en el documental. "Est¨¢s ah¨ª, con tu min¨²sculo ba?ador y no puedes decir: ¡®Me han pasado mal la pelota¡¯. Todo depende de ti¡±.
Se trata de un deporte en el que la ¨²nica referencia es un entrenador que ordena y tutela cada minuto de una vida en la que lo ¨²nico que cuenta es algo que llega a convertirse, como bien puntualiza O¡¯Brien, en la ¡°persecuci¨®n obsesiva de un sue?o¡±. En alguna ocasi¨®n, Louganis confes¨® viajar siempre con un Speedo en la bolsa porque nunca se sabe cuando surgir¨¢ la ocasi¨®n de subirse a una tabla a entrenar. ¡°Cuando trabajaba con Greg pensaba en la suerte que ten¨ªa de no ser un atleta de ¨¦lite. Greg y yo tenemos m¨¢s o menos la misma edad y cuando est¨¢bamos escribiendo el libro, yo me encontraba a mitad de mi carrera y con muchas oportunidades por delante. Greg ya estaba retirado y esperaba morir m¨¢s pronto que tarde. Pero incluso cuando tuvo claro que iba a vivir, se enfrent¨® a un camino plagado de retos. Lo ¨²nico para lo que fue entrenado desde una edad temprana no era algo que pudiera seguir haciendo el resto de su vida. Carec¨ªa de las habilidades para la vida que la gente normal adquiere cuando crece¡±, se?ala Marcus.
Antes del aparatoso accidente de Se¨²l, la carrera de Louganis ya hab¨ªa protagonizado cap¨ªtulos truculentos. Desde la muerte del saltador sovi¨¦tico Sergei Chalibashvili de la que Louganis se sinti¨® indirectamente culpable (el sovi¨¦tico se vio obligado a igualar a Louganis realizando un salto de una extrema peligrosidad que, por aquel entonces, solo hac¨ªa el norteamericano) a la supuesta ayuda al tambi¨¦n saltador sovi¨¦tico Sergei Nemtsanov para que desertara (cosa que a Louganis le vali¨® el apodo de ¡®marica comunista¡¯), pasando por la ausencia de patrocinadores por los rumores de su homosexualidad.
Cada a?o, los cereales Wheaties sacaban cajas especiales con las leyendas del deporte. Por aquel cart¨®n pasaron Edwin Moses, Carl Lewis, Evelyn Ashford y un sinf¨ªn m¨¢s. Todos menos Louganis, que no lo har¨ªa hasta 2016. Pero si por algo destac¨® Louganis es por ser el vivo ejemplo (como Nadia Comaneci) de la perfecci¨®n. Fue el primero en poner de acuerdo a siete jueces para puntuarle con sendos dieces y el ¨²nico en atesorar cuatro medallas de oro ol¨ªmpicas conseguidas en dos Juegos consecutivos (Los ?ngeles 1984 y Se¨²l 1988, en las dos modalidades posibles: trampol¨ªn y plataforma). Todo esto a pesar de ser uno de los damnificados del boicot estadounidense a los Juegos de Mosc¨² en 1980 en los que se esperaba que cosechara un oro.
Verg¨¹enza y silencio
Unos meses antes de ir a los Juegos Ol¨ªmpicos de Se¨²l, Jim Babbitt, pareja y manager de Louganis, descubre que tiene SIDA. Inmediatamente Louganis se hace las pruebas. Da positivo. No sabe qu¨¦ hacer. Se¨²l est¨¢ a la vuelta de la esquina. Le aconsejan fervientemente que siga entrenado: si ¨¦l no va a los Juegos, el resto del equipo tampoco podr¨¢ hacerlo. Probablemente, el creciente clima de homofobia desatado a ra¨ªz de las primeras oleadas de SIDA desaconsejaba hacer p¨²blica la enfermedad. Era el a?o 87 y, seg¨²n recoge el documental Back on board: Greg Louganis, en aquellos a?os no era raro ver a polic¨ªas enguantados para detener a manifestantes gais o leer noticias en las que se dec¨ªa que uno de cada siete encuestados estaban a favor de tatuar a los afectados por el SIDA.?
El ¨²nico camino posible para el deportista en aquel momento fue callar. Y la ¨²nica soluci¨®n para transitar por ese silencioso y pesado camino era un medicamento llamado AZT. Una medicaci¨®n terriblemente agresiva de la cual se sab¨ªa poco pero que consigui¨® mantener a Louganis en la competici¨®n a cambio de no poder dormir m¨¢s de cuatro horas seguidas. En ese estado f¨ªsico y mental, se presenta Louganis en Se¨²l. Y entonces sucedi¨® lo ¨²nico que no pod¨ªa, ni deb¨ªa suceder. En el primer salto Louganis se golpea la cabeza con la tabla. Algo que no deja de revestir peligro si tenemos en cuenta que la velocidad de zambullida puede llegar a ser superior a los 50 kil¨®metros/hora. Louganis sale de la piscina. Sin confianza y con un charco de hemorragia detr¨¢s. Solo puede pensar en su responsabilidad, en aquel m¨¦dico que le cose sin guantes quir¨²rgicos y en los rastros de sangre dejados en la piscina y en la cubierta. A¨²n as¨ª, Louganis se enfrenta al que sab¨ªa que ser¨ªa el ¨²ltimo salto de su carrera. "Ha terminado", se repet¨ªa. Y entonces Louganis se alza una vez m¨¢s y consigue el salto que le dar¨ªa su segunda medalla de oro en esos Juegos.
Alegando que los chinos le pisaban los talones, el saltador anuncia su retirada en 1989. Pero lo peor est¨¢ a¨²n por llegar. Hasta ese momento, Louganis ¨Ccomo tantos otros atletas demasiado enfocados en sus ¨¦xitos deportivos, sus marcas, sus entrenamientos y sus competiciones¨C se hab¨ªa despreocupado de unas cuentas que Babbitt manejaba a su antojo, y que le hab¨ªa estafado grandes cantidades de dinero. Cuando se quiso dar cuenta, Louganis estaba pr¨¢cticamente en la ruina y sin poder deshacerse del causante de su bancarrota. Babbitt le amenaz¨® con contar toda su historia si le retiraba el papel de manager y administrador. Pero en 1989 Louganis consigue una orden de alejamiento (nada sorprendente si tenemos en cuenta que Babbitt viol¨® a Louganis a punta de cuchillo). El manager muri¨® un a?o despu¨¦s v¨ªctima del VIH.
En 1994, Louganis decide escribir su biograf¨ªa. ?Por qu¨¦ justo en ese momento? En 1993, el saltador se asusta: estaba perdiendo peso muy r¨¢pidamente y pens¨® que le quedaba poco tiempo. ¡°Greg y yo fuimos presentados por un amigo com¨²n. Cuando nos conocimos, Greg estaba deprimido y triste. ?Ten¨ªa razones para estarlo! Quer¨ªa contar su historia con sus propias palabras antes de morir. Ten¨ªa SIDA y en 1993, el pron¨®stico era terrible. Su esperanza de vida era corta y emprendimos una loca carrera por terminar el libro para que pudiera estar vivo cuando se publicara. Lo que quer¨ªa lograr era un relato completo de su existencia que hab¨ªa mantenido en secreto. Lo que me sorprendi¨® durante nuestras m¨¢s de sesenta horas de entrevistas y conversaciones fue c¨®mo Greg compart¨ªa sus experiencias mostr¨¢ndose muy poco afectado. Ten¨ªa poca perspectiva de algunas de las cosas horribles por las que hab¨ªa pasado y de lo extraordinario de sus logros en las Olimpiadas de 1988. Gan¨® dos medallas de oro mientras tomaba altas dosis de AZT, un poderoso medicamento con importantes efectos secundarios, incluyendo el deterioro de su equilibrio, lo que probablemente contribuy¨® a que se golpeara la cabeza. Creo que mis reacciones, incluyendo las l¨¢grimas, le ayudaron a poner en perspectiva lo que vivi¨®¡±, cuenta Marcus.
Cuando en la entrevista a la Harvard Business Review se le pregunta a Louganis cu¨¢ndo sali¨® del armario ¨¦l responde: ¡°Depende de a qui¨¦n le preguntes. Fui a la Universidad de Miami, lejos de donde crec¨ª, y en el departamento de teatro, conoc¨ª a otros gais. Con mi madre, sal¨ª del armario en el 83. As¨ª que para mis amigos y mi familia no era ning¨²n secreto, pero mi pol¨ªtica era no hablar de mi vida personal con los medios de comunicaci¨®n¡±. Es en 1995, con la salida de Breaking the Surface, cuando Louganis le dice al mundo ¡°Me llamo Greg Louganis, soy gay y soy seropositivo¡±. El libro se agot¨® a la media hora de salir a la venta. A pesar de la valent¨ªa, hubo quien quiso aprovechar el r¨ªo revuelto. Fue el caso de Larry King, quien en su late show en la CNN acorral¨® a Louganis pregunt¨¢ndole una y otra vez c¨®mo es posible que un muchacho inteligente se contagiara de VIH.
Despu¨¦s de todo esto, a Louganis le llev¨® a?os convertirse en mentor del equipo de saltos estadounidense para los Juegos Ol¨ªmpicos. Mentor, que no entrenador. Porque Louganis, v¨ªctima como fue de ese mal end¨¦mico de los deportistas de ¨¦lite de salir al mundo sin herramientas, se empe?a en preparar a los deportistas para lo que vendr¨¢ despu¨¦s, para su vida despu¨¦s de los saltos y para no seguir engrosando el historial de h¨¦roes ol¨ªmpicos hechos pedazos.
A fecha de hoy, Louganis est¨¢ felizmente casado con Johnny Chaillot, ha dejado atr¨¢s sus problemas financieros (tuvo que vender muchas de sus pertenencias, medallas ol¨ªmpicas incluidas, para conservar su casa), se ha convertido en un tenaz activista y contin¨²a siendo el mejor saltador de la historia con unas marcas que a¨²n no han sido batidas. ¡°Greg sigue siendo la misma persona encantadora, amable y gentil que conoc¨ª hace m¨¢s de 25 a?os", asegura Marcus a ICON. "Por aquel entonces estaba muy deprimido. Creo que ha trabajado duro para llegar a un lugar donde su aparente serenidad refleja una paz interior¡±.
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